Ann Pettifor - Sin Permiso
Tendemos a asumir que nuestros sueldos o salarios deben aumentar en términos reales, y que eso ocurrirá siempre. Que el nivel de vida seguirá esta misma trayectoria. Que el precio de la vivienda no caerá. Que se puede confiar en que el precio de los cuadros de Picasso o los anillos de rubí continuarán "rompiendo récords". Y que la economía va a "crecer" exponencialmente con el paso del tiempo. En efecto, la idea de "crecimiento económico" está interiorizada en la forma en que pensamos y medimos la economía.
Es algo delirante, aunque sólo sea en términos lingüísticos. El "crecimiento" tiene su origen en la naturaleza. Las plantas se siembran, los animales nacen, crecen, maduran y luego mueren. Y aunque los seres humanos en su mayoría viven negando la realidad, nuestras vidas siguen la misma trayectoria.
La muerte es tan inevitable como los impuestos.
Sabemos, en nuestro fuero interno, que existen límites. Que los mercados y las empresas crecen, maduran y luego mueren - o colapsan. Pensemos en el mercado de hipotecas de alto riesgo, en la obligación de deuda garantizada, en la permuta de incumplimiento crediticio, o incluso en los deshollinadores. Pensemos en empresas como Woolworths, HMV, PanAm, Arthur Andersen o Enron.
Todas ellas han desaparecido.
Hay límites. No sólo en la vida de las empresas, de los mercados y en las vidas de las personas, sino sobre todo en nuestro ecosistema y en el planeta.
¿Entonces por qué cuando aplicamos esta palabra a la economía asumimos que el "crecimiento" es ilimitado?
De hecho esta ilusión es reciente. Antes de los economistas de la década de los sesenta, especialmente Keynes hablaba sobre la economía en términos de "niveles" de actividad. Estaba preocupado por el nivel de producción, el nivel de empleo y el nivel de precios. ¿Era una nivel demasiado elevado, y por lo tanto inflacionario? ¿O era un nivel demasiado bajo, con amenaza de recesión? ¿O era simplemente el correcto, sostenible?
En 1961, la OCDE, alentada por los economistas "clásicos" como Samuel Brittan y desalentada por lo que eran - en comparación con los estándares actuales - unos niveles altos y sostenibles de actividad económica, propusieron un cambio rápido de la economía. En ese momento, Gran Bretaña se encontraba en la feliz situación de poder proporcionar pleno empleo a su gente. Los comentarios de 1957 de Macmillan que señalaban que los británicos "nunca había estado tan bien" aún eran ciertos.
Fue en este punto en el que la OCDE, el gobierno británico (la Corporación Nacional de Desarrollo Económico) y Samuel Brittan defendieron un nuevo objetivo insostenible y delirante para lograr algo que definían como "crecimiento" - una tasa como una función constante - que resultó ser del 50% para el Reino Unido durante la década.
Sam Brittan se llamaba a sí mismo con orgullo "el hombre del crecimiento" y, al mismo tiempo que promocionó este objetivo insostenible e inflacionario, también impulsó políticas de liberalización financiera.
Estas políticas condujeron a una serie de auges del crédito, considerados como 'booms infinitos' por parte de, por ejemplo, los gestores de hipotecas de alto riesgo o de las obligaciones de deuda garantizadas en Wall Street y en la ciudad de Londres.
Pero también hay límites para los auges de crédito. De hecho los auges de crédito son los mejores predictores de las crisis financieras.
Así que de la misma forma que la noche sigue al día, la liberalización de las finanzas ha venido seguida por una serie de crisis bancarias. Estas estallaron en los países avanzados y emergentes en la década de 1970. La crisis de la deuda latinoamericana lanzó otra serie de crisis de la deuda soberana en 1982. Gracias a la desregulación financiera de la industria americana 'de segunda mano', la crisis de ahorros y préstamos de la década de 1980 fue seguida por la crisis del mercado de valores de 1987; la crisis de los bonos basura de 1989; la crisis del Tequila de 1994; la crisis asiática de 1997-1998; la burbuja puntocom de 1999-2000 y, por último, la crisis financiera mundial de 2007-2009.
Pero mientras que los mercados, los bancos, las empresas y millones de personas "se estrellaron y se quemaron", las teorías y las políticas detrás del crecimiento económico ilimitado siguieron intactas. Permanecen intactos hasta nuestros días.
No solo eso. El último boom del crédito se ha expandido masivamente y es más grande incluso que el que precedió a la crisis de 2007-2009. Según el último informe de McKinsey:
"Siete años después del estallido de la burbuja crediticia mundial que dio lugar a la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, la deuda sigue creciendo. De hecho, en lugar de reducir el endeudamiento, o apalancamiento, todas las grandes economías hoy en día tienen un mayor nivel de endeudamiento en relación al PIB que el que tenían en 2007. La deuda global en estos años ha crecido en 57 billones de dólares, elevando la ratio de deuda sobre el PIB en 17 puntos porcentuales".
A pesar de que China tiene una enorme capacidad y potencial, también se enfrenta a límites. La pregunta es: ¿cuándo va a alcanzar la frontera de esos límites?
Hubo un tiempo en que esa era la pregunta de los 64 dólares. Luego se convirtió en la pregunta de los 64 millones de dólares. Ahora es la pregunta de los 64 billones de dólares.
Porque mientras que existen límites claros para el crecimiento de la economía real, parece que hay un aumento infinito en el crecimiento del crédito.
¿O no?
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