Oscar Güell Elias - CaféBabel
Budapest ha sido elegida para albergar la próxima Conferencia
Mundial del Decrecimiento, que se celebrará del 30 de agosto al 3 de
septiembre del año que viene. Viajamos la capital húngara para comprobar
el estado de este movimiento social en la ciudad.
Cada domingo por la mañana, pocas horas después de decir adiós a los más trasnochadores, el bar más famoso de Budapest, el Szimpla Kert, se transforma en un mercado de alimentos locales. Alrededor de 40 vendedores y cerca de un millar de visitantes dan vida a este mercadillo en el que todos los productos han sido elaborados por los propios vendedores a no más de 50 kilómetros de
la capital. Un grupo de voluntarias que preparan comida para recaudar
dinero con fines benéficos y un trío de música completan una escena que
el activista del movimiento de decrecimiento Vincent Liegey califica como “decrecionista”.
“La gente es amable y feliz aquí, todo el mundo se conoce y compra
comida saludable y ecológica producida localmente”, explica Liegey,
quien ha escrito un libro llamadoProyecto Decrecimiento y
asegura que cada vez más personas quieren reapropiarse de sus vidas
porque no están satisfechas con el modelo actual. A su lado, Logan Strenchock,
el responsable de medio ambiente y sostenibilidad de la Universidad
Centroeuropea de Budapest, vende vegetales de la granja ecológica Zsámboki Biokert.
Mientras tanto, también responde a las preguntas de una periodista
interesada en su proyecto y saluda a numerosas personas que pasan por su
puesto. Como dice Liegey, en el mercadillo todos se conocen. Levente Erős, que también está con ellos, es el creador de Kantaa,
una empresa
de mensajería sostenible en bicicleta en la que trabajan nueve personas. Los tres colaboran
en un proyecto de reparto de alimentos ecológicos en bicicleta por
Budapest llamado Cargonomia.
El mencionado Vincent Liegey, que da conferencias sobre el decrecimiento por toda Europa, explica que lo que vivimos actualmente "no es una crisis ambiental, otra económica, otra social… Sino que todas las crisis están interconectadas y no se puede intentar solucionar un solo problema sin tener en cuenta el resto. El decrecimiento conecta diferentes disciplinas para entender los problemas de forma global y buscar una solución de raíz”. La solución que propone se basa en "deconstruir" la creencia en el progreso, el desarrollo, la ciencia y la economía para iniciar una transición democrática hacia nuevos modelos para una sociedad sostenible, agradable, autónoma, democrática y justa.
Una de las iniciativas más interesantes es Wekerle Estate. Casi al final de la línea 3 de metro, al lado de la parada de Hátar út, se encuentra este distrito que se creó a principios del siglo XX para alojar a obreros llegados del pueblo a la ciudad y hacer más fácil su adaptación a la vida urbana. De hecho, entrar en Wekerle es como salir de la ciudad e internarse en un pueblo. Las casas bajas unifamiliares con un jardín para cultivar vegetales siguen siendo la imagen habitual en el distrito.
En este particular barrio, que actualmente pertenece a la red de pueblos de transición, dos asociaciones vecinales, junto con las asociaciones WTE y Átalakuló Wekerle, han impulsado iniciativas ecológicas y solidarias en los últimos años. Por ejemplo, un mercadillo de productores locales, aislamiento gratuito de las ventanas de las viviendas para las personas más pobres, compostaje en los jardines de las casas, uso de alimentos locales en los comedores de las escuelas o cursos de agricultura ecológica. “Hay muchas personas que podrían pagar pisos más caros en otras áreas de la ciudad pero prefieren vivir en Wekerle por el tipo de vida que tenemos aquí”, apunta Krisztian Kertesz, un miembro de la dirección de WTE.
“Hago muchas cosas diferente al resto de la gente, pero en el fondo tengo una vida normal, es sólo una forma de demostrar que se puede vivir de forma sostenible y al mismo tiempo tener un vida normal”, puntualiza. A continuación, se señala a sí mismo y comenta que su aspecto es similar al de cualquier otra persona de la universidad. Y así es. También es completamente normal el restaurante al lado de su universidad al que acude a comer. Aunque en este caso, confiesa que hace tiempo convenció a los cocineros para que ofrecieran un menú vegetariano todos los días. También se lleva la botella de zumo vacía que me he bebido mientras comía porque sabe que allí no reciclan.
Antes de marcharse, afirma que él confía en que el sistema cambiará en el futuro y recuerda que sus padres también pensaban que iban a vivir toda su vida en un país socialista, y al final no fue así.
Extraordinario articulo aun mas por que es una vivencia, no un planteamiento teorico,absolutamente realizable y replicable en cualquier parte del mundo.
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