Serge Latouche - Ethica
No hay duda de que las características humanas que hoy en día se
inculcan dejarán de ser funcionales. Ya se han vuelto inapropiadas y
destructivas. Si la educación sigue siendo como acostumbraba, la
humanidad acabará destruyéndose más tarde o más temprano.
No sólo las informaciones de los problemas ecológicos son defectuosas o inexistentes, sino que también encontramos ambigüedades sorprendentes. Así, un manual de Biología y Geología de primer año del Bac (1) afirma con frialdad que "la biodiversidad actual del planeta es la más grande que nunca ha habido".(2) Ante esta ignorancia o esta negación de la realidad, las razones para tener esperanza son lamentablemente poco numerosas. Según un sondeo del año 2009 del Instituto Gallup, un 41% de los estadounidenses piensan que el calentamiento climático está siendo exagerado por los medios, contra un 35% que lo pensaban en 2008. El escepticismo, la mala fe, el sentimiento de impotencia o simplemente la voluntad de meter la cabeza bajo el ala se encuentran en proporciones variables entre nuestros ciudadanos.
Ante este desafío, la respuesta del "sistema" no está, ni mucho menos, a la altura requerida. El crecimiento verde que se propone, al paso de la farsa del "desarrollo sostenible", queda prisionero en la impostura del capitalismo verde o eco-compatible, brillantemente denunciado por Naomi Klein.(3) Se trata de una operación de maquillaje verde, en la que una de las formas más cínicas e irresponsables consiste, por ejemplo, en la concepción, la producción, la promoción y la venta de pseudo-coches "limpios", sin ninguna otra intención que prolongar a cualquier precio la industria automovilística. Únicamente el desarrollo sostenible permitirá contaminar menos, para poder contaminar por más tiempo.
Para comprender esta situación e intentar poner remedio, es conveniente volver a los fundamentos del modo de construir a los ciudadanos, con el fin de resistir mejor a su corrupción y de intentar realizar el sueño abortado de la Ilustración, el de la emancipación de los hombres.
¿Cómo se puede educar?
En el proceso de construcción del "ciudadano" moderno, la escuela no ocupa más que una parte del espacio, junto a la familia y el medio, por un lado, y el ambiente social, por otro. Lo que se puede llamar la escuela de la vida siempre ha ocupado, y ocupa, un lugar considerable al lado de la vida de la escuela. La escuela de la vida reviste formas muy diversas según los lugares y las épocas, puede ser la escuela de la calle, que para las clases trabajadoras del siglo XIX (y nuevamente hoy en ciertos barrios de las afueras) podía constituir la antesala de las clases peligrosas, incluso la escuela del crimen, o el aprendizaje de la lectura en las familias burguesas, o del oficio junto a los padres o en casa de los artesanos vecinos. Para los antiguos, la formación del ciudadano, la paideia, pasaba en primer lugar por su edificación. Se trata de disciplinar a la hubris (la desmesura), manejar las pasiones tristes (avidez, sed de poder, egoísmo, envidia desenfrenada, etc.) y canalizar las energías en el sentido de la armonía y la belleza. Es por eso que Platón declara que los mismos muros de la ciudad educan al ciudadano. Pero, en nuestro mundo, ¿en que pueden educar los muros de nuestras ciudades y nuestros barrios? ¿Pueden, en el mejor de los casos, formar otra cosa que consumidores y usuarios frustrados, o peor aún, rebeldes "salvajes"?
Hoy en día, los padres han abdicado ampliamente, por buenas o malas razones, de su rol de educadores, y lo han cedido a la escuela y, aún más, a la televisión. Ya sea nuclear o monoparental, acoplada o escindida, la familia ya no es el lugar adecuado para la transmisión de la herencia cultural y menos aún para su renovación. Y efectivamente, los jóvenes europeos, a semejanza de los jóvenes americanos, pasan más tiempo delante de las pantallas que ante los escritorios de la escuela. El sistema publicitario ocupa el lugar abandonado por los padres y que la escuela no llena. Las cadenas de televisión Baby First y Baby TV, por ejemplo, difunden programas destinados a bebés de seis meses a tres años. (4)
¿Crecimiento o decrecimiento?
En estas condiciones, la escuela como modo de formación del sujeto, se encuentra ante un dilema: preparar al joven para la sociedad tal como es, esta sociedad del crecimiento y la competencia descarnada, o la sociedad tal y como debería ser, la sociedad del decrecimiento, es decir, formar ciudadanos capaces de resistir la subversión consumista. ¿Es necesario hacer del alumno un futuro parado inteligente y revolucionario, o bien un futuro productor-consumidor enajenado, un "esclavo civilizado", como diría Max Stirner? ¿Cómo puede el alumno adaptarse a mínima a la sociedad utilizando y desarrollando al mismo tiempo sus competencias y saberes para superar o subvertir el actual orden económico y social, al menos en los aspectos más nocivos? ¿Cuál es aquí la responsabilidad de la institución escolar? El ejercicio de equilibrista exigido al docente no es, sin embargo, evidente.
Buscando formar trabajadores "empleables", la enseñanza corre el riesgo de transformarse en ritual iniciático de la religión de la economía, del crecimiento y del consumo. (5)
Hoy en día, la escuela transmite la religión del crecimiento, inculca la fe en el progreso. La misión oficial del sistema educativo, desde la educación infantil hasta la universidad y la formación permanente, es fabricar los engranajes bien engrasados para una mega máquina delirante. Y eso, sin hablar de las "escuelas de negocios", que constituyen el modelo, sin complejos, como escuelas de la guerra económica, para enseñar que la avidez es una cosa buena (greed is good). La escuela constituye así un ritual iniciático en la magia económica. La fragmentación de los saberes y la sustitución de la búsqueda del bien común como valor supremo para la competencia profesional hacen casi imposible la toma de conciencia de las consecuencias potencialmente desastrosas de la acción.
El sistema global de educación-instrucción / formación contemporáneo consiste en eruditas variaciones sobre el arte de la fuga ante la realidad del desastre. ¿Quién cumplirá entonces con la misión de formar ciudadanos? Una vez más, la vía del decrecimiento.
Hoy vivimos en un mundo que podríamos llamar, siguiendo Illich, el Absurdistán. La falla que introduce en las sociedades modernas la corrupción del proyecto emancipador de la Ilustración para engendrar la immundialització hace surgir la necesidad de la resistencia y la alternativa. Cuando la identificación del consumidor moderno se reduce al formateo y la manipulación-fascinación, en una sociedad que reposa sobre la diversión del espectáculo y de lo efímero, la primera tarea de aquel que ama la sabiduría, del pedagogo que se toma seriamente su misión de formar ciudadanos, es combatir esta formación deformando.
La educación para formar resistentes es, así pues, al mismo tiempo necesaria e imposible.
Imposible, ya que para el docente se trata de formar al educando en dos niveles: el que domina y para el que la preparación requerida es un adiestramiento que se emparenta con una lobotomía, y lo deseable, que implica la capacidad de juzgar y de reaccionar. La tarea del verdadero pedagogo consiste en formar ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y susceptibles de convertirse en los granos de arena que bloquearán la mega máquina.
La resistencia y la alternativa se pueden introducir y deben introducirse en el seno mismo de la institución en nombre de su vocación inicial, pero proclamar la necesidad de una educación revolucionaria no brinda ipso facto el contenido. Y es que la revolución de que se trata aquí es sobre todo cultural y, así pues, infinitamente mucho más difícil de llevar a cabo que las revoluciones políticas. Siendo que somos profundamente toxicodependientes de la sociedad del crecimiento, la educación necesaria emparenta con una cura de desintoxicación, con una verdadera terapia.
El proyecto para el que se trata de preparar a las generaciones futuras es el de la construcción de una sociedad autónoma. Sin embargo, la autonomía se puede entender de diversas maneras y plantea a su vez bastantes problemas. Para no evocar el aspecto curativo y la lucha contra la tóxica dependencia del consumismo, se puede retomar la idea de Ivan Illich sobre el ayuno tecnológico y la askesis. Askesis, señala él, es la antigua palabra para decir ‘ejercicio’, ‘entrenamiento’, ‘repetición’. Illich ilustra así la ascética del "ayuno tecnológico":
Cualquiera que sea tu nivel intelectual o emocional, saber qué cosas no son indispensables para ti es uno de los medios más eficaces para convencerte de que eres libre.(6)
Educación práctica para la autonomía
Para Gandhi, una parte principal de la sociedad autónoma era el Nai Taleem, educación práctica para la autonomía, y no la cultura abstracta occidental. Se trataba de un instrumento de liberación. La orientación de esta formación consiste en tomar la vida como viene gracias al conocimiento de saberes y el saber hacer necesarios, y a dominar las técnicas de fabricación de los objetos comunes, de modo que todos puedan acceder a un nivel de vida satisfactorio. En el ámbito de la sociedad, con el Sarvodaya, él concebía la India independiente y emancipada como un conjunto de 500.000 grandes pueblos autónomos. La centralización y la urbanización eran para él demoníacas, y no hacían otra cosa que aumentar los conflictos entre hindúes y musulmanes.(7)
El gran reto consiste en romper los círculos, que son también cadenas, para salir del laberinto (tan querido por Castoriadis) donde estamos cautivos. La sociedad del decrecimiento, si la suponemos terminada, ciertamente descolonizaría nuestro imaginario, pero la descolonización que engendraría es la requerida para construirla. Los educadores deberían estar desintoxicados para transmitir una enseñanza no tóxica.
La ruptura de las cadenas de la droga será más difícil cuanto mayor sea el interés de los traficantes de mantenernos en la esclavitud. Sin embargo, hay todas las posibilidades para que seamos incitados por el choque saludable de la necesidad. De modo que el progreso, el crecimiento, el consumo, no son más que una elección de la conciencia, sino una droga a la que está totalmente acostumbrada, y a la que es imposible renunciar voluntariamente, sólo una catástrofe "práctica" y el fracaso histórico de la civilización fundada sobre estos conceptos pueden ayudarnos a abrir los ojos de los adeptos fascinados. Pero, precisamente, ¿una catástrofe y un fracaso así no están en vías de producirse ante nosotros con la crisis ecológica y la crisis financiera y económica?
Serge Latouche
Profesor emérito de Economía de la Universidad de Orsay, objetor de crecimiento
Este artículo fue publicado originalmente en Educación y Sostenibilidad
No. 10, "Diners" bajo una licencia de Creative Commons. www.es-online.infoNotas
1. Examen que los alumnos del último año de la enseñanza secundaria deben pasar para acceder a los estudios superiores.
2. Ecologistas en Acción (coordinado por Fernando Cembranos, Yaho Herrero y Marta Pascual, Educación y Ecología.), El currículum oculto antiecológico de los libros de texto. Editorial Popular, Madrid, 2007, pág. 19.
3. Naomi Klein. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidos, 2007.
4. Hervé Kempf. Para salvar el planeta, salir del capitalismo. Capital Intelectual, 2009.
5. Ivan Illich y David Cayley. La corruption du meilleur engendre le pire. Actes Sud, 2007.
6. Ivan Illich y David Cayley. La corruption du meilleur engendre le pire. op. cit., pág. 305.
7. Arne Naess. Écologie, communauté et style de vie. Éd. MF, 2008, pàg.158 y ss.
Alrededor de 1925 Aldous Huxley escribio "Un mundo feliz" donde se mostraba con claridad este mismo rumbo, desde esos lejanos años hasta hoy el deterioro del modo de vida en general, en todo el mundo, es evidente, en los mediados del siglo pasado se hablaba de que el siglo 21 llegaria con aproximadamente dosmil quinientos millones de habitantes en el planeta, llegamos con alrededor de sietemil quinientos, es evidente que el mundo no esta preparado para soportar esa brutal carga depredadora sobre el medio ambiente,mantener este sistema solo llevara al desastre de la especie humana, la naturaleza en su eterna busqueda del equilibrio trata de solucionar esos desajustes hasta que solo quede la opcion de Nicolo Maquiavelo "a los hombres se los convence por las palabras, por los echos o bien se los elimina", servia para educar al Principe ojala que nos sirva para tomar conciencia a todos.
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