Existe
una gran cantidad de términos que se confunden con discurso: debate,
consejo, negociación, exposición, texto, argumentación, retórica,
diálogo, monólogo, miting, etc. Lo que vamos a entender por
discurso tiene un origen lingüístico, pero se extiende más allá,
llegando a un significado muy amplio y, a la vez, operativo y
poderoso, tanto para entender lo que ocurre como para intervenir en
ello.
Hay
dos aspectos, relacionados con la naturaleza humana, que ayudan a
nuestro cometido de entender qué cosa es esa del discurso: las
personas somos seres sociales y lingüísticos. Para entendernos como
personas necesitamos tener en cuenta que nacemos y nos hacemos en
sociedad, de la que tomamos conocimientos, pensamientos, formas de
estructurar lo que nos rodea, hábitos, moral, cultura... y lenguaje.
Éste no es un compartimiento estanco, sino que está confundido con
todo lo demás. El lenguaje (de las palabras, de los gestos, de los
símbolos más diversos...) estructura el pensamiento, permite la
comunicación, otorga significado a lo que ocurre... y también
absorbe cuanto ocurre, mutando continuamente. Las personas hemos
nacido y nos comportamos en este entorno complejo y simbólico.
Al
unir el lenguaje (en su sentido amplio, que incluye toda gestión de
símbolos más allá de las palabras) con la vida en sociedad,
obtenemos los discursos. Éstos constituyen unidades con significado
completo. Un discurso es más que una colección de frases. Incluye,
como veremos, ideología, cultura, contexto complejo. Los discursos
son compendios que transmiten significados y proponen comportamientos
sobre asuntos que pueden ser muy específicos o muy generales. Cada
vez escuchamos más expresiones como “el discurso de los medios”
“el discurso de la derecha” “el discurso del mercado”, etc. Y
no es que estos agentes tomen un micrófono ante las cámaras y lean
un texto escrito.
Un
discurso puede ser desde eso, un texto breve escrito, hasta una
amplia colección de películas, libros y leyes, por ejemplo. Es como
si alguien que piensa de un modo definido creara muchas películas,
muchos libros y muchas leyes desde su visión particular del mundo,
su propia ideología, su forma de entender las cosas, sus objetivos,
su versión de lo bueno y lo malo, etc. No es una persona concreta
quien se encuentra tras esos discursos, sino muchos agentes que
comparten esos mismos elementos y que trabajan, muchas veces, sin ser
conscientes del discurso que elaboran, mantienen y propagan.
De
hecho, en la práctica, aplicamos el término “discurso” tanto en
su versión amplia como reducida. Un discurso es tanto esa colección
de acciones unificantes o uniformadoras con respecto a una forma
concreta (que puede ser muy compleja) de entender las cosas y de
actuar con respecto a ellas, como cada una de las unidades más
concretas, pero con sentido completo, que se elaboran desde esa
versión amplia. En este segundo sentido, un libro concreto de ese
“paquete amplio” es un discurso, como lo son unas declaraciones
de un líder político en una rueda de prensa o una lección de un
profesor en una clase universitaria.
Un
ejemplo de la versión amplia es
el discurso belicista. En éste se pueden identificar muchos
elementos, incluyendo las argumentaciones que sostienen una
intervención armada en nombre de principios universales como la
justicia o la libertad; pueden identificarse agentes como las
entidades responsables de llevar la misión a cabo (como el ejército
de un país concreto); se identifica el reparto de papeles en el
escenario: quiénes son los buenos y quiénes los malos, por ejemplo;
etc. El discurso belicista se observa en declaraciones de líderes
ante los medios, en libros, en foros de discusión, en
conferencias... Se puede analizar el discurso de una película
concreta o un cuento para niños [Los cuentos infantiles, de hecho,
constituyen unos de los procedimientos habituales de propagación de
la ideología machista] concreto y observar que se tratan de ejemplos
particulares insertos en el marco amplio del discurso belicista.
El
análisis del discurso es un campo de estudio muy complejo y
necesariamente multidisciplinar. Surge históricamente de varios
frentes, especialmente en el seno de la lingüística, cuando se
desea seguir avanzando en la comprensión del lenguaje (de los
fonemas a las palabras, de éstas a las frases, de éstas a las
composiciones, de éstos a los textos completos). Pero pronto se
observan iniciativas desde la antropología, la etnografía, la
psicología, la sociología, la historia... Son muchos los aspectos
relevantes en un discurso que competen a disciplinas que
tradicionalmente han trabajado por separado.
Hoy
en día, el análisis del discurso se encuentra en plena fase de
expansión. No existe un paradigma dominante. Se trata de un campo de
estudio que sigue cobrando forma con rapidez y que se aplica a todo
tipo de contextos. Si bien coexiste una perspectiva muy lingüística,
que pretende un análisis aséptico de los discursos, es muy habitual
que los analistas se conciban como agentes de cambio, es decir, como
personas que tienen la responsabilidad de denunciar los efectos de
los discursos, de hacer explícitos sus componentes, de dar a conocer
cómo nuestra construcción de la realidad está fuertemente
mediatizada por los discursos que recibimos y habitualmente
mantenemos y repetimos. Los discursos constituyen tal vez la
herramienta más persuasiva para conseguir modelar actitudes, es
decir, formas de pensar, sentir y actuar.
Teniendo
el poder de dar forma y transmitir los discursos, se posee también
la oportunidad de construir realidad.
Extraído del artículo: 'Introducción al análisis del discurso'
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