
La incapacidad para pensar el futuro fuera del paradigma del crecimiento económico permanente es, sin duda, la falla principal del discurso oficial sobre el desarrollo duradero. A pesar de sus estragos sociales y ecológicos, el crecimiento, del cual ningún responsable político o económico quiere disociar el desarrollo, funciona como una droga dura. Cuando es fuerte, se mantiene la ilusión de que puede resolver los problemas -que en gran parte ha...