Demian Morassi - La izquierda diario
El
crecimiento no puede ser infinito en un planeta finito. Desde los años
1970 con la publicación de "Los límites del crecimiento" se busca la
manera de determinar cómo y cuándo llegaremos a ese cenit.
Argentina está viviendo un ciclo sin crecimiento económico. Este ciclo
puede nombrarse de diferentes modos pero es posible que algunas maneras
de definir, por la ambigüedad de las palabras, puedan confundir más que
esclarecer. Empezaremos con el término que ha surgido con más fuerza en
los últimos meses: recesión.
El crecimiento ha sido la norma ¿Lo seguirá siendo?
Si consideramos la economía global, regional o nacional, el crecimiento ha sido la norma. Las crisis económicas fueron moldeando la melodía del crecimiento y junto a las recesiones ha dibujado un camino hacia una cima aún no conquistada con valles y mesetas.
Pero la cima la conoceremos más temprano que tarde, el crecimiento global no puede ser infinito en un planeta finito. Desde los setentas con la publicación de Los límites del crecimiento se busca la manera de determinar cómo, cuándo y por medio de qué variables llegaremos a ese cenit y comenzará el declive económico global.
Ese límite del crecimiento puede ser alcanzado antes por unas naciones que por otras, aunque cuanto más globalizada esté la economía es probable que para las élites se perciba que el límite es alcanzado por todas las economías al mismo tiempo cuando haya un gran crash bursátil y desde allí comience la debacle. Pero para los pueblos no.
Latinoamérica y Argentina
Definir el límite de crecimiento de una región tiene muchas complicaciones. La primera, tomando el PIB como base, es si lo definimos en términos de volumen o per cápita. En general van de la mano pero es evidente que es mucho más difícil ver variaciones demográficas importantes que cambios económicos drásticos, inclusive en poblaciones atravesadas por guerras.
Latinoamérica. Fuente: CEPAL. Revisado el 2 de febrero de 2019.
Observamos que si se mantiene la actividad económica promedio de los últimos tres años tendríamos un decrecimiento en el PIB per cápita al mismo tiempo que un crecimiento del PIB total.
Otro problema es que si la economía del resto del mundo crece se amplían las posibilidades de inversiones en nuestra región, lo mismo si aumenta el valor de los commodities que la región produce, como sucedió al inicio de este milenio, así se torcería la caída económica por más que la región no cambie absolutamente nada de su infraestructura productiva. Lo mismo sucedería si los gobiernos locales junto al sector productivo deciden aprovechar toda la capacidad instalada y crear una estrategia menos dependiente de las empresas multinacionales y el sector financiero que fugan muchísimo capital de nuestra zona.
Sin embargo también tenemos que estudiar seriamente si estamos llegando al fin de un ciclo de doscientos años para nuestros países, que podríamos llamarlo “el fin del crecimiento”.
El decrecimiento. ¿Es posible?
Ante la gran pregunta de si hemos llegado o estamos por llegar a ese punto máximo y comienza la caída aparece otra interesante duda: ¿tiene sentido el término recesión si la caída empieza a ser la constante? Llegados a este punto voy a enfocarme en dos variables que juegan un rol destacable: la energía y la deuda.
El aumento continuo de producción y uso de energía de origen fósil es sin duda la primera variable para entender el crecimiento económico de los últimos dos siglos y medio. Luego hay que sumarle el desarrollo de la energía eléctrica de la cual aún no hemos terminado de aprovechar toda su potencialidad en cuanto a eficiencia. Basta ver cómo al aumentar un porcentaje en el uso de energía aumenta casi el mismo porcentaje de PIB un poco más tarde.
Crecimiento
del PBI global versus el consumo de energía (promedio en tres años).
Fuente: Our Finite World (23 de septiembre de 2018). The World’s Fragile
Economic Condition – Part 1. Recuperado el 2 de febrero de 2018.
Es muy simple, necesitamos comer para agarrar la pala, necesitamos gasolina para mover el barco. Pero esta relación sólo se da a nivel global. Europa llegó a su cenit de consumo energético en 2006 y su consumo cayó al nivel de hace veinticinco años mientras que su PIB, si bien cayó un 10 % desde el 2008, casi que duplica al que sus países tenían en la década de los 90. Evidentemente las empresas de capitales europeos tienen repartida la producción, dejando la energéticamente más pesada fuera de sus fronteras y el sector productivo más sofisticado o el de servicios, dentro.
No es el caso de Latinoamérica. Aquí se produce y consume energía principalmente para el mercado interno y parte de ese consumo reditúa fuera de sus fronteras (producción agrícola o minera principalmente) por lo que la caída energética impactará mucho más en su PBI que en Europa, Japón o Estados Unidos. Y esto ya está sucediendo.
Elaboración del autor a partir de datos del BP Statistical Review of World Energy 2018.
El año 2014 parece ir quedando sellado como el pico de producción de energías fósiles en Latinoamérica (los datos de 2018 aún no son definitivos pero no parecen cambiar la trayectoria). El desarrollo económico y la estabilidad política de principios del milenio permitieron a la región apropiarse de la energía que producía, aumentando el consumo para su matriz productiva, y esa caída en exportación de productos energéticos se vería más que compensada con la exportación de productos agrícolas, mineros o pesqueros. Ahora ¿Cómo actuará el fin del crecimiento energético en la región? O más directamente ¿Cómo lo notaremos?
Consumo
total de energía. Volver a línea automática Fuente: The Oil Crash, del
11 de julio de 2018. Energía en Latinoamérica: cada vez menos para más
personas.
Consumo
per cápita. Fuente: Fuente: The Oil Crash, del 11 de julio de 2018.
Energía en Latinoamérica: cada vez menos para más personas.
En este punto es cuando nos enfrentamos a la más inestable de las variables: la deuda. A diferencia de la energía, no se puede asegurar ni una entrada de dinero constante mediante préstamos, ni el buen uso de esos créditos, ni el pago a tiempo de las “obligaciones”.
Como veíamos, el PIB de la región sigue creciendo incluso con una caída en el consumo energético, pero para llegar a esos número de PIB la región tuvo que endeudarse y someterse a mayores imposiciones de los organismos multilaterales de crédito que priorizan la salud del capital financiero multinacional por sobre el bienestar de las naciones.
El resultado es que el PIB se ve bonito pero nuestro bolsillo parece tener agujeros. Para el caso de Argentina ni el gráfico se ve bonito y el futuro se ve aún peor.
PBI Argentina. Elaboración propia a partir de los datos del IMF DataMapper, revisado el 2 de febrero de 2019.
Fuente:
La Izquierda Diario, del 31 de diciembre 2018. La deuda pública ya
llegó al 100 % del PBI en el tercer trimestre de 2018.
Mientras que a nivel regional vemos muy improbable un aumento en la producción energética, en Argentina todavía está la posibilidad que el shale gas detenga la caída por un tiempo y tengamos una recesión energética en el sentido inverso, en medio de una caída en la producción.
Energía en Argentina. Elaboración propia a partir de los datos del BP Statistical Review of World Energy 2018.
Pero la producción de energía por medio del fracking no está claro que genere ganancias económicas si no está subsidiado, sea por los accionistas en EEUU o por el Estado en Argentina. El resultado puede ser que los números cierren para seguir produciendo energía pero con un Estado que se empobrece, lo cual también sucedería si hay que importar cada vez más energía. Por otro lado, las complicaciones ambientales del fracking o de las otras “salvaciones” extractivistas pueden empeorar las condiciones ambientales para un declive controlado.
¿Decrecimiento o declive?
El término “decrecimiento” se ha ido transformando en una cuestión ideológica al calor de “otro mundo es posible”. Pero el decrecimiento también ha sucedido en distintos lugares y ha sido bastante catastrófico, como el de 2001-2002 en Argentina, por ello es que algunos autores diferencian estos decrecimientos del “decrecimiento sostenible” que anhelamos, para que al mismo tiempo que disminuyamos la huella ecológica aumente la mejoría en la vida de la mayoría de las personas.
Esta cuestión ideológica complica utilizar el término para una caída no planificada y permanente de la economía de una región, por eso nos preguntamos si convendrá hablar de declive o caída. La complicación radica en que hay que acompañarlas de la palabra “económica” mientras que decrecimiento lo lleva implícito.
Quizás es hora de encontrar un término para esas largas décadas que seguirán al cenit económico vivido a comienzos del siglo XXI, mientras seguimos investigando si estamos ya bajo ese concepto o aún nos podemos engrosar el sagrado PIB unos añitos más.
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