Natàlia Wuwei Climent - El Salto
Vivimos en un sistema de contradicciones constantes. El capitalismo
nos obliga a ir rápido, a usar lo que nos rodea y dejarlo sin más, a
consumir, y a la vez no nos permite cambiar como nos gustaría o como
necesitamos, ni le gustan los procesos, porque tenemos que ser lo que
nos manda ser, para ser productivas y reproductivas, para explotarnos y
encajarnos en una jerarquía. Vivimos en un sistema basado en metas, el
capitalismo borra los caminos, el goce de los momentos, del compartir.
Metas, cambios a golpes, forzados, estaticidades también forzadas y
jerárquicas, fluir que no es en realidad fluir, que no es adaptable a
ningún contexto que no sea el de su consumo, de la explotación o la
objetificación. Es un fluir que es más bien un arrastrarse en una
corriente anti-persona. Y esto no nos afecta igual a todas, sino que
afecta mucho más a aquellas que no encajamos en muchos cánones que no
nos permiten seguir este ritmo cuando nos movemos, cuando trabajamos,
cuando nos relacionamos.
Para algunas cosas, especialmente aquellas cosas que están vinculadas
a la relación con lo que me rodea, soy una persona lenta. Soy autista, y
me he dado cuenta de que mi lentitud está relacionada con ello. Y no lo
digo como si fuera algo negativo en sí mismo, de hecho me estoy
enamorando de ello a medida que más entiendo cómo funciono. Sería una
cosa maravillosa si no fuera por todo el aspecto estructural y social en
el que me tengo que mover. La carga negativa aparece, por un lado, por
cómo percibe nuestra sociedad la lentitud: socialmente es considerado un
defecto, una incapacidad. Por otro lado, la negatividad se incrementa
mucho más cuando yo misma quiero y necesito moverte en este sistema: no
es solamente una cuestión de “mala imagen”, es una cuestión de que todo a
mi alrededor me acaba colocando en una posición inferior donde todo me
cuesta mucho más. Vivimos en un sistema altamente competitivo donde hay
poco espacio para el tiempo y para los procesos. El sistema se basa en
la rapidez, en quien más rápido va es quien se lleva los premios. Hay
privilegios que te permiten ir más rápido (tener dinero, ser blanca,
encajar en los roles de género, ser delgada, tener carisma, etc.) pero a
todo esto se tiene que añadir la propia rapidez o lentitud de cara
persona: estamos hablando también de capacidades (y discapacidades).
Para mí conectar con otras personas requiere un tiempo. Y en este
“conectar” caben muchas formas de conexión: mentalmente, emocionalmente
(afectiva o románticamente), sexualmente, o para compartir cualquier
cosa. Como sea, es igual, saber si una persona me gusta, me cae bien, me
apetece compartir unas cosas o unas otras, me cuesta un tiempo que
suele ser superior al que le cuesta al resto. Esta lentitud es debida a
muchos factores que acaban influyendo a mi baja velocidad: por ejemplo,
muchas veces me saturo por las cosas que estoy sintiendo y necesito
separarme de ellas para poder gestionarme y para poder comprender como
me siento (antes no lo hacía así, y la intensidad me llevaba a
arrastrarme a lugares que quiero evitar); a la vez, también muchas veces
me cuesta reconocer las cosas que siento en el momento (necesito tiempo
para saber qué he sentido con una persona o qué es lo que puedo estar
sintiendo); también me pasa que me es difícil procesar muchas de las
cosas que las personas me dicen o comparten conmigo, y también tengo
cierta tendencia a la ansiedad social que me dificulta pasar mucho
tiempo con personas que no conozco o que conozco poco.
Debido a esta lentitud muchas veces en el mundo de las relaciones me
siento como yendo en bicicleta en una carrera de Fórmula 1: yo voy
tranquilamente pedaleando mientras me van pasando coches a toda pastilla
por mi lado (esta metáfora está inspirada en una de parecida que me
expresó hace un tiempo Laura, una persona con quien tengo un vínculo
cercano). Imaginaros un evento de un fin de semana donde todas tenemos
la oportunidad de conocer a personas nuevas con una cierta afinidad y
“conectar”. Pues yo iría pedaleando y todas me pasarían corriendo como
una bala por al lado. Esto no solamente hace que yo siempre quede atrás,
sino también que sienta angustia y ansiedad, como siempre me ha pasado
cuando voy en bicicleta por la calle de una ciudad: me siento
vulnerable, desnuda, mucho más fácilmente “atropellable”. Lo que ocurre
es que no solamente siento no llegar nunca a los sitios o llegar tarde,
sino que cuando llego todas, que han llegado mucho antes con su cochazo,
ya están demasiado ocupadas con otras personas. El tiempo es finito y
las atenciones también. La exclusión es obvia
Pero esta exclusión no solamente pasa cuando eres lenta, también
suele pasar cuando no tienes un cuerpo normativo, cuando tienes otras
discapacidades, cuando no eres tan guapa, cuando no eres carismática,
etc. De hecho a mí me atraviesan más cosas que la lentitud. No es sólo
exclusión por el hecho de ser así (gorda, fea, discapacitada), cuidado,
de esto es más fácil hablar, de que te excluyan “directamente” por no
encajar con la norma estética establecida. Es más complejo que esto. Es
también, como estaba comentando en mi caso, porque todo el resto te
pasan siempre delante, con sus cuerpos, su forma normativa de conectar,
sus carismas, y cuando tú llegas, al ser el tiempo y el afecto que todas
podemos realmente compartir una cosa finita (sí, todos los recursos lo
son), es más fácil ser excluidas de forma “indirecta” y menos obvia. No
es siempre una exclusión directa, sino más bien que no llegas porque
otras te pasan siempre delante
Esto pasa en la monogamia, y se puede multiplicar mucho más en el
poliamor y en otras no-monogamias siempre que estas se expresen bajo la
misma forma capitalista de funcionar. La monogamia se basa en la
competición por ver qué persona consigue estar en la posición
privilegiada por el afecto de una persona (la pareja). Hay muchas que
creen que la competición se acaba cuando rompes con la idea de
exclusividad y “permites” que las personas puedan tener más de una
relación sexoafectiva. Pero esta idea es ingenua. Lo es porque creer que
una vez todas podamos relacionarnos con todas estaremos en la misma
posición de igualdad es la misma trampa ideológica liberal de que se
puede ser libre sin romper con las condiciones sociales de desigualdad. O
sea, que tengamos la posibilidad de tener más relaciones sexoafectivas
no incrementa la posibilidad de que las excluidas nos “toque” algo, sino
que si no se rompen las relaciones desiguales lo que propicia es que
algunas acumulen más afectos mientras otras nos dediquemos a
acompañarlas (sintiéndonos a veces explotadas) y mirarlas desde fuera.
Es coger la monogamia y multiplicar todavía más algunos de sus efectos.
En esta caso incluso algunas nos quedaríamos en una situación de aún más
competición y más vulnerabilidad que en la monogamia, ya que en la
monogamia al menos cuando consigues el afecto de alguien la
competitividad disminuye un poco y no permite una acumulación tan grande
por parte de algunas.
También pasa con otro tipo de relaciones que no son contempladas
cuando se habla de monogamias o poliamores. Por ejemplo, yo tengo un
sobrino de tres años y me he dado cuenta de que no puedo vincularme con
él cuando estamos una buena parte de la familia junta (o al menos cuando
están algunos miembros concretos). Hay constantemente una lucha
competitiva (inconsciente) para acaparar su atención y es una lucha que a
mí me coloca siempre fuera (también por el hecho de ser autista, pero
se añade el clasismo). Esto, si yo no le pusiera ningún tipo de remedio y
esfuerzo por mi parte (como creo que estoy haciendo desde hace poco),
haría que yo a la larga no acabara pudiendo generar un vínculo tan
cercano con él y quedara, por tanto, excluida de sus atenciones. Pero es
un esfuerzo que a veces me hace sentir ir contracorriente y luchando
contra cosas muy difíciles de luchar en el sistema que vivimos: yo no
puedo comprarle millones de juguetes, ni puedo llevarlo en coche a
lugares diferentes porque no tengo coche (tampoco es que quiera hacer
estas cosas, de hecho detesto esta forma de comprar atenciones, pero
explícale esto a un niño de 3 años).
La cooperación y romper con la competitividad, teniendo en cuenta lo
que comentaba anteriormente, no es solo una cuestión de no competir de
forma consciente con otras personas por nuestros amores, afectos o
relaciones del tipo que sean, sino que es tomar consciencia también de
los factores que nos colocan en puntos desiguales. He comentado en este
texto el caso específico de la velocidad, que para mí es una de las
metáforas del capitalismo que me resuena en como vivo las relaciones,
pero también hay muchos otros factores que se ven afectados por estas
múltiples exclusiones y hacen que muchas queden descartadas en un
sistema competitivo y de acumulación de afectos.
Yo no soy monógama, y decidí no ser monógama
en un acto de querer ser consciente de mis privilegios y de poder de
alguna forma aprender a desprenderme de ellos. Para mí la monogamia se
basa en la propiedad, el consumo y la competitividad, y me declaro
fuertemente anti-monogamia. Para mí ser no monógama implica romper con
la propiedad para pasar a compartirnos, ayudarnos, cooperar, no sólo en
el ámbito sexoafectivo, sino en todos los ámbitos: la idea de
comunidad/es. Mi sorpresa fue ver un mundo supuestamente no monógamo y
alternativo que no era muy diferente y que multiplicaba lo que ya
teníamos. Para mí todas esas vivencias que muchas veces nos venden como
poliamores no son alternativas sino otras versiones, un poco más
liberales, de la monogamia.
Si rompemos con la propiedad, tenemos que aprender a compartirnos, no
a acumularnos. Si rompemos con el consumo, tenemos que aprender a
respetarnos, no a coleccionarnos. Y si rompemos con la competitividad,
tenemos que aprender a cooperar y a entender de qué puntos partimos cada
una, tenemos que frenar, dejar espacio para los verdaderos procesos, no
seguir queriendo ignorar que partimos de posiciones desiguales,
ignorando nuestros contextos y las estructuras sociales que nos rodean y
atraviesan. Y tenemos que querernos ver, a todas. También a aquellas a
las que no solemos querer ver porque estamos siempre demasiado ocupadas y
preocupadas pensando en cuál será la próxima presa a la que ganaremos
como trofeo para nuestra colección.
Rapidez, capitalismo relacional y acumulaciones de afectos
febrero 26, 2019
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https://www.uv.mx/veracruz/cosustentaver/files/2015/09/3.-Honore-C.-Elogio-de-la-lentitud.pdf
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