Ecofestes
Como dice Latouche en su libro La apuesta por el decrecimiento, el decrecimiento “es un conjunto de teorías y no una única teoría”, que se unen para demostrar que el paradigma económico dominante y la sociedad de consumo han sobrepasado los límites del planeta.
El decrecimiento se forma como corriente política a finales del s.XX y principio del s.XXI de la mano de teóricos como Georgescu Roeguen, Corneluis Castoriadis, Serge Latouche, Ivan Illich o François Schneider, entre otros. De hecho el seminario de 2002 “Deshacer el desarrollo, rehacer el mundo” fue el pistoletazo de salida, en el ámbito internacional, para repensar la lógica del crecimiento depredador y señalarlo como el gran problema a escala mundial.
El capitalismo globalizado y el modelo consumista han supuesto el agotamiento de los recursos energéticos y minerales, la degradación del medio ambiente, la pérdida de la biodiversidad, el empeoramiento de la salud, el favorecimiento del desarrollo de los países norteños a partir de la explotación y expolio de los recursos de los países del Sur, etc. Los ritmos de vida en la mayoría de sociedades actuales y, sobre todo, en las zonas geográficas de mayor concentración poblacional (ciudades), nos traen a un círculo vicioso de ganancia económica y aumento del consumo. La perspectiva decrecentista, por lo tanto, trata de actuar contra esta lógica y nos hace repensar los términos de “felicidad y bienestar”. ¿Conseguiremos más felicidad cuanto más horas trabajamos, más dinero ganamos y más bienes consumimos? ¿La esclavización por la economía nos aporta felicidad o podemos buscar una alternativa en la conversión de la vida en dinero?
Tal y cómo explica el profesor de Ciencia Política de la UAM, Carlos Taibo en una entrevista por la Ecodiari: “El crecimiento económico no provoca necesariamente cohesión social, y se traduce a menudo en agresiones medioambientales literalmente irreversibles, facilita el agotamiento de recursos escasos que no estarán a disposición de las generaciones futuras y nos sitúa en un marco de un modo de vida esclavo que nos aconseja concluir que seremos más felices cuanto más bienes tratamos de consumir”.
Decrecimiento y crecimiento
Sin caer en los debates que se han generado en torno algunas posiciones ecocentristas radicales en relación al desarrollo tecnológico y su uso, las críticas acerca del decrecimiento se centran, por un lado, en la posibilidad de recesión económica si se decrece en términos de consumo (aumento del paro, aumento de las desigualdades, medidas de austeridad, etc.). Por otro lado, algunas voces afirman que no se puede exigir un decrecimiento en el ámbito mundial, puesto que la mayoría de países del Sur todavía no han llegado ni a los niveles mínimos de bienestar y derechos sociales de los países del Norte. Como argumentan varias entidades ecologistas, la propuesta decrecentistas para los países del Sur, formula que estos no tomen como modelo el desarrollo hegemónico, sino que tomen su propio camino para proporcionar un bienestar arraigado a sus contextos y en equilibrio con el medio natural.
Cuando se habla de crecimiento de la actual economía neoliberal, se está refiriendo a un aumento medido en términos productivos y económicos: crecimiento del PIB, altas rentabilidades y subidas en el sector bursátil, aumento de los sectores productivos, aumento de la población activa, etc. Esto no quiere decir que el desarrollo no contemple otros parámetros como el acceso a la sanidad, a la cultura o a un bienestar (entendido como felicidad). Por lo tanto, y desde la perspectiva del decrecimiento, es posible hablar de un decrecimiento económico material y a la vez de un crecimiento del desarrollo social. Es más, desde este paradigma, el decrecer no sólo no es negativo, sino que es necesario teniendo en cuenta que el sistema capitalista actual es el causante de la opresión del ecosistema. Y sé que en un mundo finito, cada vez que producimos, por ejemplo, un coche, reducimos las posibilidades futuras de supervivencia, según alertan las entidades ecologistas.
En resumen, la economía tiene que decrecer en la esfera material según las posiciones decrecentistas. Tal como explica la profesora de la UNED y activista, Yeyo Herrero, en una entrevista: “Si pusiéramos en el centro de atención la atención y el desarrollo de los corderos relacionales, la cura, los modelos renovables, etc. y esto generara incremento del PIB, no sería preocupante. El crecimiento del PIB sólo es preocupante cuando se produce a expensas de la fabricación de automóviles, el consumo aumentado del petróleo, de la guerra... Lo que nosotros decimos, es que tiene que decrecer la esfera material de la economía. Y no es que tenga que decrecer, sino que es inevitable. No es algo que buscamos las ecologistas, es una imposición de los límites físicos de la naturaleza”.
A la práctica... Ampliación de las tres R
Hace días, desde este espacio ofrecimos una artículo sobre el triángulo ecológico: Reducir, Reutilizar y Reciclar. El decrecimiento propone ocho propuestas prácticas: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar y reciclar. En otras palabras, la propuesta del decrecimiento ofrece un escenario de redistribución laboral (ya sea de los sectores productivos como de las horas de trabajo), reducción del consumo, la reestructuración del espacio social (comunicación, movilidad, el ocio etc.) o la reconceptualización de los valores y el bienestar (alejados del materialismo consumista y en términos de vidas sostenibles, que “merezcan ser vividas” -cómo dice alguna de las propuestas dentro de la economía feminista-.
Pero... ¿cómo se trae esto a la práctica? Hay pequeñas acciones que pueden ayudar a este cambio, los cuales pasan por aplicar estas “8 R” en el ámbito cotidiano. Así pues, son necesarios los pequeños cambios para generar procesos a nivel colectivo. Cómo expone bien Carlos Taibo: “Tenemos que actuar colectivamente, pero difícilmente iremos a modificar las cosas si en nuestra vida cotidiana no somos capaces de introducir estos valores que reivindicamos para el futuro.”
Como dice Latouche en su libro La apuesta por el decrecimiento, el decrecimiento “es un conjunto de teorías y no una única teoría”, que se unen para demostrar que el paradigma económico dominante y la sociedad de consumo han sobrepasado los límites del planeta.
El decrecimiento se forma como corriente política a finales del s.XX y principio del s.XXI de la mano de teóricos como Georgescu Roeguen, Corneluis Castoriadis, Serge Latouche, Ivan Illich o François Schneider, entre otros. De hecho el seminario de 2002 “Deshacer el desarrollo, rehacer el mundo” fue el pistoletazo de salida, en el ámbito internacional, para repensar la lógica del crecimiento depredador y señalarlo como el gran problema a escala mundial.
El capitalismo globalizado y el modelo consumista han supuesto el agotamiento de los recursos energéticos y minerales, la degradación del medio ambiente, la pérdida de la biodiversidad, el empeoramiento de la salud, el favorecimiento del desarrollo de los países norteños a partir de la explotación y expolio de los recursos de los países del Sur, etc. Los ritmos de vida en la mayoría de sociedades actuales y, sobre todo, en las zonas geográficas de mayor concentración poblacional (ciudades), nos traen a un círculo vicioso de ganancia económica y aumento del consumo. La perspectiva decrecentista, por lo tanto, trata de actuar contra esta lógica y nos hace repensar los términos de “felicidad y bienestar”. ¿Conseguiremos más felicidad cuanto más horas trabajamos, más dinero ganamos y más bienes consumimos? ¿La esclavización por la economía nos aporta felicidad o podemos buscar una alternativa en la conversión de la vida en dinero?
Tal y cómo explica el profesor de Ciencia Política de la UAM, Carlos Taibo en una entrevista por la Ecodiari: “El crecimiento económico no provoca necesariamente cohesión social, y se traduce a menudo en agresiones medioambientales literalmente irreversibles, facilita el agotamiento de recursos escasos que no estarán a disposición de las generaciones futuras y nos sitúa en un marco de un modo de vida esclavo que nos aconseja concluir que seremos más felices cuanto más bienes tratamos de consumir”.
Decrecimiento y crecimiento
Sin caer en los debates que se han generado en torno algunas posiciones ecocentristas radicales en relación al desarrollo tecnológico y su uso, las críticas acerca del decrecimiento se centran, por un lado, en la posibilidad de recesión económica si se decrece en términos de consumo (aumento del paro, aumento de las desigualdades, medidas de austeridad, etc.). Por otro lado, algunas voces afirman que no se puede exigir un decrecimiento en el ámbito mundial, puesto que la mayoría de países del Sur todavía no han llegado ni a los niveles mínimos de bienestar y derechos sociales de los países del Norte. Como argumentan varias entidades ecologistas, la propuesta decrecentistas para los países del Sur, formula que estos no tomen como modelo el desarrollo hegemónico, sino que tomen su propio camino para proporcionar un bienestar arraigado a sus contextos y en equilibrio con el medio natural.
Cuando se habla de crecimiento de la actual economía neoliberal, se está refiriendo a un aumento medido en términos productivos y económicos: crecimiento del PIB, altas rentabilidades y subidas en el sector bursátil, aumento de los sectores productivos, aumento de la población activa, etc. Esto no quiere decir que el desarrollo no contemple otros parámetros como el acceso a la sanidad, a la cultura o a un bienestar (entendido como felicidad). Por lo tanto, y desde la perspectiva del decrecimiento, es posible hablar de un decrecimiento económico material y a la vez de un crecimiento del desarrollo social. Es más, desde este paradigma, el decrecer no sólo no es negativo, sino que es necesario teniendo en cuenta que el sistema capitalista actual es el causante de la opresión del ecosistema. Y sé que en un mundo finito, cada vez que producimos, por ejemplo, un coche, reducimos las posibilidades futuras de supervivencia, según alertan las entidades ecologistas.
En resumen, la economía tiene que decrecer en la esfera material según las posiciones decrecentistas. Tal como explica la profesora de la UNED y activista, Yeyo Herrero, en una entrevista: “Si pusiéramos en el centro de atención la atención y el desarrollo de los corderos relacionales, la cura, los modelos renovables, etc. y esto generara incremento del PIB, no sería preocupante. El crecimiento del PIB sólo es preocupante cuando se produce a expensas de la fabricación de automóviles, el consumo aumentado del petróleo, de la guerra... Lo que nosotros decimos, es que tiene que decrecer la esfera material de la economía. Y no es que tenga que decrecer, sino que es inevitable. No es algo que buscamos las ecologistas, es una imposición de los límites físicos de la naturaleza”.
A la práctica... Ampliación de las tres R
Hace días, desde este espacio ofrecimos una artículo sobre el triángulo ecológico: Reducir, Reutilizar y Reciclar. El decrecimiento propone ocho propuestas prácticas: reevaluar, reconceptualizar, reestructurar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar y reciclar. En otras palabras, la propuesta del decrecimiento ofrece un escenario de redistribución laboral (ya sea de los sectores productivos como de las horas de trabajo), reducción del consumo, la reestructuración del espacio social (comunicación, movilidad, el ocio etc.) o la reconceptualización de los valores y el bienestar (alejados del materialismo consumista y en términos de vidas sostenibles, que “merezcan ser vividas” -cómo dice alguna de las propuestas dentro de la economía feminista-.
Pero... ¿cómo se trae esto a la práctica? Hay pequeñas acciones que pueden ayudar a este cambio, los cuales pasan por aplicar estas “8 R” en el ámbito cotidiano. Así pues, son necesarios los pequeños cambios para generar procesos a nivel colectivo. Cómo expone bien Carlos Taibo: “Tenemos que actuar colectivamente, pero difícilmente iremos a modificar las cosas si en nuestra vida cotidiana no somos capaces de introducir estos valores que reivindicamos para el futuro.”
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