Valentín Carrera
Ir contra corriente es muy duro, pero a este blog venimos a pensar, a
compartir ideas incómodas y a llevarle la contraria al sistema. Para
masajes, peloteos e inconsistencias, vayan ustedes al Parlamento o a las
ruedas de prensa de los consejeros que predican la buena nueva, a
sabiendas de que ellos no pagan la fiesta.
Su buena nueva es crecer, crecer y multiplicaos, desarrollo, nuevos
puestos de trabajo, más chimeneas humeantes, millones de subvenciones en
vísperas electorales, un chorro de felicidad para nuestros queridos
prejubilados.
No, señores Presidentes de Castilla y León, de España, de Europa y de
Corea del Norte: no necesitamos crecer; lo que este mundo necesita es
Decrecer, y lo escribo con mayúscula porque los neoliberales sois
especialistas en torcer las palabras, “crecimiento negativo”, “anticipo
en diferido”; o cambiar las cosas de nombre: “emprendedor” (joven en
paro emigrado a Alemania sin expectativas de retorno), “biomasa” (basura
y residuos urbanos indiscriminados, incinerables), “crecimiento”
(contaminación, destrucción del entorno, consumismo, infelicidad). El
diccionario del neolenguaje liberal es completito, pero les falta un
verbo: Decrecer.
Sí, anoten esta palabra-proyectil con mayúscula: Decrecer. Verá usted, don Presidente de la cosa nostra:
el planeta en el que vivimos es finito, limitado, esto lo podría
entender hasta Corcuera; por consiguiente, no podemos crecer y crecer
sin límites, como en las últimas décadas, porque antes o después los
límites reventarán y estallará la bomba energética, el caos climático,
la desertización, la destrucción de la biodiversidad.
Crecer, en un entorno de consumo brutal, significa agotar las
fuentes energéticas, contaminar tierras, ríos y mares, convertir el
aire limpio en polución, gases tóxicos, enfermedades y muerte. Crecer,
en el modelo del capitalismo salvaje, significa destrucción, enfermedad,
desigualdad, un suicidio colectivo.
La alternativa es Decrecer: aprender a vivir con menos (menos
zapatos en cada armario, menos kilómetros recorridos por cada coche,
menos basura en cada portal, menos libros para reciclar, menos árboles
cortados, menos toallitas, menos lavadoras con lejía o detergentes).
Este blog no se llama “Lo pequeño es hermoso” por azar, sino como homenaje a uno de los padres de la ecología, Schumacher,
a quien debemos conceptos de calidad de vida, simplicidad. Los mercados
nos trasladan conductas insaciables: acabamos de salir del Halloween,
todos a comprar telarañas, entramos en el Black Friday, todos a
sacarle brillo a la tarjeta de crédito, y nos despeñamos por el abismo
de la Navidad. El alud publicitario que se nos viene encima solo tiene
un remedio: apagar la tele hoy mismo y no volver a encenderla hasta el 8
de enero de 2018, o de 2020, eso ya lo escoge usted.
Consumismo y crecimiento son dos caras de la misma moneda —da igual
dólar, euro o yen—, crecemos para consumir, trabajamos para gastar,
gastamos para seguir gastando. Todo ello es ajeno a ideas elementales de
felicidad, bienestar y algunas otras cosillas que no se compran con
dinero: lo que Julio García Camarero llama “Ser feliz
con menos”. En vez de consumismo, consumo responsable; en vez de
competitividad, cooperación; en lugar de monopolios, cooperativas
solidarias.
García Camarero es uno de los principales teóricos españoles del Decrecimiento: les invito a visitar su blog Decrecimiento feliz o leer su libro El Crecimiento mata y genera crisis terminal, con prólogo de Carlos Taibo. Otros autores imprescindibles del movimiento decrecionista son Serge Latouche, autor de La sociedad de la abundancia frugal. Contrasentidos y controversias del decrecimiento, o Maurizio Pallante, autor del primer manifiesto del Movimiento por el decrecimiento feliz (blog en italiano: http://decrescitafelice.it/).
Hay otras muchas lecturas recomendables para descubrir el Decrecimiento feliz:
queden aquí sembradas estas semillas como invitación a cambiar muchos
hábitos tóxicos, inofensivos en apariencia, pero demoledores. Tomo de
Maurizio el ejemplo del yogur: “Una taza de yogur producido
industrialmente y comprado a través de canales comerciales, para llegar a
la mesa del consumidor recorre desde 1200 a 1500 kms, cuesta 10€/litro,
necesita envases de plástico y envases de cartón, se somete a
tratamientos de conservación que a menudo no permiten que la bacteria
del yogur sobreviva. El yogurt auto-producido por la fermentación de la
leche con colonias bacterianas apropiadas no ha de ser transportado, no
requiere envases y embalajes, cuesta el precio de la leche, no tiene
conservantes y es rico en bacterias sanas para el organismo. Por lo
tanto, es de mayor calidad que el producido industrialmente”.
Sin embargo, entre hacer nuestro propio yogur casero, más sano y
natural, y comprar el envasado, con sus colorantes y conservantes,
muchos escogemos a diario la trampa danone, sabiendo que los
yogures de verdad no son de colorines y que poner esos 125 grs
azucarados en nuestra nevera implica transporte, camiones, gasoil, humo,
plástico, basura, basura, basura.
Apliquemos esta idea a cada una de las cosas que consumimos y quizás
nos reencontremos con alguna parte de nuestra felicidad secuestrada por
la tarjeta de crédito y el glamour de las colonias machonavideñas.
¡Arriba las ramas!
Para saber más:
Latouche, La sociedad de la abundancia frugal. Contrasentidos y controversias del decrecimiento, Icaria editorial, 2012.
Decrecimiento feliz y sostenible
marzo 13, 2018
3 comments
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Aplausos... no se puede decir más claro. Gracias.
ResponderEliminarValentín, en efecto, no basta con hablar sólo de "decrecimiento" (una palabra absoluta y aislada tiende a hacerse confusa) he preciso hablar de "decrecimiento feliz" para clarificar más.
ResponderEliminar¡Hola amigo Valentín! A continuación te presento una propuesta que pudiera ser de tu interés:
ResponderEliminarUNA CIUDAD VIRTUAL DE CRECIMIENTO CERO, PARA SALVAR AL MUNDO REAL
A pesar de la elevada calidad de vida que han logrado alcanzar algunas de las llamadas naciones desarrolladas, lo cierto es que el mundo, considerado como un conjunto de países ubicados en una biosfera frágil y geográficamente limitada, está amenazado de extinción por causa de la depredación del medio ambiente y los conflictos humanos.
No obstante las buenas e importantísimas acciones tomadas por grupos e individualidades en pro de un mundo mejor, el deterioro a todo nivel continúa aumentando peligrosamente.
Después de más de treinta años dedicados a estos asuntos, y por aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” se nos ha ocurrido como una idea novedosa, el diseño de una ciudad piloto que posea todas las características de infraestructura y organización correspondientes a la sociedad pacífica y sostenible que deseamos para nosotros y nuestros descendientes, y cuya presentación en forma de maquetas, series animadas, largometrajes, video juegos y parques temáticos a escala real, serviría de modelo a seguir para generar los cambios necesarios.
El prototipo que presentamos posee algunas características que se oponen, a veces en forma radical, a los usos y costumbres religiosos, económicos, políticos y educativos que se han transmitido de generación en generación, pero que son los causantes de la problemática mencionada, por lo que deben ser transformados.
Si te interesa conocer este proyecto, o incluso participar en él, te invitamos a visitar nuestro sitio web https://elmundofelizdelfuturo.blogspot.com/ (escrito en español y en inglés), donde estamos trabajando en ese sentido.