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Sobre las (in)conveniencias de tratar el Buen Vivir

 Fernando García-Quero / Jorge Guardiola - ctcx

Por lo general, la gente cuando se entera de que uno es economista y se dedica a la investigación, rápidamente pregunta: ¿Pero qué investigas? ¿Cosas de dinero? Seguro que fórmulas matemáticas, ¿verdad? Es muy curioso observar las caras de las personas cuando nuestra respuesta alude al “Buen Vivir”. Su reacción suele estar acompañada por una risa burlona un tanto irónica que pareciese decir algo así como “Venga, en serio, ¿sobre qué investigas? Si por casualidad nuestros interlocutores saben que somos andaluces (uno de adopción) el ingenio de las respuestas brilla por su ausencia y va desde el “que grasiosos sois”, hasta el “así que vuestro trabajo consiste en tomar cervecitas”.

Son pocas las personas que, más allá de verse atraídas por lo llamativo del término, conocen su carga teórica-política y saben que ésta puede alumbrar discusiones renovadas sobre cómo organizar formas de convivencia armónica para todos los seres vivos del planeta. Casi nadie está al corriente de que desde hace ya más de una década los conceptos de buen vivir y vivir bien (suma qamaña en vocabulario aymara bolivariano y sumak kawsay en quichua ecuatoriano) irrumpieron con fuerza en la arena política latinoamericana, dando lugar a su inclusión en las recientes Constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2009). La reciente visita a España del presidente de Ecuador proporciona un buen momento para hablar de ello.

La Constitución de la República del Ecuador (2008) menciona en 23 ocasiones la expresión “buen vivir”, estando presente en 17 de sus 444 artículos (3, 14, 26, 32, 74, 83, 85, 97, 258, 275, 277, 278, 283, 290, 319, 385 y 387). En lo que respecta a la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia (2009), nombra los términos “vivir bien” 10 veces, apareciendo en los artículos número 8, 80, 306 y 313. El buen vivir (Ecuador) o el vivir bien (Bolivia) se convierten así en piedras angulares de lo que Boaventura de Sousa Santos ha denominado como constitucionalismo transformador.

Cuando escribimos en Google la palabra Buen Vivir, en cuestión de 0.45 segundos aparecen la friolera de cuatro millones trescientos setenta mil resultados. A excepción de un blog sobre repostería y alguna que otra casa rural que se cuelan entre las entradas de las primeras páginas, el resto de referencias aluden principalmente al continente latinoamericano, y en concreto a los países de Ecuador y Bolivia: “Filosofía política contemporánea,  Planificación Nacional, cosmovisión andina, solidaridad, armonía…”

Esta proliferación de alusiones al Buen Vivir no está asociada únicamente a la política pública, ni está exclusivamente dirigida hacia hispanoparlantes. También se hace extensible al ámbito científico internacional, donde en cuestión de un lustro se cuentan por cientos las publicaciones académicas relacionadas con la temática. Una muestra de ello puede apreciarse en artículos en revistas de la talla de Development, Ecological Economics, Geoforum, Latinoamerican Perspective, New Left Review o Third World Quarterly, entre otras.

A pesar de su enorme propagación, las discusiones relacionadas con el BV no han trascendido aún lo suficiente al “gran público”, al menos más allá de la órbita latinoamericana. Con el fin de mejorar su difusión, el pasado mes de diciembre la organización Economistas sin Fronteras (EsF) publicó uno de sus dosieres trimestrales de libre acceso, dedicado exclusivamente a la temática (número 23, otoño 2016) [1]. Cualquiera lector o lectora del dosier comprobará rápidamente que el Buen Vivir no es ni mucho menos una argumentación cerrada ni de talante universalista. Más bien todo lo contrario, pues si bien se nutre directamente de la cosmovisión andina precolombina, lo andino es puesto en común con principios filosóficos universales (ecologistas, feministas, cooperativistas, humanistas, budistas…), discursos ecocéntricos de transición (decrecimiento, ecofeminismo, social y solidaria, comunitarismo, corriente slow, movimiento queer…) y saberes locales de otras partes del mundo.
 
Si tuviéramos que hacer la ardua tarea de resumir en varios titulares esa mezcolanza de saberes englobados bajo el paraguas del Buen Vivir, aludiríamos a los siguientes:

1. Valor intrínseco de la naturaleza (animales incluidos) más allá de su utilidad para los seres humanos (biocentrismo);

2. Instauración de derechos colectivos en base a relaciones de poder compartidas, plurales y en consenso (Estado pluricultural y pluriétnico);

3. Existencia de un sentimiento de comunidad más amplio que incluye a todos los seres vivos del planeta.

4. Establecimiento de un horizonte poscapitalista, postsocialista y poscrecentista.

Por lo general cuando se exponen estos argumentos, se alude con extremada facilidad a que están más en el campo de la elucubración filosófica rimbombante que en el de la realidad diaria. Si bien es cierto que dicha crítica puede ser acertada en muchas ocasiones, en otras es sumamente simplista puesto que son numerosos los ejemplos en los que las discusiones ontológicas, epistemológicas y éticas (a nuestro juicio, fundamentales) han sido trasladadas a prácticas y hechos concretos. Un ejemplo son las dos Constituciones a las que hemos aludido anteriormente, las cuales, dicho sea de paso, se cimentaron sobre debates de varios años de duración ejemplarizantes en lo que a democracia real se refiere (2006-2009 en Bolivia y 2007-2008 en Ecuador).

Otra prueba de que estas discusiones no son estériles es que miles de personas en  Ecuador y Bolivia viven de acuerdo con el Buen Vivir, experimentando este sentimiento de comunidad que muchos y muchas occidentales perdimos hace años. Estos colectivos indígenas luchan día a día con las amenazas que el materialismo y el individualismo representan para ellos, tanto en su vertiente cultural (ponte a trabajar y vete a vivir a la ciudad) como material (extractivismos de la naturaleza que atentan contra sus medios de vida sostenibles de estas personas).

No ignoramos que, y de eso sabemos mucho en España (artículos 31, 35, 40, 47, 128, entre otros, de la Constitución 1978), el hecho de incluir derechos en la Constitución no implica ni asegura su cumplimiento. En este sentido, desde ciertos sectores se están planteando serias incompatibilidades entre las actuaciones de los gobiernos ecuatorianos y bolivianos con las ideas originales del BV. En lo que respecta a la extracción de “recursos” naturales, esta problemática se aprecia de forma muy clara en los enfrentamientos por la explotación de la reserva ecuatoriana de la biosfera Yasuni.

Aunque nos cueste, porque siendo sinceros en Europa en general y en España en particular nos cuesta, deberíamos también mirar hacia el Sur para buscar vías alternativas y amenazadoras para el pensamiento único y su repetido mantra “there is no alternatives (no hay alternativas)”. Es aquí donde en palabras de José María Tortosa, “el buen vivir (es) una oportunidad para construir otra sociedad sustentada en una convivencia ciudadana en diversidad y armonía con la naturaleza, a partir del conocimiento de los diversos pueblos culturales existentes en el país y en el mundo”.

El Buen Vivir o los Buenos Vivires, como sería más apropiado denominarlos llegados este punto, tendrán que adaptarse a las realidades locales mediante procesos continuados de reflexión comunitaria. En cada caso la sostenibilidad de todos los seres vivos y de la comunidad deberá reorganizarse colectivamente y situarse como piedra angular del debate. En el contexto europeo, las ciudades en transición, los mercados sociales, el consumo de cercanía, las monedas sociales, las cooperativas de crédito, las ecoaldeas o movimientos como el slow-food, podrían servir de referencia en este sentido. La articulación de los buenos vivires conllevará la necesidad urgente de construir “nuevas” formas de organización expandidas comunitaria y ecológicamente, y religadas a diferentes escalas (individual, local, provincial, autonómico, estatal y supranacional).

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Fernando García-Quero. Investigador Postdoctoral del Departamento de Teoría e Historia Económica, Universidad de Granada, miembro de la organización Economistas sin Fronteras.
Jorge Guardiola. Profesor Titular del Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Granada, miembro de la organización Economistas sin Fronteras.

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