Julio García Camarero
Lo de turismo ecológico es un
oxímoron difícil de defender, yo diría casi imposible. Tal vez la
única solución será, en lugar de hacer turismo a las chimbambas
durante una semana (para poder presumir de “vivir mejor que
otros”), volver al veraneo de dos meses en la sierra más cercana.
Creo que deberíamos dejar en paz al mar, al menos por una temporada,
para que se recupere.
Por ejemplo, un veraneo
serrano que nos permita practicar la “slow life”, los bienes
relacionales (para “vivir bien con otros”) y para poner al menos
durante dos meses los píes en la tierra. Es necesario dejar de
pensar en poner los pies en la Luna, o en Marte y dejar de ponerlos
en el asfalto.
También sería bueno meter en
nuestras cabezas el turismo cultural viajando por los libros.
Una alternativa muy alegre y
sana podría ser la de turismo agroecológico en zonas rurales
cercanas para gozar, en verano, del frescor de sierras con cierta
altitud. Así volveríamos a practicar el tranquilo veraneo de
antaño, pero amenizado con actividades y aprendizajes
agroecológicos.
Estos aprendizajes serían de
gran utilidad para que los niños de ciudad supieran cómo crece una
lechuga, cómo pone un huevo una gallina o cómo nace un ternerito.
Es decir, supieran cómo es la vida.
Creo que esto sería muchísimo
más beneficioso y satisfactorio para los infantes que los nefastos
videojuegos, que familiarizan a los niños con la violencia y que
convierte el matar a semejantes en una diversión natural. Detrás de
esta nefasta mercancía se encuentran los poderosísimos y
desmesurados intereses crematísticos de las grandes corporaciones
armamentísticas, que necesitan potenciar el peor de los consumismos:
el consumismo de la
guerra y los asesinatos.
O que esos estresantes viajes a las chimbambas, que sólo duran una
semana porque son caros, y por que hay que trabajar mucho para
pagarlos.
Además, será muy plausible
cambiar de aires y respirar una atmósfera libre de humos, conseguir
momentos de esparcimiento en familia que no se pueden conseguir
fácilmente en la estrepitosa ciudad. Y también comprobar la
fertilidad de la tierra que nos da sus productos desinteresadamente,
sin tener que depender de la esclavitud que supone el trabajo
asalariado. Incluso, se podrían plantear cursos de familias enteras,
como ensayo de realizar acercamientos a la naturaleza y ensayos de
bienes relacionales integrales, sin discriminación de edades, sexos,
razas, discapacidades, etc. Podrían ser cursos de un mes durante las
vacaciones de verano, tiempo suficiente para lograr una introducción
al conocimiento de la vital disciplina de la Agroecología.
En toda enseñanza, la
Agroecología debería ser una asignatura básica y sagrada, en el
mejor sentido de la palabra sagrada. Desde luego mucho más sagrada
que la Historia Sagrada que nos imponen en la enseñanza no laica,
puesto que resulta ser lo más urgente, vital y necesario para
salvaguardar una vida sana y una mente saludable.
Una vida:
-Sin los perniciosos influjos
doctrinarios de los sectarios.
-Sin las imposiciones
psicológico-religiosas del marketing consumista.
-Sin los lavados de coco
místicos de las iglesias.
-Sin que haya que cumplir con
el precepto sagrado que nos indica el marketing y cumplir con el
ofrecimiento de viajar a las chimbanbas, lo que no condiciona a
trabajar de consumistas para que los hoteles cubran las plazas, para
beneplácito del sistema, para crecer en el PIB y para acelerar la
destrucción final de la naturaleza.
Muy buena información relacionada con el turismo ecologico, siempre es bueno dar una lectura como esta.
ResponderEliminarMuy completa la info, me encanta el turismo ecologico, siempre ayuda concientizar un poco mas . saludos
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