A los 15 años, mi forma de entender la ciencia dio un vuelco.
El profesor de Física nos impuso que, antes de empezar a resolver un problema, escribiéramos, en este orden:
En primer lugar, lo que nos dan: ¿qué datos contiene el enunciado, qué cosas "sabemos que son verdad"?
En segundo lugar, lo que nos piden: ¿qué dato nos pide el enunciado, qué es lo que queremos averiguar?
Y en tercer lugar, las ecuaciones físicas que conocemos y que relacionan lo que nos dan con lo que nos piden.
Yo siempre había sido más de tirarme a la piscina sin mirar, impaciente por llegar al resultado. Me costó aceptar la importancia de escribir formalmente el enunciado del problema. Parece una obviedad, pero no lo es en absoluto: el enunciado formal de un problema determina su solución.
Antes incluso de levantarnos de la mesa y empezar a andar, con el acto de trazar las lineas sobre el mapa hemos fijado ya la ruta hasta el final. Claro está que alcanzar ese destino fijado no siempre es fácil, pero al menos el mapa está bien señalizado, y solo hay un destino posible. Es fundamental entender esto, así que lo repetiré: el enunciado formal de un problema, dadas las variables que conocemos, las variables que buscamos, y las ecuaciones que las relacionan, determina su solución. Si queremos una solución distinta, hemos de enunciar el problema de forma distinta.
Saltamos 25 años hacia el futuro, y llegamos al curso 2016/2017. Ya no estoy en clase, pero sigo escuchando conferencias de profesores: ahora, en congresos y encuentros científicos internacionales. Frecuentemente, el problema del que se habla tiene que ver con cambio climático, CO2 y energía. Todos, o casi todos, estamos de acuerdo en que es un problema que hay que resolver: el Gran Problema de la Humanidad en el siglo XXI. Tanto es así que, para darles relevancia, vinculamos las investigaciones más diversas con el Gran Problema: polioxometalatos que actúan como catalizadores en la oxidación del agua, estructuras metal-orgánicas que pueden servir como filtros de gases, dispositivos electroquímicos que servirán como baterías más eficientes, perovskitas con buena eficiencia para dispositivos fotoeléctricos...
Como el Gran Problema es tan complejo, lo que en los problemas de la adolescencia eran "ecuaciones" será ahora "toda la ciencia que conocemos y toda la tecnología de la que disponemos". Toda... y más: parte de la solución es investigar para obtener nuevas ecuaciones: nueva ciencia que de lugar a nueva tecnología. Pero la clave, que no ha cambiado desde mis tiempos del instituto y que aún así da la impresión de que a mucha gente se le escapa es ¿cómo enunciamos el problema?
Y aquí llegamos al motivo de la indignación que da lugar a este texto. Casi siempre, en la introducción de una charla cuelan una premisa del tipo: "El consumo de energía mundial se multiplicará por dos para el año 2040." Y a partir de ahí buscan minimizar el daño: que si fuentes de energía renovables, que si pilas de combustible, que si formas de secuestrar el dióxido de carbono... de donde no los sacas es del crecimiento. El consumo de energía ha de seguir creciendo. Eso es así. Las emisiones, ya veremos. Nos estamos cargando el clima, y, por este camino, nuestra civilización, pero no me pidas que renuncie a crecer.
¿Cómo vamos a resolver el Gran Problema si ni siquiera en el entorno científico admitimos la imposibilidad del crecimiento infinito en un sistema finito? Y, si metemos el crecimiento en el enunciado, ¿cómo va a estar el decrecimiento en la solución?
¿Cómo vamos a ponernos a trabajar en las herramientas que necesitaremos para vivir dignamente consumiendo menos, si incluso las charlas que parecen tener un tema de medio ambiente dan por sentado que el crecimiento ha de continuar?
Nos negamos a admitir una pérdida de poder adquisitivo total para la Humanidad. Una pérdida que es inevitable, nos lo dicen nuestras ecuaciones. Por las buenas o por las malas, la fiesta se acaba. Se acaban el combustible barato, se acaba la estabilidad del clima frente a nuestros desmanes, se acaba el sueño presente del consumismo para todos (ese sueño que, incluso hoy, es pesadilla para la mayoría). Y, al negarnos la posible salida de un decrecimiento ordenado, al negarnos a poner el freno, nos acercamos al abismo, nos arriesgamos al colapso.
El profesor de Física nos impuso que, antes de empezar a resolver un problema, escribiéramos, en este orden:
En primer lugar, lo que nos dan: ¿qué datos contiene el enunciado, qué cosas "sabemos que son verdad"?
En segundo lugar, lo que nos piden: ¿qué dato nos pide el enunciado, qué es lo que queremos averiguar?
Y en tercer lugar, las ecuaciones físicas que conocemos y que relacionan lo que nos dan con lo que nos piden.
Yo siempre había sido más de tirarme a la piscina sin mirar, impaciente por llegar al resultado. Me costó aceptar la importancia de escribir formalmente el enunciado del problema. Parece una obviedad, pero no lo es en absoluto: el enunciado formal de un problema determina su solución.
Antes incluso de levantarnos de la mesa y empezar a andar, con el acto de trazar las lineas sobre el mapa hemos fijado ya la ruta hasta el final. Claro está que alcanzar ese destino fijado no siempre es fácil, pero al menos el mapa está bien señalizado, y solo hay un destino posible. Es fundamental entender esto, así que lo repetiré: el enunciado formal de un problema, dadas las variables que conocemos, las variables que buscamos, y las ecuaciones que las relacionan, determina su solución. Si queremos una solución distinta, hemos de enunciar el problema de forma distinta.
Saltamos 25 años hacia el futuro, y llegamos al curso 2016/2017. Ya no estoy en clase, pero sigo escuchando conferencias de profesores: ahora, en congresos y encuentros científicos internacionales. Frecuentemente, el problema del que se habla tiene que ver con cambio climático, CO2 y energía. Todos, o casi todos, estamos de acuerdo en que es un problema que hay que resolver: el Gran Problema de la Humanidad en el siglo XXI. Tanto es así que, para darles relevancia, vinculamos las investigaciones más diversas con el Gran Problema: polioxometalatos que actúan como catalizadores en la oxidación del agua, estructuras metal-orgánicas que pueden servir como filtros de gases, dispositivos electroquímicos que servirán como baterías más eficientes, perovskitas con buena eficiencia para dispositivos fotoeléctricos...
Como el Gran Problema es tan complejo, lo que en los problemas de la adolescencia eran "ecuaciones" será ahora "toda la ciencia que conocemos y toda la tecnología de la que disponemos". Toda... y más: parte de la solución es investigar para obtener nuevas ecuaciones: nueva ciencia que de lugar a nueva tecnología. Pero la clave, que no ha cambiado desde mis tiempos del instituto y que aún así da la impresión de que a mucha gente se le escapa es ¿cómo enunciamos el problema?
Y aquí llegamos al motivo de la indignación que da lugar a este texto. Casi siempre, en la introducción de una charla cuelan una premisa del tipo: "El consumo de energía mundial se multiplicará por dos para el año 2040." Y a partir de ahí buscan minimizar el daño: que si fuentes de energía renovables, que si pilas de combustible, que si formas de secuestrar el dióxido de carbono... de donde no los sacas es del crecimiento. El consumo de energía ha de seguir creciendo. Eso es así. Las emisiones, ya veremos. Nos estamos cargando el clima, y, por este camino, nuestra civilización, pero no me pidas que renuncie a crecer.
¿Cómo vamos a resolver el Gran Problema si ni siquiera en el entorno científico admitimos la imposibilidad del crecimiento infinito en un sistema finito? Y, si metemos el crecimiento en el enunciado, ¿cómo va a estar el decrecimiento en la solución?
¿Cómo vamos a ponernos a trabajar en las herramientas que necesitaremos para vivir dignamente consumiendo menos, si incluso las charlas que parecen tener un tema de medio ambiente dan por sentado que el crecimiento ha de continuar?
Nos negamos a admitir una pérdida de poder adquisitivo total para la Humanidad. Una pérdida que es inevitable, nos lo dicen nuestras ecuaciones. Por las buenas o por las malas, la fiesta se acaba. Se acaban el combustible barato, se acaba la estabilidad del clima frente a nuestros desmanes, se acaba el sueño presente del consumismo para todos (ese sueño que, incluso hoy, es pesadilla para la mayoría). Y, al negarnos la posible salida de un decrecimiento ordenado, al negarnos a poner el freno, nos acercamos al abismo, nos arriesgamos al colapso.
De la gravedad SI SE PUEDE extraer mucha energía.
ResponderEliminarLa energía mareomotriz es 100% energía gravitacional.
Las plantas mareomotrices se inventaron hace muchos años y de ellas se extraen grandes cantidades de energía eléctrica.
La gravedad le confiere energía potencial gravitaroria a todos los cuerpos materiales que se pueden mover acelerados por la gravedad.
Se ha inventado EL REACTOR DE ARIETES que en un multigenerador gravitacional.
El dispositivo es alimentado permanentemente por la gravedad terrestre, manteniendo la energía potencial gravitatoria constante. Claro está que a cada instante, la energía potencial gravitatoria suministrada por la gravedad es mucho mayor que la energía eléctrica generada por el reactor. Por eso no contradice las Leyes de la Física.
El dispositivo puede generar cualquier cantidad de electricidad limpia y muy económica en cualquier sitio y la electricidad generada no se tiene que transportar. martinjaramilloperez@gmail.com