Todas las células (unidad mínima de vida) reaccionan a las perturbaciones externas para conservar aspectos clave de su identidad dentro de sus límites. Esto les da identidad y memoria
En cualquier organismo, en cualquier entidad autopoiésica, es posible identificar una fuente específica de energía sustentable (luz visible, oxidación del metano o del sulfuro), junto con otra de carbono (azúcar, proteína, dióxido de carbono), nitrógeno u otros elementos químicos necesarios.
La mayoría de las evolucionistas argumentan que la vida se originó en la Tierra, tal vez por causa de un determinado gradiente químico entre compuestos ricos en hidrógeno y otras sustancias ricas en carbono y oxígeno. La vida desarrolló la identidad de la célula.
La vida como un sistema cíclico más, con una dilatada historia (alrededor de 4.000 millones de años), cuya existencia queda explicada por su eficacia en la reducción de gradientes, superior a la de los sistemas no vivos a los que reemplaza.
Sin embargo, el problema de lo complejo es que es complejo; casi siempre, lo complejo modifica el sistema y lo transforma. Las relaciones no son lineales, existen realimentaciones que cambian las cosas.
Así, la membrana de una célula, controla los intercambios de energía y materia, autorregulando el flujo en función del sistema en que se integra, que a su vez es capaz de incidir en la regulación de su entorno. Lo complejo es así mucho más activo. El sistema que evoluciona intercambia no toda la información que puede, sino la que le interesa, la que le es útil.
Para saber más: "El Origen de Gaia". Editorial Abecedario. Carlos de Castro.
Para saber más: Captando genomas. Lynn Margulis y Dorion Sagan. 2.002.
Para saber más: Microcosmos. Lynn Margulis y Dorion Sagan. 1.986.
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