Un
caracol no necesita mucho para ser feliz. Lento, pero seguro, busca
el alimento que necesita para sobrevivir y lleva su casa sobre sí
mismo. Sin embargo, si come demasiado y crece en exceso, el caracol
no cabe en su caparazón y muere. Haciendo una alegoría con la
simple vida de este molusco, economistas de todo el mundo decidieron
utilizarlo como símbolo de su premisa, la teoría del decrecimiento,
que postula que el actual modelo de desarrollo basado en el
crecimiento ilimitado está destruyendo el planeta. Un modelo que hoy
no sólo cuestionan economistas y políticos, sino también los
mismos ciudadanos, muchas veces cansados de un sistema de vida que
los tiene estresados, sobreendeudados y sin tiempo para ellos mismos
y sus familias.
Macarena Bajas (45) y Marco Fedelli (49) llevan siete
años juntos y el 14 de enero de este año comenzaron a cumplir un
sueño añorado desde que se conocieron. Afuera de su casa, en un
pequeño pasaje de Ñuñoa, decenas de cajas amarillas que
originalmente almacenaban papas fritas congeladas hoy contienen la
ropa y las pertenencias más importantes de la pareja y sus hijos:
Andoni (13), Ferrán (9) y Ennio (5). Son las diez de la mañana y la
familia, que además componen los perros Chilota y Roco, lleva más
de cuatro horas empacando. Todo, ordenado por tamaño e importancia,
espera bajo el sol de verano a que llegue un camión de carga con
acoplado que los llevará a un terreno en Panguipulli, a 17
kilómetros del pueblo.
Allí, en la Región de Los Ríos, los espera
la parcela de tres hectáreas que compraron en 2014, con agua,
árboles centenarios y frutales, donde establecerán su nuevo hogar e
iniciarán la vida que quieren. Una vida diferente, lejos de un
sistema al que consideran en crisis, con menos necesidades
superfluas, menos temores, más calma y totalmente autosustentable.
“Queremos una vida en la que dejemos de ver como normales conductas
que no lo son, como tener que viajar horas en micro para avanzar sólo
unas cuadras o la extrema violencia a la que estamos expuestos. No es
normal vivir así y no queremos eso para nuestros hijos, que son
nuestra prioridad”, agrega Macarena.
“Queremos una vida en la que
gastemos menos, en la que consumamos menos, queremos tener menos
cosas y más tiempo libre, consumir menos agua y menos energía, ser
más conscientes y más felices, en familia y en contacto con la
naturaleza”. En la mudanza, la pareja aprovechó de despojarse de
aquellas posesiones que ya no le parecían sustanciales, como el
refrigerador, tomando un camino basado en valores que, de alguna
manera, son los mismos que defienden los promotores del
“decrecimiento”.
Las claves de la crisis actual
Originario de los
años 70, el concepto surgió de la mano del matemático y economista
rumano Nicholas Georgescu-Roegen –que abordó la crisis del sistema
económico capitalista y propuso alternativas como la economía
ecológica–, y de la publicación del “Informe Meadows” o “Los
límites del crecimiento” en 1972. Este documento, redactado por
investigadores del Massachusetts Insitute of Technology (MIT), fue un
encargo del Club de Roma, una agrupación de una treintena de
personalidades de más de 25 países, científicos y políticos
incluidos, que en 1968 se reunieron a discutir su preocupación por
los cambios medioambientales.
El texto, que pronto se volvió la
demostración científica de lo manifestado por Georgescu-Roegen, fue
el primero en la historia en plasmar la grave crisis ecológica que
afecta al planeta hasta hoy. Aseguraba que se trataba de una
situación sin precedentes, generada por el mismo ser humano y que, a
esas alturas, ya era urgente de abordar: “Si la industrialización,
la contaminación ambiental, la producción de alimentos y el
agotamiento de los recursos mantienen las tendencias actuales de
crecimiento de la población mundial, este planeta alcanzará los
límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años.
El resultado más probable sería un súbito e incontrolable
descenso, tanto de la población como de la capacidad industrial”.
Los pensamientos en torno al “decrecimiento” fueron tomando
fuerza y cuerpo con el tiempo. Uno de sus principales promotores en
la actualidad es el economista francés Serge Latouche, quien se ha
transformado en el líder de la teoría afirmando que “decrecer”
es un concepto provocador (Ver entrevista página 16). Como él mismo
asegura desde Francia: “Busca generar una reflexión sobre un
fenómeno clave de la sociedad occidental: el concepto de lo
ilimitado, en el que se basa la economía. Existen tres niveles
reconocibles de esto: la producción ilimitada (producir por
producir), el consumo ilimitado (creación infinita de bienes) y,
como resultado de ambos, la basura sin límites, que contamina
tierra, agua y aire. No se trata de decrecer sólo por decrecer, eso
sería igual de absurdo que crecer por crecer.
El decrecimiento
también necesita crecimiento, pero de otro tipo: el de la calidad de
vida. Para ser riguroso, habría que hablar de “a-crecimiento”,
es decir, convertirnos en ateos del crecimiento, ya que éste se ha
vuelto una religión”.
Lee el reportaje completo en revista
Viernes.
Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2016/03/18/793800/Decrecimiento-Necesitar-menos-para-vivir-mejor.html
Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2016/03/18/793800/Decrecimiento-Necesitar-menos-para-vivir-mejor.html
Un caracol no necesita
mucho para ser feliz. Lento, pero seguro, busca el alimento que necesita
para sobrevivir y lleva su casa sobre sí mismo. Sin embargo, si come
demasiado y crece en exceso, el caracol no cabe en su caparazón y muere.
Haciendo una alegoría con la simple vida de este molusco, economistas
de todo el mundo decidieron utilizarlo como símbolo de su premisa, la
teoría del decrecimiento, que postula que el actual modelo de desarrollo
basado en el crecimiento ilimitado está destruyendo el planeta. Un
modelo que hoy no sólo cuestionan economistas y políticos, sino también
los mismos ciudadanos, muchas veces cansados de un sistema de vida que
los tiene estresados, sobreendeudados y sin tiempo para ellos mismos y
sus familias.
Macarena Bajas (45) y Marco Fedelli (49) llevan siete años juntos y el
14 de enero de este año comenzaron a cumplir un sueño añorado desde que
se conocieron. Afuera de su casa, en un pequeño pasaje de Ñuñoa, decenas
de cajas amarillas que originalmente almacenaban papas fritas
congeladas hoy contienen la ropa y las pertenencias más importantes de
la pareja y sus hijos: Andoni (13), Ferrán (9) y Ennio (5). Son las diez
de la mañana y la familia, que además componen los perros Chilota y
Roco, lleva más de cuatro horas empacando. Todo, ordenado por tamaño e
importancia, espera bajo el sol de verano a que llegue un camión de
carga con acoplado que los llevará a un terreno en Panguipulli, a 17
kilómetros del pueblo.
Allí, en la Región de Los Ríos, los espera la parcela de tres hectáreas
que compraron en 2014, con agua, árboles centenarios y frutales, donde
establecerán su nuevo hogar e iniciarán la vida que quieren. Una vida
diferente, lejos de un sistema al que consideran en crisis, con menos
necesidades superfluas, menos temores, más calma y totalmente
autosustentable. “Queremos una vida en la que dejemos de ver como
normales conductas que no lo son, como tener que viajar horas en micro
para avanzar sólo unas cuadras o la extrema violencia a la que estamos
expuestos. No es normal vivir así y no queremos eso para nuestros hijos,
que son nuestra prioridad”, agrega Macarena.
“Queremos una vida en la que gastemos menos, en la que consumamos menos,
queremos tener menos cosas y más tiempo libre, consumir menos agua y
menos energía, ser más conscientes y más felices, en familia y en
contacto con la naturaleza”. En la mudanza, la pareja aprovechó de
despojarse de aquellas posesiones que ya no le parecían sustanciales,
como el refrigerador, tomando un camino basado en valores que, de alguna
manera, son los mismos que defienden los promotores del
“decrecimiento”.
Las claves de la crisis actual
Originario de los años 70, el concepto surgió de la mano del matemático y
economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen –que abordó la crisis del
sistema económico capitalista y propuso alternativas como la economía
ecológica–, y de la publicación del “Informe Meadows” o “Los límites del
crecimiento” en 1972. Este documento, redactado por investigadores del
Massachusetts Insitute of Technology (MIT), fue un encargo del Club de
Roma, una agrupación de una treintena de personalidades de más de 25
países, científicos y políticos incluidos, que en 1968 se reunieron a
discutir su preocupación por los cambios medioambientales.
El texto, que pronto se volvió la demostración científica de lo
manifestado por Georgescu-Roegen, fue el primero en la historia en
plasmar la grave crisis ecológica que afecta al planeta hasta hoy.
Aseguraba que se trataba de una situación sin precedentes, generada por
el mismo ser humano y que, a esas alturas, ya era urgente de abordar:
“Si la industrialización, la contaminación ambiental, la producción de
alimentos y el agotamiento de los recursos mantienen las tendencias
actuales de crecimiento de la población mundial, este planeta alcanzará
los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años. El
resultado más probable sería un súbito e incontrolable descenso, tanto
de la población como de la capacidad industrial”.
Los pensamientos en torno al “decrecimiento” fueron tomando fuerza y
cuerpo con el tiempo. Uno de sus principales promotores en la actualidad
es el economista francés Serge Latouche, quien se ha transformado en el
líder de la teoría afirmando que “decrecer” es un concepto provocador
(Ver entrevista página 16). Como él mismo asegura desde Francia: “Busca
generar una reflexión sobre un fenómeno clave de la sociedad occidental:
el concepto de lo ilimitado, en el que se basa la economía. Existen
tres niveles reconocibles de esto: la producción ilimitada (producir por
producir), el consumo ilimitado (creación infinita de bienes) y, como
resultado de ambos, la basura sin límites, que contamina tierra, agua y
aire. No se trata de decrecer sólo por decrecer, eso sería igual de
absurdo que crecer por crecer.
El decrecimiento también necesita crecimiento, pero de otro tipo: el de
la calidad de vida. Para ser riguroso, habría que hablar de
“a-crecimiento”, es decir, convertirnos en ateos del crecimiento, ya que
éste se ha vuelto una religión”.
Lee el reportaje completo en revista Viernes.
Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2016/03/18/793800/Decrecimiento-Necesitar-menos-para-vivir-mejor.html
Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Tendencias/2016/03/18/793800/Decrecimiento-Necesitar-menos-para-vivir-mejor.html
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