Durante siglos el mundo occidental se ha sentido reconfortado por la creencia de que el progreso material nunca concluirá - el mito del crecimiento ilimitado-. Nuestra cultura no es la primera que ha alcanzado sus límites de crecimiento. Nuestro desarrollo depende de unos recursos energéticos no renovables, no de la tecnología que se desarrolla gracias a esta disponibilidad energética abundante y barata.
Solamente el análisis de lo que está ocurriendo en el mundo en la actualidad puede permitir el conocimiento de una realidad basada en la energía siempre disponible que permite un desarrollo supuestamente ilimitado de las sociedades occidentales, donde el ‘progreso’ basado en supermercados llenos de productos para consumir, espacios llenos de carreteras con vehículos para desplazarse, pisos llenos de electrodomésticos..., ocultan la realidad escondida de millones de hambrientos, mares contaminados, tierras estériles, mercados de droga, armas y esclavos...
Entender que la energía es la que provoca que exista un sistema global, donde se sustenta esta sociedad de consumo y de miseria, implica entender que la crisis energética pone en jaque todo el modelo de crecimiento (de materias primas, energía y espacios) en el que todos los habitantes de la Tierra estamos incluidos.
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