Marga Mediavilla - ElDiario.es
El hecho de que el precio del petróleo esté cayendo en los últimos
meses no debería hacernos olvidar que la crisis energética sigue
avanzando por debajo de las fluctuaciones del mercado. Los cambios
tecnológicos y sociales profundos requieren décadas, y desde esa
perspectiva deberíamos ver la crisis energética: estudiando el
agotamiento de los combustibles fósiles décadas antes de su inicio y
buscando alternativas también con décadas de adelanto.
La mejor forma de conocer cuánta energía nos queda realmente es dejar
de lado la inmediatez de la prensa y las declaraciones interesadas de
las compañías energéticas, y echar un vistazo a las publicaciones
científicas. Para ello, el Segundo Congreso sobre el Pico del Petróleo
organizado recientemente por la UNED en Barbastro es un escaparate
privilegiado que, además, puede consultarse en diferido en los vídeos y
documentos de su página web.
En este congreso, el sueco Mikael Höök, uno de los mayores expertos
en petróleo y gas del mundo, proporcionaba datos de los 38 estudios
científicos de estimaciones de agotamiento del petróleo publicados hasta
la fecha en revistas científicas sujetas a revisión por pares, los 18
publicados para el gas natural y los también 18 publicados para el
carbón. Los datos se despliegan en diferentes curvas debido a la
incertidumbre y la cautela que suelen acompañar los resultados
científicos, pero la mayor parte de estas curvas indican el
estancamiento y posterior declive de la extracción mundial de petróleo
en torno a 2020, sobre 2030 para el gas, y en torno a 2040 para el
carbón (figuras 1, 2 y 3).
Se pueden ver ya, además, algunos hechos que confirman estas
previsiones. La propia Agencia Internacional de la Energía ha reconocido
que el petróleo convencional -es decir, el barato, de buena calidad y
fácil extracción-, alcanzó su techo en 2006 y su extracción ha empezado a
disminuir.
También se puede observar en los datos históricos (figura 1,
línea negra) que la producción de petróleo ha sufrido un estancamiento
desde esa fecha (que no se debe a la falta de demanda por crisis
económica, ya que el consumo de carbón y gas natural siguió creciendo en
esas fechas a buen ritmo -figuras 2 y 3) mientras los tímidos aumentos
de extracción de petróleo que se han realizado desde 2006 se deben al
uso en EEUU y Canadá de la fractura hidráulica y las arenas asfálticas:
tecnologías caras, contaminantes y con bajo retorno energético.
Las conclusiones que se extraen de nuestro estudio no son demasiado halagüeñas. Una de las cosas que más claramente observamos es que no tenemos tiempo para sustituir el declive del petróleo, especialmente en el sector del transporte. En la actualidad, prácticamente todo el transporte mundial depende de combustibles líquidos extraídos del petróleo y las posibles alternativas como los vehículos eléctricos o de hidrógeno son muy débiles desde el punto de vista tecnológico. En la figura 4 se puede ver el resultado de comparar la energía disponible para el transporte y la demanda que requeriría la economía mundial bajo dos escenarios: el BAU (business as usual, una extrapolación de las tendencias actuales) y el escenario 2, un escenario “tecno-optimista” con fuerte desarrollo de alternativas como los vehículos híbridos, eléctricos y de gas, combustibles líquidos extraídos del gas y el carbón y una fuerte apuesta por la eficiencia. Se puede ver que, incluso en el escenario más optimista, las curvas de energía disponible y demanda para el transporte dejan de coincidir antes de 2020 (figura 4). No llegamos a tiempo de evitar el declive del petróleo en esta década porque las alternativas no están creciendo al ritmo necesario.
También se ve claramente que el papel de la energía nuclear es irrelevante. Por una parte, no es una energía crítica, ya que apenas proporciona el 6% de la energía comercial consumida y sólo se utiliza para el sector que menos problemas tiene (la electricidad). Por otra parte, un desarrollo a gran escala de la actual energía de fisión encontraría pronto el límite del agotamiento de las reservas de uranio; además, tecnologías como la fusión o las llamadas nucleares de cuarta generación no se prevé que puedan estar en el mercado en las próximas décadas y, por ello, no entran dentro de nuestro horizonte temporal del estudio.
El modelo también nos muestra que en el sector de la electricidad los problemas son menos acuciantes, ya que el declive del carbón es un poco más tardío y existen tecnologías renovables con potenciales de desarrollo importante (figura 5). Todavía estaríamos a tiempo de sustituir buena parte del consumo de electricidad mundial con energías renovables, pero para ello deberíamos comenzar a invertir en esta década y, al no ser el eléctrico un sector problemático en estos momentos, corremos el peligro de no realizar las inversiones necesarias.
A pesar de todo ello, el modelo también muestra que el cambio climático no deja de ser un problema. Aunque algunos de los peores escenarios de emisiones previstos por el IPCC no son compatibles con los límites de los combustibles fósiles, sí existen escenarios muy preocupantes que lo son.
Los resultados que hemos obtenido con este modelo dibujan un panorama mucho más sombrío del que suele presentarse en los medios de comunicación y, probablemente, del que la mayor parte de las personas tienen en mente (incluso más pesimista que el que teníamos nosotras/os antes de realizar el estudio). Aunque ningún modelo es un oráculo ni debe ser tomado como tal, los modelos son herramientas muy útiles para mostrar aspectos que quedan ocultos entre la abundancia de datos. Es posible que las fechas y datos concretos que prevemos varíen debido a los errores que todo estudio lleva consigo, pero ello cambia muy poco las conclusiones básicas.
Los datos científicos apuntan a que, en las próximas décadas, el continuo crecimiento del consumo de energía que hemos disfrutado desde mediados del siglo XVIII se va a acabar. Vamos a tener que realizar una gran transición hacia una sociedad que no dependa de los combustibles fósiles y cada vez más científicos/as estamos alertando de que ésta no va a poder basarse únicamente en cambios tecnológicos. En esta misma década, para poder reaccionar frente al pico del petróleo, vamos a tener que emplear herramientas de todo tipo: sociales, económicas, políticas, etc., medidas que casan muy mal con nuestra economía de mercado y que van a requerir importantes niveles de conciencia ciudadana y voluntad política.
La crisis energética es uno de los problemas más importantes a los que nos enfrentamos y no podemos esperar a que la escasez de energía sea evidente para empezar a solucionarlo. Si esperamos unos años hasta estar completamente seguros de que las predicciones de los geólogos se cumplen, nos encontraremos en un escenario de energía escasa, crisis económica y conflictos por los recursos en el cual será muy complicado invertir en tecnología y emprender medidas colectivas. Debemos empezar la transición energética ahora. Al fin y al cabo, si nos adelantamos y realmente hubiera más energía fósil de lo que los científicos decimos, es muy poco lo que perdemos; pero, si llegamos tarde, el resultado será, sin duda, catastrófico.
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