“En
2013, en España, se han producido 354.219.623 desplazamientos de
largo recorrido. En estos desplazamientos murieron 1.128 personas, y
5.206 personas resultaron heridas graves.”
Dirección
General de Tráfico
“¿Qué
le falta a nuestro lugar habitual de vida? ¿Qué nos falta para ser
capaces de disfrutarlo? ¿Qué sueño prometido tenemos que consumir
para ser felices? ¿Qué mundo nos hemos creado los ricos para tener
que salir despavoridos en cuanto nos dan un día de ocio? ¿Qué
infierno para tener que comprar paraísos inventados?
El
problema, a mi modo de ver, no está en el medio sino en el motivo.
No en el medio de transporte sino en las carencias que lo mueven. No
es el coche, no es el medio de transporte el que contamina, son
nuestras propias carencias, carencias que no colma el dinero, el
poder ni el éxito.”
En
mi buzón de correo electrónico
El
transporte – Destrucción de la Territorio
El
proceso de internacionalización y globalización de la economía
provoca el tráfico de mercancías y personas de una parte a otra de
la Tierra. La Naturaleza terrestre es en esencia fija; las "modernas
sociedades industriales" se han organizado completamente de
espaldas a los principios básicos de la Naturaleza.
Los
automóviles tienen que "abrirse paso" a través de unos
ecosistemas naturales terrestres que no están "diseñados"
para soportarlo, y en su avance van fraccionando y empobreciendo
estos ecosistemas, por otra parte la generalización de la
automovilidad exige la utilización de enormes cantidades de
materiales y energía, cuya extracción, transformación y consumo
produce grandes masas de residuos extraños a la Naturaleza como el
propio concepto de movimiento horizontal masivo.
Automóvil:
Un lujo a su alcance
Los
automóviles son bienes de lujo inventados para el placer exclusivo
de una minoría muy rica, y que nunca estuvieron, en su concepción y
naturaleza, destinados a su uso generalizado por parte de la
población. No había, hasta principios del siglo XX, una velocidad
de desplazamiento para la élite y otra para el pueblo; el automóvil
cambiaría esto, por primera vez se extendía la diferencia de
clases a la velocidad y al medio de transporte. Y el lujo, por
definición, no se democratiza: si todo el mundo tiene acceso al
lujo, nadie le saca provecho, aunque impera la creencia ilusoria de
que cada individuo puede prevalecer y beneficiarse a expensas de
todos los demás.
La
publicidad de los autos se encarga de proyectar el siguiente mensaje
“Usted también, a partir de ahora, tendrá el privilegio de
circular, como los ricos y los burgueses, más rápido que todo el
mundo. En la sociedad del automóvil el privilegio de la élite está
a su disposición.”
La
paradoja del automóvil se fundamenta en que el uso del vehículo
privado parecía conferir a sus dueños una independencia sin
límites, al permitirles desplazarse de acuerdo con la hora y los
itinerarios de su elección, sin embargo el automovilista depende de
comerciantes y expertos para poder circular; el conductor de autos
está obligado a consumir y utilizar una cantidad de servicios
comerciales y productos industriales que sólo terceros pueden
procurarle. La aparente autonomía del propietario de un automóvil
esconde en realidad, una gran servidumbre, el tiempo dedicado al
automóvil va en aumento en la medida que este propone mayores grados
de libertad.
De
objeto de lujo y símbolo de privilegio, el automóvil ha pasado a
ser una necesidad vital. Hay que tener uno para poder existir en el
infierno cotidiano, o bien ser humillado por el hecho de no ser
conductor; lo superfluo se ha vuelto necesario. No se es libre de
tener o no un automóvil porque el universo suburbano está diseñado
en función del coche y, cada vez más, también el universo urbano.
La
automovilidad no ha surgido de ninguna necesidad común, consensuada,
racional, que una sociedad determinada pudiera plantearse, ha sido
sólo un lujo demencial ejercido por las poblaciones de ciertas zonas
de los países desarrollados, a costa del saqueo de otras poblaciones
y zonas naturales, y a costa también de la propia alienación a un
objeto de consumo suntuario.
La
"destrucción", paradójicamente, "mueve" la
"economía"
El
automóvil es, en efecto, una de las mayores herramientas de la
actual concepción económica del mundo. El automóvil ha sido la
máquina de guerra que ha envuelto al occidente desarrollado en una
paz auto indulgente e insensata: la paz del week-end, de la escapada
en automóvil hacia la playa o la montaña, la paz blindada por el
control armado de países remotos.
El
automóvil es además, el eje de la actividad industrial, financiera
y energética de nuestra civilización termoindustrial.
El objeto que permite la destrucción
creativa
, -concepto ideado por el sociólogo alemán Werner Sombart y
popularizado por el economista austriaco Joseph Schumpeter-, ese
‘conejo de la galera’ del sistema capitalista, que promueve la
extracción y procesamiento de casi todos los minerales conocidos, la
base misma del empleo del petróleo (quemándolo sin sentido
productivo), da lugar al desarrollo de gigantescas infraestructuras
que obligan a movimientos de tierras descomunales; genera la creación
de industrias y sectores vinculados con el automóvil como el
turismo, los seguros, los talleres, las gasolineras, industria del
vidrio, de la tecnología, la construcción, el caucho, los motores…
El
automóvil se halla en la base de una burbuja de creación-destrucción
que permite el crecimiento económico; al ser más baratos que una
casa pero más caros que un televisor, están en el punto óptimo
para generar un negocio financiero. Admite cientos de configuraciones
para todos los mercados... desde las humildes motocicletas para los
asiáticos, hasta los portentosos Porches para alemanes y rusos
ricos. Su vida útil relativamente breve (3 años dentro de la
"moda", 10 años dentro de su "usabilidad")
aseguran su rápido ciclo de renovación. Como sabrán -absurda
paradoja- los accidentes de tráfico producen "crecimiento
económico"...
Automóvil
y consenso social
El
transporte y las infraestructuras reúnen en general un consenso
social y político, al ser considerados bienes en sí mismos, como
recursos y riquezas que siempre conviene acrecentar, no es de
extrañar que las molestias que genera el transporte (gasto
energético, contaminación atmosférica, ruido, ocupación de
espacio, fragmentación de sistemas naturales, accidentes, lejanía
de emplazamientos, discriminación de no motorizados, gasto de
tiempos en traslados... ) sería el precio a pagar por el progreso
que por sí mismo reduciría las consecuencias negativas.
Una
propuestas, desde el decrecimiento
Para
que la gente pueda renunciar a sus automóviles, no basta con
ofrecerle medios de transporte colectivo más cómodos. Es necesario
que la gente pueda prescindir del transporte al sentirse como en casa
en sus barrios, dentro de su comunidad, dentro de su ciudad a escala
humana y al disfrutar ir a pie de su trabajo a su domicilio –a pie
o en bicicleta. Ningún medio de transporte rápido y de evasión
compensará jamás el malestar de vivir en una ciudad inhabitable, de
no estar en casa en ningún lugar, de pasar por allí sólo para
trabajar o, por el contrario, para aislarse y dormir. no plantear
jamás el problema del transporte de manera aislada
Hay
que defender alternativas como el ferrocarril convencional que llegue
a todos, y fomentar la utilización de los transportes colectivos; la
marcha a pie y la bicicleta. Es preciso reconstruir lo local en
consonancia con el medio, incrementando la autonomía y la
autosuficiencia desvinculándose de la dependencia del mercado
mundial.