El
mito del crecimiento económico.
¿Es
el crecimiento económico la solución a la crisis?
Definiremos
el crecimiento como el proceso de transformar energía, materiales, y
espacios en bienes de consumo en cantidades cada vez mayores; este
proceso material es invocado desde todo tipo de instituciones y
organizaciones en nuestra sociedad; así el crecimiento económico
funciona como un mito, una narración colectiva según la cual el
crecimiento sería un ‘solucionador mágico de problemas’ que
proporcionaría mayores niveles de bienestar a las sociedades que lo
integren en su proceso económico.
La
visualización de este mito tiene su constatación en el (PIB)
Producto Interior Bruto; este indicador se ha convertido en la
forma cuasi exclusiva de medir el éxito económico y social de los
países de todo el mundo.
El
crecimiento es defendido tanto por neoliberales (a través del libre
mercado), como por los socialdemócratas (a través de las lógicas
económicas keynesianas), como por marxistas (mediante la
planificación estatal centralizada de la economía); economistas de
todo pelaje nos dice que allí donde hay crecimiento económico se
produce el círculo virtuoso del consumo, la inversión, la
producción y el empleo.
Y
de esta manera el mito del crecimiento económico evoluciona en una
sociedad, que no cuestiona nunca el crecimiento económico ilimitado,
elevándolo así a la categoría casi de dogma o religión, sirviendo
de justificación en la manera de pensar y entender la realidad; se
trataría de una idea-fuerza que orienta el pensamiento y el
comportamiento social al mismo tiempo que explica la realidad;
cumpliendo una función psicológica (reduciendo la incertidumbre y
dando sentido a la realidad) y política (articulando la sociedad de
una determinada manera y justificando las estructuras de dominación
presentes en la sociedad).
El
crecimiento se haya presente en las diferentes maneras en las cuales
las sociedades se expresan, se introduce en las conversaciones con la
familia, con los amigos; en las instituciones (en la escuela, en el
trabajo…); está inserto en los mensajes de los medios de
comunicación, nos llega desde la televisión, fluye por internet, se
haya presente en nuestro entorno, en la red de transportes, en la
arquitectura, en el mobiliario, en la comida, en nuestros modos de
razonar y también en el ‘inconsciente colectivo’.
Se
asocia el crecimiento a la felicidad y el bienestar y se oculta que
los beneficios acaban en manos unos pocos. El PIB se convierte en la
mentira estadística utilizada para encubrir sus efectos negativos.
El crecimiento del PIB se ha convertido en la forma cuasi exclusiva
de medir el éxito económico y social en todas las partes del mundo.
Este fervor productivista relega y oculta aspectos de naturaleza no
mercantil que tienen gran importancia en la calidad de vida de las
personas, por lo que presenta serias limitaciones como indicador de
bienestar individual y comunitario; así arrasar un bosque para
transformarlo en papel y madera incrementa el PIB, dejarlo intacto
no, sin embargo el bosque evita la erosión del suelo y retiene el
agua que nos es necesaria, por lo que su supervivencia contribuye al
bienestar social.
El
agua de un manantial al cual se pudiera acceder libremente no sería
un objeto económico para los economistas, sin embargo, si alguien
obtiene la concesión del manantial (apropiación), embotella el agua
(productibilidad) y la vende en el mercado (valoración monetaria),
el mismo manantial se habría convertido en un objeto económico. Se
da la paradoja de que el agua abundante y limpia no es considerada
riqueza, mientras que cuando escasea, se contamina y ha de
embotellarse, entonces se contabiliza como riqueza económica.
Al
vender una tuneladora, por ejemplo, el beneficio monetario que genera
suma como riqueza, pero la extracción de materiales y energía no
renovables necesarios para su construcción, la contaminación que
genera el proceso de fabricación, la que genera su uso durante toda
su vida útil, el suelo que se horada y las toneladas de tierra que
habrá que desplazar, los incrementos del tráfico que supondrá ese
nuevo túnel, las emisiones de gases de efecto invernadero o el
consumo de energía fósil que realizará, no resta en ningún
indicador de riqueza. Estos efectos negativos que conlleva la
producción de
la tuneladora no tienen valor monetario y por tanto son invisibles.
El
hecho de resaltar sólo la dimensión creadora de valor e ignorar los
deterioros y pérdidas de riqueza natural que inevitablemente
acompañan a la extracción y transformación, justifica el empeño
en acrecentar permanentemente ese valor económico. De este modo se
consolida el mito del crecimiento económico como motor de riqueza y
bienestar social. Sin crecimiento, nos dicen, estaríamos abocados al
atraso y a la miseria.
Sin
embargo, el crecimiento económico de la economía se alimenta
del saqueo de los recursos y la explotación de los seres humanos de
los pueblos empobrecidos mediante mecanismos de ajuste estructural
estimulados por organismos como el Fondo Monetario Internacional, la
Organización Mundial de Comercio y el Banco Mundial, acompañado de
la colaboración de las clases dirigentes de estos pueblos
enriquecidas por las dádivas de las empresas multinacionales; además
de la enajenación del trabajo de cuidados a las mujeres; que
posibilita que este modelo económico basado en el crecimiento sea
soportable.
Como
afirma el diputado en Francia del partido Europe Écologie Jean Paul
Besset, “toda la humanidad comulga en la misma creencia. Un solo
Dios, el Progreso, un solo dogma, la economía política, un solo
edén, la opulencia, un solo rito, el consumo, una sola plegaria:
Nuestro crecimiento que estás en los cielos...En todos lados la
religión del exceso reverencia los mismos santos-desarrollo,
tecnología, mercancía, velocidad, frenesí, -persigue a los mismos
heréticos- los que están fuera de la lógica del rendimiento y del
productivismo-, dispensa una misma moral-tener, nunca suficiente,
abusar, nunca demasiado, tirar, sin moderación, luego volver a
empezar, otra vez y siempre. Un espectro vuela sus noches, la
depresión del consumo. Una pesadilla le obsesiona: los sobresaltos
del Producto Interior Bruto”
El crecimiento económico ilimitado provoca un fuerte impacto ecológico a nivel planetario, degradando la mayor parte de las materias y energías disponibles, y generando desigualdades sociales que desencadenan cada vez más diferencias entre el Norte y el Sur. Esta es la deuda del crecimiento. El modelo occidental de vida, el de la sociedad de consumo, ha superado la capacidad de carga del planeta, es decir, su capacidad de sostener este modelo de vida occidental.
Y aquí nos topamos con la quimera de la fábula del crecimiento ilimitado ¿cómo se puede crecer ilimitadamente en un planeta finito?
El crecimiento económico ilimitado provoca un fuerte impacto ecológico a nivel planetario, degradando la mayor parte de las materias y energías disponibles, y generando desigualdades sociales que desencadenan cada vez más diferencias entre el Norte y el Sur. Esta es la deuda del crecimiento. El modelo occidental de vida, el de la sociedad de consumo, ha superado la capacidad de carga del planeta, es decir, su capacidad de sostener este modelo de vida occidental.
Y aquí nos topamos con la quimera de la fábula del crecimiento ilimitado ¿cómo se puede crecer ilimitadamente en un planeta finito?
Publicado en Ssociologos
El único país del mundo con un alto indice de sostenibilidad y de desarollo humano es Cuba. El crecimiento no es necesario en el socialismo.
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