En este ‘mundo global’ están apareciendo dos clases de gentes sin hogar. Un grupo móvil a escala mundial; el otro ha perdido incluso la movilidad en el marco de sus raíces y vive en campos de refugiados, en colonias y reservas de reasentamiento. El desplazamiento acumulativo provocado por el colonialismo, el desarrollo y el mercado global ha convertido el desamparo en una característica cultural de finales del siglo XX.
Presas, minas, centrales de energía, bases militares: éstos son los templos de la nueva religión llamada ‘desarrollo’, una religión que abastece de fundamentos al Estado modernizador, sus burocracias y tecnocracias. Lo que se sacrifica en el altar de esa religión es la vida de la naturaleza y la vida de la gente. Los sacramentos del desarrollo están basados en el desmantelamiento de la sociedad y la comunidad, y en el desarraigo de pueblos y culturas.
Dondequiera que se introducen proyectos de desarrollo, arrasan la tierra y cercenan los lazos entre las personas y el suelo, el desarrollo se transforma en un ‘estado creciente de desamparo’ mediante la destrucción del ‘hogar’, un desarraigo cultural y espiritual de los pueblos de su tierra natal que permitía que la comunidad continuara reproduciendo la vida en la Naturaleza y en la sociedad de manera sostenible conservando la tierra y la ética del suelo.
“Nuestros vínculos con los ancestros son la base de nuestra sociedad y de la reproducción de nuestra sociedad. Nuestros hijos crecen jugando alrededor de las piedras que marcan los cementerios de nuestros antepasados. Aprenden las tradiciones de nuestros ancestros. Si no nos relacionamos con los antepasados, nuestras vidas pierden su razón de ser. ¿Cómo pueden compensarnos por la pérdida del sentido mismo de nuestras vidas si sepultan bajo una presa esas piedras sepulcrales?. Hablan también de rehabilitación. ¿Podrán rehabilitar jamás los lugares sagrados que han violado?.”
Surendra Biruli. Movimiento contra la presa de Suvarnarekha.
Para saber más: Ecofeminismo. María Mies y Vandana Shiva. 1993
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