Otra mirada
Porque la vida es poquita cosa y consumir nos lo hace olvidar; porque comprar objetos está asociado con gratificación, con satisfacer deseos (deseitos si son de los que se pueden comprar) o cumplir objetivos; porque gastarlo es lo mejor ( a veces es lo único) que puedo hacer con el dinero que gano; porque me siento libre comprando lo que puedo elegir; porque me siento poderoso comprando lo que muchos otros no pueden; porque comprando algunas cosas adquiero identidad: expreso que tengo una buena posición o que tengo buen gusto o que conozco las últimas tendencias; y por muchas otras razones más, consumimos.
Todos consumimos lo que podemos (a veces más) y sino podemos (porque somos pobres o porque somos cubanos o norafricanos ) somos capaces de cruzar el mar en una cáscara de nuez o robarle la cartera a una vieja para comprar la camiseta oficial del Barça (la 10). Y el sistema potencia nuestras ganas: la publicidad, el crédito, la obsolescencia programada (las cosas se fabrican deliberadamente para durar un corto tiempo), cada vez más eficaces, facilitan y estimulan el consumo. "Todos queremos más", cantan en Pamplona cuando termina el San Fermín después de una semana de comer, beber y reír como nunca lo hacen el resto del año. "Todos queremos más": esto mueve el mundo capitalista hoy.
Porque la vida es poquita cosa y consumir nos lo hace olvidar; porque comprar objetos está asociado con gratificación, con satisfacer deseos (deseitos si son de los que se pueden comprar) o cumplir objetivos; porque gastarlo es lo mejor ( a veces es lo único) que puedo hacer con el dinero que gano; porque me siento libre comprando lo que puedo elegir; porque me siento poderoso comprando lo que muchos otros no pueden; porque comprando algunas cosas adquiero identidad: expreso que tengo una buena posición o que tengo buen gusto o que conozco las últimas tendencias; y por muchas otras razones más, consumimos.
Todos consumimos lo que podemos (a veces más) y sino podemos (porque somos pobres o porque somos cubanos o norafricanos ) somos capaces de cruzar el mar en una cáscara de nuez o robarle la cartera a una vieja para comprar la camiseta oficial del Barça (la 10). Y el sistema potencia nuestras ganas: la publicidad, el crédito, la obsolescencia programada (las cosas se fabrican deliberadamente para durar un corto tiempo), cada vez más eficaces, facilitan y estimulan el consumo. "Todos queremos más", cantan en Pamplona cuando termina el San Fermín después de una semana de comer, beber y reír como nunca lo hacen el resto del año. "Todos queremos más": esto mueve el mundo capitalista hoy.
Lo dice hasta mi
presidenta, una antigua partidaria de la Revolución Socialista:
“Argentina sufre la crisis económica menos que el resto del mundo porque
nuestro modelo se basa, no en los recortes y los ajustes, sino en
políticas que fomentan la producción y el consumo. Queremos que el
capitalismo funcione en serio” dice la ex-rojilla. Producir, consumir, eso es funcionar.
Mientras aquí en el 3er Mundo
queremos que el capitalismo funcione, en el 1ero muchos encuentran que
funciona demasiado bien. Tan bien pero tan bien que avanzamos a una
velocidad increíble. Hacia un abismo, claro. Un neo-hippismo veterano
sin porros ni pelos largos, intelectual y científico, habla con palabras
que (me) suenan certeras y sabias. Aquí Serge Latouche, un economista
francés cabeza visible de la Idea del Decrecimiento y otros
intelectuales explican porqué no tenemos más remedio que bajar un cambio
y encontrar la forma de parar la máquina.
Una
nueva Utopía para el Siglo XXI: hombres y mujeres viviendo a un
ritmo humano, dueños de su tiempo, disfrutando más de las relaciones
(los hijos, la amistad, el amor) que de las Toyota Hilux, los bolsos
Prada y los Blackberry. Un mundo lleno de Pepes Mujica. No estaría mal, seguro que funcionaría mejor que este.
Están también los que creen en el
sistema. O que por lo menos no quieren creer que este camino nos lleva a
la catástrofe. "Ideas apocalípticas trasnochadas", dicen. Los hombres
sabemos como pilotear las dificultades, para eso la ciencia, para eso la
cultura, para eso las instituciones que hemos creado. Es más, ni aunque
quisiéramos no podríamos parar: menos consumo es menos producción es
menos trabajo es más desempleo. Eso si que es la catástrofe.
O
sea que estamos jodidos: por más que Latouche nos convenza sobre la
necesidad del Decrecimiento, no podemos ni queremos parar. Hay que
seguir produciendo más y consumiendo más porque sino lo que hoy es
apenas una crisis se convertirá en un violento infierno de hambre y
miseria.
Como en aquella película Speed, donde Sandra Bullock y Keanu Reeves conducían a gran velocidad un autobus que no podía desacelerar porque sino explotaba una bomba , no sabemos como parar este mundo que parece encaminarse a máxima velocidad hacia la autodestrucción.
Como en aquella película Speed, donde Sandra Bullock y Keanu Reeves conducían a gran velocidad un autobus que no podía desacelerar porque sino explotaba una bomba , no sabemos como parar este mundo que parece encaminarse a máxima velocidad hacia la autodestrucción.
A mi alrededor nadie sabe lo que dice Latouche, o si, pero no importa. Seguimos viviendo nuestra vida un poco zonza, sabiendo que el desastre no nos va a tocar a nosotros: todavía los mares no suben, hay petroleo, el aire es respirable y no toda la comida está envenenada. Eso si: reciclamos la basura, cerramos la canilla cuando nos cepillamos los dientes y clickeamos Me Gusta en todas las causas ecologistas que nos llegan al Facebook. Como para tranquilizarnos. "Porque me preocupa el mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos"...bla,bla,bla. Mentira, en el fondo no nos preocupa porque sabemos que no va con nosotros. Todavía falta muchísimo para el Gran Fin de Fiesta... bueno,todavía falta....
Por cierto, cuanto faltará todavía?
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