Joan Martínez Alier - Ecología Política
INTRODUCCIÓN
Este artículo analiza la alianza potencial entre las Organizaciones de Justicia Ambiental del Sur y el pequeño movimiento en favor del Decrecimiento económico socialmente sostenible en algunos países ricos del Norte. Esta alianza se basa en una perspectiva común contra la hegemonía de la contabilidad económica y la dictadura del PIB y a favor del pluralismo de valores. Se apoya también en el feminismo que reconoció ya hace mucho el valor de los «trabajos cuidativos», y en las perspectivas del neomaltusianismo feminista del 1900 (con Emma Goldmann, Maria Lacerda de Moura…). Defiende los derechos humanos y los derechos territoriales indígenas, al tiempo que critica el intercambio ecológicamente desigual y reclama la Deuda Ecológica del Norte hacia el Sur.
El crecimiento económico implica más presiones negativas sobre la biodiversidad, el cambio climático, y la ruina del sustento humano en las fronteras de la extracción.
Aunque el ritmo de crecimiento de la población humana afortunadamente baja rápidamente, también nos estamos acercando al pico de la extracción de petróleo. Mientras
tanto, la quema de carbón y gas está aumentando y la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera crece 2 ppm por año. Ese creciente metabolismo de la economía es la causa principal de los numerosos conflictos nacidos de la extracción de recursos y de la evacuación de residuos. Las Organizaciones de Justicia Ambiental (las OJAs) y sus redes emergen de tales conflictos y apoyan a los pobres e indígenas en tales luchas. Los activistas de las OJAs usan conceptos de la economía ecológica, de la ecología industrial, de la ecología política como el EROI, la HANPP, el «agua virtual» y el «comercio ecológicamente desigual», y también aportan sus propios conceptos como la Deuda Ecológica y la Justicia Climática. Las OJAs son la principal fuerza para lograr que la economía mundial sea menos insostenible.
LA ECONOMÍA ECOLÓGICA, EL METABOLISMO SOCIAL Y LA ECOLOGÍA POLÍTICA
Los flujos de energía y de materiales en la economía mundial nunca han sdía más conflictos en la extracción de recursos (minerales, biomasa) y en la exportación de residuos. El principal conflicto de residuos es el cambio climático pero también hay conflictos sobre residuos nucleares, sobre exportación de navíos para desguazar y residuos electrónicos a países pobres.
De ahí que haya nacido un movimiento de justicia ambiental en el mundo (Agyeman et al, 2003, Carruthers, 2008, Pellow and Brulle, 2005, Pellow, 2007, Roberts, 2007, Walker, 2009). El término «justicia ambiental» empezó a usarse en Estados Unidos hacia 1982 en reclamos locales por «racismo ambiental», es decir, las desproporcionadas cargas de contaminación en zonas habitadas por grupos étnicamente discriminados, de origen africano, hispánico o indígena. (Bullard, 1990, 2005, Pulido, 1996, Camacho, 1998, Carmin and Ageyman, 2010). El término «justicia ambiental» se aplicó después en Sudáfrica y en Brasil y se aplica ahora a los movimientos espontáneos y a las OJAs e cualquier lugar del mundo, y a las redes y coaliciones internacionales que forman (Bandy and Smith, 2005) para resistir contra las industrias extractivas y para protestar contra la contaminación y el cambio climático (Martínez- Alier, 2002). La justicia propugnada por esos movimientos es intrageneracional pero también intergeneracional. Incide en el tema de la distribución ecológica pero incluye el reconocimiento, es decir el derecho a hablar y a no ser excluido de las decisiones (Schlosberg, 2007, Agarwal, 2001).
Las OJAs y sus redes son aliadas potenciales de los grupos ecologistas en algunos países ricos (sobre todo en Europa occidental) que critican la obsesión por el crecimiento del PIB. Esos grupos están formando un movimiento por el Decrecimiento (Latouche, 2006), que tiene uno de sus orígenes en la economía ecológica. Desde el punto de vista físico, el Decrecimiento es una transición a una economía estacionaria y estable con menor gasto de energía y materiales, y no un proceso absurdo de empequeñecimiento indefinido de la economía hasta reducirla a la nada. Desde el punto de vista cultural, el Decrecimiento es un cambio social radical que evite el camino uniformizador impuesto por la economía de mercado generalizado.
La economía ecológica es un campo de estudios interdisciplinarios que nació a final de la década de 1980 (Costanza, 1991, 1996, Ropke 2004, Martinez-Alier and Ropke, 2008, Spash 2009) de la confluencia entre ecologistas que estudiaban el uso de energía por los humanos (Odum, 1971, Jansson, 1984) y economistas disidentes (Daly, 1968, 1973, 2007) que eran seguidores de Nicholas Georgescu-Roegen’s (1966, 1971) y de Kenneth Boulding’s (1968). Las publicaciones de K.W. Kapp sobre los costos sociales de las empresas (1950) y de Kneese y Ayres (1969) sobre la inevitabilidad de las externalidades, también tuvieron influencia en el nacimiento de la economía ecológica, que abarca la investigación física de la economía (el metabolismo social), el estudio de los derechos de propiedad sobre los recursos ambientales y las relaciones entre los cambios institucionales y la gestión ambiental (al estilo de Elinor Ostrom), y la macroeconomía de la sustentabilidad (¿puede el «capital natural» ser sustituido por capital manufacrurado?). Abarca también la valoración económica de los servicios ambientales que contribuyen al bienestar humano y de las externalidades negativas.
Incluye los métodos de la evaluación multi-criterial que permiten establecer prioridades entre alternativas aunque los valores sean inconmensurables entre sí. «Metabolismo social» significa los flujos de energía y materiales de la economía. Su estudio corre a cargo de la economía ecológica y de la ecología industrial. Un centro destacado es el Instituto de Ecología Social de Viena dirigido por Marina Fischer-Kowalski. Estos estudios miden las relaciones entre el crecimiento económico y el uso de energía (Warr, Ayres et al, 2010) y averiguan si hay una desmaterialización absoluta o relative (respecto del PIB) al establecer estadísticas sobre los flujos de materiales. Eurostat las publica para países europeos. Varios investigadores latinoamericanos han usado esta metodología para calcular los déficit comerciales en términos físicos y el intercambio ecológicamente desigual. (Russi et al, 2008, Perez-Rincon, 2006, 2007, Vallejo, 2010, Vallejo et al, 2010).
Los flujos de energía en la economía ha sido estudiados desde hace tiempo (Cottrell, 1955, Martinez-Alier, 1987, 2007, Haberl, 2001, Cleveland 2008a, b, Hall et al 1986, Sieferle, 2001, Debeir et al, 1991). Un punto principal es el descenso del EROI (el rendimiento energético del input deido tan grandes como ahora, y eso causa cada energía, es decir, el inverso del costo energético de conseguir energía), por ejemplo al recurrir a la explotación de arenas bituminosas o de agro-combustibles.
Por su lado, la ecología política (Blaikie & Brookfield, 1987, Robbins, 2004, Peet & Watts, 1996, Rocheleau et al, 1996, Bryant & Bailey, 1997) estudia los conflictos ecológico-distributivos y el uso del poder político para acceder a los recursos naturales y servicios ambientales y para traspasar las cargas de la contaminación a quienes son más débiles en términos de origen étnico, clase social, casta o género. La ecología política estudia los conflictos locales e internacionales por extracción de recursos y evacuación de residuos, y analiza las luchas de poder para determinar los procedimientos de decisión en las evaluaciones ambientales según se permitan o se prohíban ciertos lenguajes de valoración. La ecología política, conjuntamente con la sociología ambiental, estudia asimismo la génesis y desarrollo de los movimientos ecologistas.
Este artículo usa los conocimientos proporcionados por estas ciencias de la sustentabilidad.
TENDENCIAS
Al llegar casi los 20 años de la conferencia de Naciones Unidas de Rio de Janeiro de 1992, las tendencies ambientales son alarmantes. El objetivo solemne de la Unión Europea y de Naciones Unidad de parar la pérdida de biodiversidad en el 2010 no se consiguió y ha sido abandonado. La HANPP (apropiación humana de la producción primaria neta de biomasa) está creciendo y pone presión en la biodiversidad (Vitousek et al, 1986, Haberl et al, 2009). La pérdida de biodiversidad es vista a veces como un «fallo del mercado» (como en los informes TEEB) que se podría corregir poniendo precios adecuados.
Otras veces se echa la culpa a la mala gobernanza, a instituciones no idóneas y a las políticas neoliberales que promueven el comercio internacional y que garantizan las inversiones extranjeras. Estas perspectivas son interesantes pero la causa básica de la pérdida de biodiversidad es el aumento del metabolismo de la economía humana. Esa fuerza tendría parecidos efectos con políticas keynesianas social-demócratas y también con un hipotético sistema económico comunista si las tecnologías, la población y el consumo per capita fueran como los actuales.
Por ejemplo, la producción de los principales gases con efecto invernadero sigue en aumento por el creciente flujo metabólico de la economía. Hasta el 2007, las emisiones de CO2, en vez de disminuir, estaban creciendo 3 por ciento al año y tras un breve alto en el 2008-09, están creciendo ahora otra vez. Deberían decrecer lo antes posible en un 50 por ciento según el Panel Internacional sobre Cambio Climático. Al fracaso del Protocolo de Kyoto de 1997 que no fue ratificado por Estados Unidos se añade la falta de acuerdo en reducir emisiones en Copenhague en diciembre de 2009, en Cancún en diciembre de 2010 y seguramente en Durban en diciembre de 2011. El presidente Obama acudió a Copenhague en diciembre 2009 sin haber podido asegurarse un acuerdo del Senado de Estados Unidos en favor de un tope o de impuestos a las emisiones. Decidió entonces echar la culpa la China que ciertamente se ha convertido en el país que más dióxido de carbono acapara de todos, todavía cuatro veces por debajo de Estados Unidos.
La concentración de CO2 en la atmósfera era de 300 ppm cuando Svante Arrhenius escribió sobre el aumento del efecto invernadero en 1895, y es ahora casi 400 ppm. Está subiendo 2 ppm al año. En la práctica apenas se hace nada para contrarrestar esta tendencia causada principalmente por la quema de combustibles fósiles. Aunque el pico de la extracción de petróleo ha sido ya o está ya a punto de alcanzarse, el pico de la extracción de gas natural convencional (y de gas de esquisto, shale gas) tardará todavía varias décadas. Al mismo tiempo se está quemando cada vez más carbón, a pesar de que la producción de CO2 por unidad de energía es mayor con el uso de carbón que con petróleo o gas.
Por tanto, considerando también otras tendencias negativas como la caída en los stocks de varias especies comestibles de peces; la expansión de la energía nuclear en varios países a pesar del riesgo de accidentes como en Fukuhisma en el 2011, del problema de los residuos nucleares y de la proliferación nuclear; la escasez local de agua en algunos lugares (que puede llevar a un gran gasto energético adicional para desalación); y la llegada del pico de la extracción de fósforo, es tiempo ya de volver la mirada sobre los debates de la década de 1970 sobre la necesidad que los países ricos dejen de crecer, y lleguen a una economía estacionaria con un menor consumo de recursos materiales y energéticos a través de un proceso de cierto decrecimiento (Schneider et al, 2010). El decrecimiento en los países ricos debe llevar a un estado estacionario (Daly, 1973), lo que nos conduce a discutir cuáles son las variables que deben bajar o que pueden subir todavía. El propio Herman Daly sería el primero en reconocer que no podemos describir la economía con una única unidad de medida. La economía ecológica descansa en la inconmensurabilidad de valores (Martinez-Alier et al, 1998, 1999).
El pequeño movimiento por el Decrecimiento en algunos países ricos (sobre todo Francia e Italia) destaca tanto las variables físicas (uso de energía y materiales, la HANPP, el agua virtual) como las nuevas instituciones sociales que son necesarias. Rechaza el imposible supuesto que la economía vaya a crecer para siempre. Ese movimiento del Decrecimiento es ayudado por los movimientos de justicia ambiental del Sur que se quejan del comercio ecológicamente desigual y de las deudas ecológicas que se van acumulando.
EL PICO DE LA POBLACIÓN: AMAOS MÁS Y NO OS MULTIPLIQUÉIS TANTO
Es muy importante que el tema del crecimiento de la población sea tenido tanto por los partidarios de la Justicia Ambiental como por sus aliados dentro del movimiento por el Decrecimiento. Empiezan a escucharse las voces que reclaman un crecimiento de la población para impulsar la economía y para poder pagar las pensiones de los ancianos. Estas son voces (como la de Julian Simon contra Paul Ehrlich hace 40 años) de los anti-ecologistas fanáticos.
Entre las tendencias negativas para el ambiente natural y para la biodiversidad es posible sin embargo encontrar una tendencia positiva, y ésta es el próximo pico en la población mundia (en unos 30 años) y posteriormente un cierto descenso.
Ha habido un error de apreciación en los representantes de la izquierda que piensan que la idea de controlar el crecimiento demográfico es una conspiración neomalthusiana del Norte contra el Sur. Se menciona a menudo algunos programas de esterilización de las mujeres de los países pobres. Por supuesto, eso existió en los años 1970, 1980 y 1990, y en China el neomaltusianismo es todavía una política de Estado. Pero si revisamos la historia de la baja de la natalidad europea constatamos otro fenómeno. Hubo un neomalthusianismo popular y progresista que se manifiesta desde inicios del siglo XX en Francia con el movimiento de la grève des ventres (la huelga de vientres), un movimiento de inspiración anarquista y radical que suscitó la oposición escandalizada no sólo de la Iglesia católica sino también de los capitalistas —que querían más trabajadores— y del Estado, que quería más soldados para luchar contra los alemanes y en sus guerras o no emite aunque per cápita está, afortunadamente coloniales. Uno de los líderes de este movimiento era Paul Robin, un pedagogo libertario, antiguo miembro de la Primera Internacional, que fundó en 1896 la Liga por la Regeneración Humana. Decía que se definía como neo-malthusiano porque Malthus pensaba que no había remedio para la catástrofe demográfica, mientras que él pensaba que el remedio lo tenía el proletariado, en particular si las mujeres fueran libres de decidir cuantos hijos quieren tener. Sólo así la natalidad bajaría, lo que sería bueno para las mujeres, bueno para los salarios y bueno para el medio ambiente.
Estos activistas hacían cálculos y estaban preocupados por el nivel de población que podría soportar el planeta. Estoy hablando de los años 1880 a 1920, del grupo en Barcelona alrededor de Ferrer i Guàrdia, de Luis Bulffi. Autores como Gabriel Giroud, Sébastien Faure. Entonces, existe una tradición neomalthusiana popular de sensibilidad feminista, libertaria y protoecologista. También hay otro ejemplo en el sur de India, con E. K. Ramaswamy, «Periyar », un activista tamil anti sistema, contra las castas, ateo y anticlerical, que defendía la liberación de las mujeres. De hecho, en esta región la transición demográfica ya está muy avanzada, mientras que las tasas de fecundidad no bajaron tanto en el norte de India. He aquí una tradición radical que tiene un siglo de existencia y que no ha sido tomada en cuenta por la izquierda marxista, con el pretexto de que Marx había criticado a Malthus. El desinterés de la mayoría de la izquierda por la demografía es un grave error, dejando el campo libre a las políticas de control de la natalidad desde el Estado o el Banco Mundial. A menudo, las mismas feministas no conocen la existencia de estas ideas en su propia tradición. Entre el feminismo y el ecologismo hay una alianza necesaria también desde este punto de vista como lo señaló Françoise d’Eaubonne en 1974 en un libro que introdujo la idea de «eco-feminismo».
Ha habido distintos tipos de malthusianismo. Malthus era muy reaccionario pero el neo-malthusianismo europeo y americano de 1900 era feminista, radical, proto-ecologista, como muestran los estudios de Francis Ronsin en Francia y Eduard Masjuan en España. Veamos esas variedades de maltusianismo.
• El malthusianismo de Malthus. La población tendrá un crecimiento exponencial a menos que sea frenado por la guerra y las pestes, o por la castidad y los matrimonios tardíos. Los alimentos crecen en menor proporción que el trabajo disponible debido a los rendimientos decrecientes en la agricultura. Por tanto, habrá crisis de subsistencias.
• El neo-malthusianismo de 1900. Las poblaciones humanas pueden regular su propio crecimiento mediante la contracepción. Para eso es necesaria la libertad de las mujeres para elegir el número de hijos. Esa libertad es deseable en sí misma. La pobreza tiene por causa la desigualdad más que la sobrepoblación, pero hace falta una «procreación consciente» para impedir los salarios bajos y la presión sobre los recursos naturales. Este movimiento de base tuvo éxito en Europa y América (Estados Unidos, Argentina...) contra los estados (que querían más soldados) y contra las iglesias.
• El neo-malthusianismo tras 1970. Es una doctrina y una práctica impulsada por organizaciones internacionales y algunos gobiernos, que ven el crecimiento demográfico como causa principal de la pobreza y de la degradación ambiental. Por tanto, los estados deben imponer los métodos contraceptivos incluso sin el previo consentimiento de las mujeres.
• El anti-malthusianismo. Existe todavía entre algunos economistas. Suponen que el crecimiento de la población no amenaza el ambiente natural, y que lleva al crecimiento económico, y piensan incuso que el crecimiento es bueno para el ambiente porque los ricos son más ecologistas que los pobres y tiene más dinero para cuidar del ambiente.
Estando por llegar ya («solamente» en 30 años) al pico de la población mundial, la población se estabiliza o empieza a bajar en algunos lugares, por tanto la proporción de gente mayor obviamente aumenta. De ahí que se exhorte a las mujeres en algunos países europeos a producir más infantes que con el tiempo se convertirán en trabajadores que cotizarán para pagar las pensiones de tantos ancianos. Esto es bastante ridículo, como señala Serge Latouche en su libro La apuesta por el decrecimiento ya que los trabajadores con el curso del tiempo también serán ancianos pensionistas. La pirámide de la población (que todavía se enseña irresponsablemente en las escuelas como algo deseable) debe dibujarse a lo mucho como un rectángulo (aunque ciertamente con una pequeña pirámide encima).
En resumen, los ataques de Marx contra Malthus, los ataques de otros economistas contra Malthus, continúan siendo relevantes como también lo es, más aun, las doctrina del Neo-Malthusianismo feminista de 1880-1930 (Emma Goldman, Madaleine Pelletier, Nelly Roussel, Marie Huot, Margaret Sanger, Maria Lacerda de Moura…) que triunfaron.
EL PIB DE LOS POBRES
La contabilidad económica convencional está equivocada. Lo hemos visto desde el lado de los recursos que se agotan y de las contaminaciones que se producen. En el Congreso Mundial de Conservación de la Biodiversidad en Barcelona en octubre del 2008, se presentó la experiencia que Pavan Sukhdev, Pushpam Kumar y Haripriya Gundimeda adquirieron en la India con un proyecto de investigación que intentó dar un valor económico a los productos no comerciales de los bosques (como la leña y alimentos para los grupos tribales o campesinos y su ganado, la retención de agua y de suelo, las hierbas medicinales de uso local, la absorción de dióxido de carbono). Esta investigación sirvió después en el proyecto TEEB (siglas en inglés de «La Economía de los Ecosistemas y de la Biodiversidad») apoyado por la DG de Medio Ambiente de la Comisión Europea y la UNEP, presentado en Nagoya en octubre del 2010 en la COP del Tratado de Biodiversidad.
Supongamos que una compañía minera, como Vedanta, Tata o Birla, contamina el agua en una aldea de la India en la minería de bauxita, de hierro o de carbón. Las familias no tienen otro remedio que abastecerse del agua de los arroyos o de los pozos. El salario rural es algo más de un euro al día, un litro de agua en envase de plástico cuesta 10 céntimos de euro. Si los pobres han de comprar agua, todo su salario se iría simplemente en agua para beber para ellos y sus familias. Asimismo, si no hay leña o estiércol seco como combustibles, al comprar butano, como preferirían, gastarían el salario semanal de una persona para adquirir un cilindro de 14 kgs. La contribución de la naturaleza a la subsistencia humana de los pobres no queda pues bien representada en términos monetarios. El asunto no es crematístico sino de subsistencia. Sin agua, leña y estiércol, y pastos para el ganado, la gente empobrecida simplemente se muere. Las mujeres son las primeras que protestan. Precisamente la problemática ecológica no se manifiesta en los precios, pues los precios no incorporan costos ecológicos ni tampoco los trabajos necesarios para la reproducción social (lo que las economistas feministas como Cristina Carrasco llaman los «trabajos cuidativos»).
En la contabilidad macroeconómica se puede introducir la valoración de las pérdidas de ecosistemas y de biodiversidad ya sea en cuentas satélites (en especie o en dinero) ya sea modificando el PIB para llegar a un PIB «verde».
Pero en cualquier caso, la valoración económica de las pérdidas tal vez sea baja en comparación con los beneficios económicos de un proyecto que destruya un ecosistema local o que destruya la biodiversidad. Lo mismo se aplica a nivel macroeconómico: un aumento del PIB ¿compensa el daño ambiental? Sukhdev y sus colaboradores se preguntaron qué grupos de personas sufrirían más las pérdidas. En la India y en todo el mundo los beneficiarios más directos de la biodiversidad de los bosques y de sus servicios ambientales son los pobres y los indígenas empobrecidos, y su pérdida afecta sobre todo a su ya menguado bienestar. De ahí la idea del «PIB de los pobres», sobre todo de las mujeres pobres. En otras palabras, si el agua de un arroyo o del acuífero local es contaminada por la minería, los pobres no pueden comprar agua en botella de plástico, por tanto, cuando la gente pobre del campo y especialmente las mujeres, ven que su propia subsistencia está amenazada por un proyecto minero o una represa o una plantación forestal o una gran área industrial, a menudo protestan no porque sean ecologistas sino porque necesitan inmediatamente los servicios de la naturaleza para su propia vida. Ese es el «ecologismo de los pobres».
LA ALIANZA ENTRE LOS MOVIMIENTOS POR LA JUSTICIA AMBIENTAL EN EL SURY EL DECRECIMIENTO EN EL NORTE
El ecologismo de los pobres es una idea nacida en la India donde se ha usado ampliamente. El CSE publica cada dos semanas la revista Down to Earth y en el número del 15 agosto del 2008, Sunita Narain daba ejemplos actuales de lo que ella denomina learning from the environmentalism of the poor to build our common future, aprender del ecologismo de los pobres para edificar nuestro futuro común.
En Sikkim, el gobierno ha cancelado once proyectos hidroeléctricos atendiendo a las protestas locales. En Arunachal Pradesh, las represas están siendo aprobadas a toda velocidad y la resistencia está creciendo. En Uttarakhand en el último mes, dos proyectos en el Ganges han sido detenidos y hay mucha preocupación con el resto de proyectos mientras en Himachal Pradesh, las represas despiertan tanta oposición que las elecciones han sido ganadas por candidatos que dicen que están en contra de ellas. Muchos otros proyectos, desde centrales termo-eléctricas a minas en zonas agrícolas, tropiezan con resistencia. La mina de hierro, la fábrica de acero y el puerto propuestos por el gigante sur-coreano Posco son discutidos, aunque el primer ministro ha asegurado que tendrán luz verde este mismo mes de agosto. La gente local no quiere oír eso, no quiere perder sus tierras y su subsistencia, no confía en las promesas de compensación. En Maharashtra, los cultivadores de mangos se levantan contra la central térmica de Ratnagiri. En cualquier rincón donde la industria intenta conseguir tierra y agua, la gente protesta hasta la muerte. Hay heridos, hay violencia, hay desesperación, y nos guste o no, hay miles de motines en la India de hoy. Tras visitar Kalinganagar, donde hubo muertos en protesta contra el proyecto de las industrias Tata, escribí que el tema no era la competitividad de la economía de la India ni tampoco el Naxalismo. Los que protestaban eran aldeanos pobres sin la capacidad de sobrevivir en el mundo moderno si perdían la tierra. Habían visto como sus vecinos eran desplazados, como no se cumplían las promesas de dinero o empleo. Sabían que eran pobres y que el desarrollo económico moderno les empobrecería más. También es así en Goa, que es más próspera pero donde he visto que pueblo tras pueblo resiste contra el poderoso lobby minero….
Uno podría añadir cientos de otras protestas en la India y en otros países, desde la alarma por nuevas centrales nucleares a los intentos de frenar plantaciones de árboles para celuloso y pasta de papel, cultivos de jatrofa u otros agro-combustibles, minas de cobre, bauxita, oro, carbón o uranio, extracción de petróleo o de gas.
El profesor Víctor Toledo de la UNAM, usó el concepto del ecologismo de los pobres para caracterizar episodios de lucha contra la deforestación en un artículo en Ecología Política en 2000. El artículo se remonta al 22 de octubre de 1992 cuando la prensa publicó una pequeña nota que pasó como agua de río: «Esta madrugada fue asesinado Julián Vergara, líder campesino y presidente del comisariado ejidal de El Tianguis, por un desconocido que le disparó en el pecho con una escopeta. El hoy occiso era un ecologista que se oponía a la tala inmoderada de los bosques en el municipio de Acapulco». Hasta donde se sabe nadie dio seguimiento legal o periodístico a esta infamia y, como suele suceder en el país del desamparo y la injusticia, el recuerdo del sacrificio de Julián Vergara quedó sepultado bajo las pesadas losas del tiempo, de un tiempo desmemoriado y cruel.
¿Cuántos Julianes Vergara habrán sucumbido en su heroica defensa de los bosques, los manantiales, las lagunas y los ríos de México? Yo sueño (escribía Victor Toledo) con el día en que podamos reconstruir esas historias de ignominia y logremos rescatar del gélido silencio a los cientos, quizás miles, de héroes campesinos, tan anónimos como silvestres, que han arriesgado su vida (como lo hace una hormiga dentro de su colonia) para preservar el hábitat y los recursos naturales de la nación y del mundo, es decir, de todos los seres humanos. Con ello advertiríamos que esa conciencia de solidaridad con la naturaleza, con el prójimo y con las generaciones del futuro, que con tanto afán buscan hoy en día los ecologistas de todo el mundo, se encuentra presente en el inconsciente colectivo y en las culturas de innumerables pueblos rurales, ésos que han sabido mantenerse a salvo de la contaminación más peligrosa: la de un mundo empeñado en privilegiar los valores del individualismo y de la competencia. Con ello descubriríamos también que entre los antiguos mártires campesinos de las luchas agrarias y los nuevos defensores rurales de la naturaleza no hay más diferencia que la que nos dan nuestros aparatos conceptuales de moda. Los «zapatas» de hace un siglo hoy son, para utilizar el término cada vez más difundido, los nuevos «ecologistas de los pobres».
El artículo de Víctor Toledo a continuación comparaba la ignorancia y el olvido de tantos héroes campesinos de la defensa del ambiente con los merecidos honores que recientemente se le habían dado a Rodolfo Montiel, al recibir el Premio Goldman por su oposición a la empresa Bois Cascade en Guerrero.
En mi opinión, para concluir, lo que hace falta para conseguir una economía mundial más sostenible y más solidaria es una alianza entre esos movimientos del ecologismo popular (y las organizaciones y redes de justicia ambiental que ellos forman) y el pequeño movimiento en algunos países ricos por el Decrecimiento económico que sea socialmente sostenible, y que requiere nuevas instituciones (por ejemplo, una renta básica o de ciudadanía en vez de quitar el subsidio a los desempleados).
Conocemos ahora ( C. Levallois, «Can De-Growth be Considered a Policy Option? A Historical Note on Nicholas Georgescu-Roegen and the Club of Rome», Ecological Economics, 69 (11), 2010), que el co-fundador de la economía ecológica Nicholas Georgescu-Roegen intercambió correspondencia con los Meadows dándoles apoyo tras la publicación del Informe al Club de Roma, advirtiéndoles que los economistas estarían unánimemente en su contra (excepto él y unos pocos). Los Meadows le agradecieron su buena disposición. Georgescu se hizo socio del Club de Roma pero el Club de Roma no estaba por el decrecimiento ni por el estado estacionario - lean la interesante biografía de Alexander King, Let the cat turn around. Por tanto, Georgescu se dio de baja o dejó de pagar la cuota del Club de Roma. Ya entonces se habló pues del decrecimiento y en 1979 Georgescu publicó en francés una selección de artículos traducidos por Jacques Grinevald e Ivo Rens con el título Démain la Décroissance. Llegó el momento de decir aujourd’hui la décroissance, un pequeño decrecimiento (bajemos el uso de energía a 100 GJ por persona y año) en alianza con los movimientos del Sur que protestan contra el cambio climático, que reclaman la deuda ecológica acumulada pero no quieren que ésta aumente más todavía, que no desean continuar exportando materias primas baratas que implican costos socio-ecológicos que no están calculados, que prefieren el Buen Vivir al desarrollo uniformizador, que no confunden la verdadera oikonomia con la crematística.
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