DecreceMadrid
¡¿Con las contínuas subidas de impuestos que se están dando en este país, todo esta carísimo, verdad?!. No, todo no. Hay cosas que se escapan de la tendencia general al alza. Hay cosas que incluso se venden gratis, y a granel.
Por otra parte, el sistema económico en el que nos vemos inmersos acapara impunemente todos los aspectos de nuestras vidas, con el fin de convertir todo lo que toca en un producto de mercado, monetarizado, de compra y venta. Y también se metió, hace tiempo ya, en el ámbito de los sentimientos.
La venta masiva e indiscriminada del miedo es un pilar del sistema de desequilibrio económico que han sufrido las clases bajas a lo largo de la historia. El miedo a la conquista del enemigo externo provocaba que la familia campesina de la época feudal europea, en muchos casos, decidiera vender sus tierras e incorporarse en el feudo del señor de turno, ya que este era el propietario de los ejércitos. Convirtiéndose en un neoesclavo, llamado en esta época siervo, ganaba en seguridad, y a la vez perdía su libertad. Todo esto nos tiene que sonar mucho…parece no haber pasado mucho…los normandos antes, los musulmanes ahora, por ejemplo.
Desde que ciertos atentados terroristas (recordemos que el terrorismo de estado también es terrorismo) colapsaron la atención mundial hace unos cuantos años, el mundo de la opulencia puso a trabajar sus mentes privilegiadas, que idearon un plan de una envergadura abismal: convencer al planeta entero que ciertas desviaciones del mundo musulmán son el nuevo enemigo que nos quiere conquistar. Y no solo quieren, sino que pueden y están empezando. Se nos asusta y mucho. Se nos vuelvan mensajes, desinformaciones, teorías nacidas desde el engaño. No podemos no creerlo, si lo repiten tanto…y ahí es cuando empezamos a desear que se nos”proteja”.
El barrio donde nací es un lugar que se caracteriza por tener mucha inmigración, africana sobre todo. Muchos autóctonos, aún hoy!!, siguen teniendo miedo de los que llegaron. Cuando hablan de ellos, de los moros, de los negros, de los del este, continúan bajando el tono de voz.
Hoy dí un paseo por el barrio, para volver a reencontrarme con él, y fui más consciente que nunca del concepto de venta del miedo, y las consecuencias que esto trae. La esplanada en la que jugábamos cuando éramos niños es ahora un parque muy geometrizado e iluminado. Fragmentos de pueril césped sustituyendo a los árboles, arbustos y plantas de mi infancia. En este parque jugábamos hasta altas horas de la noche, con la mitad de luz que hay ahora, con espacios en sombra y escondites que potenciaban enormemente nuestra creatividad e imaginación. Y las madres estaban tranquilas, hablando de lo suyo. Y claro, es así como se crea comunidad. Eran espacios de socialización y la gente les daba vida. Ahora no pueden, porque los bancos han sido sustituídos por piedras frías e individuales, que miran cada una a un punto cardinal.
En el parque, ahora mismo, solamente hay un grupo de africanos. Y además, solo podrán estar hasta las diez, hora en la que cierran todos los parques de este pueblo gracias a la instalación de enormes verjas. Los parques del capitalismo, damas y caballeros, robándonos el espacio público, con el beneplácito de nuestro cómplice miedo. El espacio que antes nos otorgaba la seguridad del grupo ahora se ha transformado en una cárcel en la mismísima calle. Y lo hemos aceptado. Y puede que incluso nos guste así…porque con estas medidas logramos evitar que haya delincuentes por el barrio. O porque estoy viendo la tele y me molesta la gente que habla en la calle. En definitiva, porque tengo miedo.
Otro de mis barrios, mi otro pueblo, es el barrio madrileño de Lavapiés. En este barrio, en los últimos tiempos han instalado un sinfín de cámaras de vigilancia y control social por todas las calles. Cada día, en las manifestaciones que el pueblo convoca como salida a su indignación, los antidisturbios pegan palizas a chavales con el fin de que el miedo impere. Y claro, entonces, mucha gente prefiere mantenerse al margen, aniquilarse en el mundo que la tele les robó. Y esta tele te dice cuatro veces al día que hay cientos de asesinos en serie, ladrones, yonkis y violadores de toda especie aguardando en la esquina. Y es ahí cuando te regodeas en tu miedo, cuando llegas al paroxismo total del terror. A no ser que digamos basta, a no ser que dejemos de aceptar el mensaje imperante como algo objetivo y veraz.
Para que el mundo se transforme en algo más justo, en todos sus innumerables sentidos, debemos primeramente enfrentar con el juicio crítico los mensajes que se nos intentan grabar a golpe de repetición. Sí, claro, centrémonos también en el querer derrocar instituciones, está bien…pero lo primero que debemos hacer caer está dentro de nosotros mismos.
Cuando sepamos mirar al otro despojados de todo miedo, cuando la desconfianza se convierta en algo marginal, y nos miremos directamente a los ojos, reconociéndonos en los demás, tal vez ahí, es cuando empiece la verdadera revolución.
La venta del miedo
septiembre 26, 2013
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