Samuel Rat - Agencia Tigris
El sistema de producción-consumo vigente en la historia durante los últimos cinco siglos se ha basado en un supuesto erróneo cuyo cuestionamiento no ha tenido resonancia hasta la reciente actualidad. Este supuesto afirma que el crecimiento económico puede mantenerse indefinidamente. Hoy, sin embargo, se extiende cada vez más la certeza de que no es posible un crecimiento indefinido en un mundo finito de recursos limitados: los recursos se agotan y con ello la economía de la eterna expansión.
Todo apunta a que el aumento de la tasa interanual de crecimiento, este objetivo sagrado para los planteamientos económico-políticos de los países, será cada vez más difícil de alcanzar. Existen ya estudios financiados por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (1) que señalan la necesidad de reinventar el modelo energético, dado el inminente encarecimiento del precio del petróleo en la próxima década. En esta misma línea, en un artículo publicado en Le Monde (2) en marzo de 2012 y firmado entre otros reputados expertos por Yves Cochet, ex-ministro de medio ambiente, se sugiere que el pico en la producción de petróleo pudo haberse alcanzado hace algunos años. Esta conclusión se deriva del nivel actual de consumo mundial de crudo, incrementado por el crecimiento de los países emergentes, y el estado oficialmente conocido de las reservas de fácil extracción. Valga añadir que la necesidad actual e inmediata de transitar hacia un nuevo modelo energético la encontramos también en los informes mundiales de la energía (WEO por sus siglas en inglés) publicados desde 2010 por la Agencia Internacional de la Energía.(3)
Pese al creciente reconocimiento académico y popular de la falacia del crecimiento ilimitado, si continuamos con el modelo tradicional, tarde o temprano afrontaremos graves problemas de suministro y disponibilidad de los recursos energéticos y materiales que lo sostienen. Asimismo se agravará alarmantemente el proceso de extinción de especies biológicas, el calentamiento global, la contaminación de acuíferos y tierras de cultivo, además de otros procesos adversos sobre la naturaleza y la salud del ser humano. En definitiva, los niveles de entropía generados por los niveles de producción y consumo humanos recomiendan un cambio en los valores fundamentales que dirigen nuestro sistema económico. (4)
Es sumamente arriesgado continuar con una economía basada en el crecimiento infinito, por cuanto afecta a la viabilidad misma del sistema económico tradicional y a la supervivencia de la especie. La disyuntiva parece ser la siguiente: a) seguir como hasta ahora y entonces decrecer de golpe ante un colpaso o b) un nuevo objetivo económico-político que consiste en comenzar a decrecer de un modo controlado para conservar y optimizar los recursos limitados, construyendo una realidad social y ecológica próspera pero sin crecimiento. (5)
Evidentemente la segunda opción es la más prudente, pero tiene el gran inconveniente de requerir un compromiso internacional de las naciones, las empresas y los consumidores. Asimismo, su realización efectiva supone afrontar desde una nueva perspectiva un problema crucial aún no resuelto por el conflicto de intereses que genera entre las fuerzas sociales. Se trata de la pobreza y la distribución de los bienes y recursos.
En el modelo antiguo, mientras se creía en la infinitud de los recursos y en la posibilidad del crecimiento constante, la cuestión de la pobreza se equiparaba a un problema distributivo: la pobreza era un problema derivado de la inefectiva distribución de la riqueza atribuible a un sistema económico disfuncional para resolver esta situación. Ahora bien, dada la plena disponibilidad de recursos, la pobreza se veía como una problemática que podía resolverse sin modificar los principios fundamentales del marco económico. De hecho, la solución histórica ha consistido en implemetar medidas de distribución mediante la intervención estatal, la protección social, la ayuda al desarrollo, la educación, el control los vaivenes demográficos etc. Con esto se esperaba que la inagotable disponibilidad de recursos terminara por llegar a los más defavorecidos.
El tiempo ha pasado y la pobreza mundial no se ha resuelto. Sin embargo, el futuro se figura ahora como una economía estacionaria con menor consumo energético y, por tanto, con menores tasas de producción y consumo. En el nuevo modelo la escasez podría ser la norma y en este contexto la pobreza, si quiere ser resuelta o por lo menos gestionada de un modo tal que permita la paz y la estabilidad social, requerirá cambios significativos en los valores identitarios del sistema económico. (6) La pobreza ya no podrá presentarse a la opinión pública como un problema de distribución de recursos disponibles porque ahora la problematica será la extendida escasez de los recursos que antes se tenían; ya no consistirá únicamente en una cuestión de distribución, sino en los valores que inspiran ese proceso distributivo.
Si el modelo debe ajustarse para salvaguardar el planeta, también debe ajustarse para salvaguardar la dignidad humana. Son dos problemas interconectados y de semejante importancia. La gestión de los derechos sociales exigirá transformaciones en los valores morales que subyacen a todo modelo económico, pues recordemos que en tanto que actividad social y humana la economía se inspira en valores éticos. La fe ciega en la competitividad deberá dejar espacio a la cooperación y la solidaridad (7), al menos en lo referente a la distribución de los recursos si ésta ha de ser eficiente: los que tienen deberán desprenderse de algo para que los que no tienen puedan tener algo.
(1) Benes, Jaromir and others. IMF Working paper. The future of oil: geology versus technology. May. 2012. (Puede consultarse en inglés en la web del IMF o si lo prefieres pincha en este enlace: http://www.imf.org/external/pubs/ft/wp/2012/wp12109.pdf
(2) René Baquis, Pierre et autres. Mobiliser la société face a pic pétrolier. Le Monde. 22-03-12.
(3) http://www.worldenergyoutlook.org/publications/weo-2013/#d.en.36200
(4) Georgescu-Roegen, Nicolas. The enthropy law and the economic process. Harvard University Press. 1971. Sobre Roegen en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Nicholas_Georgescu-Roegen
(5) Jackson, Tim. Prosperity without growth. Economics for a finite planet. (En este enlace tenéis una buena reseña de este interesante libro: http://www.decrecimiento.info/2011/10/prosperidad-sin-crecimiento.html )
(6) Taibo, Carlos. El decrecimiento explicado con sencillez. Catarata. Madrid. 2011.
Latouche, Serge. Vers une société d'abondance frugale: Contresens et controverses sur la décroissance. Fayard. Mille et une nuits. 2011
(7) Felber, Christian. La economía del bien común. Deusto. 2012
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