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Entrevista a Jorge Riechmann

Entrevista a Jorge Riechmann por parte de El Contubernio

Contubernio:
Desde determinadas posiciones suele hablarse de un desequilibrio/incompatibilidad o de un trade off entre desarrollo económico y prácticas ecológicas. En este sentido, cómo puede plantearse la situación de los países en vías de desarrollo ante la encrucijada que esto supone, ¿cuál es el modelo de desarrollo que necesitan estos países?


Jorge Riechmann: Vamos a ver, quizá podría objetar un poquito lo primero. No necesariamente cualquier forma de economía es destructiva de la naturaleza, o por lo menos no lo es en la medida que lo son las sociedades industriales contemporáneas.

Por una parte, cualquier actividad humana tiene un impacto ambiental, pero ese impacto puede ser espectacularmente diferente, puede ser muy grande o muy pequeño. De manera general, yo hace años que defiendo que la suma de transformaciones guiadas por 4 principios básicos. Que en la formulación, por ejemplo la que ofrecí en un libro que se titula Biomimesis, serian: un principio de autolimitación, autocontención o suficiencia, en primer lugar. En segundo lugar un principio de biomímesis, o coherencia entre los sistemas humanos y los sistemas naturales. Un principio de ecoeficiencia en tercer lugar. Y un principio de precaución en cuarto lugar.

Digamos, estos 4 principios orientando las transformaciones socioeconómicas nos llevarían por el buen lugar. Si nos fijamos en el principio de biomímesis, se ve esto que decía antes: no necesariamente todas las formas de economía pueden tener los mismos efectos sobre los ecosistemas y con los ecosistemas.

Las ciudades por ejemplo, reorientadas según criterios de urbanismo sostenible, bioconstrucción, construcción ecológica, etc… pesarían menos sobre el territorio del cuál dependen. Una química verde, que renunciase a los excesos de parte de la química de síntesis tal y como se desarrolló en el siglo XX y en cambio tratase de desarrollar, cuando hacen falta, moléculas que no sean incompatibles con la química de este planeta, con la química de los seres vivos, no tendrían el impacto negativo que han tenido muchas moléculas de síntesis fabricadas por la química moderna. Una agricultura y ganadería inspiradas por criterios agroecológicos no tendrían el impacto que tiene la agricultura industrial moderna. Igualmente, una manufactura o sistemas de manufactura reconstruídos de acuerdo con los principios de la ecología industrial no tendrían el impacto que tienen ahora las sociedades industriales.

En todo esto se ven vías por las cuáles las sociedades industriales pueden llegar a lo que se podría denominar como “hacer las paces con la naturaleza”, expresión que empleó el importante ecólogo y ecologista estadounidense Barry Commoner hace ya unos años, en un libro muy bueno [(Making Peace with the Planet. New York : Pantheon, 1990]. Y eso, supondría para las sociedades del sur, esas que llamamos a veces con un eufemismo que es rechazable, que es sociedades en vía de desarrollo. Y digo que es rechazable, por que eso supone una idea de desarrollo único, unilineal, y que esas sociedades tienen de alguna forma que llegar a dónde nosotros ya estamos desarrollados, lo cuál es bastante absurdo en cuanto se analiza un poco.

Entonces, la idea es que esas sociedades del sur podrían desarrollar sus propias formas de economía, con elementos industriales también, dentro de esa perspectiva biomimética por ejemplo que acabo de indicar. De alguna manera saltando por encima de etapas demasiado destructivas, como las que han tenido lugar en el caso de las sociedades industriales modernas, y desarrollando algunas tecnologías necesarias para satisfacer las necesidades humanas en un marco diferente. Si las relaciones internacionales fuesen diferentes. Por ejemplo, un caso paradigmático ha sido la industrialización a base de combustibles fósiles, que ha sido en realidad un desastre tal como podemos ver hoy con perspectiva histórica. Bueno, una sociedad que empezase hoy aprendiendo de esa historia en lugar de buscar construir una sociedad industrial fosilista, basada sobre las energías fósiles, lo haría intentando basarse en energías renovables.

Contubernio: Para efectuar este cambio de paradigma, se ha hablado en los últimos años de la idea del modelo de decrecimiento, ¿cuales serían sus pilares? ¿Qué se podría hacer para ponerlo en práctica?

Jorge Riechmann: Yo particularmente no soy ningún entusiasta de la idea de decrecimiento. En mi propia formulación de este asunto, tiendo más bien a presentarla empleando la idea de autocontención. He escrito una serie de cinco libros, que llamo Pentalogía de la autocontención, intentando explicar estas materias y esbozar una serie de vías, trazar pistas. Pero, un poco es lo que apunte antes, a mi entender sería la conjunción de estos 4 principios: autolimitación o suficiencia, biomímesis, ecoeficiencia y precaución, la que apuntaría hacia ese otro modelo socioeconómico con un impacto ecológico mucho menor. Un aspecto importante ahí, y en eso difieren las propuestas de la gente que prefiere agrupar esto bajo el término de decrecimiento y no bajo otras nociones. Por ejemplo, una de las teorizaciones importantes sobre esto es la de Herman Daly, ya en los años 70, que hablaba de una economía de estado estacionario, una formulación interesante para esto que estamos hablando.

Un aspecto en el que se diferencian todas estas corrientes que buscan ecologizar la economía y la sociedad de las nociones propagandísticas del “desarrollo sostenible” es la consideración que se hace de la ecoeficiencia. Esas propuestas de desarrollo sostenible desde el mundo de la empresa, o de los gobiernos –que están demasiado cerca de las empresas– cuando realmente tienen algo de contenido, siempre reducen las cuestiones de sostenibilidad a cuestiones de eficiencia –ecoeficiencia–, porque eso es lo que encaja con la dinámica del capitalismo. En cambio desde estas perspectivas críticas más profundas se señala que la eficiencia, en general es una buena cosa, a igualdad con las demás circunstancias. Y la ecoeficiencia también, el hacer más con menos es una buena idea. Pero si uno solamente apuesta por estrategias de eficiencia y ecoeficiencia dentro de la dinámica general de estas sociedades capitalistas, a menudo lo que uno gana con esa eficiencia se lo come el aumento de consumo que se produce dentro de esa misma dinámica. Eso es lo que los economistas, desde hace más de un siglo, llaman “efecto rebote” o “efecto Jevons” [1]. Y eso hace que una estrategia de eficiencia sin más, en realidad no nos lleve muy lejos, por ello insisten todas estas perspectivas críticas en la necesidad ciertamente de la eficiencia, pero también advierten sobre las trampas de la ecoeficiencia, y la necesidad de complementarla con esos otros principios a los que antes me refería, como biomímesis, suficiencia, o autolimitación.

Contubernio: Y por ejemplo, incluso en este contexto de crisis evidente, especialmente visible a nivel económico, pero también alimentaria, ecológica, etc… , se intenta vender la quimera del crecimiento económico a toda costa como único modelo. ¿Cómo crees que se podría salir de esta situación de crisis en términos globales? ¿Dónde está el error de este modelo de pensamiento?

Jorge Riechmann: El crecimiento por el crecimiento es una estrategia suicida, no tiene ningún futuro. Lo tremendo, es que algo que es tan obvio y evidente, el principio básico de la crítica ecologista desde hace más de 40 años es tan sencillo como apuntar al hecho de que una economía no puede crecer de forma indefinida dentro de un medio ambiente finito. ¡Eso es el abc…! es absolutamente básico y eso es lo que hace que el capitalismo a la larga sea inviable en este planeta. Cuanto antes aceptemos las constricciones que nos imponen los límites biofísicos del planeta, menos dura será la transformación que de todas formas hemos de encarar, y ahí es importante darnos cuenta de que lo que realmente importa no es ese crecimiento económico fetichizado; que cada vez da menos de lo que promete, porque los efectos negativos del crecimiento son cada vez más importantes en comparación con los efectos positivos. Si no intentar, además darse cuenta de que el crecimiento en cualquier caso nunca pudo ser otra cosa que un medio, nunca un fin. Es una locura situarlo como un fin porque nunca ha sido más que cuando ha cumplido, al menos en parte, sus promesas un medio para conseguir bienestar y empleo, que se supone que es lo que proporciona, aunque sea discutible que lo haga en todas las condiciones, y ahora en particular. Entonces lo que necesitamos es perseguir directamente los objetivos que si que son metas valiosas en si mismas: los objetivos de ese “hacer las paces con la naturaleza” del que hablábamos antes, objetivos de igualdad social, de equidad de género, de satisfacción las necesidades básicas del ser humano… eso es lo que tiene que proporcionar la economía, no el crecimiento por el crecimiento.

Contubernio: Para ir cerrando, ¿cuales crees que serían las luchas desde uno mismo, y desde los movimientos sociales para romper el conflicto entre el medio ambiente y sociedad humana, como lograr resguardar tanto diversidad cultural como respeto por el medio ambiente?

Jorge Riechmann: Un aspecto que puede resultar problemático en las propuestas de decrecimiento es que tienden a centrarse demasiado exclusivamente en la esfera del consumo, en la idea de reducción de los consumos. No es que no nos haga falta actuar sobre la esfera del consumo, y en toda esa dimensión cultural y simbólica que tiene un peso tan grande en las sociedades productivistas y consumistas contemporáneas. Nos hace falta, pero no basta con eso, hay toda una dimensión de transformaciones institucionales y estructurales, que solamente se pueden abordar –no desde las iniciativas individuales e individualizadas de cambios en los consumos y estilos de vida– desde la acción colectiva para transformar los datos básicos del sistema. Por decirlo de una manera un poco provocadora, si se quiere, no necesito, no nos hace falta solamente disminuir nuestro consumo individual de carne y de pescado, que nos hace falta, nos hace falta autolimitación en este terreno. Si no que nos hace falta también socializar la banca pongamos por caso. Entonces, no podemos descuidar esos objetivos institucionales y estructurales para privilegiar sólo estrategias de modificación de los hábitos de consumo. Ese es un riesgo de las propuestas de decrecimiento y tenemos y que ser conscientes de ello. De ahí que para mi, siga estando a la orden del día, y sea más importante que nunca quizá, la noción de Ecosocialismo.

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