Peak Oil Colombia
Este es un típico comentario de cualquier foro, grupo o debate donde
haya más de dos personas que están muy con la idea del decrecimiento.
Es cierto que las cosas estan complicadas. La civilización industrial
está regular. El capitalismo no hace sino empeorar las cosas. Los
estados fallidos cada vez son más. Los estados en activo tampoco ayudan.
El pico del petróleo, el cambio climático, la perdida de biodiversidad…
Pero de ahí a celebrar la extinción de la especie…
Es como si el decrecimiento nos hiciera más pequeños a nosotros mismos, como si ese énfasis en el colapso, en el declive, el precipicio, en la falta de energía, se estuviera apropiando de nuestras vidas, de nuestras mentes y de nuestros cuerpos. Me imagino al decrecentriste pálido, encorvado, flaco, enfadado, serio y en su casa sin salir el día de la fiesta del pueblo. Porque no quiere consumir las últimas gotas de petróleo, porque con el mundo tal y como está no hay nada que celebrar.
Es cierto que hay una clara disonancia cognitiva entre irse de fiesta, pasarlo bien y ser feliz estando en un mundo lleno de sufrimiento y siempre al borde del colapso. Pero también hay otra disonancia opuesta entre el “se puede vivir mejor con menos” y esta cosmovisión triste de la vida.
Lo duro de la situación del decrecentista es que tiene que hacer equilibrios entre estas dos situaciones contradictorias: la amargura que implica ser consciente de vivir en un mundo peor que apocalíptico, y la felicidad que debería implicar el poder vivir mejor con menos estando constantemente dándole vueltas a ideas como el pico del petróleo, la deforestación, la sobrepoblación, la contaminación o cosas tan abstractas pero tan dramáticas como el imparable descenso de la Tasa de Retorno Energético.
Esta tensión ha dado como resultado dos líneas dentro del decrecimiento, una es la decrecentriste y la otra, tal vez más repelente aún, es la del decrecimiento feliz, los come flores, que a pesar de ser por lo menos igual de pesados tienen menos impacto, tal vez porque su relato es todavía más inconsistente.
Esta división no es exclusiva del movimiento por el decrecimiento, de cierta forma esta presente en todo el movimiento ecologista, incluso en el más mainstream, que se ha encargado de recordarnos constantemente lo jodido que está el mundo y la mierda que será el futuro a la vez que por otro lado se dedicaba a presentar imagenes edulcoradas y optimistas, con una lista de soluciones listas para aplicar y que darían como resultado un mundo ideal (como el 100% renovables).
La especificidad del decrecimiento está en que por su propia naturaleza, por su propio nombre, parece más inclinado a la tristeza que el resto. El decrecentriste tiene las de ganar. Ahí está el problema. Ya no es un eslogan, es casi una identidad. Mientras que la imágen típica del ecologista de los años 60-70 era el hippie, la del decrecentriste del futuro cercano amenaza con ser esta:
Y esto es un problema. Uno que se puede dividir en varios:
- Que el tipo de narrativa dominante en el movimiento decrecentista y cada vez más en el ecologista es la del decrecentriste: terminos como colapso civilizatorio, precipicio, apocalipsis, muerte, etc, cada vez se usan más y más indiscriminadamente. Y esta narrativa resuena regular fuera de los círculos activistas.
- Que todo el discurso se construye en el eje tristeza – felicidad, (con mucho énfasis en la parte de la tristeza) y que la parte de la felicidad es todavía más repelente, pero aún peor, es menos creíble y tiene menos impacto.
- Que incluso si la narrativa decrecentriste vendiera bien y se hiciera mayoritaria ¿qué tipo de cosmovisión resultaría de ella? yo paso de sobrevivir si vamos a ser todos unos tristes.
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