Antón Costas - ctxt
Prólogo de ‘El despilfarro de las naciones’, de Albino Prada Blanco
Este libro que tiene en las manos, querido lector, es un
ensayo singular, único y oportuno sobre el desorden económico actual de
las sociedades desarrolladas. Singular en el sentido de que es una
mirada diferente a la convencional sobre la naturaleza, causas y
soluciones a la crisis económica actual. Único porque no encontrará una
obra similar de un autor español en la literatura económica de los
últimos años. Y oportuno porque en tiempos de tribulación y cambio como
los actuales es conveniente volver a visitar los clásicos del
pensamiento económico para buscar en ellos inspiración para la
comprensión de nuestros problemas. Su relectura no resuelve por sí sola
esos problemas, pero nos ayuda a ponerlos en perspectiva. Y eso es lo
que hace el profesor Albino Prada en este ensayo.
Como ocurre con las grandes encrucijadas de la historia,
las crisis económicas, con los daños colaterales que traen consigo en
términos de malestar social y de convulsiones políticas, obligan a los
economistas a elevar la mirada desde la estrecha especialización en que
se mueven cotidianamente a las grandes cuestiones morales que están
detrás de la investigación económica. Son momentos en los que se
necesitan wordly philosophers, para utilizar la afortunada expresión que utilizó Robert Heilbroner en su celebrado libro publicado en 1953: The Worldly Philosophers: The Lives, Times And Ideas of the Economic Thinkers.
John Maynard Keynes, sin duda el economista más influyente
de las primeras décadas del siglo pasado, sugirió que los economistas
deben ser como los dentistas. Es decir, profesionales que con su
conocimiento especializado son capaces de aliviar los males sociales
como hacen los dentistas con el dolor de sus pacientes. Esta capacidad
para enfrentarse a problemas concretos relacionados con el dinero, el
empleo, la inflación, el ahorro, la inversión, la productividad, los
salarios, los impuestos, los gastos públicos o el comercio internacional
es una habilidad que, sin duda, hay que exigir a los economistas como
profesionales. Al afrontar este tipo de problemas específicos, los
economistas adoptan un enfoque limitado basado en la hipótesis de que
los agentes económicos toman decisiones de ahorro, inversión, producción
o consumo basado en el supuesto de racionalidad ante recursos escasos.
Pero el propio Keynes, enfrentado a los efectos de la Primera Guerra Mundial, la volatilidad financiera, el crash financiero de 1929 y la Gran Depresión de los años 30 dejó de lado esa dentist approach para adoptar la de worldly philosopher: elevó
su mirada para fijarla en el funcionamiento del sistema capitalista
como un todo y en el aliento moral que todo sistema económico necesita
para orientarse al progreso social. Al hacerlo fue capaz de recuperar un
lenguaje económico necesario para analizar el funcionamiento del
capitalismo y enfrentarse a las grandes cuestiones de la economía
política clásica, como es la de la distribución. Su visión de que las
grandes crisis económicas no son problemas de escasez sino de abundancia
mal distribuida y, por tanto, de despilfarro, fue esencial en su
análisis. De esa forma fue capaz de proponer reformas y políticas que
civilizaron el capitalismo salvaje de finales del XIX y comienzos del XX
y de reconciliarlo con el progreso social y la democracia. Un
matrimonio que convivió razonablemente bien durante las tres décadas
siguientes a la salida de la guerra hasta los años ochenta del siglo
pasado.
Hoy, en medio del vendaval que ha provocado la crisis
financiera y económica de 2008 y de las políticas de austeridad pública
que le si guieron, las sociedades desarrolladas se encuentran de nuevo
en una encrucijada similar a la de aquellos años. De ahí que sea
necesario recuperar de nuevo un enfoque de nuestros problemas propio de
los worldly philosophers.
Eso es lo que hace el profesor Albino Prada en este ensayo. Su ambición se manifiesta ya en su mismo título, El despilfarro de las naciones. Un título que evoca el de alguna de las obras de los grandes clásicos de la economía: Las causas de la riqueza de las naciones o La pobreza y la riqueza de las naciones.
Pero esa ambición subyace también en el enfoque y el contenido: vuelve
la vista a una de las grandes cuestiones de la economía política
clásica: la distribución. Una cuestión vital para el buen funcionamiento
del capitalismo pero que había sido abandonada por parte de la
corriente de investigación económica dominante en la profesión.
El profesor Prada se inclina por la visión de las crisis
económicas no como un problema de escasez, como lo hace la investigación
convencional, sino como consecuencia de un problema de gestión de la
abundancia. Y para documentar esa visión se apoya en los clásicos, tanto
en los “antiguos”, como John Stuart Mill, como en los “modernos”, en
particular en John Kenneth Galbraith. Desde esta perspectiva, el
problema de nuestras sociedades no es el de la producción sino el del
consumo y de la distribución de la abundancia. Es decir, el despilfarro
que se produce cuando la economía pierde su aliento moral y no mira
hacia el progreso de la sociedad en su conjunto sino hacia la simple
satisfacción de necesidades inducidas por los propios productores. De
ahí que, para nuestro autor, la pobreza, la falta de inclusión social no
sea básicamente un problema de falta de recursos económicos frente a
unas necesidades sociales crecientes, sino de mala distribución y de
despilfarro de los recursos existentes. Como señala acertadamente, la
tasa de crecimiento económico del último siglo XX ha sido muy superior a
la del crecimiento de la población y, sin embargo, los problemas de
pobreza y exclusión no han disminuido sino todo lo contrario.
Esta preocupación por la mala transformación del
crecimiento en progreso social es el aliento básico que, a mi juicio,
subyace en este libro. Y, más allá, en mucha de la investigación que el
profesor Albino Prada ha llevado a cabo en los últimos años. ¿Por qué
unos países se muestran más capaces que otros a la hora de transformar
el crecimiento del PIB, o de la renta per cápita, en progreso social? Es
decir, ¿por qué unos países son menos despilfarradores que otros? Para
responder a esta cuestión el autor, junto con el profesor Patricio
Sánchez, han desarrollado un ‘Índice de Desarrollo Inclusivo’ (IDI 15)
que incluye más variables sociales que las del Índice que elabora el
Foro Económico Mundial (IDI 12). Eso les permite corregir los sesgos de
este último e identificar qué países lo hacen mejor y por qué. Esas
investigaciones anteriores y la lectura de este libro sobre el
despilfarro de las naciones me llevan a concluir que el foco de la
investigación de nuestro autor es la defensa de la tesis de que es
posible el progreso sin crecimiento.
El ensayo del profesor Prada no se queda en el análisis
crítico del despilfarro del capitalismo finisecular. Es también
propositivo. Su agenda para la búsqueda de “una sociedad decente” se
apoya, por un lado, en la crítica a la “sociedad de mercado” –que ha
mercantilizado todos los valores que caracterizan a esa sociedad
decente– y, por otro, en la defensa de una ciudadanía global, en la que
el reconocimiento de los derechos económicos y sociales no se limite a
los ciudadanos de las “metrópolis” de las sociedades capitalistas.
Si tuviese que hacer alguna observación sería a esta
última parte del libro. A los lectores nos vendría bien una mayor
precisión en la distinción entre “economía de mercado” y “sociedad de
mercado”. Como bien señala a lo largo del libro, los grandes clásicos
defensores de las virtudes sociales del mercado y de la competencia
nunca confundieron economía de mercado con sociedad de mercado. Al
contrario, tanto Adam Smith como John Stuart Mill o, quizá más
significativamente, Friedrich Hayek, han señalado los límites de mercado
a la hora de suministrar bienes públicos o bienes privados cuya
producción y/o consumo generan externalidades; es decir, costes para la
sociedad. Y defendieron la necesidad de la acción pública y estatal para
conciliar el mercado con una sociedad decente.
Aunque en las últimas décadas –coincidiendo con la
hegemonía intelectual y política del neoliberalismo defensor de un
capitalismo cosmopolita y ácrata– desde la filosofía moral, la ciencia
política y sociología se ha extendido una crítica poco precisa al
mercado, tengo para mí que el mercado se puede defender también desde
los principios y la retórica de la filosofía moral. Es decir, que es
perfectamente reconciliable con la idea de sociedad decente que
reivindica el profesor Prada.
Otra cosa distinta son las tipologías
específicas de economías capitalistas que se han desarrollado desde los
años ochenta, incluyendo la china y la rusa. Pero, en este terreno, no
hay que olvidar que las diferentes variedades de capitalismo no son más
que expresiones patológicas del modelo de la economía de mercado.
Expresiones que necesitan para civilizarlas de una democracia y una
sociedad exigente.
Esta observación no empaña, sin embargo, como dije al
inicio, el interés y la oportunidad del libro. Tiene además la virtud
adicional, y no menor, de estar escrito de forma ágil, en la que la
amplia documentación que maneja y el uso de las citas directas en el
texto no interfiere en la rapidez y comprensión de su lectura. Al
contrario, le da veracidad, proximidad y familiaridad con los autores,
tanto los clásicos como los actuales, que utiliza. Esto hace que su
lectura sea, además de ilustrada, amena.
Finalmente, este ensayo cumple a la perfección el lema del
sello editorial en el que se publica: el de ser un libro “para personas
que aprecian el debate y quieren enriquecerse intelectualmente con
ideas nuevas y distintas”. Tengo la seguridad de que el lector lo
comprobará desde sus primeras páginas.
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El despilfarro de las naciones. Albino Prada Blanco. Prólogo de Antón Costas. Clave intelectual, 2017.
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