La directora general de FUHEM y coordinadora durante nueve años de Ecologistas en Acción, Yayo Herrero López,
ha participado en las jornadas del Centro de Estudios Ambientales CEA
de Vitoria, centradas en abordar la educación ambiental desde nuevos
enfoques para concienciar a más ciudadanos. La antropóloga, educadora
social e ingeniera técnica agrícola lleva media vida volcada en la
divulgación de las bondades del ecologismo. Las premisas defendidas
desde este movimiento y los replanteamientos de reorganización social,
del reparto de tareas y trabajos, propugnado desde el feminismo pueden, a
juicio de Herrero, revertir la pobreza.
Pero esta
experta advierte de que "resulta una ingenuidad pensar que solo los
políticos favorables a esta línea de pensamiento, pueden desde las
instituciones lograr el giro". Entiende que "si no se logra implicar a
la ciudadanía, hacerla más crítica", el cambio de modelo necesario para
desalojar al capitalismo no será posible. "Me parece que no es
responsabilidad solo de las personas que han llegado a las
instituciones. Nos va a tocar a la ciudadanía articulada y organizada
seguir trabajando para que esas ideas vayan calando y para que haya cada
vez más personas que exijan rendimiento de cuentas y cumplimiento de
los programas
El ecofeminismo conjuga ecologismo y feminismo. ¿Era una unión imprescindible?
El ecologismo y el feminismo son dos movimientos sociales que por
separado tienen todo su sentido. Ninguno está incompleto sin el otro.
Pero sí afirmo que el diálogo entre ambos permite hacer una análisis
mucho más completo de la realidad, mejores diagnósticos de lo que está
sucediendo y mejores respuestas. Muchas de las preocupaciones del
ecologismo y muchas del feminismo tienen raíces y causas comunes como
son el modelo de desarrollo, el modelo productivo, la forma de organizar
la economía y muchas formas de entender la sociedad y las relaciones.
Cuando los pones en diálogo surge un movimiento más fuerte.
¿Qué peso tiene este movimiento?
Escaso. Los planteamientos del ecofeminismo están entrando con bastante
fuerza en los sectores organizados, en los movimientos sociales de
base, en algunos movimientos políticos emancipadores con cierto
recorrido, en los emergentes... Sí percibo un creciente interés por los
planteamientos que hacemos pero en el resto de la sociedad el ecologismo
es escaso y desconocido. E incluso dentro de estos movimientos que he
citado, circula a nivel teórico. Pero a nivel práctico, las propuestas
que se hacen y las políticas que se ponen en marcha dejan en evidencia
que no hay tal aproximación.
De
hecho el ecologismo y el feminismo siguen suscitando un fuerte rechazo
en ciertos sectores de ámbitos bien diferentes, ¿a qué responde esta
desaprobación?
Cuando se atiende lo que
estos dos movimientos denuncian implica un cambio radical de modelo. El
ecologismo pone sobre la mesa la tensión profunda existente entre el
crecimiento económico y la vida en un planeta con límites físicos y que
la única solución para resolver la gran crisis climática o la grave
crisis de energía y materiales pasa necesariamente por meterle mano al
modelo productivo y conseguir satisfacer las necesidades de las personas
utilizando menos energía y menos recursos. Eso significa directamente
hacerle un jaque al modelo económico capitalista que tenemos y significa
meterle mano a los beneficios de muchas personas que no quieren
renunciar a ellos. Por eso es un movimiento que interpela mucho. Si a
eso le acompañas la idea de que vivimos muy por encima de lo que nos
proporcionan nuestros propios territorios - si dejáramos de traer
materiales y energía de fuera aquí no durábamos ni 15 días- y que
ajustarnos a los que te puede proporcionar la naturaleza implica
aprender a vivir con menos, la idea no seduce. Esa austeridad material-
no la austeridad de Rajoy- es algo muy impopular en una sociedad que ha
interiorizado la idea de riqueza o de buena vida asociada a consumir
cada vez más. Ese es un elemento que entra en conflicto.
Con respecto al feminismo, se agrava más aún la cosa. El feminismo pone
de manifiesto que hay una serie de relaciones sociales, de trabajos que
deben ser realizados por hombres y mujeres. En ese caso interpelamos
directamente a cada persona diciéndole que tiene que cambiar
radicalmente su manera de vida. Cuando hablamos de las diferencias entre
los países ricos y los países pobres, nos vemos englobados dentro de
los ricos explotadores pero no nos produce mucha tensión. Cuando
individualmente nos vemos colocados en una relación similar, en la que
un hombre que se aprovecha del trabajo que hacen las mujeres en su
propio beneficio o una mujer que se aprovecha en su propio beneficio-
porque también hay mujeres que no son feministas- sí se ven interpelados
directamente los propios privilegios de las personas y esto sí causa
tensión. No gusta y de ahí el rechazo social que genera.
En las últimas elecciones municipales la ecología política se ha ido
colando a través de confluencias en las instituciones. ¿Qué lectura hace
de lo sucedido? ¿Es el primer paso del principio de un proceso de
crecimiento de estos movimientos, han venido para quedarse o considera
que ir en convergencia ha posibilitado ese acceso pero la presencia
institucional del ecologismo político no irá mucho más allá?
Lo iremos viendo. En algunos procesos, yo hablo de los que más conozco,
como el de conformación de Ahora Madrid- aunque se puede extrapolar a
otros- no diría simplemente que se ha colado algún movimiento
ecologista. Se ha hecho un proceso en el que la dinámica ecologista y
las preocupaciones por el ecologismo y por el feminismo han estado muy
presentes durante la elaboración del programa y estas propuestas han
tenido carta de naturaleza por que han sido trabajadas por las personas
que articulaban esa candidatura. En ese sentido me parece positivo.
¿Hasta qué punto ha calado convenientemente? Pues está por ver. En
cualquier caso me parece que no es responsabilidad solo de las personas
que han llegado a las instituciones, nos va a tocar a la ciudadanía
articulada y organizada seguir trabajando para que esas ideas vayan
calando y para que haya cada vez más personas que exijan rendimiento de
cuentas y cumplimiento de los programas. Tenemos un largo recorrido por
delante. En otro lugares, incluso en candidaturas convergentes, la
preocupación ecológica y feminista sigue estando muy alejadas de las
agendas políticas.
Es difícil en
estos momento implicar a la sociedad, tan maltratada por el desempleo,
en estos asuntos que a priori considera secundarios. ¿Cuál es la fórmula
acertada?
Es un reto enorme. Hemos de
conseguir hacer ver que la situación de desempleo y de crisis económica
va de la mano con el deterioro de la naturaleza. Cuando se traslada
erróneamente que proteger e implementar políticas ecológicas van en
contra del empleo la ciudadanía debe pararse a reflexionar. Lo que ha
provocado el desempleo galopante dentro del estado español ha sido dejar
al capitalismo rampante funcionar a su aire. Ha explotado una burbuja
inmobiliaria brutal. El movimiento ecologista llevaba décadas diciendo
que era insostenible y nos ha explotado en la cara. Es el resultado de
lo que sucede cuando se deja crecer la economía y además de espaldas a
la naturaleza. Las infraestructuras, por ejemplo. Aeropuertos sin
aviones, puertos sin barcos, autopistas sin coches que hay que sostener y
rescatar con dinero público... Durante todos los procesos de
construcción de esas infraestructuras a las personas que nos oponíamos,
que decíamos que no eran necesarias y que suponían una ingente cantidad
de dinero, nos han llamado antidesarrollistas y en las exposiciones de
motivos de construcción de esas infraestructuras siempre la excusa que
se ha utilizado era la generación de empleo directo e indirecto.
Entonces cómo es posible que seamos un estado récord en infraestructuras
y récord a la vez en en desempleo.
Si miramos las
curvas de cómo avanza el deterioro ecológico y cómo avanza el desempleo y
la precariedad, vemos que van de la mano. No va a ser posible volver
recuperar los niveles de crecimiento anterior-porque físicamente es
imposible- con el mismo nivel productivo. No hay ni energía, ni
materiales ni posibilidad de hacerlo. Estamos abocados a otro modelo
productivo que se pueda mantener. Este no puede y hemos de ser capaces
de hacerlo ver a la gente. El ecologismo y reparto de todos los trabajos
a través del replanteamiento de reorganización social y política del
feminismo son la salida, la posibilidad de revertir la pobreza.
¿Y aquellos que perciben cierta recuperación?
La crisis actual es insuperable con la lógica del sistema. ¿A qué le
llaman ahora mismo recuperación económica? A la recuperación de los
indicadores de ganancia de algunas empresas , pero ni baja el paro ni se
revierte la situación de las personas excluidas, sigue habiendo una
enorme precariedad y los que acceden al empleo lo hacen en unas
condiciones laborales y salariales absolutamente paupérrimas. Le
llamamos recuperación a que haya gente que empieza de nuevo a ganar
dinero pero se hace a costa de dejarte por el camino a mucha gente.
El camino hacia ese otro modelo productivo pasa por un proceso de
decrecimiento, palabra tabú. La mayoría de las formaciones políticas
esquivan el término y muchos sectores económicos incluso lo repudian.
Hay palabras que dan miedo y palabras que se usan mal. El decrecimiento
del que hablamos desde el ecologismo es el proceso de articular un
modelo económico que utilice menos materiales, menos energía y que
genere menores residuos: hacer más pequeña la esfera material de la
economía. Eso no implica que no puedan crecer ciertos sectores. Todo lo
relacionado con el cuidado de la vida cotidiana, con lo relacionado con
producción de alimentos que no contaminen la tierra ni las personas;
todo lo que tiene que ver con el despliegue de las energías renovables
son sectores que podrían crecer. La condición es que globalmente la
cantidad de energía, materiales y residuos sea cada vez menos. A quien
tiene miedo yo le diría, lo puedes contemplar o no, pero es algo que no
se puede evitar. Ya se está imponiendo, ya está sucediendo. Vamos a
tener que utilizar menos energía fósil porque se agota, menos materiales
porque muchos alcanzan sus picos de extracción; los caladeros de pesca,
la tierra fértil, todo lo que necesitamos para vivir va a menos.
Cuando los ecologistas proponemos abordar un proceso de decrecimiento
material de la economía, es porque o lo abordamos con criterios de
justicia o el proceso vendrá con criterios fascistas, es decir, habrá
gente que sostendrá su espacio vital -como se decía en la época
fascista- o sus estilos de vida, a costa de que otra gente no llegue.
Decrecimiento ambiental habrá sí o sí, lo que nos jugamos es si va a ser
por la vía de la justicia o por la vía impuesta de aquellos que
acumulan el poder político, económico y militar y que expulsarán a gente
fuera del sistema.
El ecologismo aboga por un uso
mayor de las renovables pero ¿serán suficientes para abordar la
transición hacia esos modelos menos productivistas?
La apuesta clara son las renovables y limpias por varios motivos. Están
los ecológicos pero también es importante tener en cuenta la tasa de
retorno. Es la cantidad de energía que obtenemos en función de la que
invertimos. Las energías renovables tiene una tasa de retorno
importante, aunque muy inferior a la del petróleo convencional, pero es
una tasa importante. ¿Pueden las renovables ser capaces de sostener la
vida de las personas?. Sí, pero no al ritmo de consumo actual. Por eso
ese decrecimiento de los estilos de vida materiales es impepinable. A
lo mejor no tiene sentido un coche individual para cada persona, ni
energéticamente ni materialmente. Naturalmente que podemos sostener la
vida con las renovables pero tienen que ir acompañadas por medidas de
reducción del uso de la energía y de medidas muy fuertes de ahorro. Para
lograrlo hay que actuar tanto sobre la oferta, sobre la energía que se
ofrece pero también sobre los sectores que demandan. Se puede meter mano
al sector de la edificación que despilfarra muchísima energía, y se
puede trabajar y crear puestos de trabajo alrededor de la rehabilitación
energética; se le puede meter mano al sector industrial e ir haciendo
un proceso de transición paulatina hacia las industrias limpias y al
sector del transporte desde luego, haciendo una apuesta declarada y
firme por el transporte público. El cambio no es fácil, pero propuestas
las hay y son viables. Hay cantidad de iniciativas auto-organizadas que
ya están en ese camino.
Usted
dice que el colectivo más hambriento de tiempo son las mujeres. También
escasean en política, ¿es muy importante revertir esta tendencia?
Hay mujeres terribles en política igual que hay otras maravillosas. Me
parece importante que haya mujeres en política pero lo más importante es
que haya políticas feministas, eso es la clave. Es importante que a las
instituciones lleguen personas que quieran poner en práctica políticas
feministas e igual de importante que sobre la base, entre la ciudadanía
organizada, se quiera hacer lo mismo. El cambio desde las instituciones
es fundamental pero es un poco ingenuo pensar que una cambio de tal
calado lo van a conseguir solo las personas que llegan a las
instituciones. Hay algunas propuestas que en los imaginarios de las
personas tiene una recepción tan negativa que, o conseguimos cambiar
mayorías sociales para que sean muchas personas las que quieran también
esos cambios, o quienes quieran hacer las políticas se van a ver con
muchas dificultades.
Por ejemplo, en Madrid el acto
de investidura fue el sábado. La campaña mediática organizada desde el
minuto uno para intentar criminalizar las personas que han llegado es
impresionante. Un ejemplo: lo ocurrido con Guillermo Zapata, un ejemplo
de persona comprometida, pacifista, lo más alejado que pueda haber de
una persona sectaria. De en un debate sobre los límites del humor negro,
cogen tres chistes, los sacan en un 'tuit' y convierten a una persona
con una conducta ciudadana absolutamente irreprochable en un ser
irreconocible para lo que tratamos con él. Acto seguido, por una
protesta sobre el laicismo, ha repetido la misma operación con Rita
Maestre. Tenemos que trabajar para conseguir una ciudadanía crítica, no
tan vulnerable, que ponga bajo sospecha ese tipo de movimientos
perversos, que no les de crédito para que esas personas que han llegado a
las instituciones para defender y trabajar por la justicia social no
sean expulsadas con esa facilidad y pierdan credibilidad ante la
sociedad con esa rapidez.
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