Julio García Camarero
Vamos hacia un futuro o tal vez
ya estemos en un presente huxleyano y a la vez platoniano.
Huxleyano,
porque ya navegamos en un mundo feliz, sin diversidad, todos somos
elementos α
o idénticos (como en la famosa novela de “Un mundo feliz”
de
Aldous
Huxley).
Todos, incluidos los que se consideran originales y rebeldes,
actuamos uniformados (de convicción): ambos sexos llevamos
pantalones, y todos los pantalones son vaqueros. Lo curioso, es que
la potente publicidad markatigniana y nuestro propio borreguísimo
han conseguido que estemos convencidos de que (precisamente porque
aceptamos ésta universal manipulación e imposición) somos
rebeldes y originales. Y todos, por esta circunstancia, nos sentimos
satisfechos y felices. Comulgamos con el consumismo, y estamos
convencidos de que él es la fuente única de la felicidad. Compramos
en el súper lo innecesario de lo cual nos han convencido que nos es
indispensable por qué es lo que nos ha amartillado el marketing; y
por qué es lo que resulta rentable a la oligarquía. Estamos
mediatizados por el coche, nos resulta indispensable debido ya que a
él nos hemos habituado demasiado y porque los intereses de las
multinacionales (sobre todo petroleras, automovilísticas, cementeras
y de urbanizaciones playeras) les interesa y han propiciado que se
monte la sociedad en función del coche y no del ser humano. Vamos a
“makro fiestas” de música de mala calidad, ruidosa, pero
pegadiza y machacona anglosajona que sombifica la neurona, etc.
Y todos pensamos que en eso
consiste la felicidad e incluso la personalidad y la originalidad. Y
si alguno no bebe coca cola, no usa vaquero, no consume coche, etc.,
es calificado elemento β
o extraño, elemento a denunciar y a marginar ferozmente por todos
los α
y por el sistema. Y lo peor de todo es que, todo lo que acabo de
decir es tabú y es el camino para que consiga que muchos (los
muchísimos zolmbificados) se molesten e incluso dejen de leerme en
este punto. Pero en lo que a mí respecta, prefiero causar molestias
diciendo la verdad, que causar admiración, y seguimiento borreguil,
diciendo las mentiras bonitas ya establecidas. El objetivo no debe
ser obtener máxima audiencia a base de bajar y bajar el listón y la
calidad de lo que se ofrece, hasta ofrecer la verdadera basura de
siempre como suelen hacer las TV.
Y estamos en un mundo platoniano
en cuanto al mito de la caverna llevado a su estado extremo. En este
sentido somos cavernícolas. Intento explicarme, nos hemos convertido
en el “homus
ciberneticus- internauticus”,
que se mantiene encerrado en su pequeño océano de su aldea global
virtual. Encerrados en nuestra gruta hemos perdido el contacto humano
real. Sólo divisamos de los demás sus sombras electrónicas que
circulan como el viento por las redes. Desde nuestra gruta hemos
perdido el contacto cotidiano con la realidad y cada vez desde las
sombras exigimos más soluciones a corto plazo, imbuidos por los
enfoques obsesivos de los capitalistas cortoplacistas. Exigimos cada
vez más velocidad a la aparición de sombras en la pared de nuestra
caverna. Sólo y únicamente buscamos acción directa, odiamos
reflexionar y a los que reflexionan.
Pero navegamos al modo
inter-náutico
a la deriva, porque las sombras sobre la pared del monitor de
nuestro portátil, aún siendo virtuales son extremadamente duras y
destructoras de nuestra aldea global, a la que ya se le están
cayendo las tejas de sus ecosistemas, las ventanas del aire, las
puertas del agua, los muros de la biodiversidad. Pero este desastre
no lo vemos porque solo nos asomamos a la ventana de nuestro monitor
o TV, para ver las sombras que pasan extremadamente coloreadas y
veloces a través de la pantalla. Y mirando internauticamente y
televisivamente nos sentimos felices porque huimos de la dureza de la
verdadera realidad y nos olvidamos del más importante problema: la
explotación de la naturaleza a través de la explotación del
hombre por el hombre.
Y también nos sentimos felices
porque, desde que nacemos, nos han lavado el cerebro con el
marketing; en la juventud, con la pésima “muisca” anglosajona
machacona que zombifica la neurona*, entre otras muchas adicciones y
en la madurez, con la obsesión de la competitividad, el consumismo y
la acumulación. Cosas que dentro no mucho nos destruirán a todos.
Para comprender mejor esto os recomiendo leer un libro de mi amigo
Ricardo Almenar titulado “El
fin de la expansión”
(2012).
Por otra parte, así como el
consumismo
y el consumo
son incompatibles (porque el primero es la desorbitación desmesurada
del segundo), y así, por el contrario, el
corto (acción
directa) y el largo
plazo (reflexión)
aunque pueden parecer incompatibles, son necesarios entre sí ,para
que la sociedad humana y la biosfera consigan un funcionamiento
equilibrado.
La reflexión y el
largo plazo
son como una guía telescópica y la
acción directa y el corto plazo
como el disparo. Ambas cosas son necesarias para dar en el centro de
la diana del equilibrio a la que se le dispara.
Todo lo dicho no quiere decir
que la navegación internauta sea descartable totalmente, si no que
(con todo) debe de ser mesurada para no caer en alejarse demasiado
del contacto humano y del contacto con la dura, dificultosa y
compleja realidad. Las redes, ¡qué duda cabe!, son un utilísimos
catalizadores de las relaciones a corto plazo, pero debemos conseguir
que el necesario corto plazo no llegue a destruir al largo plazo,
como consecuencia de un desmesurado uso de las redes. Estas tienen
la gran virtud de que son una forma de comunicación
simétrica es decir
esa comunicación en la que cada emisor a la vez es un receptor. Por
el contrario la TV tiene el gravísimo inconveniente de que es un
sistema comunicativo
asimétrico, es decir
un tipo de comunicación en el que existe un solo foco emisor (la
oligarquía) y muchísimos puntos receptores pero incomunicados entre
sí (las masas votantes y consumistas), ello supone un mecanismo
ideal para manipular con mentiras, propaganda política demagógica y
publicidad comercial, y de forma masiva, a las mentes. Dicho de otro
modo, La comunicación
asimétrica, como lo
puedan ser la TV, la propaganda demagógica y el marketing comercial
son excelentes instrumentos para la manipulación
mediática de las
masas por parte de la oligarquía.
¿Y todos estos excesos que
acabamos de denunciar como pueden llegar a corregirse? pues, sin
duda, siempre la llave final la tiene la mesura.
Pero no debemos confundir en absoluto la palabra mesura
con las palabras moderación
o punto medio
pues, la mesura
puede ser una cantidad muy pequeña o muy grande pero siempre debe
estar referida a la calidad.
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*No toda la música anglosajona
es despreciable. Por ejemplo la música de los Beatles, si que era
anglosajona pero si que era autentica música, no era mala música,
y no era machacona ni zonificaba la neurona.
Me parece que todas las generalizaciones son malas, incluida esta que estoy haciendo ahora!!
ResponderEliminarComo dice la expresión: "ni son todos los que están, ni están todos los que son".
claro los elementos beta no están incluidos
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