En una investigación memorable, Philip Zimbardo creó una prisión simulada en los locales del departamento de psicología de la Univesidad de Stanford. Llevó a esa “prisión” a un grupo de jóvenes normales, maduros, estables e inteligentes. Por el método de echar a cara o cruz Zimbardo eligió a la mitad de ellos prisioneros y a la mitad guardianes, y así vivieron durante seis días. ¿Qué aconteció?. Dejemos que Zimbardo nos lo cuente con sus propias palabras.
“Al final de los seis días fue necesario cerrar nuestra prisión de pacotilla, porque lo que vimos era aterrador. Ya no estaba claro, ni para nosotros ni para la mayoría de los sujetos, dónde acababan y dónde empezaban los papeles. En efecto, la mayoría se habían convertido en “prisioneros” y “guardianes” incapaces de diferenciar nítidamente entre ese personaje y su yo. Se produjeron cambios dramáticos en casi todos los aspectos de su conducta, su pensamiento y su afectividad. En menos de una semana, la experiencia de encarcelamiento deshizo (temporalmente) toda una vida de aprendizaje; los valores humanos se suspendieron, quedaron conmovidos los autoconceptos, y emergió el lado más vil, feo y patológico de la naturaleza humana. Quedamos aterrorizados porque vimos a algunos muchachos (“guardianes”) tratar a otros como si fueran despreciables animales, recreándose en la crueldad, mientras otros muchachos (“prisioneros”) se conviertieron en robots serviles y deshumanizados que sólo pensaban en escapar, en su propia supervivencia individual, y en su creciente odio a los guardianes.”
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