Fernando Llorente - Diagonal
Uno de los efectos de la crisis que más desasosiego provoca es que casi todos los discursos políticos han sucumbido a la hegemonía que ha impuesto lo ‘económico’ sobre cualquier otro orden de la realidad. Economía que, además, se autopresenta como un campo meramente científico y técnico –tan así que el Gobierno puede entregarse ya directamente a los llamados ‘tecnócratas’–, una realidad objetiva y contundente cuyas leyes y determinaciones escapan a cualquier control extraeconómico y por supuesto a cualquier deseo social de cambio o utopía.
El más claro síntoma de esta generalizada crisis de ideas, no digamos ya de ideologías, es que incluso los críticos del neoliberalismo no van más allá de un neo o poskeynesianismo y una resistencia numantina en torno a los restos del Estado del bienestar en medio de la tormenta de recortes y ajustes dictada por los sacrosantos mercados. Desmoviliza y causa desaliento contemplar cómo las izquierdas más o menos clásicas y las derechas más o menos neoliberales coinciden en entonar el mismo mantra del crecimiento –aunque sus caminos para llegar a él difieran–, esa vieja promesa de que si desarrollamos más y más las fuerzas productivas... tendremos empleo y seremos felices.
La tragedia y paradoja de este relato economicista heredado del XIX es que en el contexto actual en que se combinan el agotamiento de los recursos energéticos y naturales, la explosión demográfica, el cambio climático y la exacerbación de la competencia internacional, el crecimiento económico de las economías maduras del Norte es injusto, es indeseable y además es imposible.
Quizá deberíamos preguntarnos si el verdadero problema de nuestras economías sea acaso el exceso de riqueza, el exceso de productividad –y por consiguiente de impacto ambiental– y no lo contrario, porque resulta que el mal reparto de la riqueza social y la excesiva acumulación de riqueza en unas pocas manos en forma de capital financiero es lo que se ha convertido en una fuerza destructiva de la economía productiva –y reproductiva–. Desde esta óptica el problema no es de reactivación y crecimiento, sino de reparto de la riqueza, de justicia social, de fiscalidad progresiva que ponga coto y revierta la actual exacción masiva de riqueza de las clases bajas hacia la cúpula del uno por ciento... y esto es política.
Igual que quizá tampoco la recesión económica e incluso la depresión sean el problema porque de hecho es un imperativo ineludible el decrecimiento de las economías que como la nuestra superan con creces la “capacidad de carga” planetaria, la cuestión es sobre qué espaldas se acomete esta reducción del transumo, si sobre las de los pobres como hasta ahora o sobre las de los ricos... y esto también es política. Asimismo el problema no es que haya cinco millones de parados, aún más gente podría y debería liberarse de trabajos alienantes y poco útiles socialmente –incluso destructivos–, el problema es que no hay otras formas de renta social que cubran las necesidades de toda la población aunque de hecho hay riqueza suficiente para todas; el problema también es de reparto del trabajo socialmente necesario, de revalorizar tareas indispensables como las de los cuidados de la vida y de reproducción social… y esto es política.
En definitiva: la gran batalla que se dirime en esta crisis es si la economía de mercado capitalista domina y gobierna a la sociedad, a la naturaleza y a la política –y ya vamos viendo lo que eso significa en cuanto a cancelación de los mejores ideales humanos y a destrucción medioambiental– o si la política, otra política, podrá gobernar y domesticar a la economía, otra economía.
Artículo original: La economía, siempre política
Espero y deseo que la "otra política" llege a funcionar alguna vez. ese es mi deseo para este año 2012 y para los próximos 1000 más como poco.
ResponderEliminarA veces cuando leo este blog, me pierdo porque es como leer " una especie de libro """"sagrado"""" sobre el decrecimiento, sin embargo según veo mi entorno cada vez veo su contenido más inalcanzable, sobre todo desde mi perspectiva que es la de una mujer de clase obrera pobre.
Aún así espero que la utopía algún día pueda acercarse un poco.
Lo dicho feliz decrecimiento.
Hola belijerez:
ResponderEliminarEsa 'otra política' como tu bien dices, funcionará cuando las personas quieran que funcione, yo entiendo que está forma de hacer las cosas que aquí preconizamos ha de ser libre y voluntaria.
Desgraciadamente las personas que nos rodean siguen 'creyendo' en el modelo económico vigente (incluso los que se presentan como críticos al neoliberalismo), y esto causa desaliento como bien nos dice el agroactivista Fernando Llorente, autor de este artículo.
Por otra parte, este blog, tiene como objetivo la divulgación del decrecimiento como un nuevo modelo económico-productivo opuesto al proyecto del poder (está en mi perfil de blogger desde el año 2006; y en ello seguimos).
Lo cual no quiere decir que no haya otras manera de ver el decrecimiento,de hecho existen bastantes ventanas en internet que expresan el decrecimiento de otras maneras, y para ello animo a todas las personas a divulgarlo según crean conveniente.
Desde este espacio se intentará darles la mayor visibilidad posible.
salud y alegría
Hola,
ResponderEliminarenhorabuena por el blog.
Efectivamente, todo es política, y el lado puramente mecánico-matemático de la economía pende completamente de principios políticos. Y. efectivamente, las cosas cambiarán cuando la gente (y en la medida en que la gente) así lo quiera. Pero ¿por qué la gente no ve más allá del actual sistema? ¿Por qué ni la izquierda mayoritaria es capaz de ir más allá de Keynes? Aquí es donde los discursos políticos suelen descuidar el aspecto fundamental, filosófico antropológico. Lo que queramos de nuestras vidas (privadas y sociales) dependerá de lo que creamos acerca de "qué somos y qué nos conviene por tanto hacer y padecer" (por decirlo con palabras de Sócrates). Y aquí está el problema. El pensamiento moderno, emancipándose de Papá Iglesia y todo el antiguo régimen, quizá tiró al niño con el agua de la bañera, porque es casi un universal del pensamiento moderno que no hay manera racional de buscar qué es el Hombre y qué sentido tiene su existencia: acerca de eso, todo lo dice la ciencia natural, y para ella somos un mecanismo de supervivencia y búsqueda de satisfacción. Hasta la izquierda (desde Feuerbach y Marx se han tragado el cuento de que toda ideología es "superestructura", idealismo, metafísica... cayendo así en una contradicción interna).
La política que soñáis o soñamos, no existirá mientras no tenga un fundamento (por más que para la gente sea pseudo-consciente) en una esencia del hombre que no le pinte como eso, como la máquina depredadora, que es la coherente con el sistema. Tenemos lo que nos merecemos ideológicamente.
Incluso los que creemos en el "decrecimiento" hemos caído subconscientemente en la trampa: no se trataría de decrecimiento, sino de crecimiento en lo que es valioso (en justicia, en saber, en amistad...). Lo que el sistema dominante llama crecimiento es simple proliferación amorfa. Es como si dijésemos que una persona está creciendo porque tiene un inmenso tumor que le lleva a ocupar más espacio.
Cordiales saludos.
Hola Juan Antonio:
ResponderEliminarEn su Manifiesto contra el progreso, Agustín López Tobajas nos dice:
“Lo que conmúnmente se llama ‘realidad’ no es sino un colosal entramado de ficciones, mantenido en pie por la acción manipuladora de la publicidad y los medios de información, y alimentado por el ciudadano ‘medio’, entregado a la superstición de la noticia y el culto a la exterioridad. Somos sencillamente superfluos. Una sociedad que hace del aspecto físico, el dinero y el prestigio social, del deporte, la gastronomía y la moda sus divinidades domésticas, no supera los mínimos necesarios que confieren derecho a la existencia.
La actual unificación del mundo no permite siquiera contemplar el final de nuestra civilización como un trauma normal; en una sociedad globalizada, las catástrofes son inevitablemente globales. Con todo, si no hay lugar al optimismo, tampoco lo hay al pesimismo, pues la catástrofe, en definitiva, no es que Occidente se hunda, sino que subsista.”
Desgraciadamente el diccionario de la lengua, a pesar de sus más de 80.000 entradas, nos está dejando sin palabras para poder expresarnos, el 'decrecimiento' pronto también nos la robarán.
En todo caso el poeta Hölderlin nos canta:
"Wo aber Gefahr ist, wächst Das Rettende auch".
("Pero donde hay peligro, crece también lo que salva").
Ahora bien, el título de ese poema es Patmos,¡la isla del Apocalipsis!.
salud y alegría
De acuerdo, con Agustín, pero también con Hölderlin (aunque no había reparado nen que Patmos es el lugar de Juan!). El problema es cómo convencer a la gente de que no tienen que conformarse con la pobre "realidad" en que malviven encerrados.
ResponderEliminarUn saludo, y gracias por tu respuesta.