Hoy me encuentro realmente mal, seguramente en razón de una comida en mal estado ingerida en un aeropuerto.
En la entrevela del que no duerme por una razón fisiológica, se producen pesadillas y todas ellas han sido recurrentes para imaginar los efectos y las consecuencias de la destrucción de la planta multi-reactor de Fukushima, en Japón. Seguramente ha sido algún tipo de conexión o sincronía extraña con el sufrimiento japonés.
Y además me ha servido para profundizar en algunas ideas que ahora transmito a los cercanos, por primera vez en cierto tiempo, desde mi lecho del dolor.
Mi primera sorpresa al aterrizar ayer en España y ver o escuchar los informativos, es la profusión de “expertos” pro-nucleares que o se han invitado o se han hecho invitar a los principales medios del país. Esta es una conclusión aparentemente obvia, porque para ser “experto” en energía nuclear, generalmente hay que haber estudiado el tema muy a fondo y eso se hace en una carrera muy específica, que ha dado y da de comer a mucha gente y que ha generado ganancias considerables a los que las gestionan o desarrollan y operan.
Lo segundo es observar la agresividad de los llamados “expertos” nucleares, generalmente exigiendo que no se juzguen los hechos (cuatro reactores semi destrozados o ardiendo, porque las informaciones no suelen ser precisas y sí difusas y confusas), de forma muy intensa.
Se llama a “expertos” que lo que hacen generalmente es analizar la radiación emitida (aparente, porque de nuevo los datos son confusos y cambian a cada hora que pasa) en el presente o como mucho, analizar los límites de radiación que pueden ser o no peligrosos para el hombre, pero siempre señalando que AHORA estamos lejos de estos niveles.
Pero raras veces (no he constatado ninguna en el aluvión de informaciones que llegan a los medios y desde ahí se difunden) que nadie informe lo que puede pasar dentro de 50 años o de 500 años o de 5.000, o 24.000 años con estos despojos.
Otra de las cosas sorprendentes y sospechosas, es la insistencia de “expertos” y de medios, en indicar que en Japón, al contrario que los burdos comunistas soviéticos en el caso de Chernóbil, sí existen en todas las centrales vasijas de contención, con lo que aseguran con una fe digna de mejor empeño, que no habrá fugas de elementos radioactivos al medio. Todo ello, claro está, mientras las centrales van reventando una tras otra, como seta de pedo de lobo, sin que a ellos, a los “expertos” se les descomponga la figura ni un ápice.
Sin embargo, son muy rápidos cambiando el discurso: ahora ya no se habla de Chernóbil, que sigue teniendo un amplio perímetro restringido más de 35 años después. Esto se da por resuelto, aunque todo el mundo mira para otro lado, cuando se le pregunta que cómo de aislado del medio ambiente está la famosa “pata de elefante” que penetró hasta el suelo de la central con el magma ultra radioactivo y seguramente está permeando las capas freáticas del río Dniéper cuyo flujo se utilizaba para refrigerar la central (o las permeará, alguno de estos milenios).
Ahora, como nadie se atreve a decir, y menos que nadie los garbanceros tertulianos españoles que pululan por los medios vendiendo falsas seguridades, que Japón hace las cosas mal, ni desde el punto de vista tecnológico, ni de cumplimiento de estándares, ni de disciplina social extrema, vienen algunos listos, como el señor Xavier Trías candidato a alcalde de la ciudad de Barcelona en TVE (para ellos, sí hay audiencia en “prime time”), diciendo AHORA, que es que lo que no hicieron bien los japoneses es meterse en esto siendo un país tan geológicamente inestable. ¡Qué bien se habla a toro pasado y prediciendo hacia atrás! Claro está, que se olvidan que los estadounidenses, que tienen tutelado nuclearmente el país nipón, ni el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que tiene OBLIGACIÓN de supervisar y aprobar estas centrales e incluso la cantidad de golfos que han estado contándonos durante décadas, con suma arrogancia, que “se pueden hacer diseños para que las centrales nucleares aguantasen hasta los terremotos más severos; y ponían de ejemplo a Japón. Ninguno de ellos ha salido a pedir perdón.
Otro de los poco afortunados argumentos que se viene planteando estos días por parte de los pro nucleares, es el manido “y tu más”, que refleja el nivel de desesperación y la reticencia enorme a cambiar el propio ideario o esquema mental, incluso ante evidencias irrefutables. Así, puestos ante la tesitura de se oyen con frecuencia argumentos del tipo “pues de todas formas, vamos a tener que vivir con esto”, ahora bien, todos claman porque las centrales se hagan muy bien (¿cuánto de bien? ¿mejor que las japonesas en España o Argentina o Brasil o los propios EE. UU. o Arabia Saudita o Marruecos?), sin plantearse, ni por un minuto los costes que ello puede suponer, aunque tienen la central de Finlandia ante ellos para poder extrapolar un poquito.
Es curioso e interesante este argumento, en un momento en que una desgracia de este calibre ha obligado a inyectar dinero emitido (es decir, aire, que podía haber ido a refrigerar las plantas) por valor de 200.000 millones de dólares en un solo día, para enfriar una temerosa bolsa nipona, que como es lógico, parece temer más esa caída que el desplome de los edificios nucleares. Es curioso que lo utilicen cuando una parte imprecisa de la población de Japón vagabundea para conseguir agua potable, alimentos y refugio.
Y es sobre todo curioso que lo hagan en un momento en que los japoneses descerrajan los depósitos de gasolina o diesel de los coches desplazados para exprimir las gotas de petróleo que no les lleva. Seguramente, éstos defensores de las centrales de MUCHA, MUCHA , MUCHA más calidad que las actuales, no han oído a Marcel Coderch hablar de que un plan de desarrollo de 400 centrales nucleares en el mundo, dejaría una energía neta negativa (por supuesto, fósil, como Tejero decía aquello de “militar, por supuesto”) para la sociedad en los próximos 40 años, según modelo muy simple de System Dynamics con datos de la energía invertida en los procesos de la propia industria nuclear.
Así que, en su erre que erre, vuelven al “y tu más” y se enrocan con que más cornás da el hambre (que dijo El Cordobés) y que esto de la seguridad 100% no existe ni al montarse en avión, comer vacas locas, vivir bajo el hongo de humos de la gran ciudad, etc. etc. Moraleja: de nuevo el lema, letanía o cantinela de mi tío Zoilo y las coces de su mula, de que “vivir en sí, es peligroso”. Ante esto, si uno trata de hacerlos ver que la coz de la mula me mata a mí, pero no a mis 500 generaciones venideras y que esto es, sobre todo, una cuestión de responsabilidad moral intergeneracional como antes nunca se había producido, sacan la artillería del “y tu más” y alegan que más cornás intergeneracionales da el CO2, que nos lleva al cambio climático. Es el argumento de que si sales de Málaga es para meterte SOLAMENTE en Malagón.
Los que sí han desaparecido del panorama informativo como por ensalmo, son los arrogantes y prepotentes que han estado abrumando al común de los mortales cuando los ciudadanos preguntaban sobre las posibilidades estadísticas de accidente nuclear. Solían decir, tan cargados ellos de autosuficiencia y altivez, que la posibilidad muy estudiada de un accidente se reducía al famoso “Uno por diez elevado a la menos x”. Siendo equis, obviamente, un número tan alto que hacía la posibilidad tan despreciable como la actitud de estos “expertos” hacia los que dudábamos y que, a la vista está, estaba calculada sobre una muestra tan poco significativa que espero no vuelvan a soltar esa inmensa tontería nunca más. Estos “expertos” han resultado ser como los que resuelven el problema estadístico de un pollo para dos personas y concluyen que a cada uno le toca medio, aunque uno se lo coma entero y el otro no vea ni las plumas.
Razón no les falta. Lo que les falta es un poquito de imaginación para entender que los seres humanos llevan sólo doscientos años viviendo con combustibles fósiles y unos 50 años con el combustible nuclear, pero que los seres humanos han vivido sin ellos el resto de los dos millones y medio de años como “homo sapiens-sapiens”, una definición antropológica, que estoy sometiendo a intensa revisión, sobre todo en lo que concierne a la civilización industrial y tecnológica. Ha habido en esos dos millones de años civilizaciones y formas de vida que quizá haya que volver a retomar, in necesidad de volver a las cavernas de nuevo.
Incluso he visto alguna emisora de televisión de las de nuevo cuño y viejos ademanes, que Dios confunda, ante este desastre se atreven, con una agresividad inaudita, a calificar a los grupos ecologistas de “ecocidas” o de querer hacer sangre con tragedias ajenas para llevar el agua a sus turbios molinos o bien de querer llevarnos a todos de nuevo a las cavernas.
Mientras tanto, ese curioso trufado de tertulianos, bustos parlantes obedientes a la línea de dirección del medio, llamados presentadores y “expertos” nucleares que barren para casa, vuelven una y otra vez sobre el tema para insistir, una y otra vez, que “no hay tecnologías absolutamente seguras”, una obviedad y simpleza de tamaño descomunal, que ya conocía mi tío Zoilo, que siempre me advertía que tuviese mucho cuidado al pasar por la parte trasera de una mula, por si tiraba una coz, porque me podría matar.
Los nervios entre los turiferarios (los ha bautizado así un amigo y me ha gustado, porque son los que llevan el incensario) nucleares que han apostado, como suele suceder en estos casos, a hurtadillas y en los mentideros de la corte, por una política energética llena de nucleare, llegan al extremo de que si al Comisario Europeo de Energía de la Unión Europea se le ocurre decir que lo que está pasando en Japón es “apocalíptico”, salen disparados a los medios para descalificarlo, ¡faltaría más! Y lo hacen los mismos que otras veces piden respeto para las opiniones de las personas “autorizadas”. Al parecer, este Comisario no es “experto” en energía, vaya por Dios. Será mejor volver al periodista del diario ABC que habla de titiriteros.
Este es un argumento programado y repetido hasta la saciedad por el llamado “lobby” nuclear, a alguno de cuyos relevantes miembros le he oído decir incluso que el “lobby” antinuclear era mucho más potente. También lo dijo sin despeinarse, este elemento, que se presentaba como “independiente” y representaba un periódico obviamente no independiente, como viene siendo habitual, sobre todo, cuando otro periodista, algo más ecuánime, le vino a contestar que comparar a esos dos supuestos “lobbies” cuando uno de ellos dispone de millones de Euros y coloca en sus puestos de asesoría y consejo a dos ex presidentes de gobierno, parecía un poco ridículo. El interpelado soltó entonces la invectiva que viene caracterizando a los grupos que tenían ya programado el “renacimiento nuclear”, obviamente muy vinculados a un partido político y contra argumentó que es que el lobby pro nuclear tenía mucho predicamento entre intelectuales, artistas, y demás, ecologistas de la neoizquierda, etc. como si esto fuese un estigma. Le faltó llamarlos “titiriteros” para terminar de fotografiarse sin vergüenza alguna.
Curiosamente, vengo de la Capadocia, un precioso lugar ya habitado por los hititas, lleno de viviendas trogloditas y ha debido ser eso lo que me ha hecho perder bastante miedo a volver a las cavernas, e incluso me he sentido tentado de quedarme en una de ellas a vivir. La ventaja de este territorio, es que si consigues un simple montículo de roca blanda arenisca, en forma de cono invertido (y hay cientos de miles, quizá millones), no tienes que dar la “entrada a la casa”, sino solamente “practicarla” en la montaña y a partir de ahí, decidir las habitaciones. Para mi sorpresa, el tiempo (o esfuerzo humano o trabajo equivalente en horas-hombre) que se tarda en excavar una vivienda es unas 15 veces menor que lo que tarda un joven en conseguir un apartamento en Madrid de 60 metros, del que sólo poseerá la mitad, pues sus delicadas paredes de ladrillo de medio pie o techo y suelos las paga a medias con el vecino, aunque no lo vea así. Además, he visto frescos bizantinos preciosos en los interiores, con un Jesus en pantocrátor, rodeado majestuosamente de ángeles, arcángeles y escenas del Nuevo Testamento, que incluyen a las vírgenes.
Pero en fin, volvamos al mundo de la alta tecnología y las bajas pasiones, que está que se derrite, literalmente hablando, lo mismo que un servidor está que se caga, literalmente hablando también.
Procuraré evitar los tecnicismos que ya se divulgan, por todos los medios las más de las veces, con tan poca fortuna como imprecisión en los datos. Veamos algunas de las cosas curiosas que se han estado diciendo y leámoslas en clave verdaderamente independiente:
Los núcleos de los 4 reactores “medio fundidos”
Recordaba un colega estadounidense, con elevado sentido del humor que esto es como la niña que no sabe cómo abordar a sus papás y para no asustarlos, les dice que esta “parcialmente embarazada” o “medio embarazada”
Todos hemos visto estos días en gráficos, animaciones y videos las barras de combustible nuclear subiendo y bajando y las barras de moderación de las reacciones subiendo y bajando. Sabemos que cuando se gastan, se reemplazan por otras barras. Pero, ¡ qué curioso! Nadie explica cómo demonios se puede sacar de un núcleo semi fundido un amasijo altísimamente radiactivo de toneladas. Se han hartado de decirnos que el magma “está contenido” en la vasija (de momento). ¿Alguien puede explicar cómo se saca este magma y adónde se puede llevar?¿Alguien sería capaz de decirnos cuántos años de peligro potencial para los seres vivos puede este material ser extremadamente peligrosos por actividad, toxicidad y volumen/peso?
Estoy deseando escuchar a los “expertos” sobre este tema, casi más que ganas me dan de pedirles que se vayan al borde exterior de los 30 km de perímetro de seguridad a dar sus tertulias los próximos 24.000 años, para demostrarnos que no hay peligro para la población en todo ese tiempo, no ahora, no hoy, no mañana.
La refrigeración de los reactores
Al mismo tiempo que los tertulianos aseguraban que las vasijas de contención estaban intactas, por otro lado, decían que se habían visto forzados a refrigerar el reactor (sin especificar nunca qué parte del reactor) con agua de mar era la que se estaba inundando con agua de mar.
De las pocas cosas que uno aprende de una central nuclear, es que el líquido de refrigeración se compone del que refrigera el circuito primario y está en contacto con el material radiactivo y es un fluido muy puro, desmineralizado y muy tratado para evitar que las emisiones de neutrones generen material radiactivo y por otro lado, el circuito secundario, que puede ser de agua de río o agua de mar, que teóricamente sólo se calienta, pero que no se contamina y puede volver a los cursos de agua de río o al mar.
Esto daría para un tratado sobre la estulticia y la manipulación informativa. Baste saber que en el momento en que se arroja agua sobre el núcleo (luego fueron admitiendo que era sobre el núcleo), el reactor, como decía el colega norteamericano “está muerto para siempre”. En este caso, discrepo de mi colega estadounidense. Un núcleo fundido de reactor nuclear NUNCA está muerto, sino muy “vivo” en el sentido de emisión intensísima y prolongadísima de radiaciones. Y no está muerto, como la pata de elefante de Chernóbil dista mucho de estar muerta: está confinada, malamente, por cierto, porque nadie se atreve a trabajar por debajo del magma para crear el suelo protector que evite que entre en contacto con las napas o capas freáticas de agua y por ahí se pueda dispersar al medio, con los efectos terroríficos que conocemos de liberación.
Vuelve la pregunta: ¿Qué hacer con el magma radioactivo?
Lugares comunes de políticos
1. Lamentamos lo ocurrido y nos solidarizamos con el pueblo (algunos, en sus lapsus mentales dicen con el gobierno de de Japón)
2. La situación es difícil (vaya hombre, no lo sabíamos)
3. Nadie esperaba un hecho de estas características (estaría bueno que hubiesen dicho lo contrario, pero eso ya es una declaración de lo poco que esperaban de la Naturaleza)
4. Hay que actuar con precaución (muy original)
5. A la vista de lo sucedido, vamos a proceder a la revisión al alza de los requisitos técnicos de nuestras propias centrales en lo relativo (esta expresión de “en lo relativo” es la favorita de nuestro presidente de gobierno) a la resistencia a la actividad sísmica. (Eso está muy bien, pero ¿qué sucede si hay un ataque terrorista o un ataque por guerra -¿ya no nos acordamos de las amenazas de israelíes y estadounidenses sobre la central nuclear iraní?-, sobre la alimentación eléctrica exterior de la central y de los edificios que contienen los generadores de emergencia y las baterías y que no están tan protegidas como el núcleo del reactor frente a un ataque de morteros o de un avión suicida o de un grupo que entre, con la misma facilidad que entra Greenpeace cada vez que se les antoja y coloquen explosivos? Esto simularía la tragedia del efecto terremoto+tsunami. Lo mismo sucedería si viene una tormenta solar fuerte que puede tirar debajo de forma completa toda la red eléctrica y destrozar muchos equipos electrónicos, hoy indispensables para mover y operar cualquier máquina robotizada.
Lo mismo deberían hacer y prever para el caso de que un país termine en una crisis económica sin precedentes (como las que ya empezamos a vislumbrar, entre ellas la del propio Japón, que tiene unos cuatro reactores fundidos, pero 54 centrales nucleares en todo el país y una red eléctrica, que pese a la enorme disciplina de los ciudadanos japoneses en racionar sus propios consumos, puede venirse abajo.
Es la famosa (para los lectores de Crisis Energética) teoría de Olduvai, de Richard Duncan, que ahora vemos está más cerca que nunca para Japón. Es la reacción en cadena, que termina, o puede terminar por dejar un país tan postrado que no pueda volverse a levantar a los niveles previos al desastre. Y eso, en una sociedad muy demandante de servicios y energía de calidad y estructurada para hacer cualquier mínima función. ¿Alguien imagina que la red eléctrica japonesa se cae en su totalidad y de forma prolongada y continuada qué pasaría con las 50 centrales nucleares que todavía no se han fundido?
¿Por qué nadie puede alcanzar a imaginar este escenario de caída total de la red de forma prolongada? Porque yo no creo ser tan viejo y ya he visto que por causa de una guerra moderna, un país entero se quedó durante meses con un suministro eléctrico pobrísimo y errático y eso que no se asolaron las centrales de generación por completo. En el caso de la antigua república de Yugoslavia, ya parece que nadie recuerda aquellos bombardeos con bombas de grafíto que cortocircuitaban las plantas de generación y las estaciones transformadoras, que fueron determinantes para poner de rodillas al entregado gobierno yugoslavo, inerme y sin poder mover ni una ficha.
¿Harán también examen de conciencia nuestro presidente de gobierno y nuestro ministro de Industria sobre estos otros supuestos en las centrales nucleares, aparte de los sísmicos? ¿O quizá consideran que no sería posible una guerra o que si se da los enemigos serían lo suficientemente caballerosos para no atacar los centros nucleares? ¿O no consideran tampoco un ataque terrorista exitoso, en un país en el que durante décadas la primera preocupación de los ciudadanos ha sido “el problema terrorista”?
Las preguntas se siguen agolpando, pero miro a mi alrededor y veo a la gente preocupada por el resultado del Real Madrid- Olympique de Marsella y observo que siguen las telenovelas y los programas del corazón y la gente que quiere seguir con sus rutinas y pequeños placeres y cobrando a fin de mes en su trabajo de siempre. Veo que la gente sigue queriendo disfrutar y no ver, quiere seguir manteniendo el sistema a toda costa, aunque el sistema sea inviable y me digo ¿Acaso es importante lo que está pasando en Japón?