Cada vez es más evidente el cambio de estrategia, y el
contraataque del pensamiento económico imperante frente a las alternativas
germinales que van postulándose como intentos de recambio o viabilidad frente a su
inevitable decadencia. Este contraataque, consciente de la imposibilidad de
mantener el formato actual (crecimiento y globalización) por imposibilidad
física, se adapta y empuja hacia otras formas de perpetuar su dominación en un
contexto de decrecimiento y retorno a lo local.
El crecimiento económico y el imperio del mercado han sido,
y todavía son los pilares de la civilización capitalista industrial globalizada.
Pilares que son dogmas, incuestionables en los medios de masas y ante la
opinión pública, como bien enmarcó una de las promotoras de este sistema,
Margaret Thatcher, “there is no alternative” (no hay alternativa), y en eso se
ha ido trabajando, acotando el imaginario colectivo hacía una mercadolatría en
la que los propios mercados proveen sabiamente, en virtud de la consecución del
sacrosanto crecimiento económico. Una de las patas que sustentan este mito de
civilización es el del progreso, lineal y unidireccional, hacía delante y hacia
arriba, basado en el avance tecnológico como solución a todos los problemas y
disfunciones que pueda causar una naturaleza de la que se nos ha separado y
alienado. Un progreso tecnológico desligado de la realidad física,
independiente de la disponibilidad energética y de recursos minerales, fruto de
un ingenio humano que según este dogma, no conoce límites.
Bajo esta ideología tecnócrata de mercado, subyace el antropocentrismo, que pone
al ser humano, concretamente al hombre, en el centro de todo, girando a su
alrededor el resto de la existencia. También encontramos, un profundo
desconocimiento y desprecio de la ecología, y con ello de los ecosistemas que
sustentan la existencia de todos los seres vivos, incluido el ser humano. Con
desprecio e ignorancia, no es de extrañar el estado actual de degradación del
planeta, tanto los ecosistemas, como el sistema climático se encuentran bajo un
forzamiento sin precedentes, que empuja a grandes sufrimientos a la mayor parte
de la biodiversidad, incluyendo al género humano.
Reacción y sombra del Mercado
Podemos observar una tendencia en aumento en el argumentario de establishment económico, de sus seguidores y de parte de la sociedad que continua con una suerte de Síndrome de Estocolmo. Esta tendencia es el ataque y acusación dereligión o secta a la comunidad científica, o al menos a la parte contestataria que cuestiona la posibilidad de continuar creciendo, habla de límites biofísicos, desigualdades crecientes y necesidad de cambio paradigmático de cara a evitar los peores escenarios de un colapso civilizatorio y ecosistémico ya en marcha.
Esta reacción puede que sea simplemente una proyección de la
propia sombra del sistema, sombra en un sentido jungiano, es decir, lo que el
sistema esconde es lo que utiliza como arma arrojadiza contra quien le
cuestiona con bases sólidas. Resulta irónico e incluso ridículo que se acuse de
religión a la ciencia, y más viniendo de aquellos que creen en el crecimiento
económico perpetuo y el progreso material en un planeta finito.
Estos ataques se caracterizan por su histerismo, su
irracionalidad y la bajeza de sus argumentos, con la intención de apelar a la
rabia, a la reacción como válvula de escape, frente a la reflexión, la
aceptación y la consciencia de la complicada situación que vivimos. No es
sencillo, ni agradable enfrentar y digerir el contexto actual, realizar la
diagnosis y frente a la crudeza, seguir adelante, construyendo alternativas. Lo
sencillo es culpar únicamente a agentes
externos, como minorías, y no comenzar cambios profundos, que requieren derruir
constructos mentales y psicológicos que todas las personas tenemos al haber
crecido en un sistema, que ya no se sostiene, y al que la mayoría se apega como
única posibilidad.
Prueba del triunfo de este discurso estúpido, simplista y
culpabilizador excluyente es el auge de personajes como Donald Trump,
multimillonario que se postula como candidato republicano para las elecciones
generales que tendrán lugar en los EE.UU a finales de 2016. El núcleo del
decadente imperio elegirá nuevo consistorio, y se pondrá a prueba la
cuestionable madurez de su sociedad para enfrentar los grandes cambios que
estamos viviendo. El discurso xenófobo, negacionista climático, patriarcal,
rancio e inmovilista de Trump, exponente
y caricatura del republicano,
anticientífico, tradicionalista y soez, gana enteros en la carreraelectoral,
que en la otra cabeza del bipartidismo yankee, el partido demócrata, no
parece estar tan claro, habiendo una posibilidad aparentemente decente
como
sería Bernie Sanders. El tiempo dirá quien toma las riendas del jinete
desbocado en el que se está tornando y tornarán los EEUU.
Mientras tanto, en la Unión Europea se planifica un cuerpo militar-policial supranacional con la intención de blindar las fronteras externas, para seguir avanzando con ímpetu hacia el autoritarismo, acentuado
tras los atentados acontecidos en la capital francesa. Al mismo tiempo, la
miseria y la exclusión se disparan en todo el mundo, y el avance y
empeoramiento de los conflictos por la lucha y acceso a los recursos energéticos
se hace más tangible.
En este contexto, presumiblemente veremos como el optimismo por el progreso material característico de la tecnolatría capitalista avanza hacia su opuesto categórico (que no cualitativo), el anticientifismo reaccionario, conforme la degradación social, ambiental y climática vaya profundizándose fruto del antropoceno. Estos cambios de fase entre opuestos complementarios son un patrón muy repetido en la naturaleza, y muy observado por el pensamiento oriental, simbolizado con el conocido Yin-Yang.
En este contexto, presumiblemente veremos como el optimismo por el progreso material característico de la tecnolatría capitalista avanza hacia su opuesto categórico (que no cualitativo), el anticientifismo reaccionario, conforme la degradación social, ambiental y climática vaya profundizándose fruto del antropoceno. Estos cambios de fase entre opuestos complementarios son un patrón muy repetido en la naturaleza, y muy observado por el pensamiento oriental, simbolizado con el conocido Yin-Yang.
Puntualizar que la ciencia, fruto de la experimentación y observación, no es
más que el reflejo de nuestros sentidos, es decir la percepción de la realidad
que tiene lugar en nuestro mente de simio erguido, y que por lo
tanto no son verdades absolutas e inamovibles, sino pistas de por donde van los
tiros, racionalización de la realidad que podemos percibir como seres humanos.
La ciencia es muy importante, pero no la única fuente de conocimiento de la
realidad. El dominio absoluto de la
razón ha obnubilado nuestro avance errático hacia un precipicio cuya
profundidad nos es desconocida, pero la renuncia y abandono de la misma nos
condenaría sin remisión a la desaparición como especie. Por ello, se hace
necesario complementar la razón científica con la intuición propia del
misticismo oriental, como apunta de forma soberbia Fritjof Capra en su “Tao de la física”, de cara a la gestación de un nuevo paradigma que permita, si las
circunstancias lo permiten, que la humanidad perdure como tal, y no como un
engendro oscuro neomedieval, que incremente el sufrimiento y la dominación
entre seres humanos y para con la biosfera.
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