decrecimiento.blogspot.com

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Los náufragos del desarrollo y la posmodernidad

La economía mundial – en distintas partes del orbe –, ha generado los llamados ‘náufragos del desarrollo’, los que, aparentemente, tendrían que estar condenados a extinguirse. Sin embargo, estos no desaparecen sino que se multiplican de manera ‘inquietante’. A ellos no les queda más remedio que organizarse según otra lógica, inventando otro sistema, otro tipo de sociedad.




El proyecto de modernidad exportado desde occidente al resto del mundo – que fomenta la crematística y el individualismo -, no es de aplicación universal. Los modelos alternativos son una invitación a reflexionar sobre la posmodernidad.

Una posmodernidad basada en la ‘economía del afecto’, no cuantificable, basada en la calidad de los intercambios personales tomados con tiempo para conversar e intercambiar, donde un acto económico se mide por el refuerzo de los lazos que produce en el seno del grupo. Es el grupo lo que importa, la familia en general, los vecinos, el clan. Todos se afanan en dar seguridad al grupo, y las personas que más tienen comparten con los otros de su grupo por encima de su beneficio individual: la vida en grupo constituye unas obligaciones permanentes que se deben asumir.

Encuentros, visitas, charlas, prestar, deber, dar, recibir, ayudar, fiesta, baile, hospitalidad, el extranjero visto como un aporte y no como una carga, armonía con la naturaleza, la palabra, creatividad, nuevas relaciones con el tiempo, alegría, espontaneidad, vivir el instante...

Mujeres y hombres haciéndose cargo de su destino.

Para saber más: La otra África. Serge Latouche.

Para saber más: Las orejas diminutas y la boca enorme de los blancos. Pablo Martín Carvajal.

Para saber más: ¿Qué es la modernidad?

Los saqueadores de Bagdad

"Los mongoles luchaban arriesgando su vida, viviendo con tremendo heroísmo el choque de las batallas; los de ahora manejan mecanismos desde un lejano buque o desde una avión inalcanzable y aniquilan vidas y riquezas impunemente y sin grandeza..."

"...Apenas conquistada Bagdad, mientras ardían casas y morían habitantes, Hülegü decidió la muerte del derrotado califa abasí y la orden fue ejecutada de un modo poco común: envolviendo al califa en una alfombra que fue depositada en el suelo y sobre la que galoparon, pisoteándola con sus caballos, numerosos jinetes mongoles.

- ¡Qué barbaridad! - se me escapa.

- Claro, ésa es la visión occidental. Pero como decisión de Hülegü, fue una delicada muestra de respeto, que sin duda el califa agradeció antes de morir. De ese modo no se manifestaba ningún derramamiento de sangre real y se guardaba la dignidad."

José Luis Sampedro. Los mongoles en Bagdad.

"El ministerio de Exteriores egipcio mostró este sábado su pesar por la ejecución del depuesto presidente iraquí Saddam Hussein y por el hecho de que haya coincidido con la festividad musulmana del sacrifico (Aid al Adha), según la agencia egipcia MENA.

La agencia agrega que el Ministerio siente, además, que la sentencia se haya ejecutado coincidiendo con los ritos de la peregrinación a la Meca, que han finalizado este sábado, y sin tener en cuenta los sentimientos de los musulmanes o el respeto hacia este día 'considerado una ocasión para el perdón y la tolerancia'."

Agencia Efe 30/12/06

El mito del desarrollo

El desarrollo es la idea-fuerza que más influencia ha tenido en los últimos años. Nada hay que se le pueda comparar en la mentalidad moderna en tanto que fuerza directriz del pensamiento y de la conducta.

Quienes imponen una ideología de lo ilimitado, logran crear la ilusión colectiva en torno a la noción de ‘desarrollo’.

"El mundo industrial habrá de saber responder a las esperanzas actuales si quiere, de forma responsable, continuar creando riqueza en el futuro"
Jean Marie Van Engelshoven. Director de Shell.

"En tanto que dirigentes de empresas, suscribimos el concepto de desarrollo sostenible, que permitirá dar respuesta a las necesidades de la humanidad sin comprometer las oportunidades de las generaciones futuras".

Business Council for Sustainable Development. Conferencia de Río de Janeiro 1992.

El mito del desarrollo sirve para reducir la complejidad del mundo, intentado explicar una realidad que no se entiende, orientando el pensamiento y el comportamiento social al mismo tiempo que explican la realidad cumpliendo una función psicológica (reducir la incertidumbre y dar sentido a la realidad en la que se vive) y política (articulando las sociedades, justificando y sacralizando el poder).

El significado positivo, profundamente arraigado tras dos centurias de construcción social, es un recordatorio para dos tercios de la población terrestre de 'lo que no son', recordatorio de una condición indeseable e indigna: para escapar de ella, necesitan que las experiencias y sueños de otros los esclavicen. El desarrollo es una forma de colonialismo en donde opera la escisión de la esfera económica del ámbito de la sociedad y de la cultura

Se hace necesario superar el mito del desarrollo que ha servido de justificación para imponer un sistema que no ha llevado a una mejora del bienestar en todo el mundo sino que ha profundizado las desigualdades. Se trataría de ‘descolonizar el imaginario económico’ para construir una sociedad alternativa.

Para saber más: Sostenibilidad y límites del pensamiento. Armando Páez.

Para saber más: Sobrevivir al desarrollo. Serge Latouche. 2007.

La economía del sustento

La economía de la Naturaleza es la economía primera y primaria sobre las que descansan todas las demás. La economía de la naturaleza consiste precisamente en la producción que la propia naturaleza realiza de bienes y servicios: el agua reciclada y distribuida a través del ciclo hidrológico, la fertilidad del terreno producida por los microorganismos, las plantas fertilizadas por los agentes polinizadores, etc.

En la economía del sustento, las personas trabajan con el fin de proporcionarse directamente a sí mismas las condiciones necesarias para mantener sus vidas.

La economía del sustento es la economía de los dos tercios de la humanidad que se dedican a la producción artesanal, la agricultura campesina, la pesca también artesanal y las economías forestales autóctonas. La economía del sustento incluye todos aquellos ámbitos en los que los seres humanos producen en equilibrio con la naturaleza y reproducen la sociedad a través de la colaboración, la mutualidad y la reciprocidad.

La ciencia económica moderna, el concepto de ‘desarrollo’ y el de ‘progreso’ y, actualmente, el paradigma de la globalización apenas cubren una porción minúscula de la historia de la producción económica humana. En el contexto de una base de recursos limitada, desviar recursos naturales del sostenimiento directo de la existencia humana hacia la generación de crecimiento en la economía de mercado significa destruir la economía del sustento. En ésta, la satisfacción de necesidades básicas y la garantía de una sostenibilidad a largo plazo son los principios organizadores del uso de recursos naturales; la explotación de los recursos para la obtención de ganancias financieras y la acumulación de capital son, por el contrario, los principios organizadores de la economía de libre mercado.


Para saber más: ‘Manifiesto para una Democracia de la Tierra’. Vandana Shiva. Paidós. 2006.


Ecodemocracia y decrecimiento


“Sea como fuere, la creación de iniciativas locales 'democráticas' es más 'realista' que la idea de una democracia mundial. Es impensable derrotar frontalmente el dominio del capital y de las potencias económicas, pero queda la posibilidad de entrar en disidencia. Esa es también la estrategia de los zapatistas y del subcomandante Marcos. La reconquista o la reinvención de los commons (tierras comunales, bienes comunes, espacio comunitario) y la autoorganización de la bioregión de Chiapas, son una ilustración posible, en otro contexto, de la acción localista disidente”.

Serge Latouche. Ecofascismo o ecodemocracia.


“Se trata, también, de la reivindicación de autonomía, tanto frente al mercado como frente al Estado, y tanto si esa autonomía se fundamenta en la asociación como si lo hace en la comunidad. Se trata, finalmente, de la insistencia en la diversidad cultural (como origen de un conocimiento fundado en la experiencia y ‘adaptado al caso concreto’, como base para rechazar cualquier modelo que se pretenda universalmente aplicable y como fuente que ofrece una pluralidad de espacios para una multitud de iniciativas y experimentos)”.

Ernest García. El cambio social más allá de los límites al crecimiento: un nuevo referente para el realismo en la sociología ecológica.

De cómo la quiebra de Detroit ha fomentado la máquina política de decrecimiento

Seth Schindler - Diagonal


La ciudad de Detroit fue una de las principales víctimas de la crisis financiera de 2008, finalmente se declaro en quiebra en julio de 2013. Seth Schindler estudia cómo la bancarrota de la ciudad ha actuado como un catalizador para el cambio. Escribe que Detroit ha pasado de una "política de la máquina de crecimiento" que se caracterizaba por impulsar el crecimiento económico a expensas de los servicios urbanos, a una política de "decrecimiento" que rechaza la austeridad fiscal a favor de la diversificación económica y del uso creativo de la tierra. 



Las prácticas de préstamos especulativos y la titulización de hipotecas de alto riesgo fueron en gran parte la culpa de la crisis financiera de 2008. La crisis fue particularmente grave en las ciudades donde la falta de liquidez en el sistema financiero hizo que fuera difícil para los gobiernos municipales responder a la ola de ejecuciones hipotecarias y a la resultante disminución de los ingresos fiscales. Con lo peor de la crisis aparentemente detrás es el momento de reflexionar sobre el impacto a largo plazo que ha tenido en las ciudades estadounidenses. Tal vez el ejemplo más extremo de una ciudad en crisis es el de la ciudad de Detroit. Las maltrechas finanzas de la ciudad no pudieron competir con la crisis económica mundial y en el 2013 Detroit se declaró en quiebra. Esta parte de la historia es bien conocida, pero se ha prestado mucha menos atención a la planificación del desarrollo futuro de Detroit en torno al cual ha habido un consenso entre las élites locales que se unieron entorno a ello un año y medio año desde que se declaró en bancarrota. Si bien este nuevo plan conserva algunos elementos de los programas de desarrollo urbano, este prescinde de la estrategia basada en el crecimiento constante basado en el rejuvenecimiento del sector manufacturero de la ciudad. En su lugar, se acepta la posibilidad de un mayor declive económico y su objetivo está en mejorar la calidad de vida de los residentes de Detroit, la diversificación económica y la sostenibilidad ambiental.

Para entender la voluntad de los responsables políticos de Detroit a renunciar al sueño de regresar a una época dorada de la fabricación fordista es necesario poner la crisis de 2008 en su contexto. Al igual que muchas ciudades de Estados Unidos, Detroit es una víctima de la prolongada crisis económica, que comenzó en la década de 1970. Con la reubicación por parte de los fabricantes de automóviles de sus instalaciones de producción primero a los estados del sur y luego al extranjero en un intento de evitar costos laborales y contrarrestar una tasa decreciente de ingresos. El colapso del sector industrial del automóvil de Detroit dejó las finanzas de la ciudad en ruinas, y los responsables políticos respondieron adoptando las típicas soluciones orientadas al fortalecimiento del mercado que estaban de moda en la década de 1980. Hubo un gran cambio en los Estados Unidos durante la década de 1980, en el que la función principal del gobierno municipal pasó de gestionar la prestación de servicios del día a día a fomentar mayoritariamente el crecimiento económico. Para ello surgieron "coaliciones para el desarrollo" en muchas ciudades. Estas coaliciones apostaban por las "políticas de la máquina de crecimiento", cuyo objetivo era aumentar el valor del suelo y atraer inversiones extranjeras. Los organismos públicos asumieron riesgos para proyectos de desarrollo urbano a gran escala, mientras que las empresas privadas cosecharon las recompensas financieras. Esto condujo a una percepción entre los inversionistas de que los bonos municipales eran inversiones seguras que ofrecían suculentas ganancias, por lo que cuando el gobierno municipal de Detroit trató de compensar la reducción en sus ingresos fiscales con la emisión de bonos no había escasez de inversores dispuestos a ello. Para el año 2012 el déficit de Detroit se situó en 326.000.000 dólares, mientras que sus ingresos fiscales y la población siguieron disminuyendo.

El marco de acción para responder a la crisis en muchas ciudades ha sido el de intensificar las políticas neoliberales. Así, cuando las coaliciones para el desarrollo no lograron atraer inversiones o aumentar el valor del suelo, la respuesta fue con frecuencia ofrecer condiciones incluso más favorables a los inversionistas mientras se recortaban servicios. Esto ha llevado a muchos académicos y activistas a la desesperación ya que mientras el neoliberalismo es la causa de la crisis actual también perversamente se ha abrazado como la única solución existente. Muchos municipios han impuesto la austeridad fiscal desde el inicio de la crisis financiera como un medio para atraer la inversión. Aunque algunas de estas ciudades tienen sus finanzas con una base solida, los responsables políticos ven la austeridad fiscal como un desvío a corto plazo destinado a calmar a inversionistas asustadizos. De acuerdo con este razonamiento el dolor causado por la austeridad se verá compensado en un futuro próximo una vez que la coalición por el desarrollo sea capaz de reanudar un ciclo de crecimiento. En el caso de Detroit este optimismo habría estado fuera de lugar, porque incluso la versión más agresiva de la austeridad fiscal no habría invertido las décadas de declive que ha sufrido la ciudad. Esto plantea una pregunta obvia: ¿Por qué una ciudad ha de soportar el dolor de la austeridad si un mayor declive es inevitable desde el principio?

Ante una cuestión como esta, las élites de Detroit decidieron que aunque la austeridad era el mejor interés para los acreedores de fuera de la ciudad, ésta suponía hacer la vida aún más difícil para los residentes, y decidieron repudiar la deuda de la ciudad y dar el paso histórico de declararse en quiebra. Al liberar a la ciudad de la carga de su deuda se ha permitido que el futuro de Detroit pueda ser re-imaginado. Una coalición entre las élites de la ciudad se han unido en torno a esta nueva visión, que se basa en el uso del suelo de una forma creativa, de la sostenibilidad ambiental y de la diversificación económica. Se articula en un documento de 345 páginas titulado Detroit Future City (DFC). Se lee como un plan completo para la ciudad que se centra en cinco "elementos de planificación": crecimiento económico, el uso del suelo, sistemas de servicio de la ciudad, los barrios, y los propiedades municipales en forma de terrenos y construcciones. A diferencia de las políticas urbanas empresariales cuyos horizontes temporales se miden en el corto plazo y los ciclos electorales, el DFC pretende rejuvenecer la economía de Detroit, en el transcurso de las próximas cinco décadas. El primer paso es hacer la ciudad habitable con el fin de detener la ola de emigración, previendo inversiones en los barrios. Se anima también a los residentes en barrios caracterizados por altos niveles de abandono a trasladarse a barrios con alta densidad de población. El esquema de producción fordista es rechazado en favor de la diversidad económica, la típica casa unifamiliar aislada es rechazada en favor de barrios diversos densamente poblados, y el cambio más importante para esta Ciudad del Motor es que el plan prevé una red de transporte público eficiente. Quizás el aspecto más destacable del DFC es "la re-imaginación y la reutilización de terrenos abandonados para usos productivos o, cuando haya un exceso de los mismos, sean retornados a su estado ecológico inicial, sostenible con el medio ambiente." Por lo tanto, el énfasis en el uso sostenible de la tierra es un desviación importante del esquema o maquinaria política de crecimiento económico orientado a aumentar el valor del suelo.
 
Es demasiado pronto para decidir si la visión articulada en el DFC sera realizable o si será efectivamente capaz de orientar las políticas publicas para los próximos cincuenta años. Sin embargo, es importante señalar que la quiebra de Detroit dio la oportunidad de trazar un nuevo rumbo. Me refiero a esto como la maquinaria política de decrecimiento, ya que acepta la incapacidad de seguir creciendo constantemente y da por hecho la realidad de que una mayor contracción de la economía tradicional de Detroit es inevitable para activar otro tipo de actividades, y en vez de intentar contentar a los acreedores los responsables políticos se centran fundamentalmente en la mejora de la calidad de vida de los residentes de la ciudad. El concepto de "decrecimiento" no es nuevo, pero históricamente ha sido utilizado principalmente por activistas y académicos ya que los políticos no ganan elecciones haciendo campaña sobre como hacer para que la economía deje de crecer. Esto está cambiando desde el inicio de la crisis financiera, ya que hay muchos lugares en los que el crecimiento simplemente no es una opción ni a corto ni a largo plazo, una realidad que no puede ser revertida ni por la austeridad fiscal. Algo que está haciendo que el mensaje del decrecimiento este empezando a entrar en la corriente principal del discurso político en el sur de Europa. Los votantes en Grecia rechazaron recientemente la austeridad fiscal, y aunque esto puede poner en peligro las líneas de crédito de los acreedores obsesionados con las medidas de austeridad con sede mayoritariamente en Bruselas y Berlín faculta a los políticos griegos para centrarse en la calidad de vida de sus ciudadanos. Del mismo modo, muchas ciudades en China están luchando para hacer frente al lento crecimiento económico que Xi Jinping ha llamado la "nueva normalidad". Si los vertiginosos días de crecimiento sostenido del 10% son cosa del pasado los planificadores urbanos no serán capaces de atraer igualmente tanto a inversores extranjeros como préstamos por parte de bancos, por lo que pueden verse obligados a responder solamente a las demandas de mejora de calidad de vida de sus ciudadanos de una forma más creativa.

Debido a todo esto Detroit puede servir de lección para futuras coaliciones de decrecimiento en otros lugares del mundo. Ya que en primer lugar, Detroit demuestra que la intensificación de la austeridad fiscal no es la única respuesta a disposición de los responsables políticos que se enfrentan a una crisis económica. Que, a pesar de la declaración de quiebra de Detroit, no fue castigada por los acreedores. Por el contrario, el repudio de la deuda transformó Detroit en un destino atractivo para los inversores. Por ejemplo, Goldman Sachs lanzó una iniciativa para invertir 20 millones de dólares en las pequeñas empresas de Detroit. En pocas palabras, una institución que se desahoga de su deuda parece una mejor inversión que otra que no puede pagarla sin el apoyo de un garante (en este caso el Estado de Michigan). En segundo lugar, la razón por la que Detroit es capaz de atraer la inversión se debe a su máquina política de decrecimiento ha articulado con claridad un plan innovador para el futuro de la ciudad. El rechazo a la austeridad debe ir acompañada de un conjunto claro de políticas destinadas a la gestión del declive de una manera que haga que las ciudades sean más habitables. Por lo tanto, más que un fin en sí mismo, el repudio de la deuda debe ser visto como un medio para que las ciudades puedan visionar futuros alternativos, sostenibles y equitativos.

Reflexiones en torno al desarrollo, la cooperación, el (de)crecimiento y la igualdad

Aurora Moreno Alcojor - Carro de combate

Algo, mucho, está cambiando en el mundo de la cooperación. Hace ya años que se pasa del modelo asistencialista a una visión del desarrollo como algo más profundo, con la idea de crear estructuras útiles y sostenibles en el tiempo. Ahora, se embarcan en un nuevo cambio de paradigma: alternativas al modelo actual para ser parte de un cambio mucho más radical.

De todo esto se habla en las jornadas organizadas por la Coordinadora de ONGD, agrupadas bajo el título ‘Hacia el fin de la desigualdad y la pobreza. Enfoques y alternativas al modelo imperante’, en las que se trataron muchos de los temas  sobre los que habitualmente reflexionamos en este blog. Un encuentro de dos días en el que se dieron citas pensadoras, trabajadores de las ONGD, sociólogos y estudiosos de la cooperación para abordar desde un punto de vista multidisciplinar la realidad de un mundo globalizado donde muchos de los parámetros establecidos han dejado de ser válidos.



charla yayo_cuatroOjos

Viñeta realizada por http://www.4ojos.com/ con algunos de los conceptos explicados en una charla sobre este mismo tema: “El decrecimiento se impone sí­ o sí­”.

Entre ellos, el que asocia crecimiento económico a desarrollo, especialmente en un momento en el que nos enfrentamos, como explicaba Yayo Herrero, hasta hace poco coordinadora de Ecologistas en Acción y actualmente directora de Fuhem, a un triple riesgo de colapso: por la crisis energética, la crisis de materiales y el cambio climático (demostrado una y otra vez a pesar del negacionismo). Un momento en el que las desigualdades se profundizan y los recursos se agotan provocando un profundo conflicto entre el ‘techo ecológico’ (el máximo que podemos consumir en función de los recursos naturales) y el ‘suelo social’ (el mí­nimo imprescindible para vivir). Entre estos dos mundos hay un amplio territorio, pero si queremos que el segundo crezca es imprescindible que el primero disminuya: conseguir que todos los ciudadanos del Planeta accedan a estos mí­nimos exige que los otros disminuyan -“disminuyamos”- nuestro consumo. En esta situación, se impone, por lo tanto, la idea del decrecimiento no como una opción ética, sino como una obligación.
 
Una idea que lleva aparejado debates complicados, que no gustan, peo a los que hay que responder. Por ejemplo: ¿es sostenible comer carne o pescado cinco días a la semana? ¿Y tener un automóvil cada uno? ¿Es esto un derecho o un privilegio? ¿Qué pasará si todos los habitantes del planeta pretendieran hacer lo mismo?.

Reflexiones que afectan a las ONGS y al modelo de desarrollo que exportan, pero también a cada uno de nosotros, en tanto que si queremos igualdad real debemos empezar a cambiar nuestros propios modos de vida. Y como siempre decimos por aquí, el consumo es, probablemente, la mejor arma a nuestro alcance.

Vivir mejor con menos: Decrecimiento


Sergio Reyes - A escala humana


6a00e554717cc98833014e8a43f262970dSi observamos estadísticas de crecimiento económico de los países con mayores niveles de PIB per cápita, desde la era dorada (los 60’s) hasta nuestros días, es evidente la disminución progresiva de las tasas de crecimiento económico en distintos países, (como se ve en el gráfico de las tasas de crecimiento en Estados Unidos), a pesar de los discursos pro-crecimiento de los gobernantes para solucionar problemas, desde la inequidad hasta el desarrollo sostenible en todas estas épocas.


Por otro lado, desde la crítica al crecimiento económico (como lo hemos hecho aquí desde el principio) por parte de la economía ecológica y otras disciplinas afines (como la ecología política) han surgido opciones al crecimiento económico como el decrecimiento o acrecimiento del cual hablaremos hoy.


Yearly_trends_in_annual_regional_carbon_dioxide_emissions_from_fuel_combustion_between_1971_and_2009Como demuestra el gráfico las emisiones de dióxido de carbono -sólo por dar un ejemplo- en el cual vemos claramente la pendiente positiva de la gráfica, la gran mayoría de las regiones mostradas son todo lo contrario al crecimiento económico de los Estados Unidos, o sea, a medida de que las tasas de crecimiento económico van disminuyendo, las emisiones de CO2 van aumentando y deteriorando el planeta -no dije algo nuevo, pero había que mostrarlo- por lo cual hoy hablaremos de un paradigma alternativo al crecimiento económico como forma de atenuar estos efectos contrarios.


En primer lugar, el decrecimiento se puede definir de la siguiente manera: “en términos generales, el decrecimiento sostenible es una reducción de escala de producción y consumo que aumenta el bienestar humano y mejora las condiciones ecológicas y la equidad en el planeta” (Tokic, 2012), este aumento del bienestar viene dado por dos razones principales, las cuales están definidas en términos de la felicidad -esta vez asumimos que felicidad = bienestar = satisfacción de las necesidades humanas fundamentales- “i) en la felicidad a largo plazo no aumenta con el ingreso nacional, ii) en las comparaciones internacionales, y para los países que se han satisfecho las necesidades básicas, el nivel de felicidad no varía mucho con el ingreso nacional” (Kallis, Kerschner, & Martinez-Alier, 2012), por estas razones y teniendo en cuenta los límites de recursos y la búsqueda de la sostenibilidad y la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, habría que disociar el crecimiento del producto y el bienestar de forma aún más pronunciada. Por consiguiente diremos que el Decrecimiento se basa en 4 razones fundamentales:


  1.  La Economía mundial está -hace ya largo rato- en un exceso ecológico, donde explotamos más allá de la tasa de renovación natural de los recursos con los que contamos
  2. A raíz de lo anterior, es necesario reducir el tamaño de la economía a niveles tolerables por el planeta (de aquí el nombre de decrecimiento)
  3. Después de ese ajuste al límite ecológico, el crecimiento de la economía debe ser cero o igual a la tasa de renovación del planeta.
  4. Políticas conducentes a una mejor calidad de vida, enfocándose en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales.

Estas cuatro razones están fundamentadas básicamente porque como ya lo hemos dicho, el funcionamiento productivo necesita de energía y materiales provenientes de la naturaleza, y este consumo de energía es responsable en gran medida del cambio climático, dada que la capacidad de absorción y renovación de la naturaleza ha sido dañada por el ser humano y la amenaza de desastres naturales aumenta considerablemente, a medida que vamos agotando aún más la capacidad de la biosfera en renovarse continuamente. Por eso la reducción gradual de la actividad económica reduce el consumo de energía total y por lo tanto el riesgo de desastres. Visto desde otra óptica, cambiar el foco desde el crecimiento económico hacia posiciones donde nuestra preocupación no sea crecer -ya que nos mantendremos en un nivel donde podamos cumplir con nuestros deseos sin dañar nuestros ecosistemas nos permitirá enfocarnos en nuestro desarrollo como lo hemos planteado aquí.

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En el contexto económico donde las deudas son la base del funcionamiento las economías, donde cada vez necesitamos producir y vender más para saldar nuestras deudas -a causa de que las tasas de interés son calculadas de forma exponencial- llevar esta tasa de interés a niveles cercanos a cero, donde tengamos que producir un mismo nivel siempre para pagar nuestra deuda y así cumplir una de las condiciones del decrecimiento, que es mantener niveles productivos constantes se ve muy difícil, pero he ahí la clave, necesitamos del cambio de la visión de nuestro mundo. Uno de esas visiones es que necesitamos de un crecimiento negativo del producto interno burto (PIB) de más o menos un 3,2% (Tokic, 2012) en un muy largo plazo para después, cuando nos encontremos debajo de la capacidad de carga (la capacidad regenerativa natural de los recursos) mantenernos en un nivel de producción constante -no creciente-, eso sí, con ese nivel de producción deberíamos ser capaces de satisfacer nuestras necesidades lo que implica necesariamente un cambio en los patrones de demasiadas variables socioeconómicas, como pueden ser el consumo hasta cuestiones demográficas como la natalidad de forma permanente. 

Graficamente -los economistas amamos los gráficos- lo podemos mostrar tal como se ve en la imagen (en el eje X el Tiempo, en el eje Y el Tamaño de la Economía) la línea punteada es la capacidad de carga del planeta (definida como el tamaño máximo de población que el ambiente puede soportar indefinidamente en un periodo determinado, teniendo en cuenta el alimento, agua, hábitat, y otros elementos necesarios disponibles en ese ambiente), tres zonas delimitadas, la zona del crecimiento (donde nos encontramos hoy), la zona del Decrecimiento (hacia dónde el tamaño máximo de población que el ambiente puede soportar indefinidamente en un periodo determinado, teniendo en cuenta el alimento, agua, hábitat, y otros elementos necesarios disponibles en ese ambiente debemos avanzar) y la Zona SSE (steady state economy, en español, economía de estado estacionario, que corresponde a la zona donde la producción se mantiene constante en el tiempo). La línea continua representa el camino a seguir por la economía según la postura del Decrecimiento.


Para terminar, el decrecimiento nos muestra una opción para el futuro que debemos contemplar antes de que la misma naturaleza nos obligue a decrecer de forma repentina y drástica a causa de fenómenos naturales que no seamos capaces de predecir ni controlar y que termine en catástrofe en cualquiera -o todas- las variables sociales que atañen a la sociedad capitalista actual. Los proponentes del decrecimiento (como Joan Martinez Allier o Giorgios Kallis) invitan a la sociedad a discutir estos temas y añadirlos a las políticas públicas, nosotros tomamos su invitación y le agregamos que cualquiera sea la opción de (de)crecimiento que elijamos debemos tener en cuenta de que las dimensiones materiales y ecológicas no son suficientes para un análisis completo y complejo de la realidad, sino que debemos de colocar al ser humano en todas sus dimensiones como el objetivo principal y de ahí partir con las propuestas, esto tomará tiempo claro está, debemos de educar y cambiar mentalidades que llevan más de un siglo pensando que producir, producir y producir es el único camino a seguir cuando alcanzar la plenitud debe ser nuestro objetivo a seguir.


Referencias


 Schneider F., Kallis G., Martinez-Alier J., (2010) Crisis or opportunity? Economic degrowth for social equity and ecological sustainability. Ecological Economics 18(6) pp: 511-518

Tokic D., (2010) The economic and financial dimensions of degrowth. Ecological Economics 84 pp: 49-56

Kallis G., Kerschner C .,Martinez-Alier J., (2012) The economics of degrowth. Ecological Economics  84 pp: 172-180

“Es hipócrita ponerle límites a la expresión y no a la pesadilla real”

Miguel Brieva - Diagonal


Esta conversación comienza centrándose en un mercado, el de la historieta, como excusa para hablar del presente, y de su presente: Miguel Brieva acaba de publicar su primera obra larga, Lo que me está pasando, con Reservoir Books, sello del grupo Penguin House-Mondadori orientado al cómic. Después de dibujar cuentos e imaginar un futuro próximo al que asomarse desde el periódico; después de abofetearnos con sus aforismos gráficos, letales desde sus inicios fanzineros; después de quince años en esto de la reflexión humorística en viñetas, le preguntamos sobre cómo ha cambiado el ecosistema en España; sobre cómo, desde el cómic de autor hasta la autoedición, se nos plantea la duda, la crítica: todo es mercado, tema que atraviesa toda su obra previa y también Lo que me está pasando.

Desde la perspectiva que da llevar un cierto tiempo en la pequeña industria del cómic español, y dado tu compromiso y tus principios creativos ligados al fanzine, término que ahora ha mutado a autoedición, ¿cómo ves la evolución del ecosistema fanzinero, sobre todo en lo que tiene que ver con un interés más acuciante por estar que por hacer?
El fanzine y la autoedición son una cosa precursora y artesanal de lo que son ahora las redes sociales. Éstas se han convertido en un escaparate brutal para el narcisismo, para satisfacer la necesidad de reconocimiento; sin duda una cuestión esencial de cualquier labor humana desde el principio de los tiempos. O, por lo menos, desde que se empezó a generar esta idea de individuo tan fuerte. Y es interesante, porque tenemos la cuestión del individualismo, que surge como fenómeno espontáneo de un proceso de pensamiento, pero que ha devenido en una idea prefabricada, adaptada al discurso de mercado, que las nuevas generaciones ya traen consigo.

El fanzine, la autoedición y las redes sociales como herramientas para la gestión del yo, la gestión de la marca personal.
Es la idea que sostienen gurús neoliberales desde hace tiempo, antes incluso de que la tecnología lo facilitara, de que cada uno somos una empresa y tenemos que lograr ser una empresa viable. Ésa es la ideología. La tecnología pone los medios para hacerlo realidad, incluso atractivo.

La idea del “yo como marca” en el mundo del cómic nos lleva desde la autoexplotación hasta los derroteros del merchandising, más naturalizado en terrenos anglosajones. En un presente donde el mercado somos todos, ¿qué caminos nos toca ahora transitar?
En tanto que todo se mueve por dinero, podríamos decir que nada que suceda en esta sociedad puede considerarse, por así decir, limpio. Ocurre que no es lo mismo un señor que tiene una zapatería que Emilio Botín; eso es, quizás, lo importante.

Pero también hay una estructura, una manera establecida de hacer las cosas. Sabemos cómo deberían ser y cómo son en realidad, sobre todo si lo que se quiere es seguir adelante con un proyecto propio en un contexto como el actual.
Ahora, trazar líneas, fronteras inamovibles es, como bien dices, imposible. Estamos todos aquí y estamos todos pringados. Pero, quizá, lo que es interesante es pensar en gradaciones. Esta idea la utilizo para plantear el tema del consumo: es obvio que cualquier tipo de consumo, aunque sea subirte en el transporte público, genera una serie de gastos energéticos que, probablemente, no están bien planteados; no obstante, no es lo mismo consumir sin control que de manera consciente y medida. Quizá en este tipo de mesura esté la clave.

Una idea más decrecentista del día a día.
Bueno, es que el decrecentismo no es tanto una idea como un hecho; uno que sólo los ecologistas han sabido ver. Hasta el Fondo Monetario Internacional ha admitido que es imposible mantener un crecimiento parecido al de principios de este siglo. ¿A qué podemos aspirar en España? Tenemos los nuevos movimientos políticos surgidos recientemente, que tampoco están planteando las cosas que hay que hacer. Están planteando aquello que, más o menos, parece que se puede llevar a cabo y que no asuste a la mayoría de la población. Porque, si llegara una persona sensata –científico, ecologista– y dijera lo que realmente tenemos que hacer, la gente sería incapaz de asumirlo. Como drogadictos del consumo, necesitaríamos un proceso de desintoxicación, uno que no estamos preparados para si quiera plantearnos.

A propósito de tu nueva obra, Lo que me está pasando, donde tocas este, entre otros temas, hacerte la pregunta de rigor: por qué novela gráfica.
Esto es, obviamente, marketing. Es indudable que nunca he hecho una narración de 120 páginas. Es mi primer cómic largo. Desde la editorial negociamos esta cuestión, de ahí la broma a la hora de representar la campaña de comunicación. En el momento en el que te planteas publicar en una editorial de este tamaño, ocurre lo que hablábamos antes: gradúas.

Al calor del 15M, editoriales como Dibbuks o Norma publicaron cómics sobre el tema. Crónicas, impresiones. ¿Crees que hemos llegado al momento de crear relato después de la reflexión, cuatro años después?
Creo que sí. Aquellos cómics salieron justo después del 15M y podría decirse que fueron oportunistas, al igual que se puede decir eso mismo del mío, en el sentido de que nace de una propuesta de la editorial propiciada por las buenas ventas de otras obras críticas, como los cuadernillos de El Roto. Ocurre que coincidió con que yo tenía bastantes ganas de escribir y dibujar una historia larga. Hasta ese punto podría decirse que sí. Sin embargo, creo que estamos viviendo un contexto de cambio cultural más profundo, donde el cinismo ha mudado a un compromiso más visible, a una concienciación, como veo que también ocurre en el contexto musical.

¿Consideras que se trata de una toma de conciencia sólida o circunstancial?
Como todo esto que está sucediendo –la crisis, el decrecimiento– no es circunstancial, no creo que la conciencia lo sea. A no ser que la gente sea totalmente inconsciente. Pero, para que suceda la inconsciencia tiene que haber un vapor embriagador que te sumerja, que es lo que sucedía por ejemplo a principios de este siglo. Pero, ahora mismo, no lo veo… bueno, aunque los móviles podrían considerarse vapor embriagador.

Hay una crítica explícita en tu cómic al respecto…
Si, hay una crítica a todo lo que tiene que ver con el audiovisual. Pero en lo que respecta a los móviles, existe una dependencia de la que no somos conscientes hasta que alguien tiene un accidente con su aparato de turno y descubre que nota su ausencia, que le condiciona. Al hilo de esto, comentarte que estoy trabajando con Ecologistas en Acción en un libro de autoayuda enfocado a cómo salir del consumo. Porque, cuando lo analizas desde el punto de vista de una adicción, el consumo responde a todas las características propias de una enfermedad de este tipo.

Autoayuda como hackeo…
Sí, por eso lo hemos llamado ‘socioayuda’. Utilizamos tanto la parte paródica y crítica de la autoayuda, a la vez que aprovechamos la parte de la misma que sabemos que funciona para apoyar a aquellos y aquellas que quieran dejar de consumir.

Una curiosidad: ¿por qué el paso del aforismo a la narración?
Bueno, en realidad Lo que me está pasando tiene truco. Utilizo la estrategia del diario, que escribe el protagonista, que me permite un poco enmascarar el relato bajo el formato de historias breves, que es con lo que yo normalmente trabajo. De todas maneras, tengo dos guiones bastante desarrollados –llevo trabajando en ellos años– que es lo que yo quería hacer, pero la propuesta de la editorial llegó antes e hice esta obra desde cero. Pero, de lo que me he dado cuenta haciéndolo es de que hay emociones, efectos dramáticos, que sólo puedes transmitir en un formato narrativo secuencial y no en un fogonazo, que son las cosas que yo he hecho hasta ahora y que tienen más de gag, de sketch televisivo.

En el aforismo residían las bofetadas, por así decirlo, y ahora en esta propuesta narrativa persiste ese espíritu, pero has variado la estrategia…
Piensa que llevo catorce años trabajando en la misma línea, disparando en todas las direcciones, dejando que las cosas se vayan sugiriendo solas. Había una necesidad de hacer algo distinto. Como cuando hago poesía, que firmo con otro nombre –Marcz Doplacié–. En este caso, para transmitir la sensación de pesadez, de depresión, no veía la manera de hacerlo de la mano del humor, francamente.

Entonces, ¿crees en el relato para generar el cambio de conciencia del que hablábamos hace unos momentos?
Yo trato de empujar en esa dirección. Lo he hecho siempre así. Otra cosa es que trabajar con una herramienta que lo retuerce todo tanto, como es la ironía, la hipérbole, provoque que mucha gente se quede con la sensación de que nada tiene solución. Por eso tenía esta intención, casi de revancha, de hacer pensar con la risa. Y luego está el propósito sanador, que diría Jodorowsky. Lograr sintetizar una sustancia que te depure de esa otra droga que es vivir en este contexto.

He observado que todas las citas con las que empiezas cada capítulo son de señores; de intelectuales varones.
Sí, es cierto. Pero, fíjate que hay una serie de autores que son Pessoa, Chesterton, Kafka, gente en cuya época no había tantas escritoras. Uno sale al campo y recoge mariposas. Si resulta que las mariposas que hay, por las circunstancias que sabemos, son de tíos, pues te encuentras con eso. Es verdad que no hago una lectura desde el punto de vista de la discriminación positiva; es decir, no me planteo que de cada siete libros que lea, cuatro tienen que ser de mujeres como norma. Mea culpa, pero no lo hago.

Te lo preguntaba porque la contraportada la firma Belén Gopegui y me llamó la atención que en el cómic las citas que inspiran al protagonista solo fueran de hombres.
Es un tema jodido porque soy perfectamente consciente de él, pero también sé que los valores intrínsecos al varón son los que han coloreado lo que entendemos por conocimiento, lo que entendemos por creatividad. Éste es el pensamiento legitimado por lo que es lógico que haya más hombres que constantemente estén nutriendo ese magma creativo de conocimientos que mujeres. Y es evidente que hay cada vez más mujeres aportando. Por ejemplo, no está especificado con una cita, pero sí está presente en el cómic el ensayo de Almudena Hernando, La fantasía de la individualidad y sus reflexiones sobre los cuidados.

¿Ha influido la paternidad en tu creatividad?
Ha influido colateralmente. No me ha cambiado a un nivel metafísico, no me ha empujado a ver la realidad desde otra perspectiva, porque siempre he sido muy consciente de ella. Pero encarnando la paternidad sí descubres el esfuerzo tan brutal que significa y, por tanto, el mérito que tiene y el reconocimiento social que habría que darle a los cuidados. Y cómo es una cuestión que está invisibilizada cuando, en realidad, es lo único importante.

Al hilo de estas responsabilidades, ¿se puede dibujar todo?
Sí, es fundamental. Para mí lo importante es que no se puede hacer todo, pero sí se puede pensar y elucubrar sobre todo. Es un modo de exorcismo o de válvula de escape, si se quiere. Desde un punto de vista censor, la obra del Marqués de Sade tendría que haber sido destruida. Habríamos perdido su legado y la influencia que él mismo ha tenido en muchos autores posteriores, y en la propia concepción de la idea del yo que se ha ido construyendo a lo largo del tiempo, desde el psicoanálisis, etc. Las ideas y las creaciones han de ser sagradas. Luego podemos entrar en el tema del gusto, pero la expresión no debería tener límites. Lo que es muy hipócrita es ponerle límites a la expresión y no a la pesadilla real. Yo prefiero ponerle límites a lo real, a los hechos, y no a las ideas. 

Julio Anguita: "Defiendo el decrecimiento"

Julio Anguita en la revista 'El decrecimiento'

"La austeridad debe ser reivindicada por la izquierda más que nadie. La izquierda durante mucho tiempo se ha limitado (y yo lo entiendo) a luchar por una mayor participación de todos en el pastel. Es decir que ha pedido tener más acceso a la posibilidad de que todos tengan coches, de consumir, tanto en Occidente desarrollado como en el Tercer Mundo. Lo que ocurre es que la sostenibilidad del planeta está en contra del concepto de crecimiento sostenido, que es imposible. Es por eso que también defiendo el decrecimiento. 

¿Por qué? Porque el planeta tiene sus límites. Unos límites en los que 7 mil o incluso 12 mil millones de personas pueden vivir; pero deben vivir de una manera en la que no agredan al medio ambiente y en la que existan entre ellos unas relaciones fraternas en torno a lazos solidarios, y en la que se vayan erradicando enfermedades, hambrunas, etc.; sin que la humanidad entre en esa dinámica diabólica de consumir y consumir cosas, que muchas veces son completamente superfluas. Se trata de una cultura alternativa que solo puede venir de la izquierda, de movimientos alternativos, que aun si no se inscriben en el campo de la izquierda, podemos decir que están en el campo de lo humanístico, es decir, de la modernidad humanística."

Arma nuclear: 10 reflexiones

Este ‘arma nuclear’ es el LGM-30 Minuteman, un misil balístico intercontinental con tres cabezas nucleares, de 32 toneladas de peso, 18 metros de largo y 1, 67 metros de diámetro, capaz de alcanzar un objetivo a 9650 kilómetros y la capacidad de destrucción de vida humana de manera inmediata contabilizable en decenas de millones de personas.

Este arma nuclear tiene además una serie de cualidades que los científicos, los políticos y la ciudadanía en general suele pasar por alto y que nos hace inconscientes del problema que tenemos los humanos ante el peligro nuclear.

La primera consideración se refiere a la inocuidad de la imagen que nos representa esta máquina de destrucción; su aspecto, la forma en que se nos presenta no da lugar  a comprender su poder de aniquilación, es a simple vista inofensiva, una parte más de nuestro dispositivo tecnológico, un paso más en el camino del progreso.

Una segunda apreciación sobre el alejamiento de la realidad militar; la sociedad civil y la sociedad castrense no se perciben mutuamente, habitan realidades paralelas que no se tocan. La distancia facilita la ignorancia y provoca indiferencia ante un problema colectivo que no puede dejarse en manos de la jerarquía guerrera.

Una tercera singularidad tiene que ver con los fundamentos de nuestra existencia moral y política. Es desproporcionado lo que defendemos (principalmente nuestro modo de vida occidental), con los medios con lo que lo defendemos. Esto es la causa de una enfermedad mental colectiva que destruye todos los valores y todo el derecho, vaciando de contenido la democracia, pues ponen las decisiones más importantes en manos de unos cuantos y producen un embrutecimiento generalizado de quienes las poseen, que siempre han de estar decididos y dispuestos a todo. Estas armas logran que los países que cuentan con armamento nuclear pierdan la fe en su propia humanidad y moralidad.

Una cuarta constatación se refiere a la existencia de un hiperdesarrollo del mundo virtual (difundido a través de las diferentes pantallas: móvil, ordenador, televisión...), que absorbe nuestro tiempo y nuestro pensamiento, todo un emporio de comunicación y marketing que colonizan nuestros intereses y preocupaciones, deslumbrados por este atractivo mundo de tecnologías punta, luces de colores y sonido de alta fidelidad la magnitud de la amenaza nuclear se desenfoca, se desdibuja o se esconde.

Una quinta reflexión nos lleva a persuadirnos de que las personas no somos responsables de las consecuencias de nuestros actos. Ante la magnitud de las consecuencias de una catástrofe nuclear, nosotros, como humanos, no podemos asumir esa responsabilidad  porque estamos implicados en hechos cuyos efectos somos incapaces de representarnos.

Una sexta indicación nos sitúa ante la mercantilización de la vida impuesta por la economía de mercado, nos habla de inversiones multimillonarias en programas militares y aeroespaciales que nublan nuestra capacidad de discernir, el precio de algo se considerar la medida de su valor, presentándose el comercio de armas como algo intrínsecamente valioso debido a las cantidades exorbitantes de dinero que mueve. El hecho de medir la importancia de aquello que nos rodea con esta vara que es el dinero nos impide calibrar la trascendencia tanto de la destrucción que pueden provocar las armas nucleares .

Una séptima idea nos debe hacer plantearnos el papel de la ciencia y la tecnología, iconos de nuestra cultura, que juegan un papel clave en el enmascaramiento del problema nuclear, se nos invita a confiar ciegamente en el desarrollo de tecnologías que aportarán las soluciones de futuro a problemas de hoy; de forma generalizada se confía en que nuevos descubrimientos saldrán al paso de los problemas que estamos creando. Esta fe tecnológica nos permite mantener prácticas que sabemos nocivas, delegando en los científicos y en el futuro la resolución del problema.

Una octava argumentación tiene que ver con la forma en que convivimos con estructuras jerarquizadas y la delegación de responsabilidades en estructuras verticales; la tecnología y los expertos nos separan de la opción de hacernos cargo de nuestras vidas y nuestras responsabilidades.

Una novena advertencia nos piensa sobre la desaparición de los espacios públicos y las estructuras comunitarias haciendo complicado agruparse, participar, crear una visión crítica colectiva que nos permita ver nuestra realidad, proponer desde la colectividad u organizarnos para superar estos problemas. La lucha contra las armas nucleares no está en ninguna agenda política, económica o social; un problema irresoluble alejado de la posibilidad de tan siquiera cuestionarlo.

Y una última cuestión tiene que ver con la imposibilidad de dar marcha atrás, aunque destruyésemos estas armas y borrásemos su programación, esto no sería más que un aplazamiento de la amenaza nuclear; su fabricación puede llevarse a cabo en cualquier momento. La humanidad está condenada a vivir eternamente bajo la amenaza del monstruo que ella misma ha creado.


 Publicado en Ssociologos.com












 

La revolución del ser frente al tener

« El capitalismo es una respuesta a nuestras angustias existenciales, al miedo a morir, al sentimiento de finitud. Hay que reconocer que el capitalismo nos hace disfrutar. Pero se trata de un disfrute del “tener”, de la acumulación, del “siempre más”: más riqueza económica, más poder sobre los demás, más poder sobre la naturaleza. Mientras no tengamos otro disolvente para nuestras angustias que el del capitalismo, sólo podremos estar en un combate defensivo. Así pues, la gran apuesta hoy día es la de pasar del disfrute del “tener” al disfrute del “ser”. Es recordar que el ser humano es ante todo un ser social. »
Paul Ariès
  
La revolución del ser frente al tener: decrecimiento

El filósofo y sociólogo esloveno Slavoj Zizek suele ilustrar con una breve historia el mecanismo psíquico-intuitivo que permite al ser humano abrazar creencias que contradicen sin ambages sus presuntas certezas. Así, entre sus habituales espasmos, Zizek explica cómo el Premio Nobel de Física, Niels Bohr, tenía por costumbre colocar en la puerta de su casa una herradura de caballo, símbolo, como es sabido, de la buena suerte. Durante una visita, un amigo le preguntó si alguien como él, un científico de reconocido prestigio, podía creer seriamente en la superstición. “Por supuesto que no”, contestó de inmediato. “Pero, entonces, ¿por qué siempre tienes una herradura en la entrada?”. “Muy sencillo”, dijo, “porque la herradura trae suerte incluso cuando no crees en ella”. Zizek ríe. Con seguridad, la mayoría de nosotros determinará ridícula y contradictoria la respuesta del científico Bohr, al constatar su burda tentativa de sortear la razón por cauces impropios de una mente científica. Y qué duda cabe. ¿Pero no será contradictorio, al mismo tiempo, que entendamos ridícula exclusivamente su postura y no otras similares que nosotros también integramos? Sígannos.

El siglo XX nos emplaza ante una batalla sin cuartel entre una pluralidad de lógicas que se contraponen, unas reconstructivas a partir de una ruptura previa (minoritarias) y otras constructivas a partir de una continuidad. De un lado, asistimos al declive de los discursos universales (relatos globales que remiten su base explicativa a un único referente: la raza, el mercado, una clase social o la nación), al cuestionamiento de los esencialismos que alimentaron buena parte del pensamiento decimonónico, a la deconstrucción de la categoría del “sujeto” como ente totalizante (desde la muerte de Dios presagiada por Nietzsche hasta la muerte del hombre sugerida por Foucault), así como a la crítica del conocimiento como una posibilidad ajena a los juegos del lenguaje enarbolada por Wittgenstein, quien dirige sus restricciones lingüísticas hacia una búsqueda necesariamente inconclusa de la verdad. Por un cauce distinto, afloran los planteamientos mayoritarios (oficialistas, institucionales, también académicos) que reivindican una razón omnipresente y la necesidad imperativa de su expansión. Solo a modo de ejemplo, este enfoque tendrá una personificación destacada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la forzosa proclamación del fin de las ideologías, en la asunción de ciertos principios y valores como fundamentos indubitables de cualquier construcción económica o social, o en la comprensión de la democracia liberal como sistema definitivo e inapelable. Aunque este cuadro puede ser controvertido por simplista, sí es útil para resaltar que vivimos, en definitiva, dentro de un espacio multipolar y caleidoscópico, recorrido por un extenso entramado de núcleos ideológicos que se interrelacionan y donde todo presupuesto cae bajo una luz de sospecha. Sin embargo, alcanzado este punto, debemos acotar el alcance de esa tensión que palpita: ¿cabe presumir que esa desconfianza anega a su paso cualquier postulado posible? Evidentemente, no.

1. Finitud y limitaciones de nuestro planeta

Para un acercamiento al escenario de partida, creemos oportuno plasmar una evidencia preliminar: la autenticidad de los problemas medioambientales suscitados por las prácticas humanas parece estar al margen de cualquier polémica seria. Tanto es así, que incluso aquellos en principio perjudicados por una hipotética solución (gobiernos de países con altos niveles de producción y consumo) promueven cumbres anuales para declarar a través de los altavoces y las pantallas del mundo que esta vez sí van a encarar las miserias naturales que ellos y sus representados provocan. Programa 21, la cumbre de la Tierra de Johannesburgo, la cumbre de Kyoto o, más recientemente, la de Lima. Los resultados de esta grotesca teatralización son elocuentes por sí mismos: constancia en la aceleración del cambio climático, aniquilamiento de especies animales y vegetales, aumento de la huella ecológica global, agotamiento de las fuentes de energía no renovables, acidificación del ecosistema terrestre y marino, saturación de la biosfera, y un etcétera letal. ¿Estamos en la antesala de una derrota irreversible?

Aunque habrá quien reflexione sobre la dificultad que entraña salir vencido de una batalla a la que ni siquiera te has personado, el desafío medioambiental se reserva una singularidad: como ocurre en las batallas contra uno mismo, no afrontarlas de cara no significa trascenderlas, ni mucho menos eludirlas, sino garantizar un fracaso integral. Fracaso en su acepción de desastre, de ruina, de automutilación moral, física y, en último grado, civilizatoria. El hombre como depredador del planeta, justo cuando creía haber superado el estadio donde él era lobo de sí mismo: naufragio rotundo, sin paliativos ni opciones de segunda oportunidad. Aún con todo, la insensatez en esta materia depara una última paradoja. Lo genuinamente trágico de este diagnóstico no se deslinda tanto de sus secuelas objetivas, como de sus causas subjetivas: es un dictamen condenatorio conocido y asumido por todos. Pero, ¿cómo aprende a caminar el hombre que ya resbala en el abismo? He aquí la autoficción. En nuestro pozo de lucidez, rescatamos una entelequia, una protección quimérica que se nutre de ignorar el abanico de certezas infranqueables que la niegan. Y a uno le da por pensar que estamos forjando la herradura de Niels Bohr a escala cósmica. Zizek reiría de nuevo, ahora más triste. Una mueca de nostalgia hacia lo que, de seguir esta senda, tarde o temprano dejaremos de ser.

Aunque el origen del deterioro medioambiental parece fraguarse en los altos hornos de la Revolución Industrial, no es hasta el siglo XX cuando una minoría de conciencias empieza a denunciar la dimensión de este problema, con un énfasis pronunciado a partir del tercer cuarto de siglo. Desde los años 50, 60 y 70, científicos, investigadores y movimientos ecologistas coinciden en subrayar la finitud de nuestro planeta como límite insoslayable a las prácticas del ser humano, arropados por datos, pruebas y un sinfín de cifras que así lo atestiguan. Estas estadísticas han ido mostrando una pauperización progresiva e intensificada de las condiciones materiales de nuestro entorno, en una estrecha correlación con el despliegue de la tecnología, la diversificación del consumo, los procesos de industrialización, el éxodo rural o el robustecimiento de la demanda mundial, entre otros. Pero bajemos a la realidad con algunos ejemplos: desde los tiempos anteriores a la Revolución Industrial, la concentración atmosférica de dióxido de carbono se ha incrementado en más de un 30%, observándose en la actualidad una tendencia claramente ascendente de sus emisiones que, se prevé, revertirá en un aumento de la temperatura global de entre 2 y 5 grados centígrados; la huella ecológica mundial se ha situado ya por encima del 1’5, lo que significa que necesitamos la superficie de un planeta y medio como la Tierra para hacer sostenible nuestro actual modo de vida o, dicho de otro modo, que nuestro planeta dedica un año y medio a regenerar lo que la humanidad consume en doce meses; desde 1986, con la única excepción de 1991, se han extraído constantemente cantidades de petróleo superiores a las que se descubría, en paralelo a una demanda desaforada, de manera que llevamos cerca de treinta años parasitando las rentas del pasado (Sempere et al. 2008); tan solo un siglo atrás, el 12% de la superficie terrestre estaba ocupado por selvas tropicales, mientras que hoy el porcentaje se ha reducido a un exiguo 4-6% (Stihl, 2008); una de las consecuencias más dramáticas de nuestra negligencia medioambiental es la creciente escasez de agua en cada vez más lugares del planeta; la calidad de los océanos, mares y ríos se ve ininterrumpidamente mermada a causa de las ingentes cantidades de residuos que generamos y seguidamente vertimos . A pesar de que las heridas que abren al planeta en canal son múltiples y profundas, la contemplación de su urgencia tiende a ser neutralizada por la resignación y la desidia. Para su tragedia, el ser humano desdibuja las verdades incómodas entre la oscuridad de las cifras.


Hacia un programa común: ¿Decrecimiento o resiliencia?

Máximo Luffiego García y Julio Soto López - Rebelión

Si algo han mostrado las elecciones autonómicas y municipales del pasado 24 de mayo es que las candidaturas unitarias populares han tenido más éxito que las de los partidos en solitario en las principales capitales, aunque no en el conjunto de las circunscripciones. Sería imperdonable que los partidos de la izquierda radical de ámbito estatal (Equo, IU y Podemos) no alcanzaran acuerdos sobre un programa común por dificultades organizativas o mero cálculo electoral que no vamos a valorar aquí. Con ser muy positivos los resultados de estas elecciones al desalojar al PP de algunas Comunidades y Ayuntamientos importantes, son insuficientes para realizar el cambio que se requiere. Como escribe Rosa (1), claro que sí se puede, pero no solos. En la medida en que las fuerzas de la izquierda radical se consoliden y se avance en el desarrollo de un programa común, los pactos futuros con otras fuerzas (PSOE, principalmente) podrán inclinar la balanza en favor de una economía más social frente a otra más neoliberal. Ante la época que nos va a tocar vivir, valores como los de la solidaridad, cooperación y colaboración serán imprescindibles para la defensa de una vida digna. Valores que han de ser transmitidos en las escuelas e institutos y que serían mucho más creíbles si, desde ahora mismo, empezaran a ser percibidos por la ciudadanía. 

Pero, si bien los obstáculos para llegar a un programa común en el terreno social y económico parecen superables, las dificultades para alcanzar un programa que a la vez afronte las consecuencias de la crisis ecológica se nos antojan insalvables. La percepción de la situación económica y social es compartida básicamente por los tres partidos a los que hemos hecho referencia, pero la de emergencia ecológica, derivada de la crisis energética y del cambio climático, está lejos de ser valorada por igual por estos partidos. Salvo Equo y muchos ciudadanos no necesariamente adscritos a partido alguno, el resto de la izquierda parece subestimar la irreversibilidad de problema ambiental y sus consecuencias, quizá debido a una concepción de la cuestión ambiental permanentemente postergable o, sencillamente, al efecto Casandra, según el cual la gente hace oídos sordos ante las malas noticias. Y, sin embargo, ignoremos o no la crisis ambiental, ya empezamos a entrar en la era de sus consecuencias: con el petróleo cada vez más escaso y caro no podremos salir de la crisis económica (2) y con el cambio climático acelerando la desertización de nuestro país, más pronto que tarde, se desencadenarán graves problemas en el suministro de agua y de alimentos. El caso de la crisis actual del agua de California -el estado más rico de EE.UU- es paradigmático (3), así que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar…”Para muestra el conflicto por el agua desencadenado este verano entre las Comunidades de Castilla La Mancha y de Valencia. Evitar en la medida de lo posible estas consecuencias disminuyendo la vulnerabilidad de la ciudadanía para así garantizar el futuro de nuestro país, debe ser la tarea prioritaria de una política de izquierdas. Sirvan estas líneas para contribuir a este gran objetivo.

Decrecimiento o resiliencia

Sabemos que el crecimiento se detendrá porque las leyes que gobiernan la economía en última instancia no son financieras sino físicas. Respecto a la salida de la crisis, Crespo (4) sostiene que nos hallamos en un terreno desconocido ya que ninguna de las dos estrategias diseñadas para regresar a la senda del crecimiento, la americana, expansiva para estimular el consumo y la europea, basada en una política de austeridad, han tenido éxito para lograr superar la misma. ¿No será que el sistema capitalista está entrando en una fase de contradicciones que hacen inviable el crecimiento; un crecimiento que, además, se está convirtiendo en indeseable para la sociedad?

Así parece defenderlo Hinton en un artículo clarividente (5) al indicar que el capital ya no extrae suficientes beneficios del trabajo y ahora trata de hacerlo de los bienes y servicios públicos de los Estados hasta el punto de llevar a la destrucción de los mismos, como en el caso de Grecia, provocando, al mismo tiempo, una desigualdad cada vez más obscena y un paro creciente que entran en contradicción con la necesidad del sistema de un perpetuo crecimiento. Como señala Luengo: “la relación existente entre el avance del PIB y la tasa de desempleo es débil o inexistente” (6) debido seguramente, entre otras razones, a que el aumento de productividad a causa de la mecanización del sistema productivo se ha traducido en más beneficios para los empresarios en lugar de beneficiar a los trabajadores, bien económicamente, bien mediante la reducción de la jornada laboral. 
 
La otra contradicción del sistema capitalista parte del supuesto inverosímil de que el crecimiento económico es ilimitado y que la tecnología solucionará las limitaciones de los recursos y de los sumideros, supuesto que nos está llevando a la colisión con los límites planetarios e introduciéndonos en la era del decrecimiento físico impuesto por la naturaleza. El resultado de esta colisión en el terreno económico es una espiral de destrucción de la oferta (de los recursos menguantes) seguida de una destrucción de la demanda (cuando la crisis arrecia) (7). 
 
Frente a la política de “más de lo mismo” que apuesta por el crecimiento y las soluciones tecnológicas milagrosas, un análisis racional de las políticas posibles y de sus riesgos nos decantaría por un cambio en la orientación política encaminado hacia el decrecimiento y la sostenibilidad. Si tuviera razón la política del crecimiento y se lograran poner a punto las tecnologías necesarias para evitar la crisis energética en ciernes y lo peor del cambio climático, lo único que perderíamos, de escoger la prudente política decrecentista, serían oportunidades económicas. Pero de tener razón la opción decrecentista y no dispusiéramos de tales tecnologías, la obsesiva política del crecimiento nos llevaría a un callejón sin salida. 
 
La élite neoliberal y sus acólitos han elegido ya. A pesar de los abundantes datos de las investigaciones y avisos de la comunidad científica, continúan impertérritos escuchando las señales y oráculos de su único dios, el dios mercado, a la espera de un milagro tecnológico. Curiosa forma de entender la ciencia y la tecnología; confían en ellas para aumentar la producción y combatir los riesgos inducidos por los seres humanos, pero no para anticiparse a los mismos y modificar su causa, que no es otra que un sistema económico fagocitador de la vida que nos sostiene. Aunque la escasez de petróleo y su repercusión en el crecimiento ya empiezan a dar señales perturbadoras en los mercados, el sistema necesita “buenas noticias” para embarcar a los Estados y ciudadanía en la trampa de la deuda. Antes de reconocer que está herido de muerte, la élite sembrará los medios de explicaciones tranquilizadoras. Y es que tras la jerga mercadotécnica se esconden los intereses y privilegios de las grandes compañías y poderes financieros (8) por lo que, antes de renunciar a ellos, la élite neoliberal está dispuesta a tensar la cuerda hasta llevarse por delante el clima del planeta y con él a la humanidad. 
 
Dado el dominio que ejerce a escala mundial la ideología neoliberal y su inacción ante los problemas ambientales globales más urgentes, no parece que se pueda evitar ya la colisión con algunos de los límites planetarios (9). Nuestra civilización se verá abocada a un colapso, a una pérdida de complejidad socioeconómica y ecológica. A tenor de los indicios (pico del crudo y otros picos a la vista, manifestaciones del cambio climático, crisis económica persistente, aumento de las tensiones geopolíticas, entre otros), creemos que tal colapso está a la vuelta de la esquina, si no se ha desatado ya. Así parecen haberlo entendido los redactores y firmantes del Manifiesto Última Llamada (10) lanzado en el verano de 2014 a la sociedad.

Descartada la solución del sentido común a escala global -y, al parecer, también a escala europea- no queda otra opción que tratar de mitigar las consecuencias del colapso en nuestro país, ahora que puede abrirse una ventana de oportunidad para un gobierno o una oposición decisiva de la izquierda radical y, posiblemente, del PSOE.

Con motivo de la firma del citado Manifiesto en el que se reclama el cambio del actual modelo económico y social que haga frente a la crisis ecológica por parte de dirigentes de los partidos de la izquierda radical, entre ellos Pablo Iglesias, y de la elaboración de un documento base del programa económico de Podemos, titulado “Un proyecto económico para la gente” encargado a Viçent Navarro y a Juan Torres (11), se ha suscitado un debate en el que han participado algunos firmantes del Manifiesto, como Prieto, Turiel, Torres, Gadrey. En esencia, el debate se centra en la contradicción que supone firmar un manifiesto de corte decrecentista para luego abrazar fórmulas socialdemócratas keinesianas de estímulo al crecimiento, como las que proponen estos economistas en el documento citado. 
 
Sin duda alguna, la política más razonable consistiría en implementar un decrecimiento organizado y controlado. Sin embargo, hoy por hoy, sería contraproducente poner en marcha una política decrecentista sin realizar previamente un amplio debate transversal en nuestra sociedad, como el que intenta promover el citado Manifiesto. Son demasiados años de dependencia del consumo como para que el mensaje de que cada vez va a haber menos recursos y que hay que cambiar nuestro modo de vida por otro más austero y menos consumista sea aceptado por la sociedad. Sencillamente no lo entendería la ciudadanía y provocaría su distanciamiento del propio concepto de decrecimiento y de los partidos que lo propusieran. Monedero lo sabe y de ahí que despachara la alternativa del decrecimiento con la expresión: “Hablando de decrecimiento no se ganan elecciones“(12).

Más allá de establecer y agrandar las diferencias entre partidarios del decrecimiento y del crecimiento, es necesario y urgente llegar a puntos de encuentro entre ambas posiciones si se pretenden paliar los efectos del colapso, encauzándolo de una manera más o menos ordenada y reducir así el sufrimiento de la población española actual y de las próximas generaciones. 
 
Afortunadamente, todavía es posible la convergencia entre ambas posiciones. Debemos abandonar las políticas de crecimiento y aprovechar la ventana de oportunidad para una supervivencia digna. De acuerdo con Heinberg (13), comenzar a tomar medidas de resiliencia, es decir, medidas que aumenten nuestra capacidad para superar la adversidad, es quizá la mejor manera de adaptar las sociedades al colapso. En torno a un programa basado en la idea de resiliencia pueden alcanzarse acuerdos programáticos muy positivos con el fin de dotar a nuestro país de mayor capacidad para afrontar y sobreponerse ante las presentes y futuras crisis que se avecinan. El diagnóstico de los puntos más vulnerables (14) de la economía y sociedad españolas, así como de los sistemas naturales amenazados, resulta imprescindible y previo a proponer medidas de resiliencia tanto de índole ecológica, como económica y social.
A grandes rasgos, el colapso supondrá la transformación radical del sistema financiero, problemas en el transporte (aviación, buques, camiones), problemas en la agricultura industrial (riego, maquinaria, abonos), muy posiblemente la disolución paulatina del comercio global y la consiguiente relocalización de las economías y un aumento de los riesgos naturales que cada vez tendrán mayor incidencia social y económica (15). 
 
Los partidos de izquierda han recogido en sus programas de las pasadas elecciones del 24 de Mayo, medidas tanto sociales, como económicas y ambientales para mitigar los efectos de la crisis económica, intentar revertir los daños de las políticas del gobierno del PP y así disminuir la vulnerabilidad de la ciudadanía. Muchas de estas medidas coinciden con las que se pueden proponer adoptando el punto de vista de la resiliencia, por lo que nos limitaremos a indicar algunas que nos parecen especialmente relevantes y que, en esencia, se engloban en los siguientes principios: 
 
1. Mayor intervención del Estado: frente a la tendencia actual a la privatización, más nacionalización, frente a la desregulación, mayor control estatal, frente a la mercantilización, imposición de límites y más derechos ciudadanos y obligaciones del Estado. 
 
2. Las sociedades humanas son ecodependientes. Los ecosistemas poseen límites. Aplicación de principios de sostenibilidad para compatibilizar las actividades humanas con la protección de los recursos renovables y los ecosistemas. Desmaterialización en la medida de lo posible de la economía.

3. El ser humano vive en sociedad, es interdependiente. Promoción de la vida en comunidad y de la solidaridad y la cooperación frente al individualismo instalado en la sociedad. Profundización de la democracia. La economía social al servicio de la población. 
 
Vulnerabilidad y resiliencia social

Entre los puntos más vulnerables de la sociedad española destacamos los siguientes: una gran desinformación de la población acerca de los problemas ambientales globales (el cambio climático se ve como un problema episódico y lineal que se manifestará gradualmente, mientras que el pico del petróleo es desconocido por la gran mayoría de la población), así como un desconocimiento bastante generalizado de la responsabilidad de las políticas del crecimiento en la generación de los mismos, el desempleo insoportable que afecta principalmente a los jóvenes, la desigualdad creciente entre ricos y pobres y la exclusión social. 
 
El crecimiento económico es un aspecto del capitalismo extraordinariamente arraigado en la población por haber sido imbuido en nuestros cerebros por los políticos, economistas y medios de comunicación como un bien “per se”. Además de haberse asentado ya como una cuestión de fe, la fórmula del crecimiento parece de sentido común para crear empleo y salir de la crisis y, por ello, se encuentra aún más enraizada. Decía Margaret Tatcher, “la economía es el método, el objetivo es cambiar el alma” (16). El neoliberalismo no solo es una ideología, es también, y sobre todo, una práctica generalizada de la que hemos interiorizado sus reglas de juego. De una u otra manera, nos han cambiado el alma a través de la presión que se ejerce sobre la inmensa mayoría de la población en situaciones de competencia cotidiana y de inversión de los pequeños ahorros. Esta presión se ejerce a través de la imposición de una serie de convenciones, prácticas y normas, en definitiva, reglas del juego establecidas política, institucional y jurídicamente (17). 
 
¿Cuál ha sido el antídoto hasta ahora para hacer frente a la crisis económica que, por definición, es una situación de la economía con un débil o negativo crecimiento? Lógicamente, el de activar el crecimiento. Eso es lo que espera la gran mayoría de ciudadanos, que se pongan en marcha políticas de crecimiento para generar trabajo, activar el consumo y salir de la situación actual. 
 
Cualquier convocatoria electoral que se produzca ocultando a la población los límites del crecimiento, rebajaría su calidad democrática. Si bien es cierto que la ciudadanía intuye, de alguna manera, que esta crisis es diferente y que los hijos van a vivir peor que sus padres, la apertura de un debate, tanto en las Cámaras de nuestros representantes como en la sociedad, permitiría tomar conciencia de la situación tan delicada y llena de riesgos que atravesamos y lograría que estos problemas, junto a los sociales, ocuparan la centralidad de la política, aumentando así la resiliencia social. Es de esperar entonces que la sociedad acabara siendo más proclive a admitir la adopción de medidas de mayor alcance, a medio y largo plazo. 
 
Junto a esta iniciativa, un gobierno con sensibilidad ecológica y social debe potenciar los movimientos decrecentistas y de ciudades y pueblos en transición (18), generando así dinámicas favorables al lema decrecentista de” vivir mejor con menos” en detrimento del modo de vida BAU (Bussines As Usual), o sea, el negocio como actividad normal. 
 
España es uno de los países con mayor paro, desigualdad económica y exclusión social de la Unión Europea. Sin la defensa del Estado de bienestar y sin la adopción de medidas sociales como la distribución más equitativa de la riqueza, la generación y el reparto de trabajo reduciendo el periodo de trabajo semanal y la adopción de medidas que eviten la exclusión social, no se podrían entender políticas ecológicas que son absolutamente necesarias para conservar los recursos naturales para la presente y futuras generaciones.

A juzgar por los programas electorales actuales, pensamos que sería relativamente sencillo llegar a acuerdos en el terreno social entre estos partidos. Quizá el punto donde se manifiestan las diferencias más notorias sea el de optar por la inicial propuesta de Renta Básica de Podemos, o por el Trabajo Garantizado, propuesta de IU, aunque no parece que llegar a un acuerdo sea insalvable pues el propio Eduardo Garzón (19), padre de la propuesta del Trabajo Garantizado, ya ha formulado una solución mixta.
No obstante, para llevar a cabo estas iniciativas sociales habrá que tener presente la advertencia de Trainer (20); en una época de decrecimiento impuesto por la naturaleza no se podrán realizar políticas de igualdad de corte socialdemócrata basadas solamente en el reparto de la menguante riqueza. Además de la solidaridad, la austeridad, entendida dentro de una justicia social, tendrá que ser otro de los pilares para poder desarrollarlas.

Vulnerabilidad y resiliencia ecológica 
 
La vulnerabilidad ecológica de nuestro país es elevada. Los recursos renovables que han constituido y constituirán la principal riqueza de este país: como suelo, aguas superficiales y subterráneas, fuentes de energía dependientes del sol, pesca, bosques, humedales y demás ecosistemas y paisajes se encuentran cada día más amenazados por distintos problemas: desertización, erosión, salinización, fragmentación del territorio, sobrexplotación, etc. 
 
Si necesarias son las medidas de resiliencia social para cohesionar el país, las medidas ecológicas son imprescindibles para la conservación de los recursos naturales renovables, fundamento de una economía sostenible a largo plazo.

Como medida administrativa más importante para frenar el deterioro ecológico (21) y proporcionar resiliencia se encuentra la Ordenación del territorio.
 
La Ordenación del territorio se fundamenta, desde el punto de vista de la sostenibilidad, en un principio de integración de actividades, según el cual la huella humana no debe exceder la biocapacidad del territorio. Aunque la palabra austeridad está hoy en día muy vituperada (austericidio, austerocracia, austeritarismo) debido a las políticas aplicadas por los gobiernos neoliberales, lo cierto es que, desde el punto de vista ecológico, no solamente los españoles, sino la gran mayoría de los ciudadanos de los países desarrollados han vivido por encima de sus posibilidades, apropiándose “de facto” de un territorio mayor a costa de otras naciones. 
 
La salida civilizada a la situación actual consiste en construir una economía que no rebase la biocapacidad de cada territorio, con un comercio local y regional estrictamente necesario y que sea socialmente justa. De figurar algún tipo de déficit en las constituciones de los países, debería ser el déficit ecológico cero. Ateniéndonos a él, a los españoles nos tocaría vivir a un nivel de vida menor de la mitad del que disponemos actualmente, pues nuestra huella ecológica supera unas dos veces y media la biocapacidad del territorio nacional. Sabemos que, con un nivel de renta más austero pero bien repartido, se pueden mantener todavía unos buenos servicios públicos indispensables para que la ciudadanía pueda tener una vida tan digna o más que en la actualidad. Así lo indican los índices de felicidad/PIB y problemas sociales/desigualdad (22). En el primero se comprueba que, a partir de un nivel de riqueza, la felicidad no aumenta significativamente, mientras que en el segundo aparece una clara correlación entre el aumento de los problemas sociales y la desigualdad. 
 
Aunque limitar el déficit ecológico a cero no es posible todavía, sin embargo, es necesario avanzar en esa línea tanto para hacer frente a las consecuencias del cambio climático, pico del petróleo y pérdida de biodiversidad, como para aumentar nuestra autonomía y resiliencia en caso probable del colapso de la red de comercio mundial.

En este sentido, con la Ordenación del territorio se propone cubrir los siguientes objetivos: 
 
- Uso y protección de nuestros recursos naturales (suelos, aguas, bosques, pesca y biodiversidad…) atendiendo a los principios de sostenibilidad para recursos de Daly 
 
- Evitar impactos (contaminación, incendios, introducción de especies foráneas, etc.) utilizando los principios de sostenibilidad de Daly para los desechos, además de los de eficiencia y precaución.

- Prevención de riesgos naturales e inducidos (erosión, salinización, incendios, sequías, temporales) aplicando el principio de precaución.

- Regulación de las actividades humanas (agrícola, industrial, construcción de infraestructuras, asentamientos humanos, turismo) a través de la promulgación de leyes: Ley del suelo, Ley de aguas, Ley de costas, etc.

Otra estrategia relevante es la de avanzar en la soberanía alimentaria ya que el colapso, como hemos dicho, puede llegar a suponer la disolución del comercio global y la relocalización de las economías. España importa aproximadamente un 40% de los alimentos que consume (23). Se trata de hacer compatible una producción agrícola nacional suficiente para alimentar a la población con la conservación de los suelos y recursos hídricos, frenando así la desertización y la salinización. Dicho de otra manera, se trata de sustituir paulatinamente el modelo de agricultura industrial imperante por el de la agricultura ecológica, aumentando la diversificación de cultivos (un estudio de Gómez Cantero (24) del IPCC para Grupo Los Verdes del Parlamento Europeo revela que en el plazo de 35 años habrá un incremento de la aridez que, junto a la erosión y las plagas, puede acabar con las grandes extensiones de monocultivos como las viñas, naranjos y olivos), utilizando abonos orgánicos, desechando malas prácticas agrícolas (como el cultivo en pendiente arando a favor de la misma y el riego sin control), etc. 
 
Aunque parezca un tanto paranoica esta preocupación por la soberanía alimentaria y pudiera levantar sospechas de proteccionismo en la UE, se pueden dar algunos pasos obviando este problema como, por ejemplo, el fomento de la repoblación de pueblos, la formación en agricultura ecológica, la creación de un banco de semillas tradicionales, el fomento de pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas en detrimento de las grandes explotaciones, la prohibición de cultivos transgénicos, la promoción de una campaña para la paulatina modificación de la dieta de los españoles hacia una dieta más vegetariana,…
Quizá algunas de las medidas que se vayan a tomar en este terreno se encuentren entre las más controvertidas entre partidarios del crecimiento y de la resiliencia. Por ejemplo, ¿Cómo llevar a cabo la protección de nuestros recursos naturales al tiempo que los utilizamos? ¿Hasta qué punto y cómo pueden aplicarse las reglas de Daly en una economía capitalista? ¿Puede la agricultura ecológica alimentar a todo el país o ha de convivir con la industria agrícola y ganadera actuales? Este tipo de cuestiones son las que hay que debatir y ponderar con el fin de priorizar unas medidas sobre otras y de establecer plazos para llevarlas a cabo. 
 
Vulnerabilidad y resiliencia económica y política

La vulnerabilidad de la economía española es crítica. La elevada deuda pública y privada, la dependencia financiera del Estado de la banca privada y del BCE, la fuerte dependencia de los combustibles fósiles y de la industria manufacturera a causa del declive industrial de nuestro país, la escasa diversidad del modelo productivo, su reducido I+D con una financiación que no está enfocada hacia el cambio del modelo productivo (25), la pérdida de derechos de los trabajadores y una fiscalidad retrógrada que grava las rentas del trabajo y las de los pequeños y medianos empresarios muy por encima de las del gran capital, hacen que la economía española sea muy sensible a futuras eventualidades, como, por ejemplo, crisis financieras, fluctuaciones de los precios del petróleo, consecuencias del cambio climático en la agricultura, etc. 
 
El principal objetivo entonces no será el crecimiento económico (aumento de productividad, aumento del valor añadido), ni tampoco el decrecimiento, sino dotar a nuestro país de un sistema económico con mayor resiliencia y encaminado a lograr la sostenibilidad ecológica. Podría pensarse que la mejor manera de aumentar la resiliencia es potenciar el crecimiento y así obtener ventajas comparativas respecto a otros países pero, como se ha comentado anteriormente, el capitalismo es un sistema que nos lleva a la destrucción y en este contexto no hay ventajas comparativas que valgan.

Creemos que un aspecto esencial para el futuro de nuestro país es el cambio del modelo productivo actual. Dada su fuerte dependencia del exterior, su escasa diversificación y su insostenibilidad ambiental, el modelo actual es muy vulnerable a un contexto de decrecimiento de energía y materiales, de agravamiento del cambio climático o de una crisis financiera. 
 
Queda fuera de nuestra capacidad y de los objetivos de este artículo la elaboración de una propuesta de un modelo productivo, por lo que solo nos limitaremos a enunciar unos criterios e indicar algunas medidas a modo de ejemplos. 
 
Creemos que el nuevo modelo productivo ha de basarse en los siguientes criterios:

- El sistema productivo está enclavado en el territorio por lo que ha de ajustarse a la legislación derivada de la nueva Ordenación del Territorio. 
 
- En un contexto de decrecimiento energético y material, el sistema productivo ha de iniciar el camino hacia una relativa desmaterialización de la economía, mediante el ahorro, la eficiencia, el reciclado y el desarrollo de economías con bajos insumos de materiales y energías, como la economía de cuidados. 
 
- Ha de ser más sostenible con predominio de un uso de energías y materiales renovables, adoptando medidas como, por ejemplo, la reforestación de zonas próximas a pueblos y ciudades para el aprovechamiento comunitario dentro de unos años de biomasa para cocina y calefacción elevando así la Tasa de Retorno Energético de esta fuente de energía y preservando la diversidad biológica. 
 
- Ha de ser más adaptable aumentando la diversificación y la localización de la producción, fomentado la empresa cooperativa y la reestructuración de los sectores estratégicos actuales: agroalimentario, transporte y automoción, turismo y construcción. 

- Promover el desarrollo de una tecnología apropiada a la escala de nuestro sistema productivo y que sea coherente con sus objetivos mediante un Plan I+S+i (denominación más apropiada que la de I+D+i en una economía encaminada a la Sostenibilidad)

- El trabajo no es una mercancía, por lo que han de garantizarse los derechos de los trabajadores; en primer lugar, el derecho al trabajo.
 
- El Estado se reserva el derecho de planificar democráticamente la economía y la producción y nacionalizar total o parcialmente los distintos sectores productivos para garantizar los objetivos del modelo productivo. Por ejemplo, habría que crear una banca pública no solo para facilitar el crédito a familias y empresas sino para financiar las nacionalizaciones y un Plan I+S+i, así como aminorar las consecuencias de un posible colapso del sistema financiero internacional. Nacionalizar Red Eléctrica Española con la perspectiva a medio plazo de hacer lo propio con las empresas eléctricas. Recuperar la gestión pública del agua.

No obstante, el principal problema de la sociedad y economía españolas es político y viene determinado por la existencia de una oligarquía que domina las finanzas, es dueña de los grandes medios de comunicación privados y que, aliada del poder político, acaba imponiendo la política económica. El crecimiento económico español, que con la crisis nos ha llevado al endeudamiento actual del Estado y a un alto grado de corrupción, es resultado de esta alianza. El movimiento 15M ya denunció este pacto. Con el gobierno del PP se puso de manifiesto la falta de escrúpulos para mentir con tal de conseguir el poder y desmontar el estado de bienestar con la anuencia de la UE, mientras los numerosos escándalos de corrupción distanciaban cada vez más a los ciudadanos de la clase política. 
 
La emergencia de Podemos, como partido que ha sabido recoger las demandas del 15M, ya ha empezado a airear las estructuras de los partidos y a modificar el discurso de sus dirigentes. Pero sería muy importante para empoderar a la ciudadanía, revitalizar la política, mejorar la democracia representativa con sistemas de control eficaces y promover la democracia participativa. Sin duda alguna, estas medidas aumentarían la confianza de la gente en el sistema político y la resiliencia, en general.

Pero todos los logros carecerán de sentido si no se detienen la implantación del TTIP y del TiSA (Acrónimos en inglés del Tratado de Libre Comercio e Inversión y de Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión, respectivamente).
Si ya es fuerte la dependencia del Estado de las reglas del juego de corte neoliberal surgidas de Maastricht, con la firma de estos tratados la dependencia y vulnerabilidad de los Estados, de los trabajadores y de la ciudadanía sería extrema e irreversible por mucho tiempo debido a las cláusulas de indefensión de los mismos frente a las compañías privadas. El TTIP es un tratado entre EEUU y la UE. Con este tratado, la población europea se encontraría indemne ante las empresas de transgénicos, de la ganadería hormonada y de los agroquímicos (26) y los agricultores quedarían a merced de las compañías multinacionales. Con el TTIP, España perdería no solo la seguridad alimentaria sino la posibilidad de alcanzar la soberanía alimentaria. En la negociación del TiSA, participan, además de la UE y EEUU, 21 países más. El secretismo más absoluto preside la negociación de este tratado cuyos términos no se podrán dar a conocer hasta 5 años después de su implantación. Con este Tratado unas cuantas compañías privadas van a monopolizar el sector servicios de los países firmantes.
Sería de desear que la población española apoyara a la izquierda en las próximas elecciones generales. Pero de no ganar, hay tres compromisos que el conjunto de la izquierda radical debería asumir en la próxima legislatura:

- Informar y promover un debate sobre la emergencia de la situación que vivimos a causa del pico del petróleo y del cambio climático.

- Promover sendos debates sobre el contenido y consecuencias del TTIP y del TiSA para España, en general, y la clase trabajadora, en particular.

- Formar una comisión de científicos y técnicos que elabore un Plan de Ordenación del territorio que garantice el uso sostenible de nuestros recursos renovables. 
 
Es la hora de las grandes decisiones y para eso se requieren grandes estadistas. Las autoridades de un pequeño Estado, el archipiélago de Kiribati, pretenden comprar 20 kilómetros cuadrados de tierra en las islas Fiji para poder alojar a 103.000 compatriotas ante la irreversible subida del nivel del mar y la salinización de sus acuíferos. Sin duda se trata de una medida radical (27). ¿Por qué no se percibe en España una situación de emergencia como la que se nos viene encima y comienzan a tomarse medidas para mitigar el sufrimiento de la población actual y asegurar el futuro de las próximas generaciones? 
 
Referencias 
 
(1) Rosa, I (2015). Sí se puede, pero solos no podemos. http://www.eldiario.es/
(2) Turiel, A (2010). Digámoslo alto y claro: esta crisis económica no acabará nunca. http://crashoil.blogspot.com.
(3) Deroeux, I (2015). California se seca y las autoridades imponen severas restricciones al consumo de agua. http://www.infolibre.es/
(4) Crespo, J.I (2015). En los límites de lo desconocido. http://www.elmundo.es/opinion/
(5) Hinton, J (2015). Esta búsqueda incesante del crecimiento es lo que está llevando a Grecia a la autodestrucción. http://www.15-15-15.org/
(6) Luengo, F (2015). Crecimiento y desempleo. Más falacias. http://blogs.publico.es/
(7) Turiel, A (2014). La espiral. http://crashoil.blogspot.com.
(8) Harich, J. Citado por Mediavilla, M (2015). Matar para sobrevivir. https://contadashabas.
(9) Foley J. Límites de un planeta sano. Investigación y Ciencia, Junio 2010.Nº 405
(10) VV. AA. (2014). Manifiesto última llamada https://
(11) Navarro, V y Torres, J (2014). Un proyecto económico para la gente. Podemos.
(12) Monedero, J.C. Citado por Noguero, E (2014). Podemos y el techo de cristal. The oil crash. http://crashoil.blogspot.com.
(13) Heinberg, R (2015). Después del Pico. http://laencrucijadasistemica.
(14) Carpintero, O y Bellver, J (2013). ¿Es posible la sostenibilidad ambiental en la economía española? La situación del mundo en 2013. Worldwatch Institute.
(15) Fenández Durán, R y González Reyes, L (2014). En la espiral de la energía. Libros en Acción, Baladre y Autores (Eds.)
(16) Laval, Ch y Dardot, P. Entrevista realizada por Fernández-Savater, A, Malo, M y Ávila, D (2014). El neoliberalismo es una forma de vida, no solo una ideología o política económica. http://www.eldiario.es/
(17) Laval, Ch y Dardot, P. (Op. Citada)
(19) Garzón, E. (2014). La renta básica estaría muy bien, pero la garantía de empleo estaría mejor. Blog Saque de esquina. http://eduardogarzon.net/la-
(20) Trainer, T (2011). ¿Entienden bien sus defensores las implicaciones políticas radicales de una economía de crecimiento cero? http://www.sinpermiso.info/
(21) Carpintero, O y Bellver, J (2013). Op. Citada.
(22) Jackson, T (2009). Prosperidad sin crecimiento. Eds. Icaria, Intermón Oxfam. Barcelona, 2011.
(23) Agencia Estatal de Administración Tributaria (2012). Información estadística sobre el comercio exterior. Ed. Ministerio de Hacienda.
(24) Gómez Cantero, J. (2014). Cambio climático en Europa: Percepción e impactos 1950-2050. Eds. Los Verdes-ALE / EQUO
(25) Torres, J (2010). Cambio de modelo productivo ¿de qué estamos hablando? Temas para el Debate, nº 194
(26) Vivas, E (2014). TTIP ¡Sacad las manos de la comida! http://blogs.publico.es/
(27) La Voz del Interior (2012). Kiribati, el país que se mudaría a Fiji para evitar desaparecer. http://noticias-ambientales-