Máximo Luffiego García y Julio Soto López - Rebelión
Si algo han mostrado las
elecciones autonómicas y municipales del pasado 24 de mayo es que
las candidaturas unitarias populares han tenido más éxito que las
de los partidos en solitario en las principales capitales, aunque no
en el conjunto de las circunscripciones. Sería imperdonable que los
partidos de la izquierda radical de ámbito estatal (Equo, IU y
Podemos) no alcanzaran acuerdos sobre un programa común por
dificultades organizativas o mero cálculo electoral que no vamos a
valorar aquí. Con ser muy positivos los resultados de estas
elecciones al desalojar al PP de algunas Comunidades y Ayuntamientos
importantes, son insuficientes para realizar el cambio que se
requiere. Como escribe Rosa (1), claro que sí se puede, pero no
solos. En la medida en que las fuerzas de la izquierda radical se
consoliden y se avance en el desarrollo de un programa común, los
pactos futuros con otras fuerzas (PSOE, principalmente) podrán
inclinar la balanza en favor de una economía más social frente a
otra más neoliberal. Ante la época que nos va a tocar vivir,
valores como los de la solidaridad, cooperación y colaboración
serán imprescindibles para la defensa de una vida digna. Valores que
han de ser transmitidos en las escuelas e institutos y que serían
mucho más creíbles si, desde ahora mismo, empezaran a ser
percibidos por la ciudadanía.
Pero, si bien los
obstáculos para llegar a un programa común en el terreno social y
económico parecen superables, las dificultades para alcanzar un
programa que a la vez afronte las consecuencias de la crisis
ecológica se nos antojan insalvables. La percepción de la situación
económica y social es compartida básicamente por los tres partidos
a los que hemos hecho referencia, pero la de emergencia ecológica,
derivada de la crisis energética y del cambio climático, está
lejos de ser valorada por igual por estos partidos. Salvo Equo y
muchos ciudadanos no necesariamente adscritos a partido alguno, el
resto de la izquierda parece subestimar la irreversibilidad de
problema ambiental y sus consecuencias, quizá debido a una
concepción de la cuestión ambiental permanentemente postergable o,
sencillamente, al efecto Casandra, según el cual la gente hace oídos
sordos ante las malas noticias. Y, sin embargo, ignoremos o no la
crisis ambiental, ya empezamos a entrar en la era de sus
consecuencias: con el petróleo cada vez más escaso y caro no
podremos salir de la crisis económica (2) y con el cambio climático
acelerando la desertización de nuestro país, más pronto que tarde,
se desencadenarán graves problemas en el suministro de agua y de
alimentos. El caso de la crisis actual del agua de California -el
estado más rico de EE.UU- es paradigmático (3), así que “cuando
las barbas de tu vecino veas pelar…”Para muestra el conflicto por
el agua desencadenado este verano entre las Comunidades de Castilla
La Mancha y de Valencia. Evitar en la medida de lo posible estas
consecuencias disminuyendo la vulnerabilidad de la ciudadanía para
así garantizar el futuro de nuestro país, debe ser la tarea
prioritaria de una política de izquierdas. Sirvan estas líneas para
contribuir a este gran objetivo.
Decrecimiento o
resiliencia
Sabemos que el crecimiento
se detendrá porque las leyes que gobiernan la economía en última
instancia no son financieras sino físicas. Respecto a la salida de
la crisis, Crespo (4) sostiene que nos hallamos en un terreno
desconocido ya que ninguna de las dos estrategias diseñadas para
regresar a la senda del crecimiento, la americana, expansiva para
estimular el consumo y la europea, basada en una política de
austeridad, han tenido éxito para lograr superar la misma. ¿No será
que el sistema capitalista está entrando en una fase de
contradicciones que hacen inviable el crecimiento; un crecimiento
que, además, se está convirtiendo en indeseable para la sociedad?
Así parece defenderlo
Hinton en un artículo clarividente (5) al indicar que el capital ya
no extrae suficientes beneficios del trabajo y ahora trata de hacerlo
de los bienes y servicios públicos de los Estados hasta el punto de
llevar a la destrucción de los mismos, como en el caso de Grecia,
provocando, al mismo tiempo, una desigualdad cada vez más obscena y
un paro creciente que entran en contradicción con la necesidad del
sistema de un perpetuo crecimiento. Como señala Luengo: “la
relación existente entre el avance del PIB y la tasa de desempleo
es débil o inexistente” (6) debido seguramente, entre otras
razones, a que el aumento de productividad a causa de la mecanización
del sistema productivo se ha traducido en más beneficios para los
empresarios en lugar de beneficiar a los trabajadores, bien
económicamente, bien mediante la reducción de la jornada laboral.
La otra contradicción del
sistema capitalista parte del supuesto inverosímil de que el
crecimiento económico es ilimitado y que la tecnología solucionará
las limitaciones de los recursos y de los sumideros, supuesto que nos
está llevando a la colisión con los límites planetarios e
introduciéndonos en la era del decrecimiento físico impuesto por la
naturaleza. El resultado de esta colisión en el terreno económico
es una espiral de destrucción de la oferta (de los recursos
menguantes) seguida de una destrucción de la demanda (cuando la
crisis arrecia) (7).
Frente a la política de
“más de lo mismo” que apuesta por el crecimiento y las
soluciones tecnológicas milagrosas, un análisis racional de las
políticas posibles y de sus riesgos nos decantaría por un cambio en
la orientación política encaminado hacia el decrecimiento y la
sostenibilidad. Si tuviera razón la política del crecimiento y se
lograran poner a punto las tecnologías necesarias para evitar la
crisis energética en ciernes y lo peor del cambio climático, lo
único que perderíamos, de escoger la prudente política
decrecentista, serían oportunidades económicas. Pero de tener razón
la opción decrecentista y no dispusiéramos de tales tecnologías,
la obsesiva política del crecimiento nos llevaría a un callejón
sin salida.
La élite neoliberal y sus
acólitos han elegido ya. A pesar de los abundantes datos de las
investigaciones y avisos de la comunidad científica, continúan
impertérritos escuchando las señales y oráculos de su único dios,
el dios mercado, a la espera de un milagro tecnológico. Curiosa
forma de entender la ciencia y la tecnología; confían en ellas para
aumentar la producción y combatir los riesgos inducidos por los
seres humanos, pero no para anticiparse a los mismos y modificar su
causa, que no es otra que un sistema económico fagocitador de la
vida que nos sostiene. Aunque la escasez de petróleo y su
repercusión en el crecimiento ya empiezan a dar señales
perturbadoras en los mercados, el sistema necesita “buenas
noticias” para embarcar a los Estados y ciudadanía en la trampa de
la deuda. Antes de reconocer que está herido de muerte, la élite
sembrará los medios de explicaciones tranquilizadoras. Y es que tras
la jerga mercadotécnica se esconden los intereses y privilegios de
las grandes compañías y poderes financieros (8) por lo que, antes
de renunciar a ellos, la élite neoliberal está dispuesta a tensar
la cuerda hasta llevarse por delante el clima del planeta y con él a
la humanidad.
Dado el dominio que ejerce
a escala mundial la ideología neoliberal y su inacción ante los
problemas ambientales globales más urgentes, no parece que se pueda
evitar ya la colisión con algunos de los límites planetarios (9).
Nuestra civilización se verá abocada a un colapso, a una pérdida
de complejidad socioeconómica y ecológica. A tenor de los indicios
(pico del crudo y otros picos a la vista, manifestaciones del cambio
climático, crisis económica persistente, aumento de las tensiones
geopolíticas, entre otros), creemos que tal colapso está a la
vuelta de la esquina, si no se ha desatado ya. Así parecen haberlo
entendido los redactores y firmantes del Manifiesto Última Llamada
(10) lanzado en el verano de 2014 a la sociedad.
Descartada la solución del
sentido común a escala global -y, al parecer, también a escala
europea- no queda otra opción que tratar de mitigar las
consecuencias del colapso en nuestro país, ahora que puede abrirse
una ventana de oportunidad para un gobierno o una oposición decisiva
de la izquierda radical y, posiblemente, del PSOE.
Con motivo de la firma del
citado Manifiesto en el que se reclama el cambio del actual modelo
económico y social que haga frente a la crisis ecológica por
parte de dirigentes de los partidos de la izquierda radical, entre
ellos Pablo Iglesias, y de la elaboración de un documento base del
programa económico de Podemos, titulado “Un proyecto económico
para la gente” encargado a Viçent Navarro y a Juan Torres (11), se
ha suscitado un debate en el que han participado algunos firmantes
del Manifiesto, como Prieto, Turiel, Torres, Gadrey. En esencia, el
debate se centra en la contradicción que supone firmar un manifiesto
de corte decrecentista para luego abrazar fórmulas socialdemócratas
keinesianas de estímulo al crecimiento, como las que proponen estos
economistas en el documento citado.
Sin duda alguna, la
política más razonable consistiría en implementar un decrecimiento
organizado y controlado. Sin embargo, hoy por hoy, sería
contraproducente poner en marcha una política decrecentista sin
realizar previamente un amplio debate transversal en nuestra
sociedad, como el que intenta promover el citado Manifiesto. Son
demasiados años de dependencia del consumo como para que el mensaje
de que cada vez va a haber menos recursos y que hay que cambiar
nuestro modo de vida por otro más austero y menos consumista sea
aceptado por la sociedad. Sencillamente no lo entendería la
ciudadanía y provocaría su distanciamiento del propio concepto de
decrecimiento y de los partidos que lo propusieran. Monedero lo sabe
y de ahí que despachara la alternativa del decrecimiento con la
expresión: “Hablando de decrecimiento no se ganan
elecciones“(12).
Más allá de establecer y
agrandar las diferencias entre partidarios del decrecimiento y del
crecimiento, es necesario y urgente llegar a puntos de encuentro
entre ambas posiciones si se pretenden paliar los efectos del
colapso, encauzándolo de una manera más o menos ordenada y reducir
así el sufrimiento de la población española actual y de las
próximas generaciones.
Afortunadamente, todavía
es posible la convergencia entre ambas posiciones. Debemos abandonar
las políticas de crecimiento y aprovechar la ventana de oportunidad
para una supervivencia digna. De acuerdo con Heinberg (13), comenzar
a tomar medidas de resiliencia, es decir, medidas que aumenten
nuestra capacidad para superar la adversidad, es quizá la mejor
manera de adaptar las sociedades al colapso. En torno a un programa
basado en la idea de resiliencia pueden alcanzarse acuerdos
programáticos muy positivos con el fin de dotar a nuestro país de
mayor capacidad para afrontar y sobreponerse ante las presentes y
futuras crisis que se avecinan. El diagnóstico de los puntos más
vulnerables (14) de la economía y sociedad españolas, así como de
los sistemas naturales amenazados, resulta imprescindible y previo a
proponer medidas de resiliencia tanto de índole ecológica, como
económica y social.
A grandes rasgos, el
colapso supondrá la transformación radical del sistema financiero,
problemas en el transporte (aviación, buques, camiones), problemas
en la agricultura industrial (riego, maquinaria, abonos), muy
posiblemente la disolución paulatina del comercio global y la
consiguiente relocalización de las economías y un aumento de los
riesgos naturales que cada vez tendrán mayor incidencia social y
económica (15).
Los partidos de izquierda
han recogido en sus programas de las pasadas elecciones del 24 de
Mayo, medidas tanto sociales, como económicas y ambientales para
mitigar los efectos de la crisis económica, intentar revertir los
daños de las políticas del gobierno del PP y así disminuir la
vulnerabilidad de la ciudadanía. Muchas de estas medidas coinciden
con las que se pueden proponer adoptando el punto de vista de la
resiliencia, por lo que nos limitaremos a indicar algunas que nos
parecen especialmente relevantes y que, en esencia, se engloban en
los siguientes principios:
1. Mayor intervención del
Estado: frente a la tendencia actual a la privatización, más
nacionalización, frente a la desregulación, mayor control estatal,
frente a la mercantilización, imposición de límites y más
derechos ciudadanos y obligaciones del Estado.
2. Las sociedades humanas
son ecodependientes. Los ecosistemas poseen límites. Aplicación de
principios de sostenibilidad para compatibilizar las actividades
humanas con la protección de los recursos renovables y los
ecosistemas. Desmaterialización en la medida de lo posible de la
economía.
3. El ser humano vive en
sociedad, es interdependiente. Promoción de la vida en comunidad y
de la solidaridad y la cooperación frente al individualismo
instalado en la sociedad. Profundización de la democracia. La
economía social al servicio de la población.
Vulnerabilidad y
resiliencia social
Entre los puntos más
vulnerables de la sociedad española destacamos los siguientes: una
gran desinformación de la población acerca de los problemas
ambientales globales (el cambio climático se ve como un problema
episódico y lineal que se manifestará gradualmente, mientras que el
pico del petróleo es desconocido por la gran mayoría de la
población), así como un desconocimiento bastante generalizado de la
responsabilidad de las políticas del crecimiento en la generación
de los mismos, el desempleo insoportable que afecta principalmente a
los jóvenes, la desigualdad creciente entre ricos y pobres y la
exclusión social.
El crecimiento económico
es un aspecto del capitalismo extraordinariamente arraigado en la
población por haber sido imbuido en nuestros cerebros por los
políticos, economistas y medios de comunicación como un bien “per
se”. Además de haberse asentado ya como una cuestión de fe,
la fórmula del crecimiento parece de sentido común para crear
empleo y salir de la crisis y, por ello, se encuentra aún más
enraizada. Decía Margaret Tatcher, “la economía es el método,
el objetivo es cambiar el alma” (16). El neoliberalismo no solo
es una ideología, es también, y sobre todo, una práctica
generalizada de la que hemos interiorizado sus reglas de juego. De
una u otra manera, nos han cambiado el alma a través de la presión
que se ejerce sobre la inmensa mayoría de la población en
situaciones de competencia cotidiana y de inversión de los pequeños
ahorros. Esta presión se ejerce a través de la imposición de una
serie de convenciones, prácticas y normas, en definitiva, reglas del
juego establecidas política, institucional y jurídicamente (17).
¿Cuál ha sido el antídoto
hasta ahora para hacer frente a la crisis económica que, por
definición, es una situación de la economía con un débil o
negativo crecimiento? Lógicamente, el de activar el crecimiento. Eso
es lo que espera la gran mayoría de ciudadanos, que se pongan en
marcha políticas de crecimiento para generar trabajo, activar el
consumo y salir de la situación actual.
Cualquier convocatoria
electoral que se produzca ocultando a la población los límites del
crecimiento, rebajaría su calidad democrática. Si bien es cierto
que la ciudadanía intuye, de alguna manera, que esta crisis es
diferente y que los hijos van a vivir peor que sus padres, la
apertura de un debate, tanto en las Cámaras de nuestros
representantes como en la sociedad, permitiría tomar conciencia de
la situación tan delicada y llena de riesgos que atravesamos y
lograría que estos problemas, junto a los sociales, ocuparan la
centralidad de la política, aumentando así la resiliencia social.
Es de esperar entonces que la sociedad acabara siendo más proclive a
admitir la adopción de medidas de mayor alcance, a medio y largo
plazo.
Junto a esta iniciativa, un
gobierno con sensibilidad ecológica y social debe potenciar los
movimientos decrecentistas y de ciudades y pueblos en transición
(18), generando así dinámicas favorables al lema decrecentista de”
vivir mejor con menos” en detrimento del modo de vida BAU
(Bussines As Usual), o sea, el negocio como actividad normal.
España es uno de los
países con mayor paro, desigualdad económica y exclusión social de
la Unión Europea. Sin la defensa del Estado de bienestar y sin la
adopción de medidas sociales como la distribución más equitativa
de la riqueza, la generación y el reparto de trabajo reduciendo el
periodo de trabajo semanal y la adopción de medidas que eviten la
exclusión social, no se podrían entender políticas ecológicas que
son absolutamente necesarias para conservar los recursos naturales
para la presente y futuras generaciones.
A juzgar por los programas
electorales actuales, pensamos que sería relativamente sencillo
llegar a acuerdos en el terreno social entre estos partidos. Quizá
el punto donde se manifiestan las diferencias más notorias sea el de
optar por la inicial propuesta de Renta Básica de Podemos, o por el
Trabajo Garantizado, propuesta de IU, aunque no parece que llegar a
un acuerdo sea insalvable pues el propio Eduardo Garzón (19), padre
de la propuesta del Trabajo Garantizado, ya ha formulado una solución
mixta.
No obstante, para llevar a
cabo estas iniciativas sociales habrá que tener presente la
advertencia de Trainer (20); en una época de decrecimiento impuesto
por la naturaleza no se podrán realizar políticas de igualdad de
corte socialdemócrata basadas solamente en el reparto de la
menguante riqueza. Además de la solidaridad, la austeridad,
entendida dentro de una justicia social, tendrá que ser otro de los
pilares para poder desarrollarlas.
Vulnerabilidad y
resiliencia ecológica
La vulnerabilidad ecológica
de nuestro país es elevada. Los recursos renovables que han
constituido y constituirán la principal riqueza de este país: como
suelo, aguas superficiales y subterráneas, fuentes de energía
dependientes del sol, pesca, bosques, humedales y demás ecosistemas
y paisajes se encuentran cada día más amenazados por distintos
problemas: desertización, erosión, salinización, fragmentación
del territorio, sobrexplotación, etc.
Si necesarias son las
medidas de resiliencia social para cohesionar el país, las medidas
ecológicas son imprescindibles para la conservación de los recursos
naturales renovables, fundamento de una economía sostenible a largo
plazo.
Como medida administrativa
más importante para frenar el deterioro ecológico (21) y
proporcionar resiliencia se encuentra la Ordenación del territorio.
La Ordenación del
territorio se fundamenta, desde el punto de vista de la
sostenibilidad, en un principio de integración de actividades, según
el cual la huella humana no debe exceder la biocapacidad del
territorio. Aunque la palabra austeridad está hoy en día muy
vituperada (austericidio, austerocracia, austeritarismo) debido a las
políticas aplicadas por los gobiernos neoliberales, lo cierto es
que, desde el punto de vista ecológico, no solamente los españoles,
sino la gran mayoría de los ciudadanos de los países desarrollados
han vivido por encima de sus posibilidades, apropiándose “de
facto” de un territorio mayor a costa de otras naciones.
La salida civilizada a la
situación actual consiste en construir una economía que no rebase
la biocapacidad de cada territorio, con un comercio local y regional
estrictamente necesario y que sea socialmente justa. De figurar algún
tipo de déficit en las constituciones de los países, debería ser
el déficit ecológico cero. Ateniéndonos a él, a los españoles
nos tocaría vivir a un nivel de vida menor de la mitad del que
disponemos actualmente, pues nuestra huella ecológica supera unas
dos veces y media la biocapacidad del territorio nacional. Sabemos
que, con un nivel de renta más austero pero bien repartido, se
pueden mantener todavía unos buenos servicios públicos
indispensables para que la ciudadanía pueda tener una vida tan digna
o más que en la actualidad. Así lo indican los índices de
felicidad/PIB y problemas sociales/desigualdad (22). En el primero se
comprueba que, a partir de un nivel de riqueza, la felicidad no
aumenta significativamente, mientras que en el segundo aparece una
clara correlación entre el aumento de los problemas sociales y la
desigualdad.
Aunque limitar el déficit
ecológico a cero no es posible todavía, sin embargo, es necesario
avanzar en esa línea tanto para hacer frente a las consecuencias del
cambio climático, pico del petróleo y pérdida de biodiversidad,
como para aumentar nuestra autonomía y resiliencia en caso probable
del colapso de la red de comercio mundial.
En este sentido, con la
Ordenación del territorio se propone cubrir los siguientes
objetivos:
- Uso y protección de
nuestros recursos naturales (suelos, aguas, bosques, pesca y
biodiversidad…) atendiendo a los principios de sostenibilidad para
recursos de Daly
- Evitar impactos
(contaminación, incendios, introducción de especies foráneas,
etc.) utilizando los principios de sostenibilidad de Daly para los
desechos, además de los de eficiencia y precaución.
- Prevención de riesgos
naturales e inducidos (erosión, salinización, incendios, sequías,
temporales) aplicando el principio de precaución.
- Regulación de las
actividades humanas (agrícola, industrial, construcción de
infraestructuras, asentamientos humanos, turismo) a través de la
promulgación de leyes: Ley del suelo, Ley de aguas, Ley de costas,
etc.
Otra estrategia relevante
es la de avanzar en la soberanía alimentaria ya que el colapso, como
hemos dicho, puede llegar a suponer la disolución del comercio
global y la relocalización de las economías. España importa
aproximadamente un 40% de los alimentos que consume (23). Se trata de
hacer compatible una producción agrícola nacional suficiente para
alimentar a la población con la conservación de los suelos y
recursos hídricos, frenando así la desertización y la
salinización. Dicho de otra manera, se trata de sustituir
paulatinamente el modelo de agricultura industrial imperante por el
de la agricultura ecológica, aumentando la diversificación de
cultivos (un estudio de Gómez Cantero (24) del IPCC para Grupo Los
Verdes del Parlamento Europeo revela que en el plazo de 35 años
habrá un incremento de la aridez que, junto a la erosión y las
plagas, puede acabar con las grandes extensiones de monocultivos como
las viñas, naranjos y olivos), utilizando abonos orgánicos,
desechando malas prácticas agrícolas (como el cultivo en pendiente
arando a favor de la misma y el riego sin control), etc.
Aunque parezca un tanto
paranoica esta preocupación por la soberanía alimentaria y pudiera
levantar sospechas de proteccionismo en la UE, se pueden dar algunos
pasos obviando este problema como, por ejemplo, el fomento de la
repoblación de pueblos, la formación en agricultura ecológica, la
creación de un banco de semillas tradicionales, el fomento de
pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas en detrimento de las
grandes explotaciones, la prohibición de cultivos transgénicos, la
promoción de una campaña para la paulatina modificación de la
dieta de los españoles hacia una dieta más vegetariana,…
Quizá algunas de las
medidas que se vayan a tomar en este terreno se encuentren entre las
más controvertidas entre partidarios del crecimiento y de la
resiliencia. Por ejemplo, ¿Cómo llevar a cabo la protección de
nuestros recursos naturales al tiempo que los utilizamos? ¿Hasta qué
punto y cómo pueden aplicarse las reglas de Daly en una economía
capitalista? ¿Puede la agricultura ecológica alimentar a todo el
país o ha de convivir con la industria agrícola y ganadera
actuales? Este tipo de cuestiones son las que hay que debatir y
ponderar con el fin de priorizar unas medidas sobre otras y de
establecer plazos para llevarlas a cabo.
Vulnerabilidad y
resiliencia económica y política
La vulnerabilidad de la
economía española es crítica. La elevada deuda pública y privada,
la dependencia financiera del Estado de la banca privada y del BCE,
la fuerte dependencia de los combustibles fósiles y de la industria
manufacturera a causa del declive industrial de nuestro país, la
escasa diversidad del modelo productivo, su reducido I+D con una
financiación que no está enfocada hacia el cambio del modelo
productivo (25), la pérdida de derechos de los trabajadores y una
fiscalidad retrógrada que grava las rentas del trabajo y las de los
pequeños y medianos empresarios muy por encima de las del gran
capital, hacen que la economía española sea muy sensible a futuras
eventualidades, como, por ejemplo, crisis financieras, fluctuaciones
de los precios del petróleo, consecuencias del cambio climático en
la agricultura, etc.
El principal objetivo
entonces no será el crecimiento económico (aumento de
productividad, aumento del valor añadido), ni tampoco el
decrecimiento, sino dotar a nuestro país de un sistema económico
con mayor resiliencia y encaminado a lograr la sostenibilidad
ecológica. Podría pensarse que la mejor manera de aumentar la
resiliencia es potenciar el crecimiento y así obtener ventajas
comparativas respecto a otros países pero, como se ha comentado
anteriormente, el capitalismo es un sistema que nos lleva a la
destrucción y en este contexto no hay ventajas comparativas que
valgan.
Creemos que un aspecto
esencial para el futuro de nuestro país es el cambio del modelo
productivo actual. Dada su fuerte dependencia del exterior, su escasa
diversificación y su insostenibilidad ambiental, el modelo actual es
muy vulnerable a un contexto de decrecimiento de energía y
materiales, de agravamiento del cambio climático o de una crisis
financiera.
Queda fuera de nuestra
capacidad y de los objetivos de este artículo la elaboración de una
propuesta de un modelo productivo, por lo que solo nos limitaremos a
enunciar unos criterios e indicar algunas medidas a modo de ejemplos.
Creemos que el nuevo modelo
productivo ha de basarse en los siguientes criterios:
- El sistema productivo
está enclavado en el territorio por lo que ha de ajustarse a la
legislación derivada de la nueva Ordenación del Territorio.
- En un contexto de
decrecimiento energético y material, el sistema productivo ha de
iniciar el camino hacia una relativa desmaterialización de la
economía, mediante el ahorro, la eficiencia, el reciclado y el
desarrollo de economías con bajos insumos de materiales y energías,
como la economía de cuidados.
- Ha de
ser más sostenible con predominio de un uso de energías y
materiales renovables, adoptando medidas como, por ejemplo, la
reforestación de zonas próximas a pueblos y ciudades para el
aprovechamiento comunitario dentro de unos años de biomasa para
cocina y calefacción elevando así la Tasa de Retorno Energético de
esta fuente de energía y preservando la diversidad biológica.
- Ha de
ser más adaptable aumentando la diversificación y la localización
de la producción, fomentado la empresa cooperativa y la
reestructuración de los sectores estratégicos actuales:
agroalimentario, transporte y automoción, turismo y construcción.
- Promover el desarrollo de
una tecnología apropiada a la escala de nuestro sistema productivo y
que sea coherente con sus objetivos mediante un Plan I+S+i
(denominación más apropiada que la de I+D+i en una economía
encaminada a la Sostenibilidad)
- El
trabajo no es una mercancía, por lo que han de garantizarse los
derechos de los trabajadores; en primer lugar, el derecho al trabajo.
- El Estado se reserva el
derecho de planificar democráticamente la economía y la producción
y nacionalizar total o parcialmente los distintos sectores
productivos para garantizar los objetivos del modelo productivo. Por
ejemplo, habría que crear una banca pública no solo para facilitar
el crédito a familias y empresas sino para financiar las
nacionalizaciones y un Plan I+S+i, así como aminorar las
consecuencias de un posible colapso del sistema financiero
internacional. Nacionalizar Red Eléctrica Española con la
perspectiva a medio plazo de hacer lo propio con las empresas
eléctricas. Recuperar la gestión pública del agua.
No obstante, el principal
problema de la sociedad y economía españolas es político y viene
determinado por la existencia de una oligarquía que domina las
finanzas, es dueña de los grandes medios de comunicación privados y
que, aliada del poder político, acaba imponiendo la política
económica. El crecimiento económico español, que con la crisis nos
ha llevado al endeudamiento actual del Estado y a un alto grado de
corrupción, es resultado de esta alianza. El movimiento 15M ya
denunció este pacto. Con el gobierno del PP se puso de manifiesto la
falta de escrúpulos para mentir con tal de conseguir el poder y
desmontar el estado de bienestar con la anuencia de la UE, mientras
los numerosos escándalos de corrupción distanciaban cada vez más a
los ciudadanos de la clase política.
La emergencia de Podemos,
como partido que ha sabido recoger las demandas del 15M, ya ha
empezado a airear las estructuras de los partidos y a modificar el
discurso de sus dirigentes. Pero sería muy importante para empoderar
a la ciudadanía, revitalizar la política, mejorar la democracia
representativa con sistemas de control eficaces y promover la
democracia participativa. Sin duda alguna, estas medidas aumentarían
la confianza de la gente en el sistema político y la resiliencia, en
general.
Pero todos los logros
carecerán de sentido si no se detienen la implantación del TTIP y
del TiSA (Acrónimos en inglés del Tratado de Libre Comercio e
Inversión y de Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión,
respectivamente).
Si ya es fuerte la
dependencia del Estado de las reglas del juego de corte neoliberal
surgidas de Maastricht, con la firma de estos tratados la dependencia
y vulnerabilidad de los Estados, de los trabajadores y de la
ciudadanía sería extrema e irreversible por mucho tiempo debido a
las cláusulas de indefensión de los mismos frente a las compañías
privadas. El TTIP es un tratado entre EEUU y la UE. Con este tratado,
la población europea se encontraría indemne ante las empresas de
transgénicos, de la ganadería hormonada y de los agroquímicos (26)
y los agricultores quedarían a merced de las compañías
multinacionales. Con el TTIP, España perdería no solo la seguridad
alimentaria sino la posibilidad de alcanzar la soberanía
alimentaria. En la negociación del TiSA, participan, además de la
UE y EEUU, 21 países más. El secretismo más absoluto preside la
negociación de este tratado cuyos términos no se podrán dar a
conocer hasta 5 años después de su implantación. Con este Tratado
unas cuantas compañías privadas van a monopolizar el sector
servicios de los países firmantes.
Sería de desear que la
población española apoyara a la izquierda en las próximas
elecciones generales. Pero de no ganar, hay tres compromisos que el
conjunto de la izquierda radical debería asumir en la próxima
legislatura:
- Informar y promover un
debate sobre la emergencia de la situación que vivimos a causa del
pico del petróleo y del cambio climático.
- Promover sendos debates
sobre el contenido y consecuencias del TTIP y del TiSA para España,
en general, y la clase trabajadora, en particular.
- Formar una comisión de
científicos y técnicos que elabore un Plan de Ordenación del
territorio que garantice el uso sostenible de nuestros recursos
renovables.
Es la hora de las grandes
decisiones y para eso se requieren grandes estadistas. Las
autoridades de un pequeño Estado, el archipiélago de Kiribati,
pretenden comprar 20 kilómetros cuadrados de tierra en las islas
Fiji para poder alojar a 103.000 compatriotas ante la irreversible
subida del nivel del mar y la salinización de sus acuíferos. Sin
duda se trata de una medida radical (27). ¿Por qué no se percibe en
España una situación de emergencia como la que se nos viene encima
y comienzan a tomarse medidas para mitigar el sufrimiento de la
población actual y asegurar el futuro de las próximas generaciones?
Referencias
(3) Deroeux, I (2015).
California se seca y las autoridades imponen severas restricciones al
consumo de agua. http://www.infolibre.es/
(5) Hinton, J (2015). Esta
búsqueda incesante del crecimiento es lo que está llevando a Grecia
a la autodestrucción. http://www.15-15-15.org/
(9) Foley J. Límites de un
planeta sano. Investigación y Ciencia, Junio 2010.Nº 405
(10) VV. AA. (2014).
Manifiesto última llamada https://
(11) Navarro, V y Torres, J
(2014). Un proyecto económico para la gente. Podemos.
(14) Carpintero, O y
Bellver, J (2013). ¿Es posible la sostenibilidad ambiental en la
economía española? La situación del mundo en 2013. Worldwatch
Institute.
(15) Fenández Durán, R y
González Reyes, L (2014). En la espiral de la energía. Libros en
Acción, Baladre y Autores (Eds.)
(16) Laval, Ch y Dardot, P.
Entrevista realizada por Fernández-Savater, A, Malo, M y Ávila, D
(2014). El neoliberalismo es una forma de vida, no solo una ideología
o política económica. http://www.eldiario.es/
(17) Laval, Ch y Dardot, P.
(Op. Citada)
(19) Garzón, E. (2014). La
renta básica estaría muy bien, pero la garantía de empleo estaría
mejor. Blog Saque de esquina. http://eduardogarzon.net/la-
(20) Trainer, T (2011).
¿Entienden bien sus defensores las implicaciones políticas
radicales de una economía de crecimiento cero?
http://www.sinpermiso.info/
(21) Carpintero, O y
Bellver, J (2013). Op. Citada.
(22) Jackson, T (2009).
Prosperidad sin crecimiento. Eds. Icaria, Intermón Oxfam. Barcelona,
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