Nace un nuevo paisaje urbano marcado por la arquitectura y las tipologías urbanas del apartheid social y la videovigilancia, en donde, se produce una regresión total del espacio público, que inhibe cualquier tipo de participación (el ‘ágora’ ciudadano simplemente no existe), se desarrolla una guerra civil de baja intensidad, el espacio se organiza en base al miedo (a los otros), se instala un verdadera histeria social por la seguridad, se da una creciente presencia y fiscalización policial, interviene la violencia de clase como instrumento al servicio de la construcción de la ciudad, se organiza de forma sistemática la depredación de la naturaleza, se acrecienta el acoso contra cualquier disidencia, se produce un aumento de la polarizacion social, se enseñorea el inmenso poder de los promotores inmobiliarios, se van desmantelando los servicios públicos, y se establece una creciente criminalización de la miseria y un verdadero estado de sitio para los inmigrantes.
Se recrudecen los mecanismos de opresión patriarcal, la urbe se vuelve cada vez más agresiva para las mujeres, los niños y los mayores; el espacio se organiza en contra de las consideraciones de reproducción social y de las necesarias tareas de cuidado, las nuevas ‘calles’ (inexistentes como espacio público) se transforman en un espacio crecientemente inhóspito y amenazante, y las tensiones interétnicas e interculturales se convierten en el pan nuestro de cada día.
Bajo la excusa de nuevas ordenanzas cívicas, con el fin de recuperar la ciudad para la gente ‘decente’, ese está impulsando la ‘tolerancia cero’ contra la prostitución y el gamberrismo en las calles, al tiempo que se están instalando otras medidas de excepción urbana (guerra a la venta ambulante, a la mendicidad, a los sin techo, a los carteles y murales de entidades ciudadanas, etc.).
La presencia permanente de policía pública y sobre todo privada, acompañada de videovigilancia generalizada. De esta forma, el control de la población se está haciendo crecientemente exhaustivo, complementando esa capacidad de seguimiento en el futuro mediante la capacidad de poder ubicar en todo momento a los individuos (y a sus vehículos) vía satélite. Los nuevos documentos de identificación con chip electrónico y controles biométricos. El recorte de libertades y la pérdida de derechos civiles y políticos son crecientes, pero hasta ahora estas restricciones no han llegado en general al debate público, pues está siendo bastante subrepticio.
Para saber más: El tsunami urbanizador español y mundial. Ramón Fernández Durán. 2006.
El panóptico urbano
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Interesante apreciación sobre el control social a través de la vigilancia tecnificada, creo q es expresión de poder de la clase dominante conforme al miedo y la notable desigualdad social que termina excluyendo y separando los espacios urbanos, incrementando el espacio privado.
ResponderEliminar