JL:
¿Cuál es el alcance y el significado de la cuestión “entropía” en el mundo
de hoy?
MBS:
Con el problema de la entropía se da un fenómeno
curioso: a pesar de tener la máxima importancia, afectando directamente
-a corto, medio y largo plazo- a la propia supervivencia humana en el planeta,
ha sido muy poco divulgado y, así pues, prácticamente ignorado por la opinión
pública.
Recientemente
se ha publicado en Europa la traducción actualizada del clásico Enthropy
de Jeremy Rifkin, que describe la tendencia universal de todos los
sistemas -incluidos los económicos, sociales y ambientales- a pasar de una
situación de orden a creciente desorden. Por tanto, debe ser discutido por
toda la sociedad en todos sus sectores y no sólo en círculos especializados
de científicos.
JL:
¿A qué se debe el desinterés por el problema de la entropía, si se trata
de un asunto tan grave y apremiante?
MBS:
Para la visión mecanicista del mundo, típicamente
moderna, en la línea que une a Descartes, Galileo, Bacon, Newton, Locke
y Adam Smith (éste en la economía y Locke en la concepción social), la idea
de progreso es tan connatural que ni pensamos en discutirla. Ahora bien,
la cuestión que abordamos incide precisamente en este punto: "la ley
de la entropía socava la idea de la historia como progreso. La ley de la
entropía destruye la idea de que la ciencia y la tecnología crean un mundo
más ordenado".
En
una visión mecanicista, el énfasis únicamente se pone en lo que se ordena,
sin entrar a considerar el desorden causado por la ordenación. Es como si
ignorásemos, por ejemplo, el problema de la basura al arreglarnos nuestra
casa. Cuando la casa es el propio planeta, pensar que “el resto” no interesa
es el síndrome del avestruz...
JL:
Comencemos por la caracterización y definición de entropía
MBS:
Originalmente, “entropía” surgió como palabra acuñada
del griego, de em (en - en, sobre, cerca de...) y sqopg (tropêe - mudanza, giro, alternativa, cambio, evolución...). El
término fue usado primeramente en 1850 por el físico alemán Rudolf Julius
Emmanuel Clausius (1822-1888).
Para
caracterizar la entropía partiremos de una autoridad de renombre: el físico
Enrico Fermi, uno de los padres de la bomba atómica. En su Thermodynamics
define la primera ley de la termodinámica:
"La
primera ley de la termodinámica es esencialmente la afirmación del principio
de conservación de la energía para sistemas termodinámicos. Como tal, puede
expresarse del siguiente modo: 'La variación de energía en un sistema durante
cualquier transformación es igual a la cantidad de energía que el sistema
intercambia con el ambiente'. Esta primera ley no pone limitaciones
a las posibilidades de transformación de energía de una forma para otra".
Ahora
bien, esa posibilidad ilimitada de transformación es la base de toda la
civilización del progreso. Ya la segunda ley de la termodinámica impone
severas limitaciones: "Es imposible una transformación cuyo resultado
final sea transformar en trabajo todo el calor extraído de una fuente"
(postulado de Kelvin).
JL:
¿Cómo se traduce esto en términos generales?
MBS:
El primer principio establece que la energía no
puede ser creada ni aniquilada. Hay todavía un tercer principio -el del
equilibrio- que indica que dos cuerpos -ambos en equilibrio térmico con
un tercero-, colocados en contacto, se encuentran en equilibrio entre sí.
Lo
curioso es que históricamente el mismo primer principio haya suscitado tanta
oposición y resistencia a ser aceptado, porque existía el ideal de construir
una máquina que pudiese efectuar trabajo sin consumir energía (motu perpetuo
de primera especie). En términos corrientes, el segundo principio indica
que, con el tiempo, disponemos siempre de menos energías utilizables. O
resumiendo: "la energía total del universo es constante y la entropía
(el desorden) total está en continuo aumento".
Nos
hallamos entonces en un universo que se degrada energéticamente y esta realidad
debería conducir a un dispendio mínimo de las energías disponibles, más
aún en el sistema de nuestra pobre Tierra, cuyos materiales utilizables
son muy limitados. Por tanto, la productividad no debería medirse por la
mayor cantidad de bienes económicos producida en un determinado período
de tiempo, sino por la mayor cantidad producida con el menor gasto energético
posible. Y, del mismo modo, crear el orden que deje menos desorden (en otros
ámbitos).
JL:
Estas leyes de la termodinámica ¿son siempre válidas o se trata a lo sumo
de un modelo científico provisional?
MBS:
Éste es el punto central. Para el autor -y todo
indica que está plenamente en lo cierto- se trata de ley fundamental y Albert
Einstein -en una de sus reflexiones- observó: "Una teoría es tanto
más emocionante cuanto más simples son sus premisas, más diversas las categorías
de fenómenos a las que se refiere, más vasto su campo de aplicabilidad.
Ésta es la razón por la que la Termodinámica clásica siempre me causó honda
impresión: es la única teoría física de contenido universal de la que estoy
convencido que, en el campo de la aplicación de sus contenidos basilares,
nunca será superada".
Ante
esa universalidad de la ley de la entropía, se busca "atenuarla"
de dos modos: o intentando quitarle universalidad por medio de una nueva
ciencia, la Mecánica Estadística (Ludwig Boltzmann), en la cual (en el mundo
subatómico) podría haber excepciones; o intentando reconocerle significado
práctico sólo para largos ciclos como el del apagón del sol, previsto
para períodos cósmicos de tiempo. Lo cierto es que, aun concediendo esas
excepciones para partículas, se trataría de casos análogos a la famosa imagen
de millares de monos mecanógrafos escribiendo al azar, a lo largo de miles
de años, la Comedia de Dante. Y en cuanto al caso del sol, basta
decir que nuestros ciclos, evidentemente, son de dimensiones humanas y no
cósmicas. El hecho indudable es que la entropía nos afecta radicalmente.
JL:
Si se trata de una ley universal, ¿por qué sólo ahora sale a la luz su carácter
destructor?
MBS:
Dada la simple experiencia siempre constatada de
que nunca espontáneamente el calor de un cuerpo más frío ha pasado a un
cuerpo más caliente, resulta extraño no haber contado con una formulación
anterior. Un paréntesis: me refiero aquí a formulaciones científicas, porque
la intuición del fenómeno sí fue captada siempre. Desde el "Tempus
edax rerum", el tiempo que consume las cosas, del poeta latino,
"el tiempo que estraga todas las cosas", a un San Pedro que afirma
que el mundo ahora existente está reservado para el fuego (II Pe 3, 7).
El problema de la entropía no sería destructivo si tuviésemos otra Weltanschauung:
como nuestra visión del mundo, el consumismo, tiene algo de connatural
y el progreso es su imperativo ético, entonces estamos realmente en un callejón
sin salida. Un San Francisco de Asís, por ejemplo, no estaría en la
crisis que estamos. En nuestro sistema, que no concibe ningún significado
espiritual de pobreza y, por tanto, de la propia existencia, y convierte
a lo superfluo en más esencial que lo esencial, la no disponibilidad de
energía vacía completamente la existencia. De ahí el carácter auto-destructivo
del progreso. Es en ese sentido que Heidegger (1889-1976) comenta la "penuria
de nuestro tiempo", incapaz de darse cuenta de que la verdadera penuria
no es la material, sino la de no considerar como una ausencia la ausencia
de lo Esencial (a propósito del terrible verso de Hölderlin: "Wozu
Dichter in dürftiger Zeit?" - "¿Para qué poetas en tiempos
de penuria?"). Para Francisco, como es sabido, la pobreza no lleva
a la tristeza de perder cosas, sino a la alegría de librarse de cosas...
JL:
¿Qué relación hay entre tiempo y entropía?
MBS:
La entropía es la inversión del tiempo, es decir,
ese aspecto del tiempo por el cual cuanto más se retrocede en el
tiempo, más "intenso" es el tiempo. Y cuanto más se avanza más
"diluido" es el tiempo. Es el tiempo en su aspecto negativo: estamos
acostumbrados a pensar en el devenir del cosmos como un progresivo venir-a-ser,
pero en verdad se trata de un regresivo dejar-de-ser sin aniquilarse: se
acumula una "escoria de ser". Como muy bien muestran los físicos
Bernhard y Karl Philbert, no sólo el espacio está en función del tiempo,
sino el mismo tiempo está en función del tiempo. No podemos pensar en un
tiempo uniforme y lineal separado de las cosas, sino en un tiempo entrópico,
que se degrada con el tiempo, tendiendo asintóticamente al fin del propio
tiempo; o como satíricamente se podría decir: "el tiempo va a morir
con el tiempo" (o en la visión de Juan: "No habrá más tiempo"
Ap 10, 6).
JL:
¿Explicaría eso la aceleración de los ciclos de energía a lo largo de los
tiempos cósmicos, geológicos, biológicos y, más recientemente, históricos?
MBS:
Precisamente. Hay un paralelo ilustrativo con el
tiempo de la vida de un hombre. La "entropía" orgánica evidenciada
por el envejecimiento nos da la vivencia del "hundirse" del tiempo;
y la muerte, de su implosión.
Los
ciclos históricos nos muestran ese hecho claramente. Las crisis de energía
no son sólo de nuestros días. En Europa, en la busqueda de energía (pensemos
en necesidades domésticas, de calefacción, etc.) el "ciclo de la madera"
comenzó a entrar en crisis en el siglo X y se agravó de modo total en el
siglo XV (después de más de un milenio de exploración...), principalmente
en Inglaterra, empujando al ciclo del carbón (el ciclo más sucio de la Historia),
que duró casi cuatro siglos... Siempre en períodos cada vez menores, tenemos
nuestro ciclo, que dura cerca de cien años, centrado en el petróleo: su
agotamiento previsible será en torno al primer cuarto de este siglo.
Surge
entonces el problema: ¿y después? Aquí es donde entra el carácter trágico
de esa encrucijada histórica nuestra. Por un lado, la propuesta de basarse
fundamentalmente en esta ley, extrayendo de ella todas las consecuencias
y cambiar completamente los hábitos de nuestra civilización, salvar lo salvable
(si es posible...) en una desglobalización urgente (con la correspondiente
descentralización de la energía); o, por otro lado, poner rumbo a una súper-globalización,
radicalmente uniformizadora, que nos lanzaría a un ciclo todavía más complejo,
el de la biotecnología (ingeniería genética, etc.), que nos daría una "plenitud"
provisional -de infernal complejidad- y, a la postre, de duración aún más
corta y agotando todas las materias y recursos del planeta.
No
es el caso aquí de entrar en detalles (para eso está la obra de Rifkin),
pero hay evidentemente una aterradora degradación de la tierra en una patente
correlación entre nuestras crisis de energía, abastecimiento ("vacas
locas", "fiebre aftosa", agrotóxicos y todas las otras disfunciones
de una actividad agropecuaria plantada y nutrida en el petróleo), desertificación
creciente, cada vez más basura etc. y la creciente entropía... Es un círculo
vicioso: la demanda creciente de energía vuelve siempre más complicada,
costosa y dañosa su obtención.
Me
valgo aquí de dos metáforas clásicas: el aprendiz de brujo genera fuerzas
que acaban por destruirle y el diablo -en la horripilante imagen de Jacob
Boehme (1575-1624)- se ha vuelto loco y se ha prendido fuego en el afán
de consumirse disfrutando de sí mismo. Parece la alternativa de la biotecnología:
agotando totalmente los recursos planetarios para mantener los vicios de
nuestra sociedad de consumo.
JL:
¿Pero no existe la posibilidad de revertir ese cuadro mediante una nueva
e inesperada fuente de energía?
MBS:
Hay de hecho una especulación, en el ámbito de
la ficción científica, que propone todo tipo de "soluciones" disparatadas,
hasta la reversión del tiempo -otro deseo delirante de negar la realidad
entrópica.
Si
consideramos que la energía atómica trae tremendas complicaciones ambientales
(Chernobyl fue el mayor desastre de la historia de la tecnología) y entrópicas
(hecha inviable la fisión nuclear, se tiende a la fusión nuclear en frío,
que es la traducción en términos energéticos de la utópica máquina de motu
perpetuo), la única energía disponible no explorada es la solar, pero
no contamos con tecnología adecuada: un aprovechamiento no mediatizado por
procesos fuertemente entrópicos (el remedio que mata al paciente).
O
en términos más prácticos y realistas: Yergin (ver Bibliografía) hace notar
que la Guerra del Golfo puso en evidencia que, por el momento, la única
energía disponible para sostener el sistema es el petróleo. Y si no, ¿por
qué la guerra? ¿Y será casual la presencia de la familia tejana Bush (que,
como se sabe, está ligada al monopolio del petróleo) en el vértice de poder
del planeta?
Ocurre
con las tentativas de eludir la entropía un fenómeno paralelo al que se
da con las tentativas de sustraerse a las limitaciones del Álgebra. Como
se sabe por el Teorema Fundamental del Álgebra, una ecuación de grado n
admite n raíces. Pero, a partir del grado 3, salvo casos particulares, no
hay algoritmo universal para determinar esas raíces. Ante una imposibilidad
demostrada, nadie va a perder tiempo buscando un algoritmo inexistente (o,
por dar otro ejemplo matemático, la cuadratura del círculo). Del mismo modo,
tomando en serio los principios de la entropía, nadie debería -en su sano
juicio- insistir en esa línea. Claro que la humanidad tomada como un todo,
con sus grupos e intereses difusos (y sobre todo quien goza del poder),
no funciona con tal racionalidad...
JL:
¿Y qué soluciones se ofrecen, si abordamos existencialmente la cuestión
de la entropía?
MBS:
Esto es realmente lo trágico. Rifkin habla de una
vuelta radical a un ritmo natural en el que se debe revertir drásticamente
el sentido del flujo campo-ciudad, las personas deberían volver al campo,
las ciudades no deberían albergar a más de cien mil habitantes y la población
mundial no superar los mil millones de habitantes. Es precisamente con base
en esas constataciones que surgen actualmente grupos de fanáticos como el
Aum Shinrikyô. Poca gente presta atención al hecho de que el famoso
atentado en el metro de Tokio, el del gas sarín, fue motivado por una ideología
de eliminación de estratos inferiores de la (super) población. De hecho,
Shoko Asahara estaba ligado a los militantes rusos seguidores de Vladimir
Zhirinovskij y, presumiblemente, a la proscrita extrema derecha alemana
del NSDAP (Partido Nacionalsocialista del Trabajo). No cabe por tanto considerar
la disparatada propuesta rifkiniana de reducir la población de seis a mil
millones.
JL:
Ampliando a otros ámbitos, ¿cómo afecta la idea de entropía a la Educación?
MBS:
Rifkin menciona la experiencia -vivida por cualquier estudiante-
de trasnochar, hacer un examen por la mañana y por la tarde tener ya todo
olvidado. Ese "olvido" permanece como residuo cognoscitivo no
eliminado. Hay un hecho constatado en los Estados Unidos: con toda la parafernalia
de informática y equipamientos existe un gran número de alumnos que no consiguen
aprender o, lo que es peor, cobran aversión al estudio. Y los que sintonizan
con esos equipamientos, se robotizan y se constata un gran aumento de enfermedades
mentales desde el "boom" de la informática. El nuevo ideal ya
no es el "animal", sino la "cosa" (de ahí ciertos géneros
musicales nuevos, cierta cromática de cabello y de ropas, etc.).
Recordemos
que Kant consideraba que para pensar seriamente algún problema la mera lectura
de un periódico ya constituía un obstáculo. Hoy, si consideramos la avalancha
de informaciones recibidas (desde las innumerables competiciones deportivas
simultáneas hasta los noticiarios locales, regionales, nacionales e internacionales,
pasando por una publicidad omnipresente y exigencias crecientes de competencia
técnica e intelectual), sin posibilidad de síntesis, no es difícil percibir
la entropía en la educación. En ese sentido Goethe (1749-1832), en el
Fausto, pone en boca del diablo: "No soy omnisciente, mas mucho
me es conocido", lo que podemos maximalizar en: "Lo sé todo, pero
no soy omnisciente". Se contraponen los saberes de una pluralidad siempre
creciente, sin posibilidad de síntesis, "falso infinito", al saber
omnisciente de Dios: todo lo sabe en un único acto de infinita simplicidad,
el verdadero infinito.
Los
conceptos clásicos denominados "trascendentales del ser" (uno,
bien, verdadero, bello) ya habían sido históricamente preteridos por su
negación: al ser, la nada; al bien, el mal; a lo verdadero, lo falso; a
lo bello, lo feo. Sólo el trascendental "uno" permanecía intacto,
la posmodernidad se encargó de afirmar la superioridad de la pluralidad
sobre la unidad: paradójicamente, a pesar del énfasis en el pluralismo,
nunca hemos tenido una cultura global tan homogénea. Y, en términos filosóficos,
se aniquila la intuición en favor de un exacerbado raciocinio autogenerador
(Hegel): exhaustivas marañas conceptuales en detrimento de la intuición
que incide directamente sobre lo real. Especular sin intuición es el equivalente
a obrar sin energía: he ahí la entropía en el conocimiento: una especie
de aparato especulativo de motu perpetuo.
JL:
¿Cuál es el papel del ordenador y de la informática en la entropía?
MBS:
Por un lado, el ordenador permite operacionalizar
las transformaciones de energía, acelerando el agotamiento de los recursos
limitados de energía y materiales. Por otro lado, el ordenador es la realización
concreta de ese abstracto que Heidegger (y el hecho increíble es que Heidegger
ni siquiera conoció los ordenadores) llamaba Ge-stell (dispositivo,
aparejo, aparato, armazón, estante, etc.): "Puesto que la esencia de
la técnica moderna descansa en el Ge-stell, de ahí procede la necesidad
de la técnica de echar mano de la ciencia exacta de la naturaleza. Ahí tiene
su origen la apariencia falaz de la técnica moderna como ciencia natural
aplicada". Resumiendo, tenemos una ciencia abstracta, una realidad
virtual (formada por la tecnología) y una base real: el agotamiento energético
real (no intuido).
Puede
decirse que la revolución informática del aparato -dispositivo que
produce información- completó la revolución industrial de la máquina -dispositivo
que produce trabajo. Máquinas y aparatos son ya visibles en la actual crisis
como agentes del nihilismo de la demiurgia humana.
JL:
Como sinólogo, ¿cómo ve la posición de China ante semejante problemática?
MBS:
Rifkin hace notar -y con razón- que China es la
nación mejor preparada para el colapso energético que se aproxima y aconseja
a las naciones del tercer mundo una "vuelta al campo" para atenuar
el impacto de esa crisis. China fue el único imperio de la Historia basado
en la agricultura sin haber perdido nunca tal base. Este hecho fue motivo
de grandes dificultades para la China revolucionaria provocando incluso
la llamada "revolución cultural", que intentaba anegar un pasado
sin dialéctica entre ciudad y campo. Sin embargo, el mismo Mao Zedong (1893-1976)
estaba seguro (justamente por esa base rural) de que en un conflicto nuclear
China sería la nación superviviente. Por ello, la China posterior a la revolución
cultural buscó la modernización evitando el éxodo del campo. Este éxodo
fue tildado como el error sudamericano y especialmente "el error brasileño"
(baxidecuowu, en chino).
De
hecho, es preciso reconocer ese baxidecuowu, la fragilidad del sistema
brasileño: ¿cómo podrá, pues, una São Paulo, con sus 17,8 millones de habitantes,
sobrevivir sin área rural propia?
No
creo, sin embargo, que se pueda prever qué países tendrán mejores condiciones
de supervivencia: el caos será globalizado...
JL:
¿Quiere decir que nos encontramos ante dos alternativas diametralmente opuestas?
MBS:
Sí, por un lado, la propuesta de la biotecnología,
creando ilusorias realidades virtuales; por otro, el retorno a una era de
economía descentralizada, una "edad de piedra" altamente técnica.
En su "testamento" dice Heidegger: "El hombre está ahí, responde
y es desafiado por un poder que se revela en la esencia de la tecnología
y que el propio hombre no domina..."
JL:
¿Pero qué críticas se pueden hacer al dilema de Rifkin?
MBS:
Ambas se mueven en el ámbito del mecanicismo pragmatista:
una expansivista; otra retrayente. Rifkin apela al eclecticismo religioso,
pero sólo para instrumentalizarlo al servicio de la civilización del mínimo
desgaste entrópico, con su población reducida.
Heidegger
es, a mi modo de ver, más realista: "La filosofía al igual que el pensamiento
y la acción del hombre no van a conseguir provocar un cambio en la
actual situación del mundo. Sólo tenemos esta posibilidad, a través del
pensamiento y de la poesía, de prepararnos para la llegada del dios o bien
para la ausencia de dios, el final que en ausencia de Dios iremos a vivir".
JL:
¿Se trata entonces del mismo Apocalipsis?
MBS:
Es alguien tan inesperado como Heidegger quien,
en su entrevista-testamento, señala al Apocalipsis. Él cita a su poeta Hölderlin:
"Wo
aber Gefahr ist, wächst
Das Rettende
auch".
("Pero donde hay peligro, crece también lo que salva").
Ahora
bien, el título de ese poema es Patmos, que, como se sabe, ¡¡¡es
la isla del Apocalipsis!!! Y el mensaje del Apocalipsis es que Dios nos
salva en la destrucción humana inevitable.
JL:
Ya que estamos en el asunto, ¿se trata entonces de una lectura posmoderna
de la parábola del hijo pródigo: el hombre coge su parte de la herencia
(recursos energéticos y materiales), la malbarata, la agota y, al final,
sólo le queda una salvación "de fuera"?
MBS:
Eso es. O Dios nos salva, o...
Bibliografía
citada
Rifkin, Jeremy Entropía, hacia el mundo Invernadero, Urano,
Barcelona, 1990.
Philberth, Bernhard und Karl Das All, Stein am Rhein Verlag,
Schweiz, 1994.
Fermi, Enrico Termodinámica, Eudeba, Buenos Aires, 1985.
Yergin, Daniel O Petróleo, São Paulo, Escrita, 1994 (En español
se ha publicado La Historia del Petróleo, Javier Vergara Editor,
Buenos Aires, 1992).
Heidegger, Martin Die Technik und die Kehre, Neske Verlag, Stuttgart,
1996 (traducción española y notas de Salvador Mas Torres en Anales del
Seminario de Metafísica, Universidad Complutense de Madrid,1990).