Una relación tortuosa
La
izquierda –bien sea ésta la socialdemócrata o la transformadora–
y los verdes han tenido a lo largo de los últimos años en Europa
una intensa a la par que extraña relación. Este maridaje, trufado
de amor-odio, ha dado como resultado alianzas casi siempre forzadas
que, a la postre, han acabado en numerosas ocasiones en una
considerable ruina electoral e ideológica, cuando no en rupturas y
en verdaderas batallas campales con algunos juicios incluidos por la
utilización de nombres o siglas.
Desde
la década de los 70, pero sobre todo desde los 80 en adelante, la
necesidad de la izquierda por incorporar el elemento verde en su
propuesta ha sido cada vez más acuciante. Obviamente, esto se ha
visto incrementado en los últimos años con las alarmantes
perspectivas que el cambio climático nos plantea como especie que
quiere sobrevivir en un planeta sobreexplotado y superpoblado. Sin
embargo, la reflexión profunda de cómo influye lo verde en las
enraizadas creencias de la izquierda para adecuar la ideología a los
nuevos tiempos no se ha realizado nunca de forma seria. Al final, la
cuestión verde ha venido quedando más como un añadido simpático y
como una marca de buenas intenciones que como una fuente ideológica.
Los
verdes, por su parte, han sufrido graves consecuencias por sus
devaneos políticos erráticos (no hay más que ver los casos de
Francia y Alemania) que les han llevado a perder apoyo popular al
percibirse más una tendencia al “pacto con cualquiera” que a la
lucha transformadora; igualmente, esto se ha traducido en la creación
de escisiones y grupúsculos trabajando, cuando no molestándose
entre sí, al más puro estilo del peor ejemplo de la izquierda. Pero
la realidad ha sido que los activistas verdes, para desarrollar sus
luchas y propuestas en el día a día, siempre han tenido que buscar
algún tipo de alianza con la izquierda donde han encontrado, mal que
bien, su mejor
refugio.
En
los últimos tiempos, tanto desde la izquierda transformadora como
desde los partidos y movimientos verdes la asunción cada vez más
pujante, aunque todavía incipiente, de las teorías del
decrecimiento económico1 y el postdesarrollo2 que proponen un cambio
radical en el sistema económico y social, negando la supremacía del
modelo de desarrollo capitalista y haciendo especial hincapié en el
elemento ecológico, pueden brindar una oportunidad, a través de la
ecología política, para que por fin la izquierda y los verdes se
sientan razonablemente acompasados y parte de un mismo proyecto. Esta
alternativa, que entiendo necesaria como más abajo expondré,
requiere para ser válida de una seria autocrítica por ambas partes
y una autentificación del mensaje común.
Las
rémoras de la izquierda
La
izquierda ha sufrido crueles batallas intestinas, cada vez más
centradas en luchas de poder que en aspectos realmente ideológicos,
que no han servido precisamente para atraer a sus filas a muchas
personas valiosas adscritas al movimiento ecologista. Igualmente, es
presa, en mi modesta opinión, de una serie de rémoras ideológicas
y de praxis que chocan con la construcción del modelo de
decrecimiento cada vez más aceptado por los verdes. Citaré
brevemente algunas cuestiones:
Frente
al decrecimiento económico y la ecología, en la izquierda siguen
predominando los aspectos desarrollistas y productivistas derivados
de una interpretación marxista que no se ha puesto al día. Y esto
es válido para la socialdemocracia, pero también para gran parte de
la izquierda que se dice
transformadora,
los sindicatos o las ONG “progresistas”.
Probablemente
como derivación de lo anterior, la importancia práctica y
programática del proyecto ecologista se ha visto siempre confinada a
ser un batiburrillo poco trabajado y en algunos casos reducido al
puro conservacionismo camuflado; y esto, simplemente porque no se ha
asimilado realmente el fondo de la cuestión.
Con
el paso del tiempo la inercia sobre la alternativa verde acabó por
convertirse a los ojos de los partidos políticos de izquierda en una
luz de neón para atraer despistados/as, para fagocitar posibles
rivales políticos y para adecentar a través del marketing una raída
tradición sin evolucionar.
De
forma irresponsable, en la época de (supuestas) vacas gordas del
capitalismo y del crecimiento económico la izquierda se ha centrado
en convertirse en mera gestora del sistema antes que en otorgar
prioridad a concretar alternativas al mismo.
Las
rémoras de los verdes
Por
su parte, los verdes no se han librado de actitudes y posturas
ideológicas que han irritado, con razón, al movimiento
transformador de izquierdas. Entre las más destacadas, se podrían
señalar las siguientes:
La
aseveración que tantas veces hemos escuchado de que ya “no
existen las clases sociales” sólo puede llevar al estupor echando
una sencilla mirada a nuestro alrededor. Pregonar esta teoría sin
fundamento por parte de muchas gentes defensoras de la ecología
política no es precisamente un buen puente para con la izquierda.
Cosa bien distinta es que la evolución de los tiempos determine
nuevas formas de dominación y nuevos conceptos dentro de las clases
sociales.
Igualmente,
preconizar la muerte de las ideologías (el famoso “ya no hay
izquierda ni derecha”) para presentar a la ecología política como
una vía nueva que supera las ideas tradicionales tampoco granjea las
simpatías de las personas que ven cómo la justicia social es cada
vez más necesaria y de qué parte está siempre el capitalismo. Este
es un discurso altamente nocivo, máxime cuando la cruda realidad
diaria hace que el movimiento verde se vea “obligado” a encontrar
sus alianzas naturales en los movimientos sociales de izquierda.
Desde
los verdes se ha perdido en Europa mucho tiempo y esfuerzo en
coaliciones políticas contra natura que en muchos casos han tenido
como consecuencia la complacencia con políticas estrictamente
neoliberales, supuestamente contrarias a los principios de la
ecología política (es muy plausible que las ideas de la
desaparición de las ideologías y de las clases hayan dado impulso a
estas aberraciones). De esta forma, se ha llevado a término, al
igual que lo expuesto más arriba para la izquierda, una mera gestión
reformista –a veces ni eso– del sistema más que un
cuestionamiento profundo del mismo.
Despojándose
de los tópicos: la ecología política y el decrecimiento como
opción
Recientemente,
en una interesante editorial Miguel Riera se preguntaba, con razón,
por el paradero de la izquierda3 ante los desafíos que se nos
plantean. Yo añadiría también una interrogación sobre el paradero
de los verdes. Pero desgraciadamente la respuesta no es tan
complicada en ninguno de los dos casos.
Tanto
los unos como los otros hemos estado preocupados por arrear
sartenazos en la cabeza del compañero o bien, en el extremo opuesto,
sesteando plácidamente en una complaciente gestión más o menos
socialdemócrata del sistema capitalista. Las alternativas y la
evolución ideológica han sido aparcadas y no tenidas en cuenta. Un
caudal de reflexiones se ha venido desarrollando en los últimos
tiempos alrededor de la alternativa que supone el decrecimiento y la
ecología política como vía para refundar la izquierda. Estas ideas
no se han querido tener en cuenta mientras el sistema capitalista ha
estado en otra de sus fases de crecimiento económico continuo y
ahora que llegan los momentos de crisis de nuevo queremos aplicar, a
derecha e izquierda, las típicas recetas del capitalismo en su forma
más execrable o a través de improductivas vías reformistas. Y
supervivencia
En
la izquierda siguen predominando los aspectos desarrollistas y
productivistas derivados de una interpretación marxista que no se ha
puesto al día Los verdes no se han librado de actitudes y posturas
ideológicas que han irritado, con razón, al movimiento
transformador de izquierdas aunque sea natural la toma de
determinadas medidas (no rebajar el gasto social, luchar contra el
paro, etc.) lo que no deberíamos hacer es olvidarnos del discurso
radical anticapitalista una vez que vuelvan los buenos tiempos para
el crecimiento y el desarrollo, que no para el ser humano.
En
este sentido, el decrecimiento tiene mucho que decir. Recordemos
algunos de los fundamentos del mismo:
- El modelo energético actual depende de unos combustibles fósiles que se van a agotar y cuya viabilidad es nula para el futuro.
- El crecimiento económico posee y va a poseer siempre una relación directa con el crecimiento del impacto ecológico y esto, como han expuesto Jorge Reichmann y otros pensadores y activistas, aunque consigamos sustituir los combustibles fósiles por energías renovables. Las energías renovables son necesarias pero habrán de acompañarse de una forma distinta de valorar lo que hoy llamamos el nivel de vida.
- La riqueza real está más allá de la producción de bienes y servicios: el medio ambiente, la justicia, los procesos de democratización, la participación ciudadana, etc. no pueden ser soslayados. La consideración de lo material como lo máximo a lo que aspira el ser humano está dejando de lado a las personas, quienes deben estar por encima de la economía.
- Las sociedades actuales están alienadas por el consumo masivo de bienes materiales fútiles y artificiales. La llamada “sencillez voluntaria”, el consumo responsable y la austeridad se alzan como opciones esenciales en lo local y los cambios estructurales en lo cultural, educativo y político son imprescindibles en un nivel global.
En
estos momentos, varios países están en decrecimiento y las
consecuencias son obvias: paro, conflictos, pánico… y ya han caído
algunos palos en contra de los/as defensores/as del decrecimiento. Y
es que la situación actual es un buen ejemplo a pequeña escala de
lo que sería el decrecimiento como caos; es decir, el decrecimiento
descontrolado que nos puede llegar en sucesivas y virulentas oleadas
probablemente acompañado por un auge de la extrema derecha y de los
modelos xenófobos si no tomamos medidas contra el modelo de
desarrollo, el monetarismo, el sistema energético y los fundamentos
mismos de un modelo injusto en lo social, en lo cultural y en lo
político.
Precisamente,
frente a ese modelo de decrecimiento como caos está la oportunidad
de construir un decrecimiento planificado y trabajado que persiga
poner fin al capitalismo. Estamos, por lo tanto, ante una gran
oportunidad para la tan traída y llevada refundación de la
izquierda y para un acercamiento definitivo y honesto con los verdes.
Así,
la propuesta sería que sobre estas premisas añadiéramos, desde el
decrecimiento, a nuestras respectivas tradiciones e ideologías un
corpus teórico fuerte y una base programática muy práctica en lo
macro y en lo micro para tener una alternativa clara (¿Podría ser
el anunciado ecosocialismo
del
Nuevo Partido Anticapiltalista francés –NPA– un principio de lo
que aquí exponemos4?).
*
* *
A
modo de conclusión, habría que remarcar que la construcción de
esta nueva sociedad del postdesarrollo requiere que tanto los verdes
como la izquierda se despojen de apriorismos, desconfianzas, tópicos
y, especialmente, de las rémoras que más arriba se han señalado.
El trabajo por la ecuación democracia y justicia social sumado al
del decrecimiento y la ecología política deberían sentar las bases
para una unión real y duradera. Como se señala reiteradamente es el
tiempo de radicalizar el discurso para plantar batalla al
neoliberalismo; también lo es para caminar juntos. Y ahora parece
haber llegado el momento y la necesidad de plantear a nuestras
sociedades que el camino se acaba al borde de un precipicio y hay que
desbrozar de forma valiente nuevas sendas aunque parezcan
complicadas. Vamos a ver si somos capaces de ponernos a trabajar en
esa dirección!
Notas
1.Ver
artículo en El Viejo Topo, octubre de 2007, “Decrecimiento
económico: ¿Quién le pone el cascabel al gato?”
2.
Término usado para dotar al decrecimiento de una perspectiva más
global. Para más información consultar: www.apres-developpement.
org Aclaración: estoy utilizando los términos decrecimiento y
postdesarrollo como “sinónimos”, en el sentido de que ambos
están referidos a un cambio más amplio que lo estrictamente
referido al ámbito económico.
3.
Editorial de El Viejo Topo, noviembre 2008.
4.
Sobre el NPA, Raoul Marc Jennar ver: http://www.espacioalternativo.
supervivencia
Artículo publicado en El Viejo Topo nº 252
Muy buen análisis y creo se queda corto, más que derechas e izquierdas del pasado hay que plantear como progresistas de todas las tendencias incluido los de centro, derechas y cada vez más independientes. Si, hay que superar ideologías ya caducas. Menos hablar-discutir y más hacer, la acción une. Clave, es elevar el nivel de conciencia del individuo para ir abandonando conceptos, egocentrismos para ir dando pasos a la UNIDAD de acción entorno a lo básico que está “dormido” en cada uno. Menos “cocos” y más “vientres”. Tiene un gran futuro inmediato y mediato la alternativa del “decrecimiento del modelo económico y ecología política" en su sentido amplio. Añado algo muy importante, el futuro inmediato son las energías alternativas que ya están semi-controlados por las oligarquías, pero el mediato son las ENERGIAS LIBRES, que van a revolucionar el futuro cuando se liberen las patentes secuestradas, se invierta en estas tecnologías y siempre con una legislación de uso descentralizado y de autoconsumo.
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