Se define la empatía como el estado afectivo-
cognitivo que se da entre personas y algunos animales mamíferos, por el cual se
desencadena una participación emocional
e intelectiva con el objeto de atender adecuadamente las necesidades entre
diferentes.
El hecho de compartir sentimientos, impulsos,
emociones, impresiones, inquietudes, angustias, pensamientos… libera una conciencia relacional que permite
‘escucharse’ a uno mismo y a las otras.
“Cuando una persona se da cuenta de que otra la
escucha, llora de emoción. Puede compartir como está y como se siente”. El
abrazo empático puede transformar el sufrimiento en dicha.
La empatía nos proporciona la respuesta a la
pregunta de que estamos hechos. De una sustancia relacional, que nos obliga a
mirarnos. De apego. De unión.
La conciencia empática se ha ido desarrollando a lo
largo de los últimos 125 millones de años a partir de la construcción del
cerebro límbico, donde fueron elaboradas
las características típicas de los mamíferos, incluidos los humanos; es el
cerebro de los sentimientos, de las relaciones afectivas, del cuidado de la
prole, de la comunicación oral. La
intimidad corporal durante la gravidez, el amamantamiento de los hijos cuando
nacen, su cuidado, hasta que son autónomos, los juegos, el intercambio de
caricias constituyen las bases del florecimiento de la empatía. Subyacentes a
nuestra capacidad de enternecimiento y de cuidado trabajan más de cien millones
de años de historia biológica.
El ser humano es una especie frágil y vulnerable y
sólo en comunión con los demás puede satisfacer sus necesidades de protección,
afecto , creación, entendimiento, cuidado … Y el caldo del que está hecho esta
conexión es la empatía.
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