Carlos Villanueva Castro, miembro de Jóvenes Verdes. Artículo publicado originalmente en EcoPolítica.
Platón trata en una de sus principales y más famosas obras de madurez, La República,
el modo ideal, a su entender, de organizar la vida política del
Estado y la sociedad que este delimita. La obra, de considerable
extensión, narra desde una perspectiva filosófica, sustentada en la
teoría metafísica platónica de las Formas, múltiples y variados aspectos
de todo lo referente a la polis o ciudad y su organización. Es pues uno
de los temas que podemos en el texto encontrar, el de mayor relevancia y
al que confluyen el resto de ideas filosóficas del autor, el de la
organización del Estado.
El origen del Estado, o
de la organización social humana en comunidad, es motivo de reflexión y
teorización por numerosos filósofos, destacando entre ellos las
doctrinas del pacto social propias de la Ilustración ideadas por Hobbes o
Rousseau. Semejantes ideas son ya motivo de divulgación filosófica en
la Grecia clásica por parte de ciertos sofistas, sin embargo, aquí el
tema apenas cobra relevancia en cuanto a su significación antropológica,
quiero decir, en cuanto a las razones originarias y propias del ser
humano que motivan, condicionan o determinan el pacto social y la
creación de una organización política, sea entendida esta como un motor
de progreso social, como un bozal que limita a la bestia humana u otro
tipo de entidad siguiendo premisas semejantes. En el Libro II de la República,
el tema se plantea sencilla y brevemente como paso necesario para
asumir cuestiones que Platón considerará de mayor importancia. Sin
embargo, leyendo estas páginas, he encontrado un bonito motivo por el
que escribir un pequeño texto que pretende ofrecer un significado
contemporáneo y moderno, adaptando sabias ideas de pensadores de nuestro
pasado a problemas que se plantean en nuestro mundo moderno.
Habla
Platón de diversas ideas de Estado propias de una perspectiva
ecologista y decrecentista, pese a que no se recree el filósofo en
profundizar en las mismas . Tales ideas plantean, ante las peligrosas
consecuencias de un crecimiento económico desmesurado no controlado, una
metodología de organización social que insta a la auto-limitación y la
sostenibilidad a partir de la austeridad y la fundamentación de lo
económico en valores éticos. Realizaremos, pues, aquí un pequeño repaso
de estos planteamientos platónicos que el mundo antiguo ha dejado a
nuestra disposición para alimentar con mayor viveza la reflexión que en
nuestros tiempos el decrecimiento y la ecología plantean.
Sócrates
es en este texto el hilo conductor de las divagaciones y conclusiones
filosóficas a las que se arriba, un Sócrates literario que protagoniza
numerosos diálogos platónicos, en un principio con un sentido
reivindicativo de la figura del maestro y posteriormente utilizado en
los textos, como en este caso, como divulgador de teorías filosóficas
propias de Platón y probablemente ajenas a este. Sócrates, pues,
interroga a Adimanto y Glaucón(hermanos de Platón) sobre la naturaleza
de la justicia, tanto en el individuo como en el Estado, y partiendo de
esta cuestión, surge la necesidad de entender el origen del Estado y los
motivos de su situación.
<>1,
expone Sócrates, enumerando ordenadamente algunas de esas cosas que el
hombre necesita, siendo la comida, la vivienda y el vestido las
primordiales. De este modo, los seres humanos se organizan en ciudades o
Estados, ya que en aquel momento predominaban las polis-estado aquí se
entiende el Estado como una ciudad independiente pese a su pertenencia a
una posible confederación, en el que cada individuo posee un oficio
concreto a través del cual proporciona bienes al resto de sus vecinos.
Posteriormente
se sigue la conversación sobre la constitución de esta ciudad tratando
como necesarias, si la ciudad adopta un determinado tamaño, la
importación así como la exportación y el uso del dinero como herramienta
de intercambio comercial.
A continuación, en el siguiente párrafo, expone Sócrates como vivirán los ciudadanos de tal Estado:
<<¿Qué
otra cosa harán sino producir trigo, vino, vestidos y zapatos? Se
construirán viviendas; en verano trabajarán generalmente en cueros y
descalzos, y en invierno convenientemente abrigados y calzados. Se
alimentarán con harina de cebada o trigo, que cocerán o amasarán para
comérsela, servida sobre juncos u hojas limpias, en forma de hermosas
tortas y panes, con los cuales se banquetearán, recostados en lechos
naturales de nueza y mirto, en compañía de sus hijos; beberán vino,
coronados todos de flores, y cantarán himnos a los dioses, satisfechos
con su mutua compañía; y no procrearán más hijos que los que les
permitan sus recursos, a fin de evitar la pobreza o la guerra.>>2
Glaucón,
no convencido, discrepa de la austera alimentación que el maestro
propone en esta ciudad originaria, y pese a que el filósofo amplía con
diversos alimentos, Glaucón entiende como necesarios las viandas y los
postres propios de su tiempo. Es entonces cuando Sócrates, que
sabiamente maneja la conversación, se dispone a tratar pues de lo que
sus interlocutores desean hablar, de una ciudad<> y
no de una ciudad<>3(de la que hasta ahora se estaba tratando), siendo la primera, premisa originaria de pobreza y guerra.
Con
la descripción de la ciudad que Sócrates ofrece, anteriormente citada,
se anteponen unos valores económicos de modestia y austeridad, no con
una finalidad en absoluto ascética, en el sentido de la auto-privación
como medio religioso o fin en sí mismo, sino como método para la
supervivencia de un bienestar básico alcanzable a todo ciudadano. Tanto
es así que hasta se habla de una auto-limitación de la procreación para
evitar una futura pobreza, cuando los recursos para la subsistencia sean
menores al número de individuos que necesitan de ellos. Resulta
interesante comparar esa concepción de sostenibilidad que propone
Sócrates con nuestro mundo actual, un mundo poblado por miles de
millones de personas, cifra en proceso constante, y cada vez más
acelerado, de crecimiento. Pero continuemos con el texto, ya que
Sócrates trata pues de las consecuencias de la polis que Glaucón y
Adimanto parecen preferir, aquella que importa mucho más, y que produce
otro tanto, porque necesita de nuevos productos, nuevos objetos y nuevos
oficios que satisfagan sus ansias de lujos y todo tipo de necesidades
no básicas, la ciudad que crece y crece.
Mientras
la anterior concepción de ciudad se dedicaba a la ganadería ovina
únicamente debido a la obtención de lana, y , tal como ocurría en aquel
tiempo, la alimentación cárnica quedaba relegada a rituales religiosos o
celebraciones, en esta ciudad de continuo crecimiento se necesitará de
porquerizos y boyeros que críen animales con qué alimentarse, cuando las
legumbres, verduras y productos lácteos derivados de la ganadería ovina
no son suficiente para el gusto humano. Es más, si este Sócrates
hubiese vivido en tiempos actuales, me atrevería a decir que dado su
carácter irreverente e impertinente para con la ignorancia, se
propondría aguijonear cuál tábano con su filosofía a los responsables de
las enormes factorías de ganadería intensiva que maximizan beneficios
con la producción de inconmensurables cantidades de productos cárnicos
de escasa calidad. Mas el texto continua:
<<¿Habremos,
pues, de recortar en nuestro provecho el territorio vecino, si queremos
tener suficientes pastos y tierra cultivable, y harán ellos lo mismo
con el nuestro si, traspasando los límites de lo necesario, se abandonan
también a un deseo de ilimitada adquisición de riquezas?>>4
Benjamín Constant, en su conferencia de 1819, titulada De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, entendía
la guerra como algo arcaico que en tiempos modernos era sustituido por
el comercio internacional. Sin embargo, ya hemos visto que Platón nos
hablaba de este comercio entre ciudades-Estado, y, como muy bien hemos
comprobado, y seguimos comprobando, el comercio y la guerra, cuyos fines
son la obtención de riquezas, aún siguen siendo métodos homologables
que resultan emparejados en muchas ocasiones, tal y como ha expuesto el
Sócrates platónico anteriormente. ¿Es la pobreza y la guerra lo que se
deriva de un crecimiento que se define como insostenible?
Mientras Platón continua considerando aspectos políticos en su República,
nosotros rumiaremos brevemente lo ya leído. Viviendo como lo hacemos,
en una sociedad capitalista que muy en menor grado parece concienciarse
de que el progreso infinito es un mito inalcanzable, encontramos en
filósofos del pasado, aunque sea fugazmente, las consecuencias posibles
de esta concepción de la existencia.
Desde
ciertos colectivos y sectores de la sociedad se está hablando de
decrecimiento. ¿Pero que significaría este decrecimiento? El vocablo
parece feo, suena a pérdida, a retroceso. Y en efecto lo es, es un
retroceso y una pérdida de valores míticos e infundados propios del
capitalismo, es una vuelta atrás, un proceso de reencuentro con la
organización estatal que Sócrates ha propuesto como originaria, en la
que se consume lo necesario pensándose siempre en la equidad social y en
la sostenibilidad. Ese retroceso en materia de lujos y
superficialidades (que no necesariamente, teniendo en cuenta el avance
científico y técnico actual, necesita ser tan estricto), esa vida
modesta y austera que se predica, es la única vía actual que permitiría
una igualdad y una organización sostenible que evitase el veloz
exterminio de los recursos naturales.
Platón
dibuja en sus textos la personalidad de su maestro Sócrates, intentando
mantenerse fiel, y tomando en cuenta lo poco que de forma fiable
conocemos del filósofo. Es magistral la imagen que en este
texto(hablamos de estos fragmentos del libro II, ya que otras ideas
platónicas nada agradarían en nuestros días) se ha presentado de él,
resaltando su afinidad por una ciudad <>, modesta,
formada por gentes que como él, en el mercado, afirmarían<>. Y de este modo, la cultura antigua,
aquella que es propia de milenios pasados, nos da una lección en
nuestros tiempos, revelando como evitar las guerras y a la pobreza, algo
que debemos transformar en solución al mal ya acometido. No se presenta
tarea fácil, prescindir de lujos, redefinir el sistema económico,
limitar la natalidad, etc., son tareas que las sociedades más avanzadas
precisamente deben capitanear. ¿Pero es acaso el ser humano capaz de
realizar tal sacrificio? ¿tan fuerte es su empatía o su cumplimento del
deber moral frente a su deseo de posesión y poder diferenciador?
Sinceramente,
dudo mucho que esta solución pueda nacer de cada individuo, que cada
hombre y mujer se proponga colaborar en una misión de decrecimiento
material en pro de una equidad social mundial y una vida ecológica, por
no mencionar las miles de contingencias internacionales que
dificultarían la tarea. Y si este modo de entender la vida, si los
valores no materiales y contrarios a un consumo pernicioso no se
presentan en las conciencias de los ciudadanos, nunca se obtendrán
grandes avances. Será, pues, sólo el devenir histórico el que mantenga o
agrande la diferenciación social y económica, y también, muy
probablemente, el que de forma abrupta y violenta transforme este mundo
en una sociedad decrecida, en la más negativa de las interpretaciones.
Esperemos que esta última elucubración devenga en un ingenuo error de
cálculo.
1Platón, Libro II en República, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2006(5ªed.) pp.75.
2Ibíd. pp. 81-82.
3Ibíd. pp. 83.
4Ibíd. pp. 84.
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