Silvia López Gil
¿Qué queremos decir cuando hablamos de cuidados?
Los trabajos de cuidados representan todo un conjunto de tareas cuyo objetivo es proporcionar bienestar físico y emocional a terceros (pareja, hij@s, padres y madres, amig@s, etc.) además de la atención a una misma. Satisfacer estas necesidades que todos y todas precisamos requiere un trabajo que no sólo incluye tareas materiales (como hacer la comida, la colada, limpiar), también presentan todo un componente inmaterial difícilmente cuantificable que tiene que ver con los afectos que median en estas relaciones y que se dan en la vida cotidiana.
En este sentido, el trabajo de cuidados se hace imprescindible para el mantenimiento y sostenibilidad de la vida, aunque paradójicamente sea totalmente invisibilizado e infravalorado. Los cuidados los necesitamos todas y todos y sin embargo en nuestra sociedad se ha construido la idea de que hay que tender a ser autosuficientes a costa de todo, totalmente independientes de los demás y que es ahí, en esa autonomía individual, donde reside el ideal perfecto de una vida, algo que es imposible de alcanzar.
¿Quiénes cuidan?
El 85 % de las personas que cuidan somos mujeres. ¿Por qué esta diferencia? ¿Por qué se sigue presuponiendo que somos nosotras las que nos haremos cargo de los cuidados? ¿Por qué se habla de “ayudarnos” a cuidar y no de reorganizar los cuidados? No queremos que nos ayuden, queremos que la sociedad entera ponga en el centro la necesidad de cuidar.
La actual organización del cuidado se sostiene por la división sexual del trabajo y por la perpetuación de los roles de género. Esto hace que las mujeres trabajemos dentro y fuera del hogar. Es imposible que conciliemos la vida familiar y la laboral si tenemos que seguir haciéndonos cargo de los cuidados y si además nuestros trabajos son precarios, sin condiciones ni derechos que permitan desarrollar y garanticen el cuidado en nuestras vidas.
La crisis de los cuidados:
Hasta ahora los cuidados han estado cubiertos gracias al trabajo que las mujeres han realizado en el seno de la familia tradicional y en lo privado. Hoy en día ese modelo está en crisis. La lucha feminista y algunos avances sociales han posibilitado, por una parte, la inclusión de las mujeres en el mercado laboral. Esto ha permitido la independencia económica pero ha impuesto las exigencias de un mercado laboral y unas condiciones de vida cada vez más precarizadas. En la mayoría de los casos el trabajo se ha multiplicado: el de dentro y fuera del hogar, con grandes presiones y sueldos muy bajos. Por otra parte, se ha conseguido que las mujeres puedan disponer de su vida y negar el destino impuesto como madres y cuidadoras. Esto ha favorecido positivamente que surjan otros modelos de convivencia más allá de la familia tradicional nuclear (parejas homosexuales con o sin hijos, madres solteras, hijos compartidos, parejas de hecho, grupos de amigos, etc.).
Pero esta salida de las mujeres del ámbito de lo privado, no ha sido correspondida con una entrada de los hombres en las responsabilidades domésticas y de cuidados, ni de las instituciones públicas dotando de las necesidades de las personas. Esta contradicción produce la llamada «Crisis de los cuidados»: ¿quién y cómo se hará cargo de los cuidados?
Lo que no queremos:
Que sea el mercado el que se haga cargo de los cuidados, poniendo a la venta nuevos servicios que generan una gran cantidad de beneficios. Las empresas privadas se enriquecen gracias a esta situación (asistencia a domicilio, contratas de limpieza, atención domiciliaria, residencias, etc.), y cada vez más los cuidados se financian transfiriendo fondos públicos a este sector privado.
La explotación de otras mujeres, sobre todo migrantes, que trabajan en el servicio doméstico, en atención domiciliaria, cuidando ancianos, niños, etc., sin contratos, sin papeles, sin derechos y por unos sueldos irrisorios. Mujeres que para cuidar aquí han dejado a otras mujeres en sus países de origen a cargo del trabajo en sus hogares allá, dando lugar a las llamadas «cadenas mundiales de cuidado»: cadenas de mujeres a lo largo del mundo entero que ponen de relieve el aspecto globalizado y feminizado del cuidado.
Quienes abogan porque las mujeres deberíamos dejar de trabajar para volver al hogar de nuevo, seguir manteniendo a toda costa la familia y restaurar la situación que tanto hemos peleado por cambiar.
Los tres grandes peligros que surgen
Al hablar de la existencia de algo así como una lógica del cuidado:
El primero, tratar el cuidado como si éste fuese bueno en sí mismo (gesto moralista) y gozase de un contenido predefinido (esencializándolo). Nada más lejos de la realidad: el cuidado, tal y como lo conocemos, es causa y objeto de relaciones perversas de dominación, y está muy lejos de ser siempre gratificante, y no se trata de forzar que lo sea. Conlleva tareas que distan mucho de resultar agradables, aunque pese a ello deban ser necesariamente realizadas y repartidas.
El segundo peligro es pensar que existe una vida más allá del capitalismo, como si toda vida no estuviese ya inmersa en las relaciones actuales de dominio: de nuevo, existe el peligro de esencializar la vida, crear una especie de paraíso en algún lugar utópico al que deberíamos poder acceder.
Y por último, está el peligro de considerar que son las mujeres quienes gozan del acceso privilegiado a ese paraíso del cuidado, mitificando lo femenino e identificándolo con el cuidado. Pese a estos peligros, la imagen de dos lógicas que en algún punto se chocan, chirrían, hacen saltar chispas, es muy sugerente como representación de un confl icto que experimentamos en lo cotidiano y encarna, a la vez, una dinámica más general.
Extraído del libro: ‘Nuevos feminismos’ de Silvia López Gil
No estoy de acuerdo con que es "un peligro pensar que existe una vida más allá del capitalismo". Claro que existe una vida, no paradisiaca, pero sí más humana; el capitalismo dista mucho de ser un sistema económico-social justo y humano. El hombre no es un ángel (sería terrible, sino simplemente un ser humano perfectible).
ResponderEliminarEn cuanto a los cuidados de que habla, es conveniente recordar que el PIB (parámetro de medida del crecimiento económico en el sistma capitalista) no se contabilidad el trabajo que hace la mujer en el domicilio, pero sí si para ese trabajo se contrata una persona. Quiero decir, que se tenderá a privatizar esos servicios.
Un saludo