Félix Rodrigo Mora
Serge Latouche no sólo ha construido una teoría sino que la ha hecho, como suele ser habitual, omniexplicativa. Al acudir a sus escritos esto resalta de inmediato: el decrecimiento lo explica todo y tiene respuestas para todo. Dado que verbosear es fácil, pues sólo exige ingenio verbal y desparpajo, en sus textos va desgranando un largo rosario de explicaciones, argumentos y soluciones que no están extraídas de la experiencia, que carecen de la voluntad de ser verdaderas, que están faltas de complejidad y que se articulan por los mismos principios que la publicidad comercial y la política institucional. No hace falta ser muy entendido en técnicas de mercadotecnia para caer en la cuenta que el decrecimiento es una marca comercial encaminada a “vender” un producto ideológico a las clases medias de los países ricos, devastadas por el hedonismo, la hipocresía, el colapso del pensamiento, el ansia de remedios fáciles (de milagros en definitiva) y el culto al Estado.
Al ser omniexplicativa es totalizante y no deja sitio, como se ha dicho, a otras argumentaciones. Se expande desde sí misma, sin referencias profundizadas a la realidad ni análisis riguroso de experiencias particulares, a base de especulaciones, juegos de palabras, superficialidades clamorosas y deducciones sin anclaje en lo real.
El reduccionismo quizá sea uno de los rasgos más a deplorar, por su capacidad para ofuscar las mentes y destruir la psique del sujeto común. Latouche limita y rebaja al ser humano a su componente fisiológico, lo concibe nada más que como un ente zoológico con necesidades materiales: supervivencia como especie en un planeta viable biológicamente, un medioambiente sano y alimentos saludables. Niega casi en su totalidad el mundo del espíritu y las necesidades inmateriales: libertad, autogobierno político, autonomía, verdad, conocimiento, convivencia (ésta aparece, sí, pero reducida a su caricatura), eticidad, virtud, adhesión al bien, belleza, magnanimidad, superación de la cárcel del yo, sentido, disciplina interior, transcendencia, cultura, autodominio, coraje integral, deseo de encarar los grandes problemas existenciales de la condición humana (soledad ontológica, finitud, muerte), disposición para afrontar el dolor y el sufrimiento, sublimidad, autoexigencia, rectitud de propósitos y amor al amor.
Latouche, como buen izquierdista no regenerado, es incapaz de entender la definición de ser humano que ofrece, por ejemplo, Husserl, del cual dice que “se da fines y normas, crea valores y pretende conocer la verdad”. En particular, los valores y la verdad le traen sin cuidado, una vez que ha concluido, igual que hace el marxismo y todo el izquierdismo socialdemócrata, que el ser humano es mera fisiología, una criatura sin entendimiento, sin alma, con sólo manos para producir y estómago para digerir, sin cerebro y sin corazón, sin vida del espíritu, justamente el tipo de ente sub-humano que necesita la burguesía. Propone salvar nuestro soma sólo para dejar morir nuestro espíritu.
En su “olvido” del espíritu Latouche incurre en contradicción. En su sociedad del decrecimiento, además de no consumir ¿qué harán las gentes? Se ha de notar que su propuesta es sólo negativa, un no hacer. Esto lo pretende llenar con banalidades, algunas bienintencionadas (convivencialidad puramente verbal) y otras mucho menos (juego, goce, y algunas más de tipo lúdico, esto es, infantilizantes y degradatorias). Lo cierto es que la renuncia al consumo, imprescindible para salvar el medio natural, sólo es sólida, creíble y hacedera sobre la base de un programa que proponga un doble actuar paralelo, restaurar la naturaleza y al mismo tiempo restaurar la vida espiritual del ser humano.
Es de sentido común que lo primero es imposible sin lo segundo, de ahí la necesidad de una revolución integral que no sólo cambie la sociedad sino al ser humano en tanto que humano, como conciencia y como cuerpo, y al sistema total de valores que articula y ordena la existencia.
Al poner como meta los requerimientos del espíritu, sobre la base del fomento social, grupal y personal de sus funciones sustantivas: pensar, experimentar, sentir, querer, elevarse, autovigilarse, trascender y recordar, por citar los más importantes, se está asentando el golpe definitivo a la ideología consumista, que queda sin fundamento. Pero eso es lo que justamente NO hace Latouche, porque para él la persona es, lo diré de nuevo, una mera realidad fisiológica, el autómata biológico de Descartes, ese gran majadero de la modernidad.
Los ideólogos del decrecimiento no comprenden que la vida humana, para ser viable, no puede ser mero crecimiento o decrecimiento económico, pues ello mutila al sujeto y hace inviable la existencia en sociedad, al reducirle a un epifenómeno de lo económico, en un caso de su versión “más” y en el otro de la variante “menos”. La condición humana exige una vida cognoscitiva, una creación de cultura, unas prácticas colectivas en pos de la transcendencia, una espiritualidad (en mi caso, sin religión, dado que no soy creyente, para los que sí lo son con ella) que nos reconcilien con lo que somos, seres con conciencia, con necesidades inmateriales que el medio ambiente más impoluto y verde no puede satisfacer por sí mismo, porque se necesita algo más, mucho más, la autoorganización para construir lo humano como cualitativamente superior a lo biológico y zoológico, esto es, a lo medioambiental y ecológico.
Como consecuencia de todo ello es, además, excluyente. En efecto, sólo la teoría del decrecimiento está en condiciones de dirigirnos al nuevo paraíso celestial somático connatural a una naturaleza “restaurada”. Al convertirse en sistema se hace más rotundamente salvacionista, ya que sólo ella aporta redención del medio natural. Todos estos rasgos la hacen no sólo enfadosa sino también ridícula. Esto último se hace clamoroso cuando llega a ofrecer incluso un “Glosario del decrecimiento” (aparece en “La apuesta por el decrecimiento”), algo que ni el mismísimo Marx, y ni siquiera el ególatra por excelencia, Voltaire, se atrevieron a hacer, lo que convierte a Letouche, por obra de sí mismo, en el creador no sólo de una nueva fe sino de un nuevo lenguaje.
Pero no necesitamos maestros del pensar, ni mesías “verdes”. Lo que nos urge es realizar la autogestión del saber y el conocimiento desde el ideal de servicio desinteresado de unos a otros, sin mercenarios ni funcionarios. Al parecer Latouche no ha oído ese dicho, constituido en el corazón mismo del magnífico mundo concejil y comunal castellano de antaño, hoy por desgracia extinguido, el cual advierte que “nadie es más que nadie”. Latouche ha construido la teoría del decrecimiento a partir de las metaideas sustantivas del izquierdismo, dado que antaño se adhirió a esta ideología y nunca la ha superado. Las principales son: 1) El Estado no existe, y si existe se le ignora, modo óptimo de protegerlo 2) la revolución integral es “imposible” (indeseable quiere decir) debido a que el entusiasmo por el orden vigente le ofusca, 3) sus exigencias y perspectivas son escasas, no pretende ser un sujeto integral y los procesos anímicos le son indiferentes, 4) el capitalismo se reduce a un palabro invocado de manera agobiante sólo para cazar a los incautos con un “anticapitalismo” de pacotilla, la vieja treta socialdemócrata, siempre de mucho éxito.
A partir de esas cuatro premisas constituye su sistema de creencias, que “vende” algo muy viejo, la idea misma de milagro, tan demandada por quienes no desean construirse como seres humanos maduros a través del esfuerzo, el servicio, el olvido de sí y el sufrimiento. Por eso, como es lógico, cuando se enfrentan a los problemas decisivos e inesquivables de la existencia, demandan lo fabricado por gurús que les ofrezcan eso, portentos y milagros, además de artificios y mendacidades, para poder llegar a creer que lo imposible es posible, lo difícil fácil, lo complejo elemental, lo intranscendente sublime, la nada el todo y lo institucional revolucionario. Unos anhelan engañar y los otros ser engañados, ambos se encuentran en el mercado de las ideas, unos como vendedores y otros como compradores. Y todos contentos, al parecer.
Latouche y sus educandos (no olvidemos que, ante todo es profesor funcionario del Estado francés a su servicio) no han comprendido lo que quizá sea la primera lección del fracaso práctico del marxismo en los regímenes del “socialismo real” pasados y presentes, que la condición humana no puede reducirse a la producción y a lo económico, ni tampoco a lo medioambiental y fisiológico, que no puede limitarse a empujar para arriba, o para abajo, los índices macroeconómicos, pues necesita imperiosamente ofrecer y organizar respuestas, razonables o no eso es otra cuestión, a los grandes problemas de la condición y el destino humano.
Félix Rodrigo Mora.
Extraído del texto: Controversia con Serge Latouche ¿Revolución integral o decrecimiento?
Controversia con Serge Latouche: ¿Revolución integral o decrecimiento?
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Interesante post. Pero encuentro demasiadas descalificaciones, demasiados personalismos y una contoversia que puede no tener sentido.
ResponderEliminarProponer un modelo económico que parte de los límites físicos del Sistema de la Tierra no tiene por qué suponer un reduccionismo sobre el potencial del ser humano, pero teniendo en cuenta que son ya cerca de mil millones de personas las que pasan hambre y las previsiones de carencia de elementos básicos para la supervivencia, como el agua, para mas de la mitad de la población mundial, parece que preocuparse por satisfacer los mínimos biológicos de la mayor parte de esa población es en sí mismo un acto de solidaridad y avanzar en el camino de una evolución cualitativa del ser humano frente a la cuantitativa, pero sin descuidar los mínimos de supervivencia y vida digna.
Pienso que el decrecimiento, a diferencia del crecimiento que padecemos, sí tiene un límite y un objetivo, que no es otro que mantener la actividad humana dentro de los márgenes de la sostenibilidad.
Sinceramente creo que, o el autor a leido poco sobre la obra de Serge latouche, o no ha entendido bien su concepto y la situación en la que se encuentra el ser humano. Lástima.
ResponderEliminarLa criticas vertidas por Rodrigo Mora en su artículo "controversia con Serge Latouche", a demás de ser exageradas son francamente hostiles .Cuando como ultima razón critica Latouche por ser profesor y funcionario me parece que pierde toda credibilidad.No parece haber entendido el concepto de decrecimiento. No creo que estas criticas tan poco constructible sirvan para algo.La revolución integral suena bien pero si es para convertirse en una persona tan intransigente y poco amable me lo voy a pensar.
ResponderEliminarAntonio Martinez
Sin animo de ofender pienso que vuestra critica hacia Serge Latouche deja tanto que desear que no llego entender a que libros usted se refiere.¿Es usted un creyente en el crecimiento? Por otra parte no es Serge Latouche quien ha inventado una teoría (el decrecimiento) si es que alguien lo ha inventado.Serge Mongeau, Nicolas Goergescu Roegen y muchos autores más han intentado explicar este concepto un poco complejo de entender y si todas las facetas del decrecimiento no están reflejadas en sus libros que nos importa sabemos que es un giro radical hacia otros lugares que hay que inventar. No estamos esperando que alguien nos explique que hay que hacer para decrecer. Decir que el decrecimiento es una marca comercial es un golpe bajo que os sitúa y delata. Serge Latouche ha escrito mas de veinte libros y no creo que los haya leído, ni que tenga usted autoridad para criticar de este modo tan vulgar a Serge Latouche y menos el concepto de decrecimiento que no parece haber entendido. Si usted quiere hacer criticas que tengan un mínimo de valor lo vuestro oscila entre la mala fe y la maldad.
ResponderEliminarLos ideólogos del decrecimiento no comprenden que la vida humana, para ser viable, no puede ser mero crecimiento o decrecimiento económico, pues ello mutila al sujeto y hace inviable la existencia en sociedad, al reducirle a un epifenómeno de lo económico, en un caso de su versión “más” y en el otro de la variante “menos”. La condición humana exige una vida cognoscitiva, una creación de cultura, unas prácticas colectivas en pos de la transcendencia, una espiritualidad (en mi caso, sin religión, dado que no soy creyente, para los que sí lo son con ella) que nos reconcilien con lo que somos, seres con conciencia, con necesidades inmateriales que el medio ambiente más impoluto y verde no puede satisfacer por sí mismo, porque se necesita algo más, mucho más, la autoorganización para construir lo humano como cualitativamente superior a lo biológico y zoológico, esto es, a lo medioambiental y ecológico.
Generalizar y poner a todos los ideólogos del decrecimiento en el mismo saco no es propio de alguien que se presenta como un defensor de la conciencia y de la espiritualidad De una manera general su critica carece de la cualidades que usted pretende promover.
Mas lejos dice "Niega casi en su totalidad el mundo del espíritu y las necesidades inmateriales: libertad, autogobierno político, autonomía, verdad, conocimiento, convivencia (ésta aparece, sí, pero reducida a su caricatura), eticidad, virtud, adhesión al bien, belleza, magnanimidad, superación de la cárcel del yo, sentido, disciplina interior, transcendencia, cultura, autodominio, coraje integral, deseo de encarar los grandes problemas existenciales de la condición humana (soledad ontológica, finitud, muerte), disposición para afrontar el dolor y el sufrimiento, sublimidad, autoexigencia, rectitud de propósitos y amor al amor."
En su ansia de darle palos a Latouche olvida que a veces es contraproducente si bien algunas de sus criticas podrían ser veraces (habría que comprobarlo) todas y tantas me parecen exageradas y tiendo a no creerme ninguna. Es obvio que Latouche es ateo ¿Y qué? Cuando leo Latouche no espero que me hable de Budismo No creo que usted halla superado la cárcel del yo y no pienso que tenga mucha disciplina interior ¿transcendencia ¿autodominio? coraje integral???? Si de todo esto carece Latouche probablemente por la misma regla de tres usted si las posee todas estas cualidades. Si las tendría creo que seria más amable y comprehensivo hacia un autor que al fin y al cabo propone unos trabajos más que correctos. Su critica es histérica y estéril típica de alguien que no ha realizado lo que pretende que los demás tendrían que haber realizado.
Antonio Martinez
PS
Con lo de" Mesías verdes" se pone usted a nivel de Esperanza Aguirre . Vamos para alguien que habla de revolución integral tiene que subir su nivel.
http://elproyectomatriz.wordpress.com/2012/02/02/felix-rodrigo-mora-abajo-la-pepa-18-razones-para-denunciar-la-constitucion-de-cadiz-de-1812-y-su-bicentenario-1812-2012-2/
ResponderEliminarAunque toda crítica es constructiva, en términos generales este artículo me resulta pésimo. No se entiende que propone el autor en términos generales, mucho menos no hay un hilo o tema central a no ser de que el artículo se entienda como una crítica desordenada contra definiciones estereotipadas sobre lo que debe ser o no "espíritu", "materialismo" "izquierdismo", "marca" o "estado". Vamos, ni siquiera se mete de lleno a discutir los temas centrales que derivan en problemáticas tanto materiales (cenit de recursos, huella ecológica, productivismo, paradoja de Jevons) tanto como problemas espirituales, cambio de hábitos y paradigmas como el efecto debote, 8 pilares del decrecimiento, 5 pilares alternativos, etc. Vamos, ¿el autor al menos tiene en concepto en lo que deriva el "problema espiritual" de no saber "problemas materiales" como el problema de las hectáreas globales dividas entre un número dado de habitantes?
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