Lo primero que habría que esclarecer es el término 'decrecimiento'. Qué quiere decir y qué supone. Como bien dice Latouche, 'decrecimiento' es solo un eslogan, provocativo y llamativo, para hablar de cosas de las que, en realidad, se lleva mucho tiempo hablando. Confirma esta idea Yayo Herrero, de Ecologistas en Acción, pudiendo ella misma corroborar, desde su amplia experiencia en la organización, cómo se les ha empezado a "hacer más caso" al acuñar este término para referirse a un conjunto de teorías que llevan décadas proclamándose. De una manera más divertida, Carlos Taibo relata que se dio cuenta de hasta qué punto esta palabra podía ser eficaz cuando tecleó 'decrecimiento', Google no la reconoció y le propuso "¿Ha querido usted decir: de crecimiento?". Después está a quien no convence, en absoluto, hablar de 'decrecer' ya que suena casi aberrante cuando se habla de los países del Sur del mundo, en los que ya de por sí una buena parte de sus habitantes logran sobrevivir a duras penas. Aunque, esta disminución, sea en la parte del globo que sea, se refiera siempre a los que tienen mucho y no a los que apenas tienen.
Los teóricos insisiten en que no es tan importante el término en sí como que, en este momento de la Historia, es necesario un cambio de paradigma, para el cual sí es adecuado tener una definición que cubra los variados espectros que es urgente y necesario modificar en las sociedades "opulentas" de las que habla Taibo. Así, mientras que la teoría del decrecimiento es bastante reciente, sus bases son sólidas, con orígenes en las diferentes vertientes en las que se fue materializando, ya desde la Revolución Industrial, la preocupación por el medio que nos rodea, por los modos de producción, por cómo conseguir energía para transportarse y llevar luz a cada vez más hogares, por el "progreso" socio-económico que ésta prometía.
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