El PSOE tiene una, la «Fundación Ideas para el Progreso», según ellos mismos se definen, «una macrofundación que integra a las Fundaciones ya existentes ligadas al PSOE, y desarrolla un nuevo think-tank progresista.»
Hace poco mas de un mes, el 20 de mayo de 2009, publicaron un completo informe titulado «Un nuevo modelo energético para España. Recomendaciones para un futuro sostenible» (clic para descargar pdf completo).
En este informe hacen una serie de aseveraciones sobre la energía nuclear que me gustaría resaltar, por cómo contrasta con la decisión ayer tomada por el gobierno. Así que procederé a transcribirlas en varias notas consecutivas, para lxs interesadxs en conocer la realidad de esta energía en la actualidad.
La energía nuclear sigue presentando interrogantes que desaconsejan su utilización masiva, los más importantes son:
- la escasez de uranio para abastecer la demanda mundial a medio plazo.
- el problema del almacenamiento de los residuos a miles de años vista.
- las cuestiones de seguridad y proliferación nuclear.
- el enorme coste de construcción de las centrales, de hasta 7.000 millones de euros en la última planta que se está instalando en Finlandia, requiere que el Estado intervenga de una manera directa para obtener la gigantesca inversión necesaria.
Consideraciones del Informe.
El Informe de la Fundación Ideas considera que no es necesario construir nuevas centrales en España.
Las centrales nucleares existentes en España deberían comenzar a cerrarse a partir del final de las licencias existentes, tras 40 años de vida útil, teniendo en cuenta las siguientes 5 condiciones:
- Seguridad: si alguna de ellas presentara problemas de seguridad debería cerrarse antes de la fecha de caducidad de la licencia.
- Sustituibilidad: se cerrarán cuando haya fuentes de energía renovable alternativas que no produzcan emisiones.
- Abastecimiento: se cerrarán cuando su sustitución no cree problemas de falta de abastecimiento energético. En este sentido es muy importante aplicar los recientes acuerdos entre España y Francia para facilitar la interconexión con Europa.
- Gestionabilidad: se cerrarán para ser sustituidas por fuentes de energía alternativas que permitan una gestión adecuada de la demanda energética.
- Competitividad: se cerrarán para ser sustituidas por fuentes de energía alternativa que sean igualmente competitivas.
En el caso de la central nuclear de Garoña, en funcionamiento desde 1970, consideramos que el Gobierno puede proceder a no renovar su licencia de explotación por su antigüedad, sus problemas potenciales de seguridad y por ser perfectamente sustituible por fuentes de energía renovable. Consideramos que en el caso de Garoña concurren las cinco condiciones señaladas. En todo caso, el cierre de Garoña y otras centrales nucleares en el futuro debería ir siempre precedido de un Plan de Reactivación y Empleo para la zona.
Para el resto de centrales nucleares debería prevalecer el límite de 40 años, sujeto a las 5 condiciones establecidas. Pero si en algún caso fuere necesario prorrogar la explotación de alguna central por un período adicional se deberían tener en cuenta las subvenciones recibidas con cargo a los Costes de Transición a la Competencia y el grado de amortización de las mismas, estableciendo un nuevo mecanismo de retribución para la energía nuclear (en línea con lo propuesto en el Libro Blanco de la Electricidad). Así, el nuevo mecanismo de retribución deberá ahorrar costes al Estado y liberar recursos económicos para fomentar la inversión de las empresas nucleares en las fuentes de energías renovables que habrán de sustituir a la energía nuclear.
La energía nuclear, un obstáculo para el pleno desarrollo de las energías renovables
A finales de 2007, estaban operativos 439 reactores (cinco menos que el máximo histórico alcanzado en 2002), con una potencia total de 371,7 GWe.
La edad media del parque nuclear era de 23 años, aproximadamente la mitad de su vida útil de diseño.
Entre los años 2004 y 2007, la potencia instalada nuclear aumentó en unos 2 GWe anuales –no por incremento del número de reactores, sino por mejoras de potencia de los ya instalados– lo cual, teniendo en cuenta que el incremento anual de generación eléctrica se estima en unos 135 GWe3, supone que la industria nuclear capta menos del 1,5% del crecimiento del mercado mundial.
Ello implica que si no se reactivan pronto las nuevas construcciones, y a una escala significativa, la cuota de producción eléctrica nuclear, situada en el 2008 alrededor del 14%, irá descendiendo año tras año. De hecho, en 2007, y debido a la acumulación de incidentes, la producción eléctrica nuclear mundial disminuyó un 1,9% en términos absolutos y la española en un 8,3%.
En la actualidad, supone aproximadamente un 6% de la energía primaria comercial, y entre un 2 y un 3% de la energía final consumida, una cuota menor que la cubierta por las centrales hidroeléctricas … el año pasado, y por primera vez en la historia nuclear, no se conectó ningún nuevo reactor a la red de forma que, a comienzos del 2009, se mantiene constante la potencia nuclear pero el número de reactores operativos ha disminuido en tres unidades.
Con un parque envejecido que ha superado en media el ecuador de su vida de diseño, que apenas se incrementa en términos netos, y que por tanto es incapaz de dar respuesta al crecimiento de la demanda, es evidente que si no consigue cambiar radicalmente su situación, la industria nuclear va camino de la desaparición, lenta pero inexorablemente.
Antes de 2025 habría que clausurar y desmantelar bastante más de la mitad del parque nuclear actual, lo cual implica que, dados los plazos de licencia y construcción, o se inicia pronto un importante programa de construcciones, o la energía nuclear va a quedar reducida a algo marginal y con unos tremendos pasivos correspondientes al desmantelamiento de las centrales y la gestión de los residuos acumulados.
A la vista de este calendario, cabe la sospecha de que el alargamiento de las licencias de algunas centrales estadounidenses más allá de los 40 años responde más a la imposibilidad material de ir sustituyendo un parque nuclear que representa una cuarta parte del total mundial que a otras consideraciones.
De ahí que la industria nuclear y algunos gobiernos occidentales hayan iniciado una intensa campaña de relaciones públicas8 para presentar la opción nuclear como una componente imprescindible de la solución al dilema energético-climático al que nos enfrentamos y que, según esas fuentes, justificaría otro ciclo inversor en centrales nucleares.
Olvidan, en primer lugar, las razones por las cuales se abortó la primera era de construcciones nucleares, y no tienen en cuenta que aún en el supuesto de que estas razones estuvieran ahora superadas –que no lo están– un análisis cuantitativo y dinámico de las posibilidades reales de un renacimiento nuclear muestra que poco podría aportar a la solución de los problemas que se apuntan; problemas que, ciertamente, son serios y acuciantes, y que por ello requieren una óptima gestión de los recursos a nuestro alcance.
Si se analiza con detenimiento la cuestión, se observa que la opción nuclear, lejos de contribuir a la solución de estos problemas, podría agudizarlos o, como mínimo, retrasar y entorpecer el desarrollo de otras opciones más eficaces.
Cuando hayáis leído este extracto del documento de la Fundación Ideas, del PSOE, veréis el sin sentido de pretender relanzar esta carísima y peligrosísima energía.
Cuando hayáis leído este extracto del documento de la Fundación Ideas, del PSOE, veréis el sin sentido de pretender relanzar esta carísima y peligrosísima energía.
Está bien además, porque nos recuerda cómo E.T. derivó los gastos de estas empresas hacia el bolsillo de los españolitos de a pie.
Es evidente que esto de hacernos participar en las pérdidas de las empresas viene ya de antiguo y parece haberse convertido en una tradición en la cúpula del PSOE, viendo cómo se está financiando a los bancos y cajas (allá por octubre volveremos a hablar de esto).
En realidad, el desarrollo de la industria nuclear civil nunca fue el resultado de decisiones económicas empresariales sino consecuencia de una determinación política y militar, lo cual explicaría las dificultades económicas con las que se encontró desde el primer momento. Ya lo advirtió C.G. Suits, vicepresidente de I+D de General Electric, en 1950 cuando advirtió que “la energía atómica es una forma excepcionalmente costosa e inconveniente de obtener energía … se trata de una energía cara, no de energía barata como hemos inducido al público a creer”.
Es común explicar la evolución representada en esta figura como el resultado del incremento de los precios del petróleo que tuvo lugar en 1973 y que habría empujado la construcción de centrales nucleares; un empuje que se habría ralentizado después del accidente de Three Mile Island en 1979, y definitivamente como consecuencia del accidente de Chernóbil de 1986.
Esta interpretación pasa por alto, sin embargo, un detalle fundamental: que desde el momento en que se toma la decisión de construir una central nuclear hasta que ésta entra en operación transcurren unos 10 ó 12 años y que, por tanto, si queremos saber en qué momento se adoptaron las decisiones de construcción y cuándo se detuvieron, hay que desplazar hacia atrás el eje temporal algo más de una década.
Lo que realmente ocurrió se observa mejor en la siguiente figura, donde se representa la evolución acumulada de los pedidos de centrales nucleares en EE.UU., incluyendo las cancelaciones de proyectos en marcha y las clausuras de centrales entre 1953 y 2001.
Entre 1965 y 1974 tuvo lugar en EE.UU. un rápido incremento en el número de pedidos de reactores, pero todo cambió abruptamente a partir de 1974.
Si entre 1971 y 1974 se cursaron pedidos para 129 reactores, entre 1974 y 1978 ya sólo se cursaron 13 nuevos pedidos y desde 1978 hasta el día de hoy no se ha cursado ningún otro pedido.
Ninguna de las centrales contratadas después de 1973 fue terminada: entre 1974 y 1984 se cancelaron 124 reactores, más de los que acabaron en funcionamiento.
Del total de 259 pedidos cursados y de los 177 permisos de construcción concedidos, sólo 132 entraron en operación y de estos siguen hoy operativos 104.
Fijémonos en que el accidente de TMI tuvo lugar en 1979 y que por tanto no pudo ser la causa de este abrupto cambio de tendencia.
Las razones de este fracaso fueron casi exclusivamente económicas y un factor muy importante fue la acusada caída del crecimiento de la demanda de electricidad consecuencia de la crisis de los 1970.
Si entre 1953 y 1973 la demanda había crecido un 7% anual, en 1974 este crecimiento se detuvo en seco y cayó un 0,4%, como consecuencia del shock económico que produjo el brusco aumento de precios del petróleo en 1973.
A partir de 1974 se ralentizó el crecimiento económico, hubo un mayor énfasis en el ahorro energético y, en consecuencia, el crecimiento anual medio del consumo eléctrico entre 1975 y 2000 se redujo al 2,7%, lo cual situó a las eléctricas frente a un gran exceso de capacidad planificada y en construcción.
Su primera respuesta fue paralizar los planes de expansión, pero no fue suficiente y tuvieron que cancelar numerosos proyectos en distintas fases de desarrollo. A estas circunstancias económicas adversas se sumó, en 1979, el accidente de TMI que provocó, primero, la paralización de todas las licencias y construcciones durante un año y, posteriormente, debido a la presión popular, un aumento de las medidas de seguridad que tuvieron un gran impacto en los costes y en los plazos de construcción, y por tanto en el ritmo de cancelaciones.
Además, la política monetaria que se adoptó para hacer frente a la recesión de 1973 supuso un notable incremento de las tasas de interés, añadiendo un factor más a una situación ya de por sí difícil que acabó por arruinar las finanzas de las compañías
eléctricas y el programa nuclear estadounidense y de otros países.
Algo muy parecido ocurrió en España, como se muestra en la siguiente figura, si tenemos en cuenta que el caso de Lemóniz estuvo muy condicionado por el terrorismo de ETA. En ausencia de éste, lo lógico hubiera sido que los dos reactores situados en la costa vasca –prácticamente terminados– hubieran entrado en operación en lugar de Vandellós II y Trillo I.
Por tanto, en condiciones normales tampoco ninguno de los reactores españoles cuya construcción se decidió después de 1973 hubiera entrado en operación, exactamente lo mismo que ocurrió en EE.UU.
La moratoria nuclear española afectó a cinco grupos nucleares que estaban en distintos grados de finalización, por razones idénticas a las que hemos apuntado en el caso estadounidense; agravadas, si cabe, por el hecho de que las eléctricas españolas se habían endeudado en dólares para financiar las construcciones nucleares y al incremento de los tipos de interés tuvieron que añadir una evolución desfavorable del tipo de cambio.
Los créditos, sin embargo, estaban avalados por el Estado español y el primer gobierno de Felipe González optó por asumir estas inversiones y trasladar a la tarifa eléctrica futura el pago durante veinticinco años de las inversiones nucleares fallidas; inversiones que estaban incluidas en los Planes Eléctricos Nacionales aprobados por los sucesivos gobiernos de la Transición.
En sentido estricto nunca ha habido en España una prohibición de construir nuevas centrales nucleares, más allá de la moratoria nuclear establecida para los cinco grupos de Lemóniz I y II, Valdecaballeros I y II y Trillo II.
La vigente Ley 54/1997 del Sector Eléctrico así lo ratificó eliminando cualquier duda al respecto cuando dice que “en la generación eléctrica, se reconoce el derecho a la libre instalación y se organiza su funcionamiento bajo el principio de la libre competencia”. Por tanto, no hay en España prohibición ni moratoria nuclear alguna, por lo menos desde 1997.
Sea como sea, la energía nuclear fracasó económicamente a nivel global a mediados de los años 70 y además se vio adversamente afectada por los accidentes de TMI de 1979 y de Chernóbil de 1986.
Estos accidentes vinieron a dar la razón a aquellos que ya la criticaban desde sus comienzos por su peligrosidad operativa y contribuyeron a que en la opinión pública todavía hoy predominen aquellos que son contrarios a su reactivación.
En cierto sentido, la historia de la energía nuclear en las cuatro últimas décadas puede resumirse en que pasó de ser too cheap to meter (demasiado barata para ser facturada)19 a convertirse en too expensive to matter (demasiado cara para ser relevante), y en demasiado impopular para insistir en ella.
3 de juio de 2009 - La idea
0 comentarios:
Publicar un comentario