Moisés Rubio Rosendo - La Palabra Inquieta
Planteaba entonces que la variable ecológica y la fórmula participativa son las cuestiones fundamentales de ese debate, pero creo que es imprescindible afrontar que el empleo es, posiblemente, el principal escollo a superar; y es que si se asume lo ecológico de manera coherente, ha de ponerse encima de la mesa la necesidad de reducir los niveles de producción y, por lo tanto, de empleo: menos fábricas significa menos puestos de trabajo. Aunque lo que se cuestiona en realidad es un modelo de organización socioeconómica en el que el empleo y la producción marcan la vida del individuo, las relaciones humanas y con el planeta. Si antes nos preguntábamos si los puestos de trabajo eran razón suficiente para justificar la existencia de las industrias armamentistíca y nuclear, ahora lo que se cuestiona es el modelo productivo en sí mismo. Y ya hay algunas respuestas encima de la mesa: la renta básica, el reparto del empleo y la sustitución del tejido industrial por otro sociocultural, por ejemplo.
Desde luego, más grave será para la izquierda tradicional que la crisis energética -empeorada tras la catástrofe de Japón- le obligue a reconocer que sus tesis eran incorrectas o, al menos, estaban incompletas: ni el planeta puede producir indefinidamente ni somos capaces de generar la energía necesaria para sostener ese crecimiento. Porque obviar las consecuencias de la crisis energética puede producir a medio plazo una desmovilización social en torno a una izquierda incapaz de articular respuestas coherentes... ¡Mejor prevenir que curar!
Por otro lado, otra cuestión que también puede llegar a ser difícil de asumir por la izquierda tradicional es que, más allá de un cuestionamiento global de la filosofía del crecimiento por el crecimiento y del crecimiento infinito, el movimiento por el decrecimiento no ofrece una alternativa única y global al sistema capitalista: la apuesta por el desarrollo de alternativas locales deja la puerta abierta a multitud de maneras de entender y "practicar" la vida. En vez de un Estado que aglutina y se impone en un territorio, el peso fundamental de la estructura socioeconómica residiría en lo local. Y no caben entonces grandes modelos económicos ni sociales más allá de sistemas complejos de articulación de redes de organizaciones territoriales y sectoriales.
Desde estas perspectivas, la principal aportación del movimiento por el decrecimiento es que, cuestionando el sistema productivista y el actual modelo de Estado, lo que realmente se está poniendo en tela de juicio son dos de los ejes fundamentales de la modernidad además de sus dos grandes modelos socioeconómicos: el capitalismo y el socialismo.
Se trata de una cuestión de tan hondo calado que genera tantas oportunidades creativas como incertidumbres: es una perspectiva nueva, pero ¿hacia dónde vamos si no es hacia "más" capitalismo ni hacia el socialismo? Una pregunta que sin duda puede generar vértigo y para la que el movimiento por el decrecimiento no tiene todas las respuestas.
En cualquier caso, repetir viejas estrategias ante nuevos retos es como pretender arreglar con aguja e hilo un ordenador... Es imprescindeble que la izquierda tradicional, más allá de algunas posturas estéticas, se posicione honestamente en el debate sobre el decrecimiento y plantee abiertamente sus críticas y dudas. Sólo entonces será posible construir conjuntamente caminos nuevos que den respuestas a una crisis sistémica que no tiene precedentes en la historia del capitalismo ni, posiblemente, de la humanidad.
Creo que el nuevo referente debe ser una liberación social postmaterialista en favor del conocimiento y el apasionamiento en actividades elegidas por uno mismo. Voluntariados y aficiones son a menudo motores del progreso social, y cabe poner ejemplos de burgueses que en el pasado aprovecharon su libertad (heredada) para, en lugar de intentar acrecentar su fortuna material, desarrollar una actividad científica y cultural que, lejos de enriquecerlos, a menudo les suponía grandes costes económicos y vitales sin merma de su dedicación. El propio Marx es un ejemplo de esto. El apasionamiento ilustrado libremente elegido es un bien superior para la psique humana. Pero esta liberación sería imposible sin un estado que garantice unos mínimos económicos necesarios para la vida de cada individuo, que garantice el equilibrio ecológico mediante condiciones para la actividad humana, y que además garantice la acumulación de un excesivo poder por parte de grupos minoritarios bien por excesiva acumulación de capital o por mantenerse en el poder de modo prolongado y sin control democrático.
ResponderEliminarCorrijo la última frase: ...y que además garantice la NO acumulación de un excesivo poder por parte de grupos minoritarios, bien por excesiva acumulación de capital o por mantenerse en el poder de modo prolongado y sin control democrático.
ResponderEliminarEcora lo dice; mejoras para los burgueses. Mientras a seguir empobreciendo al resto, y enriqueciendo a los de siempre.
ResponderEliminar