Yayo Herrero
Existe la duda de si el término decrecimiento, en estos tiempos de crisis económica puede ser atractivo o no. De momento, la evidencia empírica es que en donde se convoca cualquier charla o taller que lleva decrecimiento en el título, la afluencia es numerosa. Desde este punto de vista y teniendo en cuenta que una buena parte de los planteamientos son los que venimos haciendo desde hace tiempo con un éxito discreto en la capacidad de convocar, tenemos que reconocer que el término puede que haya sido un acierto aunque no se nos haya ocurrido a nosotros, quizás no desde la pureza de las categorías económicas (extremo que nunca ha pretendido cumplir), pero sí desde la capacidad de sorprender y concitar interés, aunque sea para polemizar.
En los últimos meses ha sido una constante recibir invitaciones en ámbitos menos frecuentados anteriormente por el movimiento ecologista para hablar de los mitos de la producción, el crecimiento y el desarrollo. Lo central es poder hablar de lo que nos importa, una vez abierto el debate, la potencia del análisis es tal, que como poco, revuelve muchos de los supuestos mayoritariamente asumidos.
Esto no quiere decir que el discurso le guste a todo el mundo o que no necesite ser explicado. Obviamente, a una buena parte de las personas no les gustará oír hablar de decrecimiento, como tampoco de vivir con menos, de reducción, de austeridad o en definitiva de nada que tenga que ver con ajustarse a los límites del planeta distribuyendo la riqueza y el trabajo (incluidos los de cuidar) con criterios de justicia y equidad. En una sociedad como la nuestra explicar que la producción o el crecimiento son mitos que no se fundamentan en ninguna base física requiere explicación.
Sin embargo cuando podemos explicarlo, como poco, interpela y remueve contradicciones y creencias. Hay voces que recuerdan con buen criterio que no todo tiene que decrecer. Al igual que sabemos bien que en la sociedad del crecimiento no todo crece, efectivamente no todo tiene que mermar. La noción de decrecimiento propone superar la visión hegemónica que reduce la noción de valor a lo monetario; defiende que mirar solamente los indicadores monetarios conduce a celebrar el incremento de sus magnitudes, aunque paralelamente se produzca un deterioro acelerado en el ámbito biofísico.
Los defensores del decrecimiento no pretenden quedarse en el ámbito de lo estrictamente monetario, sino impulsar un cambio en el actual metabolismo de la economía hacia otro modelo que imite y se ajuste a los procesos y límites de la biosfera, tal y como hicieron los seres humanos hasta la civilización industrial. Esto supone adoptar estilos de vida más austeros, viajar menos en transporte motorizado, repartir todos los trabajos socialmente necesarios, garantizar unas rentas mínimas y marcar rentas máximas, recuperar tiempo para la vida y las relaciones, reconocer los saberes de las culturas originarias para transitar a una vida más sencilla, valorar las aportaciones de los feminismos para construir una visión de lo socioeconómico que sitúe el mantenimiento y la reproducción de la vida en el centro y apostar, en definitiva, por una buena vida, sencilla en lo material y rica en los vínculos y en la convivencia.
En cualquier caso y con la que está cayendo es importante compartir espacios, con nuevos o viejos términos, en los que podamos ir sumando esfuerzos a la hora de demostrar que vale la pena optar por una sociedad igualitaria que viva con mucho menos con el fin de evitar un colapso brutal y dramático.
Extraído de 'Menos para vivir mejor' de Yayo Herrero.
Decrecimiento: Un término que convoca
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