La maternidad no sólo fue el sustrato emocional del apego y de la formación del núcleo humano, sino el estímulo para el despliegue de la artesanía y de la cultura en todas sus formas. Un despliegue directa e inmediatamente destinado a procurar el bienestar de los miembros del grupo, y no para acumular propiedad, éxito, títulos que aproximen al arquetipo del triunfador, o cualquier forma de Poder. Las técnicas y las artesanías de las primeras civilizaciones humanas estaban al servicio del bienestar de la vida cotidiana.
Podemos por ello considerar que la líbido femenino-materna es el talón de Aquiles del sistema, la grieta más amenazante, el monstruo más temible a lo largo de los siglos, que por ello ha sido objeto de satanización en todas las culturas patriarcales.
Y lo que el arte llamado pre-histórico ensalza y representa simbólicamente con las figuras de mujer, no es otra cosa que esa pasión, ese deseo femenino-materno que fue el origen de la cultura y de la sociedad humana, y que luego fue objeto de la represión más inexorable por parte del Poder patriarcal.
La humanidad es una especie neoténica, es decir, una especie cuyas criaturas nacen antes de que su formación llegue a término; y salen del útero materno sin tener el esqueleto óseo, el sistema digestivo e inmunológico, así como los sentidos, preparados para la vida autónoma en el exterior. Esto aumenta la importancia del periodo exterior de simbiosis, cuya primera etapa no se puede llamar propiamente ‘crianza’ sino extero-gestación.
Por ejemplo, la succión de los calostros maternos, que contienen dosis altísimas de inmunoglubilinas, asi como la primera leche materna, con el fín de asegurar las defensas de la criatura al salir a un medio bacteriano exterior, para el que su sistema inmunológico no ha generado todavía anticuerpos adecuados (mientras que estaba en el útero materno los recibía de la madre).Tanto fisiológica como psíquicamente, la criatura recién nacida requiere del regazo materno (y su ausencia es percibida psicosomáticamente como una amenaza de muerte); y si no se perturba el nacimiento, el bebé busca el pezón y se pone a succionar, con la misma sabiduría que las tortuguitas que salen de los huevos enterrados en la arena de las playas, se van corriendo al mar, sin que nadie se lo indique. Por sabiduría filogenética, por el continuum, el acoplamiento de la simbiosis externa se produce sin problemas, gracias al estado sexual de ambos simbiontes, y siempre y cuando no se produzcan interferencias graves o prolongadas.
El nacimiento neoténico propició el asentamiento y el desarrollo de las primeras artesanías entorno al fuego, frente al nomadismo; y perfeccionó la organización de ayuda mutua, la urdimbre y la trama de un tejido social que se hizo firme y resistente.
El apego de las hembras de cualquier mamífero que se produce para el cuidado y la conservación de la vida de su especie, tiene que estar a la altura de las necesidades. Cuanto mayor indefensión y peligro, mayor estímulo sexual, mas capacidad creadora, mayor agilidad intelectual y neuromuscular tiene que tener la hembra mamífera para conservar su prole. Al igual que las canguros tienen bolsas para llevar a sus crías, o los monos manos contráctiles para agarrarse a las madres que saltan de rama en rama, en los humanos se produce un intenso deseo y pasión, que de golpe convierte el cuidado de la vida de las criaturas en una prioridad absoluta, por encima de cualquiera de las demás actividades; un deseo y pasión que estimulan y despliegan todas las capacidades humanas al servicio de su conservación y bienestar.
Se llama ‘ginecogrupo’ a los primeros núcleos humanos, para indicar su formación en torno a las madres con sus proles; también se emplea el término de ‘matrifocal’ para calificar los grupos humanos pre-patriarcales. Dicho de otro modo, el núcleo humano no se formaba, como ahora, a partir de la pareja heterosexual, porque dicha pareja no era estable ni producía estabilidad. El apareamiento era un acto sexual puntual. Por eso no se han encontrado figuras ni dibujos del Paleolítico o del Neolótico que representen escenas de apareamiento o de parejas de hombres y mujeres, y en cambio tenemos la proliferación mencionada de figuras de mujer, gestando, pariendo y amamantando.
Extraído de 'El asalto al Hades' de Casilda Rodrigáñez.
Web de Casilda Rodrigáñez
Casilda Rodrigáñez: El asalto al Hades
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Gracias por tus escritos y tus libros que nos iluminan a todas. Quizás sea lento, pero necesitamos un cambio. Las mujeres somos las únicas que podemos hacerlo, guiadas por mujeres como tú o como Laura Gutman. Otra vez gracias.
ResponderEliminarcristina. valencia
Desde luego que nos hacen falta mujeres con las cosas tan claras como Casilda.
ResponderEliminarOtro matriarcado nos cantaría!!