Así es. Podemos alcanzar conocimiento, saber, sobre casi cualquier asunto que nos interese, podemos por ejemplo, guiados por nuestro querido método científico, estudiar todo lo que se puede estudiar —desde una visión teológica, antropológica, biológica, bioquímica, sicológica— sobre un tema humano llamado amor. Usted ha estudiado todo lo que se puede saber sobre el amor, pero solo va a comprender el amor el día en que se enamore.
¿A qué apunta esto, de que el comprender es el resultado de la integración mientras que el saber es el resultado de la separación y de la fragmentación? Solo puedo pretender el comprender aquello de lo que soy parte. Mientras sigamos diciendo “yo estoy aquí y la naturaleza está allá”, “estoy aquí y la pobreza está allá”, acumularemos mucha información en estadística, podemos diseñar muchos cuadros, pero nunca vamos a comprender realmente de qué se trata y qué es lo que realmente ocurre.
Finalmente, hemos alcanzado el punto en que estamos tomando conciencia de que el conocimiento, el saber, no es suficiente y que, por lo tanto, debemos aprender a comprender, a fin de alcanzar la completitud de nuestro ser.
Es probable que estemos comenzando a darnos cuenta de que el saber sin comprender es hueco y de que el comprender sin saber es incompleto. Precisamos, por lo tanto, emprender por fin la navegación hasta aquí pospuesta, pero para poder iniciarla debemos enfrentar el desafío de un cambio de lenguaje. Ya lo decía Einstein: “No es posible resolver un problema utilizando el mismo lenguaje que dio origen al problema”.
Para saber más: Max Neef: Libros, artículos, entrevistas y conferencias
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Hola, me he permitido reproducir en mi modesto blog esta interesante reflexión,
ResponderEliminarfelicidades por el magnífico blog,
un abrazo cordial de Cristóbal