El transporte y las infraestructuras reúnen en general un consenso social y político, al ser considerados bienes en sí mismos, como recursos y riquezas que siempre conviene acrecentar, no es de extrañar que las molestias que genera el transporte (gasto energético, contaminación atmosférica, ruido, ocupación de espacio, fragmentación de sistemas naturales, accidentes, lejanía de emplazamientos, discriminación de no motorizados, gasto de tiempos en traslados... ) sería el precio a pagar por el progreso que por sí mismo reduciría las consecuencias negativas.
Pero vayamos a la raíz del asunto:
En la tierra firme los ciclos biológicos descansan de modo mayoritario sobre la actividad del reino vegetal, que hace circular materiales en sentido casi exclusivamente vertical: se transporta los nutrientes desde el suelo hasta los tejidos vegetales y los deja caer de nuevo al suelo cuando las hojas o las plantas mueren, de la gran cantidad de energía solar que llega a la tierra sólo una pequeña parte es fijada por las plantas en forma de biomasa vegetal, los animales transforman esta energía contenida en las plantas con rendimientos relativamente bajos, una buena parte de la energía obtenida la consumen en la producción de trabajo muscular - movimiento - , así como para asegurar funciones vitales, de modo que sólo una fracción muy pequeña queda disponible para su acumulación en forma de biomasa animal.
La Naturaleza terrestre es en esencia fija; las "modernas sociedades industriales" se han organizado completamente de espaldas a los principios básicos de la Naturaleza.
El transporte tiene que "abrirse paso" a través de unos ecosistemas naturales terrestres que no están "diseñados" para soportarlo, y en su avance van fraccionando y empobreciendo estos ecosistemas, por otra parte la generalización del transporte motorizado exige la utilización de enormes cantidades de materiales y energía, cuya extracción, transformación y consumo produce grandes masas de residuos extraños a la Naturaleza como el propio concepto de movimiento horizontal masivo.
Las leyes de la Naturaleza establecen que, a igualdad de las demás condiciones físicas que caracterizan a un determinado fenómeno de movimiento, la energía requerida para desplazar un móvil crece necesariamente con la velocidad, el incremento de la velocidad en el transporte sólo puede lograrse con mayores consumos de energía, y también de los diversos materiales utilizados en la construcción de vehículos e infraestructuras; las mejoras tecnológicas y organizativas sólo lograrán, a lo sumo frenar o moderar este proceso, pero nunca detenerlo.
Las ideas aquí expuestas vienen recogidas en el trabajo de Antonio Estevan y Alfonso Sanz "Hacia la reconversión ecológica del transporte en España"
Pero vayamos a la raíz del asunto:
En la tierra firme los ciclos biológicos descansan de modo mayoritario sobre la actividad del reino vegetal, que hace circular materiales en sentido casi exclusivamente vertical: se transporta los nutrientes desde el suelo hasta los tejidos vegetales y los deja caer de nuevo al suelo cuando las hojas o las plantas mueren, de la gran cantidad de energía solar que llega a la tierra sólo una pequeña parte es fijada por las plantas en forma de biomasa vegetal, los animales transforman esta energía contenida en las plantas con rendimientos relativamente bajos, una buena parte de la energía obtenida la consumen en la producción de trabajo muscular - movimiento - , así como para asegurar funciones vitales, de modo que sólo una fracción muy pequeña queda disponible para su acumulación en forma de biomasa animal.
La Naturaleza terrestre es en esencia fija; las "modernas sociedades industriales" se han organizado completamente de espaldas a los principios básicos de la Naturaleza.
El transporte tiene que "abrirse paso" a través de unos ecosistemas naturales terrestres que no están "diseñados" para soportarlo, y en su avance van fraccionando y empobreciendo estos ecosistemas, por otra parte la generalización del transporte motorizado exige la utilización de enormes cantidades de materiales y energía, cuya extracción, transformación y consumo produce grandes masas de residuos extraños a la Naturaleza como el propio concepto de movimiento horizontal masivo.
Las leyes de la Naturaleza establecen que, a igualdad de las demás condiciones físicas que caracterizan a un determinado fenómeno de movimiento, la energía requerida para desplazar un móvil crece necesariamente con la velocidad, el incremento de la velocidad en el transporte sólo puede lograrse con mayores consumos de energía, y también de los diversos materiales utilizados en la construcción de vehículos e infraestructuras; las mejoras tecnológicas y organizativas sólo lograrán, a lo sumo frenar o moderar este proceso, pero nunca detenerlo.
Las modernas sociedades industriales se
han organizado de espaldas a los principios básicos de la Naturaleza;
los seres vivos que se desplaan en sentido horizontal - los animales -
representan una fracción muy pequeña de la biomasa terrestre, y
economizan de modo bastante estricto su gasto energético en trabajo
muscular, evitando los movimientos inútiles o gratuitos. La Naturaleza
viviente es en esencia fija.
La
generalización del transporte motorizado exige la utilización de
enormes cantidades de materiales y energía, cuya extracción,
transormación y consumo produce grandes masas de residuos.
El ecosistema global ve pronto desbordada su capacidad de autorregulaión cuando el transporte introduce en su seno cantidades masivas de residuos en pequeños lapsos de tiempo; a partir de un determinado umbral se acerca rápidamente a una situación de ruptura.
El crecimiento ilimitado del transporte no es compatible con el equilibrio ecológico. La introducción de tecnología y el perfeccionamiento de la organización del transporte podrán elevar, hasta cierto punto, la capacidad de carga (cantidad total de transporte que un ecosistema pudrá asimilar sin superar un cierto umbral de deterioro), pero las mejoras tecnológicas y organizativas están afectadas por la ley de los rendimientos decrecientes, lograrán a los sumo, frenar o moderar este proceso, pero no detenerlo y mucho menos invertirlo.
El ecosistema global ve pronto desbordada su capacidad de autorregulaión cuando el transporte introduce en su seno cantidades masivas de residuos en pequeños lapsos de tiempo; a partir de un determinado umbral se acerca rápidamente a una situación de ruptura.
El crecimiento ilimitado del transporte no es compatible con el equilibrio ecológico. La introducción de tecnología y el perfeccionamiento de la organización del transporte podrán elevar, hasta cierto punto, la capacidad de carga (cantidad total de transporte que un ecosistema pudrá asimilar sin superar un cierto umbral de deterioro), pero las mejoras tecnológicas y organizativas están afectadas por la ley de los rendimientos decrecientes, lograrán a los sumo, frenar o moderar este proceso, pero no detenerlo y mucho menos invertirlo.
El proceso de internacionalización y
globalización de la economía provoca el tráfico de mercancías y personas
de una parte a otra de la Tierra.
Este desarrollo exige la utilización de enormes cantidades de materiales y combustibles que no son renovables. Las infraestructuras del transporte consumen gran cantidad de espacio e inducen al crecimiento y la dispersión de la ciudad, disminuyendo el suelo fértil disponible, afectando a los cursos de agua, creando barreras en el territorio, empobreciendo con ello el medio natural y acentuándo la pérdida de diversidad.
A pesar de todo los efectos negativos del transporte motorizado, y en concreto del transporte viario, éstos quedan ocultos para la opinión pública. El resultado de los patrones culturales dominantes, de la fuerte presión mediática que se ejerce por parte de la industria del automóvil y de la propia política de las instituciones públicas. La publicidad nos bombardea diariamente con anuncios de vehículos de gran potencia y gran número de prestaciones, símbolos del status y poder social, el gran triunfo del individualismo, un lujo convertido en consumo de masas.
La movilidad se entiende como un símbolo de libertad que es proporcionada por el automóvil. La velocidad se ha convertido en un valor en sí mismo y las autopistas y el AVE símbolos de bienestar y progreso. Aumentan los usuarios cautivos del coche y aumenta la exclusión de los que no lo utilizan.
Consecuencia directa de todo esto es la destrucción de las economías locales, el desequilibrio del territorio. Hay que defender alternativas como el ferrocarril convencional que llegue a todos, y fomentar la utilización de los transportes colectivos; la marcha a pie y la bicicleta. Es preciso reconstruir lo local en consonancia con el medio, incrementando la autonomía y la autosuficiencia desvinculándose de la dependencia del mercado mundial.
Este desarrollo exige la utilización de enormes cantidades de materiales y combustibles que no son renovables. Las infraestructuras del transporte consumen gran cantidad de espacio e inducen al crecimiento y la dispersión de la ciudad, disminuyendo el suelo fértil disponible, afectando a los cursos de agua, creando barreras en el territorio, empobreciendo con ello el medio natural y acentuándo la pérdida de diversidad.
A pesar de todo los efectos negativos del transporte motorizado, y en concreto del transporte viario, éstos quedan ocultos para la opinión pública. El resultado de los patrones culturales dominantes, de la fuerte presión mediática que se ejerce por parte de la industria del automóvil y de la propia política de las instituciones públicas. La publicidad nos bombardea diariamente con anuncios de vehículos de gran potencia y gran número de prestaciones, símbolos del status y poder social, el gran triunfo del individualismo, un lujo convertido en consumo de masas.
La movilidad se entiende como un símbolo de libertad que es proporcionada por el automóvil. La velocidad se ha convertido en un valor en sí mismo y las autopistas y el AVE símbolos de bienestar y progreso. Aumentan los usuarios cautivos del coche y aumenta la exclusión de los que no lo utilizan.
Consecuencia directa de todo esto es la destrucción de las economías locales, el desequilibrio del territorio. Hay que defender alternativas como el ferrocarril convencional que llegue a todos, y fomentar la utilización de los transportes colectivos; la marcha a pie y la bicicleta. Es preciso reconstruir lo local en consonancia con el medio, incrementando la autonomía y la autosuficiencia desvinculándose de la dependencia del mercado mundial.
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