Brandon Unti
La Declaración de Decrecimiento de la Conferencia de París de 2008 instó al “desarrollo de política e instrumentos a favor de la realización práctica del decrecimiento”. La Garantía Pública del Empleo(GPE) es una de esas políticas. En este trabajo se muestra cómo un programa de GPE puede servir para lograr las dos cosas, el pleno empleo y el decrecimiento. Las políticas keynesianas y postkeynesianas tradicionales proporcionan herramientas útiles para enfrentarse a algunos de los fallos inherentes al capitalismo, como el desempleo involuntario, la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, esas políticas no consiguen dar cuenta de los límites ambientales. Las soluciones por ellas ofrecidas pasan todas por el incremento de la demanda agregada, a fin de inducir mayores niveles de crecimiento económico y de rendimiento productivo. En cambio, un programa de GPE incorpora características especiales que disuelven la aparente contradicción entre el empleo y el medio ambiente: entre la prosperidad económica y la prosperidad ecológica.
La segunda sección de este trabajo examina el diagnóstico (y la solución) de Keynes en lo tocante al problema del desempleo en términos de demanda efectiva. Se muestra que el principio de la demanda efectiva entraña importantes y paradójicas implicaciones para el crecimiento económico y el medio ambiente. La tercera sección trabaja sobre la idea de Keynes respecto del papel central jugado por el dinero en una economía capitalista. Se sostiene que la producción monetaria (D – M - D’) no sólo constituye la causa radical del desempleo, sino que es también la fuerza dinámica que se halla detrás de la crisis ecológica. La sección cuarta repasa los fundamentos teóricos del programa de GPE a partir de una discusión de la Teoría Monetaria Moderna (TMM). La TMM explica por qué un Estado monetariamente soberano siempre está en condiciones de poder “financiar” una GPE. La quinta sección compara la GPE con vías alternativas, igualmente fundadas en la TMM, para llegar al pleno empleo en términos de sus respectivas implicaciones ecológicas. La última sección del trabajo estudia la posibilidad de servirse de la GPE para lograr el decrecimiento.
II.- La paradoja de
la demanda efectiva
Aunque la Teoría
General (1936) de Keynes prometía una solución al problema del desempleo involuntario,
también describía críticamente una paradoja fundamental de la producción capitalista.
De acuerdo con Keynes, el nivel de producción y de empleo está determinado por
la demanda efectiva (Y = C + I). La demanda efectiva se compone de consumo (C)
y demanda de inversión (I). Se supone que el consumo es una función estable del
ingreso, pero la propensión al consumo es inferior a uno, de modo que se abre
un hiato entre el ingreso (producto) y el consumo (Y – C > 0). A fin de
eliminar el desempleo, la inversión debe cubrir ese hiato en el nivel de pleno
empleo de la producción. Finalmente, dado que el consumo es una función estable
del ingreso, el volumen de la inversión es la clave determinante de la demanda
efectiva y, a su vez, de la producción y del empleo. La paradoja de la demanda
efectiva dimana de la naturaleza de la inversión.
La inversión se basa en los beneficios futuros esperados.
Los capitalistas sólo invertirán en producción (y contratarán trabajadores), si
esperan ser capaces de realizar beneficios a través de la venta futura de la
producción. Así pues, si hay que cubrir el hiato entre ingreso y consumo, las
expectativas de beneficios tienen que ser suficientemente optimistas. Sin embargo,
como Domar (1946, 1947) señaló, a largo plazo se presenta un problema, porque
la misma inversión que se requiere para cubrir el hiato aumenta también la
capacidad productiva. A medida que se expande el volumen de producción a
resultas de cada incremento de la inversión, crece también la dimensión
absoluta del hiato abierto entre ingreso y consumo. A medida que crece el
hiato, más y más inversión será necesaria para cubrirlo. Pero todo intento de
cubrirlo no hará sino seguir ensanchándolo. Por consiguiente, “la economía se
enfrenta a un grave dilema: si no se da inversión suficiente hoy, tendremos
desempleo hoy. Pero si se invierte lo suficiente hoy, se necesitará todavía más
inversión mañana” (Domar 1947, p. 49). Finalmente, a medida que el hiato de
demanda se ensancha, el exceso de capacidad presiona a la baja las expectativas
de beneficio. Resultado: precisamente cuando se precisa de mayor inversión, los
estímulos a invertir se ven debilitados.
El “teorema de la bañera” de Boulding (1945) arroja luz
sobre esa paradoja, porque está formulado en términos físicos:
A = P – C
La tasa de acumulación es igual a la tasa de producción
menos la tasa de consumo: en donde A es la tasa de acumulación, P la producción
(que viene a agregarse al stock de capital) y C el consumo (destrucción de
stock de capital).1 Boulding se sirve de la analogía con una bañera para explicar este teorema. La producción representa el flujo de agua procedente del
grifo, y el consumo, el flujo que se va por el sumidero. El volumen de agua en
la bañera representa el stock total de capital, y la diferencia entre el flujo
de producción y el flujo de consumo es la tasa de acumulación.2
De acuerdo con Boulding, el teorema de la bañera es “el
primer paso en la comprensión de las crisis de larga duración en el
capitalismo: las crisis deflacionarias de la sociedad madura y su incurable
desempleo” (1945, p. 3). El desempleo se da porque la economía tiene una capacidad
institucionalmente limitad apara absorber el stock de activos acumulados.
Cuando el crecimiento del stock rebasa el nivel deseado por los capitalistas,
la tasa de acumulación tiene que caer. Lo que puede ocurrir de una de estas dos
maneras: 1) la tasa de producción debe descender; o 2) la tasa de consumo debe
aumentar.
El primer caso –un descenso en la tasa de producción— es
generado por la deflación, que reduce las expectativas de beneficio y redunda
en desempleo. “En una situación en la que los propietarios de los stocks no
están dispuestos a incrementar su volumen de stock a falta de un aumento del
consumo, el empleo y la producción deben bajar hasta que la diferencia entre la
producción y el consumo sea igual a la tasa de acumulación que los capitalistas
están dispuestos a permitir. Tal es, in nuce, la contribución principal de
Keynes al pensamiento económico” (Boulding 1945, p. 3). La alternativa a eso
–un aumento de la tasa de consumo— es improbable, a menos que intervenga el
Estado. Esa es la solución keynesiana tradicional al problema de la demanda
efectiva, y a la luz del problema de Domar muchos sostienen que se precisa un
incremento cada vez mayor del gasto público para mantener el pleno empleo (véase,
por ejemplo, Vatter y Walker 1989, 1997; Wray 2007).
El análisis de Boulding ayuda a iluminar la paradoja de la
demanda efectiva precisamente porque está formulado en términos físicos. Lo que
demuestra es que las crisis ocurren cuando el sistema se hace demasiado productivo. En otras palabras,
cuando producimos demasiado, caen las expectativas de beneficios y baja la
inversión, con el resultado de paro, pobreza y miseria crecientes. La paradoja
es clara: la gente sufre, no porque no produzcamos suficiente, sino porque ya
producimos demasiado, o, al revés, porque no destruimos (consumimos) lo producido
suficientemente rápido. Este resultado contraintuitivo apunta a la
irracionalidad social de la producción monetaria.
Para evitar una crisis
de desempleo a largo plazo, Domar demuestra que la inversión neta en cada
período debe ser mayor que en el período anterior. Pero la inversión expande la
capacidad productiva. Por eso, para evitar ser demasiado productivos, la
sociedad necesita aumentar permanentemente la producción. En otras palabras:
para evitar el desempleo, una economía monetaria está obligada a crecer a una
tasa exponencial. Y eso apunta a la irracionalidad ecológica de la producción
monetaria.
http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/18.pdf
http://www.venezia2012.it/wp-content/uploads/2012/03/WS_40a_FP_UNTI.pdf
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