Comentarios
sobre el declive energético mundial
y
el “período especial” cubano
RESUMEN:
En este artículo, en primer lugar, se exponen las nociones básicas
del declive energético mundial previsto para el siglo XXI; a
continuación, se indaga sobre las consecuencias de este fenómeno
dentro del marco institucional hoy hegemónico, señalando que el
factor energético tuvo un papel importante en la irrupción de la
crisis financiera y económica el 2007-2008; finalmente, se
reflexiona sobre cómo afrontar satisfactoriamente la creciente
crisis energética-sistémica, sugiriendo que esta constituye, al
mismo tiempo, un formidable problema y una magnifica oportunidad. A
lo largo del texto se abordan también diversas cuestiones
relacionadas con el “período especial” cubano y las perspectivas
que de él ofrece el documental “El poder de la comunidad: como
Cuba sobrevivió al Pico del Petróleo” (The Community Solution,
2006) (1).
1.
Que
es el Pico Mundial del Petróleo?
Como
algunos probablemente sabéis, se denomina Pico Mundial del Petróleo
al momento histórico en el cual el ritmo mundial de extracción
petrolífera llega a su cima culminante, es decir, el momento a
partir del cual, por razones geológicas, se vuelve imposible
continuar obteniendo este recurso en cantidades tan grandes como
hasta entonces. Pasado este punto, el flujo energético que
proporciona el petróleo comienza a disminuir gradualmente y su
extracción se vuelve cada vez más costosa. Desde hace tres lustros,
cada vez más centenares de investigadores y estudiosos, así como
cada vez más miles de ciudadanos, advierten públicamente que el
Pico Mundial del Petróleo se alcanzará durante las primeras décadas
del siglo XXI (2). Esto se ha convertido en una evidencia cada vez
más abrumadora, hoy ya reconocida incluso por importantes
instituciones estatales y empresariales que, no obstante, hasta hace
bien poco, la negaban (3). Por otro lado, las prospecciones indican
que durante la primera mitad del siglo XXI la disponibilidad de
muchos otros recursos no renovables (carbón, gas natural, uranio,
etc.) tendrá también su respectivo cénit y seguidamente empezará
a declinar. Por este motivo, diversos autores señalan que
probablemente la expresión más apropiada para caracterizar el siglo
XXI desde el punto de vista de los recursos es “Pico de Todo”.
Si
echamos un vistazo a nuestro alrededor encontraremos objetos
materiales de todo tipo y de diversas procedencias, pero con una
característica general y común: han sido producidos y distribuidos
utilizando una enorme cantidad de energía fósil; principalmente,
petróleo. Por ejemplo, la producción de una caloría alimentaria
utilizando los métodos industriales actualmente hegemónicos
requiere como mínimo unas 10 calorías de energía fósil (4). Esta
aberración energética es el resultado de las tendencias sociales,
políticas y económicas imperantes en los últimos dos siglos, las
cuales han provocado que los combustibles fósiles en general y el
petróleo en particular se hayan convertido en las sustancias
motrices del mecanismo económico mundial. Nos hemos vuelto
extremadamente petro-dependientes y ahora no disponemos de ninguna
fuente energética alternativa que sea capaz de reemplazar la ingente
cantidad de energía y la diversidad de usos que proporciona el “oro
negro”; sus excelentes cualidades en términos de prestaciones,
versatilidad y potencia no tienen parangón. Así, el progresivo
agotamiento del petróleo dará lugar inevitablemente a un descenso
continuado en la cantidad de energía disponible para la sociedad.
Este descenso será más acusado en la medida en que se sincronice
con la llegada del techo de extracción de otros combustibles fósiles
y materias primas.
Después
de la proyección analizaremos como la llegada del Pico Mundial del
Petróleo ya está empezando a ocasionar impactos cruciales en el
funcionamiento y el desarrollo de la sociedad contemporánea y nos
plantearemos cómo interpretar y afrontar la nueva coyuntura
energética-sistémica. A continuación, dispongámonos a ver “El
poder de la comunidad: cómo Cuba sobrevivió al Pico del Petróleo”,
un interesante documental que muestra cómo los cubanos rehicieron
sus vidas con motivo de un desabastecimiento energético abrupto,
repentino y drástico. Veremos como el país, después de pasar por
una rotunda contracción económica, resultó beneficiado en cierto
modo, particularmente desde el punto de vista social y ecológico. El
film pone de manifiesto que Cuba es de los pocos países que ha
experimentado una situación similar a la que empezamos a afrontar e
ineludiblemente afrontaremos en las próximas décadas en todo el
mundo (5). Por este hecho, el documental nos puede estimular a
reflexionar sobre las posibilidades que alberga el venidero declive
energético mundial. No obstante, tal y como argumentaré después de
la proyección, hay que tener en cuenta que la forma como se produjo
la reducción energética en Cuba y el sistema de organización
social cubano dieron lugar a que este país recibiera esta reducción
de un modo bastante diferente de cómo se sucede y presumiblemente
seguirá haciéndolo en todo el mundo (6).
2.
Diferencias entre el “período especial” y el declive energético
mundial
Aunque
la experiencia de la isla caribeña a principios de los años 1990
puede ser interpretada acertadamente como una “prueba piloto”
para comprender algunos de los retos que se nos plantean en todo el
mundo durante las próximas décadas, hay que tener presente que el
declive energético que principiamos presenta notables diferencias
respecto a la mencionada experiencia, principalmente por las
siguientes razones:
- Mientras que Cuba sufrió una reducción abrupta del subministro energético, en el resto del mundo afrontamos, en las primeras décadas del siglo XXI, una disminución gradual. En el primer caso se produjo una caída de aproximadamente el 70% en las importaciones de petróleo en poco más de un año; en cambio, el descenso energético mundial que principiamos supone una tasa de decremento de entre el 3% y el 6% anual, según las estimaciones más comunes y verosímiles.
- En Cuba, la causa de la crisis era reconocida públicamente por los estamentos oficiales y claramente conocida por todos los ciudadanos. Actualmente, en cambio, el papel crucial que juega la reducción energética en el desarrollo de la crisis sistémica global es algo “público, pero no publicitado”: aunque los dirigentes y gestores del sistema están perfectamente informados sobre la importancia subrepticia del descenso energético, esta cuestión es generalmente ocultada, sesgada y banalizada en los grandes medios de (des)información, de manera que la gran mayoría de ciudadanos ignora el papel histórico cardinal que está jugando el factor energético hoy en día (7).
- Cuba se organiza mediante un sistema económico de planificación estatal. Este sistema no tiende intrínsecamente al crecimiento económico: si la producción y el consumo aumentan es fruto de la ideología del crecimiento que conduce las decisiones conscientes de los planificadores estatales, pero no un resultado connatural del funcionamiento del sistema. En la economía de mercado capitalista en que vivimos, en cambio, el crecimiento económico es una dinámica motriz, un principio imperativo, una necesidad estructural (8). En consecuencia, el decrecimiento económico o forzoso desencadena problemáticas irresolubles dentro de los marcos de este sistema. Veámoslo con más detalle, abordando la siguiente cuestión:
3.
Qué implica el declive energético mundial?
Las
principales teorías de análisis económico, la clásica y la
marxista, establecen que nos encontramos en un sistema económico
conducido por el crecimiento continuado; la historia contemporánea
lo corrobora, constatando, en los últimos dos siglos, una invariable
tendencia de expansión económica, solamente interrumpida por
pasajeras e indeseadas crisis sistémicas. Asimismo, el objetivo
central y declarado del sistema de economía de mercado capitalista,
desde su establecimiento a finales del siglo XVIII, no es otro que el
aumento de la producción y el consumo, el desarrollo de las fuerzas
productivas, el incremento del Producto Interior Bruto. Dentro de
esta estructura económica caracterizada por la competencia, todas
las empresas y los Estados se encuentran imperiosamente obligados a
velar por su propio crecimiento económico so pena de quedar fuera de
juego, es decir, de entrar en quiebra y en disolución. Si no se
alcanza el crecimiento se agravan aceleradamente las problemáticas
socioeconómicas (aumento del paro, destrucción de los servicios
públicos y prestaciones sociales, incremento de la disparidad
económica, etc.) ya que, por su propia naturaleza, el sistema
mercantil no encaja saludablemente una situación de no-crecimiento
y, menos aún, de decrecimiento. El sector financiero es el que más
rápida y acusadamente sufre la falta de crecimiento puesto que es el
que más se arriesga en el presente a la espera del crecimiento
futuro. Eso no significa, no obstante, que el sector financiero sea,
como a veces se ha sostenido, la causa del crecimiento, sino que,
sencillamente, es un subsistema económico que se ha vuelto
extremadamente adicto al crecimiento, dentro de un sistema
constitutivamente conducido por esta dinámica motriz.
Llegados
a este punto, podemos plantearnos la siguiente cuestión: podría
suceder que el crecimiento económico se vuelva cada vez más difícil
de alcanzar hasta el punto de resultar imposible durante todo un
período histórico y en el ámbito mundial? Esta posibilidad resulta
remota a ojos de la gran mayoría de economistas, los cuales obvian
el hecho de que la economía es un subsistema de la biosfera y que,
por lo tanto, los límites físicos de esta se pueden imponer a las
veleidades expansionistas de aquella. No obstante, esta posibilidad
se está convirtiendo en una realidad cada vez más palmaria. Dado
que la energía neta disponible y el volumen de actividad económica
son dos variables estrechamente correlacionadas (9), la reducción
continuada de la primera repercute en una contracción continuada de
la segunda. En consecuencia, podemos afirmar con un alto grado de
seguridad que las próximas décadas serán notablemente diferentes
de las décadas precedentes puesto que el “Pico de Todo” que
atravesamos en nuestros días, y particularmente el Pico Mundial del
Petróleo, constituyen un punto de inflexión histórico: el
fin de una era de crecimiento económico que ha durado dos siglos y
el inicio de una nueva era de decrecimiento económico forzado (10).
Al
escuchar la palabra “decrecimiento” posiblemente muchos
recordareis discursos que enarbolan este término aduciendo que tal
tendencia económica resulta conveniente para el bienestar de la
humanidad e indispensable para la salud del planeta. Ciertamente, el
decrecimiento económico, es decir, la reducción de la magnitud de
la economía, la localización de la actividad económica, la
disminución de los estándares de consumo que los países ricos han
ostentado durante las últimas décadas, en
sí mismo,
seria benigno para todos nosotros y para los ecosistemas que nos
sustentan. Por lo tanto, el descenso energético mundial y el
consiguiente decrecimiento forzoso, podría parecer, desde esta
perspectiva, una buena noticia. Pero la cuestión no es tan sencilla,
puesto que, aunque
el decrecimiento sea deseable en sí mismo, no lo es dentro de los
marcos del sistema socioeconómico establecido.
Dentro de los marcos de la economía de mercado capitalista, como
hemos comentado, el decrecimiento da lugar a una
crisis sistémica que comporta nefastas consecuencias para la inmensa
mayoría de la población;
desencadena una acelerada degradación de las condiciones de vida de
cada vez más millones de personas, incrementando drásticamente la
pobreza, la exclusión, la desigualdad, el paro, la precariedad de
los servicios y prestaciones sociales y también, en consecuencia, el
autoritarismo del Estado para mantener en funcionamiento un sistema
decadente.
Así
pues, la contradicción está servida. Por un lado, el sistema de
economía de mercado hoy hegemónico requiere de un subministro
energético creciente
para
saciar su voraz necesidad de expansión económica continuada y, por
otro lado, la realidad geológica, por primera vez en la historia,
proporciona un subministro energético irremisiblemente decreciente.
Esta contradicción provoca, en primer lugar, el aumento del precio
de la energía en general y de los carburantes en particular y, en
consecuencia, el encarecimiento de la generalidad de los bienes y
servicios. Sobreviene, por tanto, una inflación acusada. Los
gestores del sistema intentan contenerla dentro de los umbrales
tolerables, a través de una destrucción forzosa de la demanda,
inducida mediante el alza de los tipos de interés. Esta destrucción
de la demanda, naturalmente, resulta perniciosa para el sistema
económico vigente, pero se vuelve indispensable
para evitar un mal mayor: el colapso del mismo.
De esta forma el sistema entra en una situación de estanflación
(inflación y estancamiento simultáneos) generadora de una crisis
económica que, a medida que pasa el tiempo, va adquiriendo una
profundidad sin precedentes. Tal es, a grandes rasgos, la situación
en la que hemos entrado en los últimos años; veámoslo con más
detalle.
La
crisis económica iniciada el 2007-2008 se ha atribuido, en general,
casi exclusivamente a la especulación financiera e inmobiliaria. No
obstante, en un nivel más profundo, su raíz reside en la antedicha
colisión de la economía de crecimiento internacional con los
límites físicos de la realidad geológica planetaria. Sin duda, la
desregulación del sector financiero dio lugar a una desenfrenada
especulación bursátil-inmobiliaria que se tradujo en la concesión
de enormes hipotecas a personas con pocos recursos. Pero, que
ocasionó que tantísimas de estas personas dejaran de reintegrar sus
créditos, todas a la vez? La respuesta la encontramos en la
vertiginosa escalada de precios del petróleo en el período
2005-2008, alcanzando su máximo histórico el once de julio de 2008:
146 dólares el barril. Las hipotecas subprime
se
empezaron a conceder cuando el petróleo costaba 40 dólares el
barril, con la presunción que los tipos de interés seguirían
siempre bajos, como el precio del barril. Pero la creciente
dificultad de extraer petróleo barato debido a la llegada del Pico
Mundial del Petróleo provocó que en poco tiempo el barril se
encareciera a una velocidad sin precedentes (11). En consecuencia, la
inflación se disparó en todo el planeta y la tendencia al alza no
cesaba. Frente a esta situación, los bancos centrales se vieron
obligados a subir los tipos de interés para evitar un desastre mayor
(12). La subida de los tipos de interés consiguió detener la
inflación, ciertamente, pero también desencadenó sus previsibles
efectos colaterales: muchas personas se vieron imposibilitadas para
continuar pagando sus hipotecas de alto riesgo. No era sólo el
precio de la hipoteca lo que había subido: el encarecimiento de la
energía elevó notablemente el precio de los alimentos básicos y
del transporte de manera que, en poco tiempo, llegar a fin de mes se
convirtió en una verdadera odisea para una miríada de personas.
Muchas de ellas dejaron de reintegrar sus hipotecas para poder
subsistir. Así fue como reventó la burbuja inmobiliaria más
grande, la de las hipotecas subprime
estadounidenses,
desencadenando turbulencias económicas que arrastraron la economía
mundial hacia la recesión.
Naturalmente,
en el transcurso de este proceso de decadencia sistémica que hemos
iniciado, los dirigentes y gestores del sistema estatal-mercantil se
reúnen constantemente en consultas pluridisciplinares, si no para
curar un sistema tocado de muerte, al menos para alargar su aparente
supervivencia hasta donde se pueda. No obstante, como no podría ser
de otra forma, todas sus actuaciones constituyen una obstinada y
desesperada huída hacia adelante: se esfuerzan en seguir alimentando
las dinámicas motrices del sistema mercantil, es decir, la
internacionalización de la economía, el crecimiento económico, la
concentración de poder y la extensión de las fuerzas del mercado,
cuando estas son precisamente las dinámicas que hay que abandonar.
Esto nos lleva a la siguiente cuestión:
4.
Cómo
afrontar la crisis energética-sistémica?
La
tónica de la mayoría de documentales y artículos sobre el declive
energético mundial consiste en advertir sobre las potencialidades
negativas de este fenómeno, a menudo poniendo énfasis en sus
riesgos catastróficos. El documental que hemos visto, por el
contrario, muestra de manera esperanzadora diversos cambios positivos
que “el periodo especial” suscitó en la isla caribeña. A mi
parecer, resulta acertado y necesario notar que el Pico Mundial del
Petróleo constituye no solamente un serio problema, sino también
una magnífica oportunidad
para
efectuar deseables transformaciones (13).
Sin embargo, tan equivocado sería incurrir en el pesimismo
descorazonador al
cual podría inducir una visión acrítica de otros documentales,
como caer en el optimismo
despreocupado al
que podría dar pie el visionado acrítico de este documental. Sería
un caro error adoptar la tranquilizadora idea que a medida que nos
adentramos en el descenso energético ya nos iremos acomodando de
forma natural y armónica, modificando progresivamente nuestro estilo
de vida para adaptarnos a una situación que, siendo más austera,
será también más saludable socialmente y más sostenible
ecológicamente. Esta idea deriva de la irreal presunción de que la
crisis energética se manifestará principalmente (como sucedió en
Cuba) en forma de restricciones en el suministro energético o
sencillamente con el aumento del precio de la energía. A su vez,
esta presunción proviene de la incomprensión de las dinámicas del
funcionamiento del sistema estatal-mercantil establecido; en este
sistema, como se ha expuesto antes y como muestra la experiencia
mundial de los últimos años, el declive energético mundial se
manifiesta en la forma del advenimiento de una crisis sistémica y su
subsecuente agravamiento acelerado de la crisis multidimensional
(económica, política, social, cultural y ecológica) preexistente.
Si,
como señala el adagio, “reconocer la enfermedad es el primer paso
hacia la curación”, hoy sería conveniente que amplios sectores de
la población reconociéramos, de forma responsable y consciente, la
verdadera profundidad y magnitud de la crisis sistémica que
principiamos, ya que esto favorecería la adopción de las medidas
magnas y profundas indispensables para afrontarlas de manera
satisfactoria. Ciertamente, hay que hacer una elección básica. O
nos disponemos a desarrollar una nueva forma de sociedad que sea fiel
a la verdad, que se adapte a la realidad, o seguimos adheridos al
sistema vigente, anhelando vanamente el crecimiento económico,
sufriendo las fatales consecuencias de obstinarnos con esta quimera.
Mientras el sistema establecido se derrumba calamitosamente tal como
lo hizo el prepotente Imperio Romano; mientras se dirige hacia una
colisión frontal tal como lo hizo el presuntuoso Titanic; la
cuestión que se encuentra en
nuestras manos es
hasta qué punto nos arrastrará en su caída, hasta qué punto nos
hundiremos en su naufragio. Cada uno de nosotros puede usar sus
cualidades en un trabajo radicalmente transformador o bien perderse
en la preservación y la corrección de un sistema esencialmente
pernicioso y completamente obsoleto. Podemos ser auto-constructores
conscientes de una nueva humanidad o seguir la trillada senda de la
auto-destrucción inconsciente. Hoy, tal vez más que nunca, resulta
acertada aquella sentencia que afirma que “el
futuro es de aquellas personas que se preparan en el presente”
(Malcom X); en efecto, si la prudencia recomienda salir al encuentro
de los problemas latentes para neutralizarlos antes que estos nos
asedien, la idiosincrasia histórica de nuestros días reclama
especialmente de esta virtud.
El
descenso energético del siglo XXI constituye al mismo tiempo un
formidable problema, un difícil reto y una magnífica oportunidad.
La resolución de este problema, la superación de este reto y el
aprovechamiento de esta oportunidad no provendrá de una evolución
del sistema institucional hoy establecido y de sus valores
dominantes: sus dinámicas estructurales, como se ha explicado, lo
condenan al ocaso en la nueva coyuntura energética. Tampoco una
hipotética transmutación hacia un régimen socialista-estatista al
estilo de Cuba supondría una salida plausible de la crisis: las
graves deficiencias y problemáticas inherentes a estos regímenes
han quedado sobradamente evidenciadas durante la pasada centuria
(14).
Por supuesto, tampoco sería suficiente modificar algunos aspectos de
nuestros estilos de vida: por más que sea necesario y deseable
adoptar muchos de los ejemplos positivos que aparecen en el
documental (extender la permacultura, usar energías renovables,
consumir localmente, etc.), estas iniciativas, por si solas, sólo
pueden paliar los peores efectos de la crisis, pero no superarla.
La
solución de la crisis energética-sistémica del siglo XXI es
consustancial a la superación de la crisis multidimensional
(económica, política, social, cultural y ecológica) que
arrastramos des de los siglos precedentes. Ambas crisis están
entrelazadas y tienen una misma matriz: la estructura fundamental del
sistema estatal-mercantil y sus dinámicas inherentes. Para superar
aquellas crisis, es preciso que conozcamos esta matriz, que
neutralicemos sus efectos y que erradiquemos sus causas. Es menester,
asimismo, que ideemos una alternativa social deseable y factible y
que tracemos un plan estratégico viable para hacerla cada vez más
real. En otras palabras, hay que generar un inmenso y lúcido
movimiento de la población del mundo que acometa una tarea histórica
tan necesaria como compleja, tan deseable como ardua: desmantelar
pieza a pieza el sistema social hoy hegemónico y construir a la vez
una nueva forma de organización social. En este sentido, el
localismo
económico
ha de sustituir la tendencia actual a la internacionalización
económica;
el objetivo de la satisfacción
de las necesidades humanas
debe reemplazar la quimera del crecimiento
económico
continuado; tenemos que retomar las riendas de la sociedad a través
de la distribución
igualitaria del poder
aboliendo la nociva concentración
del poder
de hoy en día; es preciso crear una economía
poseída y controlada democráticamente
que sustituya gradualmente a la actual economía
poseída oligárquicamente y controlada por las fuerzas del mercado
(15).
Por supuesto, tales transformaciones serán viables solamente en la
medida en que los valores de la dedicación
al bien común,
la convivencialidad,
la solidaridad,
la autonomía
y la reintegración
con la naturaleza,
entre otros de vinculados, desplacen los disvalores de la
competencia,
la dominación,
el materialismo
y el egoísmo,
entre otros de vinculados. Estos son, sumariamente, algunos de las
principales vectores de cambio que entre todos y todas tenemos que
emprender para, por un lado, salvarnos de una catástrofe histórica
monumental y, por el otro, abrir una nueva etapa brillante en nuestra
vida como humanidad.
Blai
Dalmau
Mayo
del 2010 – Diciembre del 2012
NOTAS
[1]
Este artículo constituye una actualización y ampliación de los
comentarios pronunciados en mayo de 2010 en Figueres a propósito de
la proyección del susodicho documental; por ello, hemos conservado
algunos elementos de estilo que denotan oralidad. Agradezco que la
“Institució
Empordanesa per la Defensa i
l'Estudi de la Natura”
nos brindara la oportunidad de reflexionar colectivamente sobre estas
cuestiones. Igualmente, agradezco los comentarios, revisiones,
traducción y difusión que han hecho de este artículo Laia Vidal,
Antonio Turiel, Alexandra Gudayol, Eduard Nus, Joan Pedragosa, Jordi
Lillo, Oleguer Llimona y Rosa Pach.
[2]
El geólogo Marion King Hubbert elucidó en 1949 que la curva de
extracción petrolífera de cualquier pozo o área geográfica
determinada sigue una forma de campana de modo que una vez se han
extraído aproximadamente la mitad de sus reservas acontece el cenit
de extracción o el Pico del Petróleo; en 1956 predijo correctamente
que el cenit petrolífero de EUA se produciría durante la década de
1970. A finales de la década de 1990 comenzaron a aparecer numerosas
publicaciones que alertaban de la próxima caída de la producción
petrolífera mundial, evidenciando el fenómeno con datos y estudios
científicos. Hoy existe un número considerable y creciente de
proyectos de toda índole consagrados al estudio y la divulgación de
la crisis energética; en lengua española, por ejemplo, nos
remetemos al portal
de l'Associación Española por el Estudio de los Recursos
Energéticos
y al bloc
The Oil Crash,
donde el lector podrá ampliar y profundizar sobre diferentes
cuestiones relacionadas con el panorama energético mundial que en
este artículo sólo se exponen sumariamente.
[3]
La Agencia Internacional de la Energía, por ejemplo, después de
muchos años publicando prospecciones energéticas irreales que
negaban el advenimiento del Pico Mundial del Petróleo, en su informe
anual de 2010 reconoció que el ritmo de extracción mundial de crudo
no sobrepasaría nunca más los niveles de 2006; en el informe de
2012 da un paso más y reconoce, con la boca pequeña, que la
producción de petróleo mundial no puede hacer otra cosa que decaer.
En los últimos años han aparecido numerosos estudios de
organizaciones estatales y empresariales (Informe HSBC 2011, World
Economic Outlook 2011, Informe HIRSCH, Informe Lloyd, Informe de
l'Energy Watch Group, etc.) que dan a entender o bien afirman
rotundamente que la caída del suministro de petróleo es un fenómeno
constatable y de gran relevancia en nuestros tiempos.
[4]
Ciertamente, el modo de alimentación predominante en las sociedades
modernas, particularmente por lo que se refiere al consumo de carne,
depende extremadamente de un inmenso consumo energético que proviene
de los combustibles fósiles, tal como evidencian detalladamente
diversos estudios. Véase, por ejemplo, el artículo “Reducing
energy inputs in the US food system”
(David Pimentel et al., 2008) o el dossier “Cocinando
el
planeta”
(VVAA, 2010).
[5]
Corea del Norte también afrontó a principios de la década de 1990
un drástico desabastecimiento petrolífero, sufriendo consecuencias
bastante más traumáticas que Cuba. Para un análisis de los efectos
y las transformaciones que la reducción energética suscitó en el
ámbito agrícola en ambos casos, consultar “Aprendiendo
la lección de la experiència: las crisis agrícolas en Corea del
Norte y Cuba”
(Dale Allen Pfeiffer, 2003).
[6]
El documental tiene una duración de cincuenta minutos y básicamente
muestra la singular experiencia de Cuba cuando, en motivo del Colapso
de la Unión Soviética, sufrió una drástica y repentina
restricción de petróleo que suscitó cambios societarios
relevantes. Podéis
verlo en línea subtitulado al español.
[7]
El artículo “Público,
no publicitado”
(Antonio Turiel, Bloc The Oil Crash, 2010) pone de manifiesto, para
el caso del Estado español, hasta qué punto las instancias
gubernamentales están enteradas del papel cardinal que juega el
techo energético hoy en día.
[8]
Para un análisis de los factores objetivos (institucionales) y
subjetivos (valores) que dan lugar a la economía de crecimiento en
su versión capitalista y en su versión del “socialismo real”,
véase el quinto capítulo de “Crisi
Multidimensonal y Democracia Inclusiva”
(Takis Fotopulos, 2005).
[9]
La Agencia Internacional de la Energía suele publicar anualmente una
gráfica que muestra la fuerte correlación entre consumo de energía
y Producto Interior Bruto. Por otro lado, el artículo “¿Es
realmente posible
desacoplar el crecimiento del PIB del crecimiento de la Energía?”
(Gail Tverberg, 2011) revela que a pesar de las mejoras en materia de
eficiencia energética, en los últimos años esta correlación no se
ha desacoplado, sino que se ha reforzado por la entrada en juego de
otros factores.
[10]
Tal como puntualiza Richard Heinberg (The End of Growth, 2011), el
final de la era del crecimiento no significa que en lo sucesivo no
vaya a haber países que presenten períodos de crecimiento
económico. Pero el crecimiento económico de estos países será
siempre relativo, es decir, estará enmarcado dentro de una tendencia
histórica y mundial marcada por el decrecimiento de la producción y
el consumo, de manera que si algunos países crecen lo harán a
expensas de otros que decrecerán con mayor celeridad, un hecho que
ya podemos constatar actualmente.
[11]
A pesar de que el vertiginoso aumento del precio del petróleo estuvo
ligada a la especulación en el mercado de futuros, esta especulación
no hizo más que magnificar el hecho que el petróleo había empezado
a ser percibido como un bien escaso.
[12]
El precio del petróleo tendió al alza des de 2002 y aumentó en
flecha des de medianos de 2006 hasta principios de 2008.
Paralelamente, la inflación anual a nivel mundial se triplicó en el
período que va de 2003 a 2008, pasando de 3,3 puntos porcentuales en
2003 a 9 puntos en 2008 (Fuente: Banco Mundial). Como es bien sabido,
los tipos de interés se modifican para controlar la inflación, de
manera que en la zona Euro, el Reino Unido y los Estados Unidos de
América, durante el período de 2004 a 2008, los Bancos Centrales
aumentaron notablemente los tipos de interés a fin de refrenar la
galopante inflación debida al encarecimiento del petróleo.
[13]
Al despuntar la crisis sistémica hicimos cuatro pinceladas sobre las
potencialidades positivas del declive energético mundial: “Des
del punto de vista ecológico, por ejemplo, el cenit del petróleo es
un límite forzado a un progreso desbocado que estaba causando la
degradación y contaminación medioambiental, la extinción de
especies y el deterioro de las condiciones físicas que hacen
posible la vida humana en el planeta. Des del punto de vista social,
la disolución de la economía capitalista global nos emplazará un
resurgimiento moderno de la producción y distribución locales.
Presumiblemente aflorarán economías autogestionarias y
cooperativas, modelos sociales más justos y racionales. La
democracia directa, fruto de las asambleas de personas que se
encontrarán para hablar y decidir cómo afrontar la crisis, puede
ser, de manera natural, la expresión política de una nueva forma de
entender el mundo. Tal como la crisis económica argentina de 2001
desencadenó un movimiento popular de ocupación de fábricas,
autogestión, cooperación y creación de economías democráticas, a
la vez que una revuelta popular, esto es lo que se puede dar, esto es
lo que podemos hacer, como parte positiva de la crisis global. “
(Sobre
las causas, posibilidades
i perspectivas de la crisis actual;
Blai Dalmau, 2008).
[14]
El hecho de que, tal como hemos comentado, el sistema económico de
planificación estatal resulte conciliable con el decrecimiento
económico forzado podría llevarnos a pensar que la solución al
declive energético del siglo XXI pasa por la instauración de
regímenes socialistas-estatistas, basados en una planificación
estatal de la economía que sustituya la economía de mercado
capitalista hoy hegemónica en todo el mundo. No obstante, si bien en
algunos aspectos el sistema de planificación estatal ha mostrado
notables ventajas respecto de la economía de mercado capitalista, en
muchos otros se ha mostrado sumamente pernicioso. Esto se debe
principalmente al hecho de que el sistema estatal-socialista
constituye una tentativa de erradicar una forma de dominación (la
propiedad privada de los medios de producción) preservando otra
forma de dominación (el poder político concentrado en las
estructuras estatales y sus gerentes). La historia ha mostrado
invariablemente cuales son los resultados de tales tentativas: en
todos los países en los cuales se ha instaurado el “Socialismo
Real” se ha erigido una nueva clase dominante de carácter
burocrático-estatal que ha sometido a la ciudadanía a nuevas
relaciones basadas en la alienación, la mentida, la manipulación,
la opresión, la explotación y la dependencia. Hoy en día, la
verdadera superación de la crisis generalizada pasa por no caer en
los errores del pasado, creando así un nuevo sistema realmente
democrático y genuinamente ecológico, netamente diferenciado de las
estructuras del Estado, “democrático” o “socialista”, y de
la economía de mercado capitalista.
[15]
Afortunadamente, en el último lustro, diversos colectivos,
movilizaciones, proyectos e iniciativas, en diferentes ámbitos y de
diferentes maneras, con sus respectivas luces y sombras, han abierto
camino en el sentido de las transformaciones mencionadas. Para el
caso de la península ibérica nos referimos, entre otros ejemplos, a
la movilización
del 15M,
a la obra de Félix
Rodrigo Mora,
a la comunidad y universidad de Tamera,
a la intervención del Grupo
de Acción de Democracia Inclusiva de Cataluña
o a las iniciativas de la Cooperativa
Integral Catalana.
Direcciones
cibernéticas inseridas en las notas:
http://www.democraciainclusiva.org/txt/Balance_15M_cas.pdf
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