Extracto del libro 'Decrecimiento y posdesarrollo. El pensamiento creativo contra la economía del absurdo' de Serge Latouche.
El hiato entre la amplitud del problema a resolver y la modestia de los medios previsibles a corto plazo tiene que ver sobre todo con la persistencia de las creencias que permiten ‘aguantar’ al sistema sobre sus bases imaginarias. Hay que comenzar a ver las cosas de otro modo para que puedan llegar a ser otras, para que se puedan concebir soluciones realmente originales e innovadoras. En otros términos, habría que descolonizar nuestro imaginario para cambiar verdaderamente al mundo antes de que el cambio del mundo se imponga y nos condene al dolor.
“Lo que se requiere es una nueva creación imaginaria de una importancia sin igual en el pasado, una creación que pondría en el centro de la vida humana otras significaciones que la expansión de la producción y del consumo, que propondría objetivos de vida diferentes que pudiesen ser reconocidos por los seres humanos como los que realmente valen la pena (...) tal es la inmensa dificultad a la que debemos hacer frente. Deberíamos querer una sociedad en la cual los valores económicos han dejado de ser centrales (o únicos), donde la economía está colocada en su lugar como simple medio de la vida humana y no como fin último, en la cual por lo tanto se renuncie a esta loca carrera hacia un consumo cada día mayor. Esto no es solamente necesario para evitar la destrucción definitiva del medio ambiente terrestre, sino también y sobre todo para salir de la miseria psíquica y moral de los humanos contemporáneos”
Cornelius Castoriadis
(...)
Las palabras se enraízan en una historia; están ligadas a representaciones que escapan, muy frecuentemente, a la conciencia de los que las dicen, pero afectan a nuestras emociones. Hay palabras dulces, palabras que dan consuelo al corazón y palabras que hieren. Hay palabras que emocionan al pueblo y cambian al mundo.
Libertad y democracia fueron y son aún este tipo de palabras. Pero también hay palabras envenenadas, palabras que se infiltran en la sangre como una droga, pervirtiendo el deseo y oscureciendo el juicio. Desarrollo es una de estas palabras tóxicas.
Sin embargo, esto no se refiere sólo al desarrollo y las palabras claves ligadas a él, como Occidente, modernidad, progreso, racionalidad y técnica, sino a todas las palabras clave de la modernidad: necesidades, mercado, pobreza, producción, recursos, nivel de vida, etcétera.
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